Estética, memoria y olvido, problemáticas conceptuales de historia en la Pandemia SARS-COV2 (Covid19)

 

Fernando Matamoros Ponce 

 

La historia nacería, pues, de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. En este sentido, la historia admite que el pasado da razón del presente; pero, a la vez, supone que el pasado sólo se descubre a partir de aquello que explica: el presente […] Así, el intento por explicar nuestro presente no puede menos de estar motivado por un querer relacionado con ese presente.» Luis Villoro, 1985: 38 y 39.(1)

 

La memoria por la vida contra la muerte y el olvido

El objetivo de las siguientes reflexiones sobre problemáticas conceptuales de memoria y olvido es mirar que el mal de pestes, epidemias y pandemias que recorren el mundo son una pesadilla de la muerte, pero también posibilidades históricas para saber cuáles podrían ser las causantes materiales esenciales de cambios metabólicos actuales. Así, primeramente, subrayamos que la eternidad de un sistema económico e ideológico de producción no existe. Aunque naturalizada la eternidad por los discursos de los poderosos y teocracias religiosas, también, afirmamos que todo sistema, incluyendo el capitalismo, no es inmortal. La única eternidad constatada por la historia, son recuerdos de luchas contra la muerte. Encontramos en leyendas, mitos y profecías milenarias de libros ancestrales gritos de angustia y dolor, pero nutridos de esperanza por el cambio de situación y realidad. La muerte condicionada, incluyendo la de los nuevos panteones de lujo, nos hostiga y molesta. Como lo rememoran los Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (2020: 4), ésta merodea la vida, husmea los pantalones, para dar, en cualquier momento el zarpazo final. Quizás, por eso, constantemente, huimos de ella. Somos fugitivos de tantas y tantas profecías históricas de plagas y catástrofes que flagelan al mundo. Incluyendo, desde luego, falsedades y simulaciones sobre temáticas metabólicas de la industrialización (influenza porcina en 2009, por ejemplo) y agresiones a espacios de animales en la naturaleza. Mentiras y desmentidos que dejan atónitos por evidencias que brotan en los desastres ocasionados por las políticas industriales de firmas privadas de consultoría farmacéutica y políticas de salud dramáticas, incorrectas y anacrónicas, que se combinan con zonas marginales de pobreza, sin agua, sin hospitales, condenados a la muerte diaria. Y aun con las demostraciones de muerte por ese virus social y político, las poblaciones a riesgo rememoran a representaciones de vírgenes y santas muertes. En esos rituales y conmemoraciones de esperanza, se recuerda que somos mortales, como nuestros ancestros. (2)

Así, en segundo lugar, constatamos que el horror trágico que recorre el mundo es una repetición de la memoria asediada y golpeada por las fatalidades del olvido, pánico ocasionado por la intranquilidad temporal del consumo y modas mercantiles. Sin embargo, frente a la vulgaridad del mal ordenado en cifras por debajo de tasas normales de defunción en la realidad. Esta banalidad del mal, diría Hannah Arendt se expresa cuando muertos y muertas se vuelven números sin contenidos sociales. Sin embargo, cuando miramos el pasado de genocidios lo hacemos en un intento de aprehender el querer en el presente. En este sentido, podemos decir que lo asombroso del instinto de vida es que, aun en las situaciones más desesperantes, sectores sociales se reapropian del lenguaje humano para crear posibilidades de vida. Aunque ese lenguaje es sencillo, y aparentemente simplificador frente a la pandemia del Covid19, constatamos que, mientras más nos alejamos (distanciamos) del lenguaje en general de modas y convencionalismos mercantiles del consumo, más inquietante resulta la belleza estética y significativa de palabras expropiadas por los discursos dominantes. Con rizomas del pasado que dan razón al presente, notamos cómo el increíble y provocador lenguaje agredido de una nueva normalidad que, por cierto, nunca fue normal, deviene, otra vez, obediencia a la espontaneidad del deseo individual por la comunidad. ¿Cómo produce acciones y representaciones estéticas capaces de enfrentar la condena de la muerte? Entonces, como esos Aurelianos García Márquez, o “gitanos” ambulantes, estragados por dolencias diarias en la soledad, nos preguntamos desde la melancolía del distanciamiento: ¿cómo enfrentar los efectos metabólicos del virus SARS-COV2 (Covid19) y discursos economicistas con la memoria histórica y comunitaria de aquellos y aquellas sobrevivientes, incluyendo la historia de epidemias del siglo XVI? En medio del diluvio de discursos tormentosos que estamos viviendo, misteriosamente, constatamos cómo la memoria de luchas del pasado resurge en comunidades para nadar a contracorriente, para no ahogarse en el miedo y olvido de esa muerte metabólica propagada por los discursos de nuevas normalidades: trabaja, trabaja, no dejes de trabajar para sacar de la crisis un mundo que se está ahogando. O como diría Paco Ibáñez: trabaja niño, no pienses que sin dinero vivirás.

