La tormenta se torna más violenta

Reflexiones desde la crisis pandémica

 

Estamos en el ojo de la tormenta; la tormenta de la que nos vienen hablando hace años los zapatistas.

En medio de esta tempestad pandémica, de “aislamientos sociales obligatorios”, se nos atorbellinan las ideas y por momentos nos sentimos desconcertados; se nos dificulta pensar como resistir/aprovechar esta nueva crisis para seguir luchando por emanciparnos del capitalismo, seguir intentando crear un otro mundo.

Este escrito intenta aclararnos las ideas, los sentires, y esbozar algunas líneas de pensamiento para enfrentar la pandemia y el recrudecimiento de la crisis que le seguirá. Para ello nos han ayudado a pensar muchos de los buenos artículos que están circulando, que hemos leído, y los cuales iremos referenciando.

 

Algunos apuntes, algunas ideas

Lo primero que nos parece importante señalar, es la relación que existe entre la aparición del coronavirus como pandemia y el aumento de la violencia del capital, no solo contra los seres humanos, sino contra la naturaleza en general; tierra plantas y animales.

El incremento de la violencia capitalista, es propio de su dinámica actual y está relacionado con las dificultades que encuentra para su auto-reproducción.

La destrucción de la naturaleza y los ecosistemas, el cambio climático, todos estos ataques a la biodiversidad propician la aparición de pandemias como la que estamos viviendo hoy con el COVID-19.

Hay una relación directa entre la pandemia y esta intensificación de la explotación de la naturaleza, como las deforestaciones y la industrialización del agro, el avance de las urbes sobre el campo y sobre los hábitats de los animales, el envenenamiento del agua y su consumo industrial que va secando el planeta, y muchas etcéteras más.

La pandemia es entonces una expresión de la crisis, una nueva manifestación de la crisis del capital que encuentra límites a su expansión, límites a su constante necesidad de generar la plusvalía suficiente para su auto reproducción.

La “salida” que el capitalismo está ensayando en los últimos tiempos frente a este estancamiento, es una expansión cada vez mayor de la deuda (el crédito) como forma de aplazar la crisis y sus cracks como los del 2008 y los de la actualidad (que recién comienzan)

…en los últimos cuarenta años, la reproducción capitalista está basada en la expansión constante de la deuda al nivel mundial. La acumulación aparente del capital tiene como base no solamente la producción de plusvalía sino, cada vez más, la anticipación de una plusvalía futura. Cada vez más, la reproducción del capital (y con eso la reproducción social en una sociedad capitalista) está basada en la apuesta de que el capital logrará cumplir mañana la explotación que no ha logrado cumplir hoy.»

John Holloway – Curso La Tormenta (2020) – Coronacrisis I.   (1)

 La crisis económica que ya venía de antes, y que estalla ahora con el coronavirus, vuelve a poner en el escenario las discusiones “intercapitalistas” sobre cómo resolver estos picos de crisis.

De un lado están los que quieren una violenta reestructuración del capital, la cual necesariamente implica una masiva destrucción de capitales y de puestos de trabajo; Los impulsores de esta opción son los llamados neoliberales.

Y del otro lado, los que promueven una salida basada en una nueva expansión de la deuda con intervención estatal, que contenga en alguna medida el impacto social que esta “solución” de la crisis producirá.

Esta última es la alternativa de los llamados “progresistas”, que además parece incorporar cada vez más adeptos entre sus filas como lo evidencian las editoriales recientes del “Financial Times” o las declaraciones de Bill Gates.

A la primera postura corresponden los intentos desesperados por impedir que la maquinaria de producción capitalista se detenga o disminuya su ritmo (aunque esto conlleve una mayor pérdida de vidas humanas por el coronavirus); Y a la segunda, los planes estatales de regulación y administración de la pandemia para “resguardar” la fuerza de trabajo hasta que la curva de propagación del virus disminuya. (2)

Pero más allá de cuál de estas dos opciones se termine imponiendo, o inclusive si resulta una mezcla de ambas, lo que nos queda claro es que luego de la pandemia tendremos (y ya las empezamos a ver), dos consecuencias:

La tormenta se torna más violenta1) Un fuerte aumento del control social y represión por parte de los Estados que aprovecharán además para intentar frenar las revueltas que se venían dando en los últimos tiempos, así como las que puedan generarse en el futuro inmediato.

