Las armas, el sentido común y la sumisión voluntaria

Joan Benach

 

El uso de las armas mata y deja secuelas indelebles que duran años o incluso décadas. Cada año se fabrican en el mundo ocho millones de armas pequeñas y millones de cartuchos de munición. Cada día mueren 700 personas (más de 2,5 millones en una década) a causa de armas como pistolas, escopetas, fusiles de asalto o ametralladoras. Millones de personas son heridas por armas de fuego o sufren los efectos psicológicos de la violencia con armas de fuego, con profundas secuelas físicas y psicológicas de larga duración (1).

 

Un ejemplo de ello son los miles de niños que, involuntariamente, se encuentran en medio de conflictos armados y que se ven obligados a ejercer la violencia contra los demás y contra sí mismos. Jean tenía seis años cuando fue secuestrado en una zona rural por un grupo rebelde en el Congo. Lo llevaron a una especie de campamento, le dieron un Kaláshnikov y le comunicaron las normas: quien intente huir, morirá; quien no mate, morirá; cualquier mínima infracción será castigada con una brutal paliza. (2)

“Me enseñaron a disparar, a cargar el arma… Durante dos días me torturaron a menudo… O matabas o te mataban. Vi morir a muchos niños y sabía que yo podía morir en cualquier momento. Un día, volviendo al campamento vi a un soldado, tuve miedo y antes de que me viera, disparé. Me convertí en un asesino con seis años. Luego maté a muchos más, pero no sé a cuántos” (3).

La matanza de al menos diecinueve niños y dos maestras el pasado 24 de mayo en el colegio Robb Elementary School (Uvalde, Texas) por parte de un joven de 18 años armado con una pistola, un rifle semiautomático y cargadores de alta capacidad, volvió a plantear, una vez más, el debate sobre el control de las armas en Estados Unidos (4). Las cifras lo dicen casi todo. En Estados Unidos hay alrededor de 400 millones de armas de fuego civiles, 1,2 armas de fuego por habitante, casi la mitad del total mundial (5). Cada año se producen más de 45.000 muertes por arma de fuego (unas 124 muertes diarias), entre suicidios y muertes por homicidio que están experimentando un fuerte aumento (6). Tres de cada cinco adultos estadounidenses ha experimentado directamente, o de alguien que tienen cercano, la violencia con armas de fuego a lo largo de su vida. Aproximadamente tres millones de niños estadounidenses son testigos de la violencia con armas de fuego cada año (7). Se trata de muertes que van en aumento. Las mujeres de países pobres tienen veintiún veces más probabilidades de ser asesinadas por armas de fuego que las mujeres de otros países ricos, y las muertes por armas de fuego son mucho más frecuentes en jóvenes, varones, afroamericanos y entre las clases sociales más pobres.
En comparación con otras 22 naciones ricas, en Estados Unidos la tasa de homicidios por armas de fuego es 25 veces mayor, la tasa de suicidios ocho veces mayor, y la tasa de muertes no intencionales –también por armas de fuego– es más de seis veces mayor. Aunque solo tiene la mitad de población que el resto de esos países sumados, Estados Unidos acumula el 82% de muertes por armas de fuego, el 90% de todas las mujeres asesinadas, el 91% de los niños menores de 14 años, y el 92% de jóvenes de entre 15 y 24 años, asesinados con armas de fuego (8).
Los estadounidenses están más armados que los ciudadanos de cualquier otra nación. Cuatro de cada diez adultos dice vivir en un hogar donde hay un arma, y tres de cada diez admite tener una. Y la situación está empeorando. Tan sólo en el periodo desde inicios de 2019 a abril de 2021, 7,5 millones de adultos estadounidenses, adquirieron por vez primera un arma, aumentando aún más el riesgo de muerte de niños y adolescentes (casi el 10% de todas las muertes por homicidio, suicidio y accidentes que sucedieron en 2020) (9). Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos no es solo el qué, el dónde, el quién y el cómo sino también el por qué.