Al otro lado de la lluvia, la mercancía de los bazares estaba cayéndose a pedazos, los géneros abiertos en la puerta estaban veteados de musgo, los mostradores socavados por el comején y las paredes carcomidas por la humedad, pero los árabes de la tercera generación estaban sentados en el mismo lugar y en la misma actitud de sus padres y sus abuelos, taciturnos, impávidos, invulnerables al tiempo y al desastre, tan vivos o tan muertos como estuvieron después de la peste del insomnio y de las treinta y dos guerras del coronel Aureliano Buendía. Era tan asombrosa su fortaleza de animo frente a los escombros de las mesas de juego, los puestos de fritangas, las casetas de tiro al blanco y el callejón donde se interpretaban los sueños y se adivinaba el porvenir, que Aureliano Segundo les preguntó con su informalidad habitual de qué recursos misteriosos se habían valido para no naufragar en la tormenta, cómo diablos habían hecho para no ahogarse, y uno tras otro, de puerta en puerta, le devolvieron una sonrisa ladina y una mirada de ensueño, y todos le dieron sin ponerse de acuerdo la misma repuesta: -Nadando (García Márquez, 2020: 136).

Así, desde México en el mundo, todos los días nos mareamos por la invasión de discursos e imágenes en los múltiples medios: debemos salvarnos de la crisis o del caos que vivimos por el Covid19 mediante políticas financieras de salvamentos económicos. Un discurso homogéneo, pandémico también en cuanto a la mercancía y la teoría del valor y la acumulación, se ha vuelto el centro mítico del universo. ¿Al otro lado de la lluvia, servirá de algo reflexionar sobre tantos discursos lineales y homogéneos buscando salvar la economía de la pandemia actual con un pensamiento teórico, abstracto y crítico de la historia? ¿Podemos encontrar alientos en la historia para pensar con otras dinámicas económicas, desde la soledad del aislamiento, la “nueva normalidad” que organiza política y míticamente la homogeneidad globalizada del mundo? ¿Servirán de algo palabras inscritas en las tradiciones de comunidades que se resisten a aceptar los condicionamientos de una muerte argumentada y justificada como algo natural, como una fatalidad sin relaciones sociales?

Constatamos con datos de la historia que la humanidad siempre ha logrado atravesar tinieblas para calmar angustias y/o desesperaciones ligadas a condicionamientos comunes y podríamos explicar el presente con los antecedentes reveladores y significativos que se encuentran en nuevos rituales detrás de las cortinas de un teatro en cuya escena suben y bajan las líneas de color de las conferencias gubernamentales, matutinas y vespertinas. Con esta disposición, los contaminados, muertos y muertas por la pandemia no serían causas naturales, vaciadas de contenido, sino condicionamientos históricos y conceptuales del presente. En otras palabras, con los ecos de la historia que siguen este escrito, consideramos que la historia de esperanzas de la humanidad concentra en nuestro contexto particular diversas mediaciones históricas de violencia de la crisis de la pandemia, como reducción de presupuestos de la salud e inversiones en la educación y la investigación, por ejemplo. Pero, también, nuestro acto de pensar, dialécticamente con una crítica a los realismos dominantes, nos permite comprender y entender cómo el pensamiento está inducido por requerimientos de una vida práctica para cambiar la evolución de condicionamientos estructurales del capitalismo; una suerte de posibilidades para pensar cómo frenar con la historia los trenes catastróficos del desarrollo en el presente.