2) Un brutal empeoramiento de las condiciones de vida de millones de personas en todo el mundo.

¿Tenemos entonces que pensar que en la “post-pandemia” el capitalismo se reconfigurará con un Estado aún más fuerte y por ende con un mayor control sobre el trabajo asalariado y sobre las revueltas y desbordes, que por ejemplo venían generándose en la segunda mitad del 2019?

Por supuesto no tenemos una respuesta absoluta frente a esta pregunta, pero sí decimos que aunque en este momento los Estados aparezcan más sólidos debido a la concentración de poder por la administración centralizada de la pandemia, ello no necesariamente implica que puedan contener los estallidos sociales.

 

 

¡Ya basta!… de normalidad

El confinamiento impuesto en casi todas partes del mundo está impactando fuertemente sobre las personas: Empeoran las condiciones de vida para muchos, recrudece la violencia policial contra las poblaciones más pobres y contra pueblos originarios con el pretexto de control de la circulación. Aumenta también la violencia contra las mujeres por parte de los hombres con los que conviven en medio de la cuarentena. Así podríamos seguir nombrando situaciones represivas.

Y seguramente el problema más obvio (pero no por ello menos importante) del confinamiento, es la pérdida o disminución de los espacios de encuentros personales donde prima el afecto y las demostraciones de cariño entre amigxs, familiares o compañerxs de militancia que obviamente no pueden ser reemplazados por medios tecnológicos e impersonales. Estos vínculos personales son necesarios para sobrevivir dentro de la violencia cotidiana de este sistema, pero también, y esto es más importante aún, para seguir intentando relacionarnos socialmente en pos de rechazar y transformar esta forma mercantil de vida que llevamos.

Por otra parte, es cierto que nuestras subjetividades están organizadas por la cotidianidad rutinaria del trabajar-producir-consumir. Esa es nuestra normalidad previa al confinamiento de la pandemia, esa es nuestra noción de normalidad y hasta de felicidad. Una forma de vida que se auto-consume, que tiene poco de vida o de libertad. ¿O acaso no nos sentimos más vivos cuando nos resistimos y luchamos contra esa normalidad?

La tormenta se torna más violentaSi lo pensamos a la luz del actual trastocamiento en las rutinas laborales generado por las cuarentenas y la desaceleración productiva, nos podríamos dar cuenta que en realidad ya estábamos, ya vivíamos en una especie de confinamiento, pero no lo reconocíamos como tal, lo habíamos “normalizado”.

Estábamos conquistados por la subjetividad capitalista. Nuestra subjetividad ya estaba previamente deformada por el sentido común de la mercantilización social. Ya estábamos fetichizados.

Entonces, pensar en lo que está ocurriendo, entender esta crisis y sus causas, debe servirnos para abrir grietas en esa normalidad.

Rompamos la normalidad que nos tiene prisioneros, porque la normalidad es la que nos oprime. O como dice Evade Chile: “No volveremos a la normalidad, porque la normalidad era el problema(3).   

¡Basta de normalidad!, esa que implica vender nuestra fuerza de trabajo y producir para mover la rueda del capital, basta de ser un engranaje de la máquina que nos esclaviza; el Monólogo del virus de lundimatin nos dice: “he venido a parar la máquina cuyo freno de emergencia no encontraban” (4)

 

 

Desatormentémonos

Tal vez, en medio del relajamiento de la continuidad productiva que estamos viviendo, se generen situaciones que permitan cuestionar por un momento las cosas que se consideran normales o naturales en el capitalismo.

¿Se podrá aprovechar esa situación “caótica” para darnos cuenta que podríamos autoorganizarnos para vivir en comunidad, pero sin Estado ni patrón, ni patriarcado, ni trabajo asalariado, ni instituciones escolares, ni iglesias, ni sindicatos, ni familia?