Para la mayoría de los mass media, la causa principal de las masacres que tienen lugar en los Estados Unidos se debe a la cultura de las armas existente en el país. Son muchos quienes piensan y dicen frases del tipo “los estadounidenses aman las armas, siempre las han amado, se sienten orgullosos de poseerlas”. Las armas serían parte de su identidad. Se trataría de un vínculo cultural forjado durante la Revolución Americana, concretado en la Segunda Enmienda de la Constitución, y ratificado en 2008 por la Corte Suprema al señalar que cada individuo tiene el derecho a portar armas (10). Ese es el saber convencional que, una y otra vez, resuena con emoción en la mente y las palabras de buena parte de la población. Sin embargo, a lo largo de la historia, ¿quien diseñó, inventó, patentó, produjo, publicitó, comercializó y distribuyó las armas? ¿Qué papel jugaron los medios de comunicación y los actos propagandísticos de empresas o lobbies tan poderosos como la National Rifle Association (NRA)?
Charlton Heston encabezó durante años la defensa de la libre posesión y uso de armas de fuego como presidente de la NRA (11). En su discurso de 2000, el famoso actor (12) señaló: “Cuando unas manos ordinarias pueden poseer un instrumento tan extraordinario, eso simboliza la medida plena de la dignidad y la libertad humanas”. Finalmente, alzando con sus manos en alto un viejo Winchester de 1866, gritó: “From my cold, dead hands”. Solo muerto me lo quitarán. (13)

 

Las armas, el sentido común y la sumisión voluntaria

Charlton Heston, durante su época como presidente de la Asociación Nacional del Rifle.

 

Dos décadas más tarde, apenas tres días después de los asesinatos de la escuela de Uvalde, Donald Trump señaló también ante la NRA la urgente necesidad de militarizar cada escuela con policías o agentes de seguridad armados, convirtiendo cada lugar en un centro de alta seguridad: con una sola entrada, vallas de seguridad, detectores de metales y nuevas tecnologías para revisar, escanear, examinar y aprobar a quienes entran en ella (14). Para él, cada persona es responsable de sus acciones, por lo que el único culpable de la masacre fue un individuo violento y trastornado. Trump defendió la imperiosa necesidad de poseer armas:

No hay señal que invite más a un asesino de masas que una señal que diga ‘zona libre de armas’. Es el lugar más peligroso. Como dice el viejo refrán, la única forma de detener a un hombre malo con una pistola, es un hombre bueno con una pistola. La existencia del mal en nuestro mundo no es una razón para desarmar a los ciudadanos respetuosos de la ley que saben cómo usar sus armas y proteger a muchas personas, la existencia del mal es una de las mejores razones para armar a los ciudadanos respetuosos de la ley”.

¿A qué se debe esa excepcional relación histórica entre las armas y la población de los EE.UU.? ¿Por qué la existencia de una relación tan íntima, que personajes como Heston o Trump han defendido hasta límites grotescos? Pero, un momento, ¿es eso verdad? ¿Cómo y cuándo se creó esa “innata” identidad cultural? ¿Cuál es la cadena de causalidad existente entre la línea de montaje de una fábrica de armas hasta la bala que se incrusta en los pulmones de una víctima? Contrariamente a la visión ampliamente extendida, el sentido común de las armas en Estados Unidos fue un proceso histórico –ha señalado el historiador John Blum– mercantilista y “amoral”, que siguió las prácticas comunes de la economía industrial capitalista de los siglos XIX y XX (15).
Hasta el siglo XIX no había cultura de las armas. En aquel entonces, Estados Unidos era un país de agricultores donde las pistolas se usaban como una herramienta más, pero no eran algo omnipresente. Fue la belicosidad europea y la ambición imperial de diversos regímenes y gobiernos quienes proporcionaron mercados para fabricar masivamente armas. Tras la Guerra de Secesión, entre 1861 y 1865, grandes fabricantes de armas como Winchester y Remington, viendo peligrar su negocio, pusieron en marcha una fuerte ofensiva publicitaria para crear un mercado nacional de armas. Las razones esgrimidas para tener armas y milicias fueron el temor a la amenaza británica, facilitar la expansión de las colonias en territorio indio, protegerse de las rebeliones de esclavos y defender la libertad ante la tiranía del gobierno. El negocio de las armas prosperó por la ambición de los capitalistas de las armas con grandes intereses comerciales y no a causa de una excepcionalidad mítica. Tras los anuncios creados por la compañía Winchester, poseer un arma se convirtió en un objeto de deseo con un profundo vínculo psicológico y elevado valor emocional para mucha gente. Como señaló el sociólogo y economista Thorstein Veblen, se trataba de fabricar deseos (16). ¿Cómo se hizo? ¿Cómo se generó ese particular sentido común?
Para “crear el deseo de tener un arma”, las industrias contrataron a especialistas en relaciones públicas que inventaron múltiples historias de un «Salvaje Oeste», con vaqueros, sheriffs, pioneros y personas proscritas. El proceso se inició con un relato en 1867 de Wild Bill Hickok en Harper’s, y siguió con decenas de novelas y leyendas en las que, para protegerse y ser un “hombre de verdad”, había que poseer un sofisticado rifle Winchester. Más tarde, esa historia sería recreada por las empresas tabacaleras para promocionar al “hombre Marlboro”, así como también con la difusión de innumerables películas. Después de la Primera Guerra Mundial, la Winchester Repeating Arms Company (WRAC) impulsó sus ventas mediante un ambicioso plan de marketing nacional con el objetivo de alcanzar a 3,4 millones de niños de entre 10 y 16 años.
Fundada en 1871 por dos veteranos de la Guerra Civil de Estados Unidos, la NRA, que cuenta actualmente con millones de afiliados, ha ido “regando” con millones de dólares durante décadas los medios y políticos del país (17). Por ejemplo, en 2016 donó casi 50 millones de dólares a senadores, gobernadores y a los candidatos a las elecciones presidenciales Donald Trump y Hillary Clinton. La cultura de las armas en Estados Unidos ha sido, por lo tanto, construida y fortalecida históricamente, pero ¿Cómo y por qué los seres humanos creamos identidades ficticias e ideologías? ¿Cómo se crea el sentido común?