Desde luego, habría que investigar cómo el pensamiento mítico y/o divino y sagrado, desde sus orígenes fundadores, es una relación metabólica con la naturaleza, pero también una relación de producción humana y social del lenguaje ligado a acciones, incluyendo los mitos de la Ilustración, el Romanticismo y la racionalidad capitalista del materialismo moderno, pues son palabras de hombres y mujeres las que producen dioses y diosas, y no los dioses los que crean a la humanidad. Es decir que los esfuerzos para alcanzar la autonomía del pensamiento crítico, incluido el mito de la caída en el pecado original, están ligados a temporalidades del yo y el pensamiento que incluye la eternidad de vida contra la muerte. Por ejemplo, ya que nos concierne como pensadores o científicos de las ciencias sociales, intelectuales de diferentes tipos (incluyendo creadores de plataformas comunicativas de teleconferencias, hoy a la moda, bajo las presiones de la estructuración capitalista) viven y trabajan en oficinas publicas o privadas en la soledad de las grandes ciudades. Invadidos por múltiples actividades con estudiantes y/o investigadores, por ejemplo, olvidan, frecuentemente, su propio ser interior y descargan sus imaginarios para cumplir con las tareas encomendadas por el exterior. Podríamos decir que, inconscientes, se creen libres de condicionamientos del trabajo abstracto que aqueja desde el pasado la vida cotidiana. Sin embargo, secretamente, cuando se retraen en el confinamiento o aislamiento al centro de una supuesta libertad, surge el reconocimiento de acuerdos secretos del sufrimiento existencial en el espacio vaciado por el exceso de actividades productivas. No solamente aparece discretamente la violencia que invade la vida cotidiana, sino que germina también una tristeza derivada de la situación histórica espiritual, afectada por inadecuaciones del poder y la dominación.

Podemos creer que la pandemia es algo natural que nos invadió en un instante. Desesperados, miramos las estadísticas de muertes, sobre todo al caer la noche cuando nos detallan, en México, el estado de muerte con curvas hibridas y multicolores. Pareciera que alientos infernales calcinan los aires que respiramos con tapabocas durante el día. ¿Estamos desvariando con un texto apocalíptico? No creemos, pues, muchas veces y muy cercanamente, encontramos en nuestras pantallas de celular huellas del terror que recorre el mundo. Tan ciertas e inconfundibles que se instalan en nuestra memoria dañada por la peste de discursos diseñados por los gobiernos, pero comandados militarmente por los mercaderes de la vida. Sin embargo, aunque estamos invadidos por discursos normalizadores y moralizadores populistas, en instantes, con la esperanza de otro mundo, tomamos consciencia que el horror que recorre el mundo tiene cuerpo de ser humano con relaciones sociales capitalistas. No es una bestia ni un virus que apareció de la nada, tiene una historia que contar. Como Aureliano Buendia, percibimos, a través de sus sonrisas poderosas, que sus dientes están afilados. Se evidencian con los militares que lo acompañan. Aparecen como ángeles o magos salvadores que castigan y condenan aquello o aquellos que se distraen de sus dictados de castigo y condena. Aterrorizados, como si miráramos al anticristo que no ha dejado de vencer, percibimos que son hombres y mujeres con ojos grandes y “alas” potentes, difíciles de cortar. En su democracia actualizada con dispositivos militares, escuchamos aterrorizados la reprobación de aquello que no está de acuerdo con sus mandatos. Simplificadamente te acusan y condenan al silencio con una sentencia anacrónica de: o eres conservador o eres liberal, no hay otro mundo posible en sus discursos. Los de abajo, los silenciados, los vencidos son negados por la cacofonía maquiavélica y populista del momento. Pero, también, recordamos a través del olvido, claves de la ciencia de la historia, incluso demonológica de judíos y filósofos, brujas y brujos quemados. Volvemos a leer y pensar en la soledad en la importancia de “piedras filosofales” y comunitarias sobre pandemias que han recorrido el mundo. Como veremos más adelante, hombres y mujeres en sus comunidades organizan sus pensamientos más nobles para resistir a la muerte desencadenada por la crisis de la economía. Rescatan o redimen las palabras de aquellos instantes minúsculos para volver a clasificar glifos y alfabetos en pergaminos y codex escondidos en el silencio de los vencidos. Materialización de recuerdos, incluso mucho antes de nacer, están en la memoria del lenguaje de minusculas resistencias. Se resignifican con la historia de la naturaleza para enfrentar los grandes proyectos liberales del Progreso y el desarrrollo de la acumulación capitalista que, como diría Karl Marx en el Capital, deja sangre y polvo de desertificación donde pasa.