Esta especulación que deliberadamente formulamos de forma radical, claramente puede ser considerada como un sueño ridículo. Pero aunque es muy probable que lo sea, el planteamiento apunta a que no podemos descartar que en medio de la tormenta mucha gente pueda deshacerse aunque sea momentánea y parcialmente del fetichismo que nos hace ver como normal esa forma de vida.

Tal vez en ese resquicio nos podamos meter para aprovechar la crisis e impulsar otras relaciones sociales, otra forma de vida, otro mundo donde quepan otros mundos, al decir de los zapatistas. Sigue siendo una especulación, pero vale la pena pensar como defendernos y al mismo tiempo intentar frenar esta marcha hacia el precipicio en la que estamos.

Muchos se preguntan si las diferentes luchas, estallidos, revueltas de los últimos tiempos se apagaron. Ante esa pregunta nosotros decimos que las cuarentenas no podrán evitar que vuelvan luchas como las que se desarrollaban en Chile, Ecuador, Hong Kong, por solo nombrar los algunas. Pensamos también y con más razón, que las rebeliones de kurdos y zapatistas seguirán adelante en su construcción de otros mundos.

Por otra parte, la agudización de la crisis está provocando desestabilizaciones y reacciones en muchas partes del mundo. En el núcleo del capitalismo, Estados Unidos está sufriendo una crisis histórica que profundiza las desigualdades y el racismo. Así hemos visto recientemente como un nuevo asesinato de un afroamericano encendió nuevamente la mecha de las protestas, que esta vez generó masivas movilizaciones en todo ese país, hecho que repercutió además en muchos países de Europa. (5)

En otros lugares, ante la urgencia por la supervivencia inmediata, comienza a haber ejemplos de creación o re creación de organizaciones comunitarias con el fin de generar sus propios medios de subsistencia o para distribuir alimentos, inclusive en situación de cuarentena. Ver Stavros Stavrides, “La vida como un bien común” (6)

Busquemos resquebrajar la normalidad. Es posible que ya estuviéramos avanzando en algunas rupturas aunque más no sea incipientemente, pero como decíamos, quizás ahora se abran oportunidades cuando los efectos de esta crisis se profundicen.

Probablemente debamos crear nuevas estrategias para adaptar nuestro activismo a las urgencias que va a demandar el escenario post-pandémico, pero en cualquier caso, no debemos dejar de reconocer-nos las resistencias que veníamos realizando y/o presenciando en muchos lugares del mundo.

En los últimos tiempos, venían apareciendo nuevas formas de lucha que en algunos aspectos se iban despegando de las expectativas hacia el Estado benefactor capitalista. Como siempre decimos cuando mencionamos estos desbordes, las nuevas subjetividades que surgen bajo estas rebeldías no son “puras” ni del todo claras, pero tienen importantes diferencias con el pensamiento “progresista” que siempre quiere mejorar la normalidad capitalista y cuyo norte era y es el Estado.

La tormenta se torna más violentaEs importante entonces revalorar nuestra fuerza que casi siempre es invisible, inclusive para nosotros mismos. Es una fuerza de la cual no tenemos un cabal conocimiento; No registramos el potencial de nuestro poder-hacer.

Necesitamos mirar con otros ojos. No con la mirada de “mejorar las cosas” sino con la de “rompamos con este mundo y creemos otro”

No podemos seguir viviendo bajo este sistema de muerte en vida. No sigamos muriendo de a poco.

Para crear otra sociedad, no nos queda otra que ir creando otras relaciones humanas, otras subjetividades.

Nuestra propuesta entonces, sigue siendo la creación y el fortalecimiento de redes que poco a poco conecten diferentes expresiones de resistencias y luchas, a través de intercambios de experiencias.

Busquemos formas de crear o re-crear estas redes aprovechando las grietas en la normalidad que probablemente se abran durante el desarrollo de esta crisis. Rompamos la normalidad. Construyamos comunidad.

 

Colectivo La Fogata, Junio de 2020

 

Notas:

 

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