 

Las armas, el sentido común y la sumisión voluntaria

Suicidios y homicidios relacionados con armas de fuego en países de renta alta OECD en 2010, según número de muertes totales.

 

Un individuo no puede por sí mismo conocer con absoluto detalle cada cosa que ocurre en el mundo, necesita informarse, necesita ser informado por los demás. Tras ver las noticias por televisión o leer un periódico, creemos “saber” cómo es el mundo que nos rodea y qué actores o acciones tienen en él lugar. Sin embargo, las noticias solo informan en apariencia, ya que los supuestos existentes en cada información, en cada dato, son enormes. Las noticias no informan de forma “natural”, de algo que tendemos a “dar por sentado”, sino que constantemente seleccionan, realizan juicios de valor y generan un modo de ver la realidad que reproduce, refuerza o favorece las posturas o las acciones de determinados actores sociales. Por ejemplo, las noticias de televisión pueden afirmar implícitamente que el sistema de justicia de un país no es clasista o sexista, que las acciones de la OTAN en el Este de Europa están justificadas (pero no así las de Rusia), o que las acciones gubernamentales para hacer frente al Covid-19 son las más acertadas y equitativas. Todo ello crea un “sentido común” general de cómo es la realidad, de cómo entendemos el mundo, y también de cómo deben ser (y cambiar) las cosas. De ese modo, interiorizamos determinadas visiones, ciertas reglas, comportamientos y formas de comprender cómo funciona el mundo. Ese “sentido común” que todos adquirimos e incorporamos en nuestros cerebros desde que nacemos, refuerza el modo en que pensamos el mundo y cómo reaccionamos ante él. Es un tipo de conocimiento operativo, que el sociólogo inglés Anthony Giddens llamó “conciencia práctica”, y que nos permite “entender” y actuar ante la realidad que nos rodea (18).
Una vez adquirimos e internalizamos unos determinados puntos de vista sobre la realidad, cambiar de opinión no es nada sencillo. De hecho, en general, el “sentido común” adquirido tiende a fortalecerse, de modo que se eliminan las visiones que no forman parte de nuestra visión del mundo y con las que no estamos de acuerdo. En la última década, el refuerzo de determinadas ideas e ideologías se ha visto aún más reforzado con el advenimiento de las redes sociales. Las personas tendemos a buscar los medios y las informaciones en que confiamos, ignorando (por omisión o interpretación) las fuentes que muestran una visión diferente del mundo. La expansión de una cultura de la “desinformación”, con el desarrollo de todo tipo de fake news y algoritmos que nos ofrecen lo que más nos interesa, refuerzan esa visión, configura nuestras mentes y crea nuestra identidad. Todo ello aún hace más difícil cambiar nuestra personalidad o pensar de un modo alternativo.
La manera de difundir o transmitir el sentido común en una determinada población no es por tanto un proceso ni neutro ni democrático. Los actores sociales más poderosos tienden a imponer y reproducir su visión hegemónica según su poder y su capacidad, rechazando o menospreciando así otras visiones alternativas. De modo que, en buena medida, el sentido común es el impuesto por las clases dominantes que tienen mucho interés en reproducir su visión de cómo son las cosas, así como también promocionar como éstas deben ser. Es decir: cómo debe funcionar la sociedad, que redistribución de bienes debe existir, cuáles son las prioridades económicas, cuáles son nuestros derechos u obligaciones, cuáles son las formas de vida y relaciones humanas más adecuadas, qué significa la libertad, el ocio, el trabajo o una vida buena, con salud, bienestar y felicidad. El historiador medievalista francés Jacques Le Goff apuntó: “Apoderarse de la memoria y del olvido es una de las máximas preocupaciones de las clases, los grupos, los individuos que han dominado y dominan en cada sociedad” (19).