 

Conciencia histórica y catástrofe

Entonces, entre la nueva situación impuesta por las urgencias del Covid19 y el concepto de individualidad, notamos que el vaciamiento del espacio espiritual está ligado al proceso secular racionalizado por tareas normalizadas por su nueva moralidad, incluso desprendidas de ligaduras a creencias del bienestar de dioses en la naturaleza de la vida, agua, aire, sol y luna, el plus o el más allá de este mundo de violencia. Desde luego, habría que estudiar las temporalidades de estos desprendimientos del individuo y la comunidad a través de la historia para comprender cómo el yo racional y las comunidades, con las que se liga el pensamiento crítico, se encuentran condicionadas o invadidas en su yo espiritual por materialismos vulgares del realismo capitalista. En este sentido, las transformaciones objetuales que actualmente vivimos en el encierro o aislamiento social deberían ser consideradas como la experiencia del caos del presente; tanto como desenvolvimientos sociales del desarrollo económico, tanto como transformaciones del individuo y la comunidad comprimida por las urgencias de la estructura capitalista dominante.

Así, cuando miramos a través de los reflejos del espejo comunicativo cómo se construye y desenvuelven el drama y la tragedia de millones de seres humanos, consideramos que brota una suerte de iluminaciones que proyectan el pensamiento para pensar otra vida que la muerte anunciada por las condiciones dominantes del fetiche de la mercancía. ¿Es algo totalmente nuevo o es una repetición de la racionalidad que domina el mundo? Como lo sugiere Walter Benjamin (2002: 73-75) en el “Carácter Destructivo”, con la consciencia histórica podemos constatar que, a cada instante, todo sigue cayendo en el mortal hoyo acumulado de catástrofes de la humanidad en la naturaleza: metabolismos ligados a la contaminación del medio ambiente. Constatamos con la fiabilidad del pensamiento crítico que, alrededor del acontecimiento de la pandemia, existen relámpagos interiores (deseos) que iluminan críticas al exterior. Siempre habrá procesos escondidos del espíritu que se niegan a aceptar los condicionamientos exteriores. Pareciera simplista, pero cuando vemos los condicionamientos de la vida exterior, miseria y violencia, siempre, desde el interior del pensamiento, soñamos y movilizamos otra vida. Este pensamiento se moviliza a contracorriente de los devenires. Por eso, la fiabilidad heredada de generaciones anteriores nos permite observar la existencia de múltiples movimientos que se niegan a aceptar el cierre histórico de los vencedores. Aunque silenciados por los medios de comunicación dominantes, los vencidos buscan cómo enfrentar la maquinaria establecida en los discursos que organizan en un discurso de algo “Nuevo”, la “nueva moralidad” neofascista del estado de Excepción capitalista establecido bajo las normas y reglas del derecho maquiavélico y militar de violencia.

En este contexto de fragmentación y violencia los vencidos sufren el exilio con la tremenda alienación que domina el mundo. El aislamiento de tradiciones ha perdido su poder sobre el individuo y las colectividades, pues se ha convertido en un concepto y no en la realidad. Así, aun con la repetición de su “nueva normalidad” del desconfinamiento, observamos la reaparición de antagonismos históricos, pensamientos críticos para los combates. En espacios de los cuatro puntos cardinales, de norte a sur y de este a oeste, observamos cómo resurgen actores que afianzan una consciencia histórica contra el racismo, el colonialismo y la condena del Otro. Mujeres y hombres enfrentan de diferentes maneras la violencia que no es únicamente física, sino moral. Vigilan, controlan y castigan con el derecho el sentido común que se desvía de las formas corrientes de su violencia moral. Inspeccionan la dependencia económica mediante controles de socialidad y movilidad categorizada en los racismos que menosprecian aquellas estéticas intelectuales y sexualidades, también.

Sin embargo, desde el pasado, incluso mirando los orígenes del antagonismo, potencian una unificación de intenciones combatientes de sueños e imaginarios contra las imágenes descoloridas del materialismo económico, que impiden pensar cómo armonizar las ciencias naturales fetichizadas y alienadas por el totalitarismo prevaleciente en la pandemia y desconfinamiento de sectores esenciales al desarrollo capitalista. Silenciosamente, indígenas y campesinos, migrantes, trabajadores de fabrica, estudiantes y luchas de genero, feminismos y masculinidades, desde el aislamiento ocasionado por la pandemia, combaten realismos que niegan posibilidades históricas a la vida. Incluso, con la herencia de las tradiciones creyentes, religiosas de comunidad, los vencidos reorganizan en las noches más sombrías cómo romper la maldición del aislamiento que afecta al mundo. Se salen del tren de la catástrofe para buscar lo más elevado del combate en la tragedia que opera todos los días. Con la consciencia para comprender lo que ha pasado en la historia de los vencidos, buscan reconciliar fines y medios para estar en paz con el mundo. Desgraciadamente, en las líneas de esta guerra podemos observar en las relaciones conflictuales como actores se disocian y se instalan en las cúpulas del poder. Estos últimos ponen barreras realistas delante de ellos, frenan los impulsos que vienen del pasado. Aguijonean desde el realismo las posibilidades de otro derecho que pueda resolver el racismo, sexismo y colonialismo automatizados e integrados en las políticas de desarrollo y progreso del capitalismo. Pero, a pesar de la fuerza de la realidad del Edipo establecido en “proyectos alternativos de nación” (López Obrador, 2004), encuadrados en acuerdos internacionales del mercado mediados por “palancas” energéticas para el desarrollo capitalista, otros, a pesar del silencio, iluminan tanto el exterior como las estructuras interiores que siguen combatiendo magos y profetas autoritarios. Desde la crítica esquizofrénica del anti-Edipo (Deleuze y Guattari, 1985), enfrentan con sus rizomas culturales de su lugar y su época aquellas condenas racistas, repetitivas e inadvertidas en la tierra gobernada por el capitalismo. Piensan, desde sus lugares y tradiciones comunitarias de afectos y sensibilidades temporales, la producción de una práctica nutrida por la historia de las resistencias que siguen buscando caminos para no morir en la soledad espacial de sus autonomías.

 

La vida en medio de discursos paradójicos de paz-guerrera

Así, actualmente, las resistencias se arman con la esperanza de la desconfianza al curso de las cosas, pues, si algo es seguro de la eternidad, es que nada en la historia es durable. Es el combate en las acciones de la historia que heredamos y cuestionamos en nuestras consciencias. En efecto, la situación es desesperante cuando nos situamos como intelectuales que no queremos devenir hipócritas o falsos Mesías en los financiamientos para salvar su economía. Condenados por las consecuencias centralizadas de prioridades económicas y condiciones de salubridad deficientes, hospitales, instrumentos mínimos sanitarios como tapabocas autorizadas por servicios internacionales de salud, alcohol, gel antibacterial, y sobre todo agua potable en zonas marginadas, miles de millones se preguntan o gritan como simples profetas en sus pequeños metros cuadrados de confinamiento y sana distancia: ¿cuál es la prioridad frente al virus? ¿La vida? ¿Cuándo será posible otra vida, más allá de la condena del Estado de Excepción de violencia cotidiana, explotación y miseria? ¿Cómo podremos habitar con el Otro este mundo contaminado, en la separación del hombre con la naturaleza sagrada o divina, en el cual la precariedad y/o miseria son las reglas que nos miden diariamente? ¿Cómo pensar la vida si la filosofía de la paz es la guerra cotidiana? ¿Cómo hacer que nuestros gritos no devengan gritos vacíos en el cielo, sin dioses y sin hombres que puedan detener la tragedia de la muerte que tenemos que vivir angustiadamente en la vida cotidiana?

Frente a estrategias, desplegadas con policías, militares y guardia nacional, que vigilan dispositivos del poder y la dominación en espacialidades concretas de resistencias, somos conscientes que la consciencia del pensamiento y las acciones a contracorriente de la política del poder y la dominación no pueden escapar en las líneas de combate mediante autonomías vaciadas del contenido de la guerra. En efecto, ¿qué significación social y política interpretamos si en plena pandemia se publicó (11 de mayo 2020) un decreto presidencial asignando legalmente al ejercito la facultad de seguridad pública durante, por lo menos, 5 años? Si recordamos que el despliegue de las fuerzas armadas comenzó hace más de 12 años, consideramos que las labores de seguridad nacional y seguridad pública del ejercito son la continuidad en la llamada Cuarta Transformación (4T). Con alcances legales y jurídicos, no solamente de vigilancia y control de amplias capas de la población, sino también de programas administrativos del Estado, el apuntalamiento militar con la Guardia Nacional creada por el actual régimen es enorme. Entre las tareas encomendadas, tanto a la guardia nacional como al ejercito, con un incremento del presupuesto federal de la secretaria de la Defensa Nacional (SEDENA), encontramos “frenar el flujo migratorio” en zonas prioritarias del “desarrollo nacional” de megaproyectos y programas prioritarios de la administración de la 4T. Entre estos programas, en el sur del país, se encuentran el mal llamado Tren Maya, el Corredor Interoceánico y la protección de la llegada de inmigrantes a los Estados Unidos de Norteamérica (USA).