¿Cuál es hoy el sentido común hegemónico? El escritor británico y crítico de la cultura, Mark Fisher, propuso el llamado “realismo capitalista”, algo que a veces se resume en la frase: “Es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo” (20). Detrás de ella subyace la idea de que el cambio de modelo no es posible, de que no hay alternativa, la conocida TINA (“There is no Alternative”) de Margaret Thatcher. La mentalidad capitalista neoliberal se ha establecido de forma profunda en el imaginario popular. Hoy hay un sentido común y un imaginario dominante, sobre el cual no se pueden admitir otras posibles alternativas. Y ese sentido común de época tiene muchas consecuencias para ver o ignorar los problemas y necesidades que actualmente existen: la violencia de los poderosos y el despojo de los débiles, la coexistencia de despilfarro y pobreza, de sobredesarrollo y subdesarrollo, de la obesidad y el hambre, del acaparamiento de tierras y de los múltiples problemas de contaminación ambiental, de la pavorosa crisis ecosocial y horripilante crecimiento de los neofascismos. Y también la visión de que la naturaleza puede tratarse como un simple producto que consumimos, o que los recursos no renovables pueden contabilizarse económicamente como si fueran algo ilimitado, ideas “naturalizadas” socialmente que tienen detrás una ideología política “única”, un pensamiento económico mágico y un ideario personal egoísta. Sin embargo, no es verdadera aquella sentencia del filósofo conservador y antirrepublicano Thomas Hobbes, de que el ser humano sea un lobo para el ser humano, sino más bien que nos “lobificamos” (21). La filósofa y politóloga Wendy Brown indica que la contraofensiva ideológica neoliberal del último medio siglo, no solo ha mercantilizado la sanidad y la escuela, las carreteras y los ferrocarriles, el agua y los ejércitos, sino que ha “privatizado nuestros cerebros” (22).  Nos ha convencido de que la acción colectiva no tiene sentido, de que la única manera de mejorar nuestra vida es de forma individual, luchando libremente todos contra todos en un mercado competitivo lleno de clientes, proveedores y emprendedores (23). El dominio sobre los cerebros se ha llevado a cabo de muchos modos, de modo que el capital imbuye, empapa y moldea todas las relaciones sociales hasta el punto de volverse invisible, adquiriendo cierta cualidad divina a través de mitos que transforman conceptos y procesos que son históricos y contingentes en conceptos y procesos “naturales” e inevitables (24).
Uno de los instrumentos que ha tenido una mayor influencia en el control y disciplina de la población ha sido la creación del «crédito barato” y la deuda con hipotecas para pagar la vivienda, el automóvil, los estudios, los viajes, o cualquier otra cosa, como un instrumento fuertemente disciplinario que impide que la gente se rebele; de modo que, por un lado, la población interioriza la ideología propietaria, y por otro se convierte durante décadas en prisionero de su futura propiedad (25). Otro instrumento ha sido la difusión del mito de la “clase media”, es decir, la idea de que todos formamos parte de una gran familia, donde todos tendríamos igual libertad, la misma cantidad de oportunidades y capacidades para tomar decisiones. Por tanto, si no logramos nuestros objetivos, ello se debe a nuestras propias incapacidades y a nuestras malas decisiones, no a la falta de medios o a causa de una discriminación. El dominio se ejerce mediante una “elección” individual, donde tú eres quién te endeudas, quien no tiene tiempo, quien realiza un trabajo precario por voluntad propia, quien fuma o se hace adicto o alcohólico, quien se convierte en un emprendedor que sobrevive gracias a la propia autoexplotación “voluntaria”. Si no tienes trabajo o no triunfas es, o bien porque eres un incapaz e inútil, alguien perezoso o tonto, o porque no trabajas y te esfuerzas lo suficiente. Eres el culpable de tu propia miseria. Una culpabilidad que degrada, subvalora y hace perder autoestima, cuando en realidad es el contexto social en el que vives y la falta de derechos y oportunidades quien te “obliga” a realizar o no una determinada conducta (26). Un tercer medio para concretar el dominio social de las clases dirigentes es la transmisión de prejuicios a través de la creación de eufemismos, mediante el enorme poder simbólico que se adhiere a palabras aparentemente “neutras”. Los eufemismos no son solo una forma de hipocresía, sino que están detrás de la creación de relatos, donde al tiempo que se dice algo, se obvian temas de gran relevancia.