Otra vez, como lo señala el Colectivo Grieta (2020), los trenes transístmicos del presidente Porfirio Díaz del siglo pasado, apoyados por Guardias Rurales, devienen aquellas constelaciones que se descubren a partir de condicionamientos sociales y económicos que están detrás de cortinas del teatro del presente. ¿Es la repetición de lógicas político militares en la organización de intereses económicos ligados a sectores de burguesías inversoras de Capital? Para intentar responder con otra pregunta, como inquirían en el pasado inmediato de 1994, por ejemplo, los indígenas zapatistas mexicanos: si cuando trabajamos nos matan y por vivir nos matan, ¿qué lugar de memoria nos queda en la centralización institucional del poder militarizado, sí por luchar contra megaproyectos, protegidos por Guardias Nacionales, en plena crisis del coronavirus, nos amenazan y matan, también? Consideramos que, frente a la violencia cotidiana de la pandemia, la desesperación deviene dominante en las preguntas y posicionamientos de la historia en las ciencias políticas del derecho como éticas manipuladas de la economía. Pero, aun así, resurgen de las cenizas del pasado cuestionamientos metafísicos de y para la felicidad. Resistencias minúsculas, esperanzas de sentido concreto cuestionan y significan el concepto de vida. Desde el pasado, la experiencia nos enseña que el sentido de vida comienza con un pensamiento crítico que mira las epistemologías del mundo inclinarse. Se resisten a morir y abren posibilidades comunitarias. Frente a los aislamientos pandémicos de invasiones y genocidios totalitarios que vivimos desde el siglo XVI, diariamente en las prolongaciones didácticas y disciplinarias de gnoseologías poco respetuosas, incluso, de sus propios limites, los recuerdos rescatan, redimen palabras pacifistas. Son conscientes de la fuerza brutal, tanto de armas de ejércitos que tienen enfrente como de ideologías que se despliegan en los medios de comunicación.

Sin embargo, aunque en momentos paralizan con el miedo que nos bombardean por todos los medios, rápidamente, el pensamiento negativo resurge preguntando cómo es posible que maten, desaparezcan y encierren el pensamiento que se niega a seguir viviendo como esclavos involuntarios. Por eso, porque saben de choques violentos del pasado, rescatan de la historia fuerzas más nobles, incluso el amor y la solidaridad para representar un cuadro expresivo de posibilidades inscritas en la memoria y olvido de muertos y muertas acribillados por la violencia de la economía capitalista. En los mismos escombros que nos repiten, salvar la economía del desastre mortuorio heredado por el desarrollo, buscan en brechas, bordes en cruces de las herencias, aquellas líneas de escape que permiten rebasar los limites que nos imponen. Así, en la historia de los últimos movimientos indígenas y campesinos, que luchan por la tierra desde las comunidades silenciadas por los medios de comunicación, escuchamos el eco de palabras de revueltas zapatistas de finales del siglo pasado.

Nos quieren quitar la tierra para que ya no tenga suelo nuestro paso. Nos quieren quitar la historia para que en el olvido se muera nuestra palabra. No nos quieren indios. Muertos nos quieren. Para el poderoso nuestro silencio fue su deseo. Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos. Luchamos para hablar contra el olvido, contra la muerte, por la memoria y por la vida. Luchamos por el miedo a morir la muerte del olvido” (EZLN, 1996).

 

Bibliografía

Adorno, Theodor (2004), Minima moralia, Reflexiones desde la vida dañada, Madrid, Akal.

Benjamin, Walter (2007), Sobre el concepto de historia: tesis y otros fragmentos. Apéndice, Auguste Blanqui, contra el positivismo y Prologo, Michael Löwy y Daniel Bensaïd), Buenos Aires, Piedras de papel.