Hoy por hoy, no queda bien decir ciertas cosas en presencia de la opinión pública: el capitalismo luce el nombre artístico de economía de mercado; el imperialismo se llama globalización; las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos; el oportunismo se llama pragmatismo; la traición se llama realismo; los pobres se llaman carentes, o carenciados, o personas de escasos recursos; la expulsión de los niños pobres por el sistema educativo se conoce bajo el nombre de deserción escolar; el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral; el lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría; en lugar de dictadura militar, se dice proceso; las torturas se llaman apremios ilegales, o también presiones físicas y psicológicas; cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos; el saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito; se llaman accidentes los crímenes que cometen los automóviles; para decir ciegos, se dice no videntes; un negro es un hombre de color; donde dice larga y penosa enfermedad, debe leerse cáncer o sida; repentina dolencia significa infarto; nunca se dice muerto, sino desaparición física; tampoco son muertos los seres humanos aniquilados en las operaciones militares: los muertos en batalla son bajas, y los civiles que se la ligan sin comerla ni beberla, son daños colaterales; en 1995, cuando las explosiones nucleares de Francia en el Pacífico sur, el embajador francés en Nueva Zelanda declaró: «No me gusta esa palabra bomba. No son bombas. Son artefactos que explotan»; se llaman Convivir algunas de las bandas que asesinan gente en Colombia, a la sombra de la protección militar; Dignidad era el nombre de unos de los campos de concentración de la dictadura chilena y Libertad la mayor cárcel de la dictadura uruguaya; se llama Paz y Justicia el grupo paramilitar que, en 1997, acribilló por la espalda a cuarenta y cinco campesinos, casi todos mujeres y niños, mientras oraban en una iglesia del pueblo de Acteal, en Chiapas.” Eduardo Galeano. (27)

Un último instrumento fundamental de dominación, el más decisivo, es el proceso de internalización mental de sumisión y subordinación de los grupos sociales oprimidos, es decir, la forma en que éstos consienten y aceptan ser sometidos. En el albor de la modernidad a mediados del siglo XVI, Étienne de La Boétie analizó este fenómeno en un breve texto donde se asombraba de la “servidumbre voluntaria” con que los seres humanos rinden obediencia a los tiranos (28). Decía el prematuramente fallecido joven filósofo francés:

Quisiera tan solo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera sufrir a contradecirlo. Es realmente sorprendente –y, sin embargo, tan corriente que deberíamos más bien deplorarlo que sorprendernos– ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y son juzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque se vean obligados por una fuerza mayor, sino, por el contrario porque están fascinados y, por decirlo así, embrujados por el nombre de uno al que no deberían ni temer (puesto que está solo), ni apreciar (puesto que se muestra para con ellos inhumano y salvaje). ¡Grande es no obstante, la debilidad de los hombres!” (29)

La servidumbre moderna es una esclavitud voluntaria que, como si fuera una segunda naturaleza humana, genera obediencia y sumisión, hace que la población consienta y acepte el trabajo, el consumo de mercancías o el ocio. Así expresaba esa alienación el escritor británico Aldous Huxley en una de sus clásicas novelas:

Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y al entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.” (30)

Es mucha la gente que no tiene conciencia –o no la quiere tener– de cuál es su situación, debido a la existencia de múltiples formas de mistificación que anestesian, o bien ocultan, la cárcel mental en que viven. Basta con ver esa muchedumbre hipnótica, cotidianamente apantallada. Obedecen sin saber muy bien por qué, pero saben que cuando desobedecen surge la desorientación y el temor, cuando no el pánico. Tienen miedo y han sido mentalmente colonizados para elegir ser siervos y no desobedecer. Como todos los seres oprimidos a lo largo de la historia, los “esclavos” modernos necesitan de una mística para anestesiar su sufrimiento. La educación y el lenguaje son medios clave para dominar, generar individuos pasivos, e impedir que se perciba la condición servil de la vida. Como hemos visto, las palabras se presentan como algo evidente, cuando en realidad su naturalización es un medio crucial que “distorsiona” la realidad y genera formas de ver el mundo que impiden emanciparnos. Las pantallas alteran la conciencia, nos hacen adictos a una sucesión permanente de imágenes, nos persiguen y nos espían. Por ello, la batalla por reapropiarnos del lenguaje, distanciarnos de las pantallas y reencontrarnos en el trabajo, la comunidad y la vida cotidiana es crucial para rechazar la servidumbre. La “liberación” de nuestras identidades y la formación de un nuevo pensamiento crítico depende en gran medida de ello. Hace medio siglo, en un mundo predigital, el filósofo, escritor y cineasta francés Guy Debord apuntaba que: “Todo cuanto era vivido en forma directa se alejó en una representación”. Las múltiples pantallas que nos rodean nos invitan a identificarnos con lo que vemos y a distanciarnos de los demás y de nosotros mismos. Esa distancia separa el conocimiento de la experiencia directa, delegando en la industria del entretenimiento y el espectáculo la afirmación de la vida como mera apariencia. Estamos masivamente conectados, y al mismo tiempo solos. La realizadora y ensayista Ingrid Guardiola señala:

El flujo de productos audiovisuales que permite la tecnología digital conectada, con fenómenos como el binge watching (‘atracón de series’), ha facilitado que el sueño inducido y encorsetado del espectáculo, aquel que nos impide soñar de verdad, no sea interrumpido jamás.” (31)

El capitalismo cognitivo no solo ha conquistado el poder económico, político y militar, sino que ha hegemonizado la cultura, la visión de cómo somos y de qué deseamos. La precaria realidad que viven tantas personas se confronta con la aspiración a vivir como unas celebridades a las que apenas si conocen, pero cuya vida desean. Como premonitoriamente apuntó Debord: “Los espectadores no encuentran lo que desean, sino que desean lo que encuentran”. Ese choque no solo crea insatisfacción y malestar psíquico, sino que acrecienta la necesidad de desear y consumir sueños artificiales. Las redes sociales, los reality shows y las ficciones que nos rodean permiten que, momentáneamente, nos sintamos “únicos”. Al modo cómo funcionan las drogas, por unos minutos o por unas horas nos sentimos liberados psíquicamente y “vivimos” como nuestros imaginados deseos. Los algoritmos y la inteligencia artificial vigilan y predicen, gestionan y refuerzan lo qué deseamos, al tiempo que nos impiden contemplar, aburrirnos, ser curiosos, dejar vagar la mente, observar ingenuamente la realidad, crear, fraternizar.

 

Las armas, el sentido común y la sumisión voluntaria

 

La disponibilidad de armas es una epidemia mortal, una crisis de derechos humanos y un inmenso genocidio. Entre 1968 y 2011 se produjeron en Estados Unidos 1,4 millones de muertes relacionadas con armas de fuego (incluidos suicidios, homicidios y accidentes) en comparación con 1,2 millones de muertes de estadounidenses en todas las guerras. Hace una década, un comentarista político como Mark Shields lo explicaba de este modo:

Desde que Robert Kennedy murió en el Hotel Ambassador el 4 de junio de 1968, durante 43 años han muerto más estadounidenses por disparos dentro del país, que en todas las guerras (en que EE.UU. ha intervenido), desde la Revolución hasta la Guerra Civil, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial”. (32)