Benjamin, Walter, (2002), Ensayos (Tomo IV), Madrid, Editora Nacional.

Colectivo Grieta (2020), “Militares para todo: despojo y control de la vida social en la 4T” (parte I). Publicado 30 mayo, 2020, en https://avispa.org/militares-para-todo-despojo-y-control-de-la-vida-social-en-la-4t-parte-i/. Revisado 3 de junio 2020.

EZLN (1996), “ Cuarta Declaración de la Selva Lacandona. En https://enlacezapatista.ezln.org.mx/1996/01/01/cuarta-declaracion-de-la-selva-lacandona/. Revisado 26 de mayo 2020.

García Márquez, Gabriel, (2020), Cien años de soledad. Versión electrónica, en https://static.telesurtv.net/filesOnRFS/multimedia/2015/04/15/garcia-marquez-gabriel-cien-anos-de-soledad1.pdf (Revisado 23 de julio de 2020)

Gilles Deleuze y Félix Guattari (1985), El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barcelona, Paidos. (Versión electrónica).

López Obrador, Andrés Manuel (2004), Un proyecto alternativo de nación, México, Grijalbo.

Villoro, Luis, Gilly, Adolfo, Bonfil Batalla, Guillermo, et. al. (1985), Historia ¿Para qué?, México, Siglo XXI.

 

Notas

1.  Subrayado del autor, Fernando Matamoros Ponce (FMP).

2. Podríamos constatar históricamente que todas las civilizaciones han protocolizado y representado en fiestas de recuerdos a sus muertos y muertas. Así, por ejemplo, en el intento de explicar el presente, podemos constatar que la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego actualiza en el Monte del Tepeyac recuerdos iluminadores de la diosa Tonantzin (la más antigua). En el Nican Mopohua, texto en su lengua original, el náhuatl, le pide que diga a las autoridades que la esperanza existe; ¿aun con la explotación y epidemias que están desapareciendo a la población indígena? La representación de tierra, luna y sol, sobre la oscuridad, no solamente se expandió en ese tiempo y ese lugar, sino que continuó inspirando desde el pasado instintos rebeldes de la historia, como son los casos de las luchas de independencia o los zapatistas de la revolución de 1910.

 


VIDEO: Covid 19. Problemáticas en la historia del México Moderno

 

 


 

Texto y video enviados por el autor para su publicación en Comunizar. Una versión de estas consideraciones criticas de la pandemia fue publicada en Reflexiones Críticas de la Crisis Sistémica en la Pandemia del Covid19 del Cuaderno temático de la realidad latinoamericana no. 13. IIHAA Escuela de Historia USAC, junio 2020, Guatemala.

El autor es Coordinador Posgrado de Sociología, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (ICSyH-BUAP). fermatafr@yahoo.fr. Entre sus libros: Pensamiento colonial. Descubrimiento, conquista y “guerra de los dioses” en México, (2015), BUAP-UV; Néozapatisme. Échos et Traces des Révoltes Indigènes (2012), Syllepse-ICSyH-BUAP; Memoria y Utopía en México: Mitos, imaginarios en la génesis del neozapatismo (2009), Herramienta/ICSyH-BUAP; y coautor con: García Vela, Garza Zepeda y Hernández Lara (2019), Estado, Capitalismo y Subjetividad. Dignidad y esperanza en configuraciones revolucionarias del sujeto rebelde, Lirio, ICSyH-BUAP, IIS-UABJO, FCPyS-UAEMex; Eduardo Bautista Martínez y Manuel Garza Zepeda (2015), Participación y rupturas de la política en México, Subjetividad, luchas y horizontes de esperanza, Porrúa-BUAP-UABJO; Garza Zepeda, Bautista Martínez y García Vela, (2016), Oaxaca 2006-2016. Antagonismo, subjetividades y esperanza, UABJO-Porrúa; John Holloway y Sergio Tischler (2007), Negatividad y revolución; Theodor W. Adorno y la Política, Herramienta/ICSyH-BUAP; Étienne Dehau y Sylvie Bosserelle (2005), Mexique: vision de l’empire des Dieux, Hermé. Además es autor de diversos artículos: https://fernandomatamoros4.academia.edu/

 

 

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