La matanza que generan las armas y las causas profundas que las producen son un espejo del genocidio y ecocidio globales al que nos confronta la pavorosa crisis ecosocial que vivimos. El «capitalismo verde» es un oxímoron que pretende querer detener los pasos hacia la extinción con las mismas recetas mercantiles y tecnológicas que han desbrozado el camino al abismo. Nunca como en este momento ha sido tan necesaria una nueva cultura política en la defensa común de una fragilidad compartida. Además de una profunda conversión ecosocial, necesitamos generar los medios para crear una honda revolución antropológica, una conversión psicocultural. Como señaló la física y ecofeminista india Vandana Shiva: “No tenemos que escapar de la tierra, tenemos que escapar de las ilusiones que esclavizan nuestras mentes y hacen que la extinción parezca inevitable”. Para vivir una vida humana, plena y limitada al tiempo, necesitamos sentir nuestra trascendencia y reivindicar la reconstrucción espiritual de aquello que podemos ser. Ello comporta analizar y planificar el mejor modo de construir el imaginario de cómo queremos (y podemos) vivir y de qué queremos (y podemos) ser. Comprender (y cambiar) de qué modo se están transformando nuestros cerebros debe ser una de las prioridades esenciales de cualquier proyecto político emancipatorio que pueda impedir la extinción.

 

Junio de 2022, ctxt. El autor es profesor, investigador y salubrista.

 

Notas:

1- Ver: Werbick M, Bari I, Paichadze N. et al. “Firearm violence: a neglected “Global Health” issue.” Global Health 2021;17,120. https://doi.org/10.1186/s12992-021-00771-8. Las armas de fuego son los instrumentos más utilizados para matar e intimidar a la pareja en los países con altas tasas de posesión de estas armas. En 2017, cerca de 87.000 mujeres fueron asesinadas en todo el mundo. Más de la mitad, 50.000 mujeres murieron (137 al día) a manos de su pareja o un miembro de su familia. Amnistía Internacional. “Datos clave sobre la violencia con armas de fuego.” Accesible en: https://www.amnesty.org/es/what-we-do/arms-control/gun-violence/
2- Según UNICEF, se estima que puede haber 300.000 niños y niñas soldado. “Niños soldado”. Accesible en: https://www.unicef.es/ninos-soldado.
3- “Me convertí en asesino con 6 años”. El desgarrador testimonio de un niño soldado. La información, 10-02-2017. Accesible en: https://www.lainformacion.com/asuntos-sociales/converti-asesino-desgarrador-testimonio-soldado_0_998300882.html/
4- Durante el año en curso, ya ha habido hasta el momento (27-05-2022) 213 tiroteos, en 10 de los cuales ha habido ya cuatro o más víctimas mortales.
5- Estados Unidos es el país del mundo que exporta más armas (37%), seguido de Rusia (20%), Francia (8,2%), Alemania (5,5%), China (5,2%), el Reino Unido (3,3%) y España (3,2%). Ver: SIPRI Arms Transfers Database. Accesible en: https://www.sipri.org/databases/armstransfers. En esos países la tenencia de armas por persona es muy inferior a los EE.UU.: 0,2 en Francia y Alemania, 0,1 en Rusia, 0,07 en España, 0,04 en Inglaterra y Gales, y 0,03 en China. Accesible en: https://www.smallarmssurvey.org/highlight/new-small-arms-survey-databases-2021-transparency-barometer-and-2021-uems-update.
6- En 2020 hubo 45.222 muertes por armas de fuego en Estados Unidos, con un fuerte aumento (33,4%) en los homicidios, especialmente entre jóvenes, donde las lesiones por armas de fuego son ya la primera causa de muerte. Ver: Goldstick JE, Cunningham RM, Carter PM. Current Causes of Death in Children and Adolescents in the United States. N Eng J Med. 2022;386;20:1955-6.
7- Everytown Research and Policy. Accesible en: https://everytownresearch.org/report/gun-violence-in-america/
8- Grinshteyn E, Hemenway D. “Violent Death Rates: The US Compared with Other High-income OECD Countries, 2010”. American Journal of Medicine 2016;129(3):266-273. Accesible en: https://www.amjmed.com/article/S0002-9343(15)01030-X/fulltext
9- Miller M, Zhang W, Azrael D. Firearm Purchasing During the COVID-19 Pandemic: Results From the 2021 National Firearms Survey. Annals of Internal Medicine 2022;175(2):219-225.
10- En el caso District of Columbia v. Heller, 554 U.S. 570 (2008) el Tribunal Supremo de Justicia “sostuvo que la Segunda Enmienda protege el derecho a poseer y portar armas con el propósito de autodefensa revocando una ley del Distrito de Columbia que prohibía la posesión de armas de fuego en el hogar.” En: Grupo de Estudio e Investigación en Derecho Constitucional. ¿Quod est, Summus? ¿En qué que damos Supremo? VIII Quorum VIII, 2014.
11- El documental “The Price of Freedom ’Review: Guns Across America” de Judd Ehrlich (2021) explica los cambios en la Asociación Nacional del Rifle (NRA) y su creciente radicalización. El título “El precio de la libertad” hace referencia al número de muertos que deben aceptarse como un coste para poder aplicar la Segunda Enmienda.
12- Entrevistado por Michael Moore en el documental Bowling For Columbine (2002) sobre la masacre del instituto Columbine (Colorado, EE.UU.) ocurrida el 20 de abril de 1999, donde murieron 15 personas y hubo 24 heridos, el actor señaló que tener armas cargadas en su casa le quitaba preocupaciones, que con ello ejercía uno de los derechos transmitidos por unos “viejos y sabios blancos que inventaron este país”, que “la historia de los Estados Unidos tiene mucha sangre en sus manos… y una historia de violencia, tal vez más que la mayoría de otros países”, e incluso que quizás ello se deba a tener “una mezcla étnica mayor que en otros países”.
13- El discurso de Charlton Heston tuvo lugar el 20 de mayo de 2000 en la 129 Convención de la NRA en Charlotte (Carolina del Norte). “Cada vez que nuestra patria se encuentra en el camino del peligro, un instinto parece convocar a lo mejor de ella primero: aquellos que realmente la comprenden. Cuando la libertad se estremece bajo la fría sombra del verdadero peligro, siempre son los patriotas los primeros en escuchar la llamada… las cosas sagradas residen en ese material de madera y azulado acero. Algo que le da al hombre común la más infrecuente de las libertades.”. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=bOJQFNOQqCY. La parte final del discurso hace referencia al vicepresidente demócrata Al Gore, que disputaba la elección presidencial al republicano G.W. Bush. Su frase final “From my cold, dead hands” es una variación del eslogan «I’ll give you my gun when you pry (or take) it from my cold, dead hands» popularizado por la NRA en calcomanías de los parachoques de los coches, y es un eslogan parecido al de un informe de 1976 del Subcomité del Comité Judicial del Senado para Investigar la Delincuencia Juvenil: «I Will Give Up My Gun When They Peel My Cold Dead Fingers From Around It». Heston repitió la frase al final de cada convención que presidió y cuando anunció su retirada de la NRA en 2003.
14- Ver: Ciro Gómez Leyva. “Trump defiende uso de armas en la NRA”. 27 de mayo de 2022. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=uW14Mu__9us; “Trump defiende más armas para que haya más seguridad en los colegios.” El País. 28 de mayo de 2022. Accesible en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=Aie_yqpbFEE
15- Mediante un cuidadoso examen de los archivos de la industria de las armas, la historiadora Pamela Haag ha revisado la historia de las armas en Estados Unidos, criticando el mito del vínculo existente entre los estadounidenses y sus armas. Bajo el liderazgo de Oliver Winchester y sus herederos, la empresa utilizó técnicas de marketing e ingeniosas campañas publicitarias para crear nuevos mercados. A lo largo de siglo y medio, la Winchester Repeating Arms Company vendió más de 8 millones de armas. Pamela Haag. The Gunning of America: Business and the Making of American Gun Culture. New York: Basic Books, 2016.
16- Curiosamente, la industria de las relaciones públicas es “anticapitalista”, ya que no se basa en consumidores racionales e informados, sino en individuos con una racionalidad limitada sobre los que se generan necesidades que de entrada no desean.
17- Open Secrets. National Rifle Assn. 2020. Accesible en: https://www.opensecrets.org/orgs/national-rifle-assn/summary?id=d000000082
18- Noam Chomsky, Marv Waterstone. Consequences of Capitalism: Manufacturing Discontent and Resistance. Chicago: Haymarket, 2021
19- Jacques Le Goff. El orden de la memoria. El tiempo como imaginario. Barcelona: Paidós, 1991.
20- Mark Fisher. Capitalist Realism: Is There No Alternative? Winchester: Zero Books, 2009
21- Entrevista a Emilio Lledó “No es verdad que el hombre sea un lobo para el hombre.” El País, Babelia, 28 mayo 2022:10-11.
22- Wendy Brown. “American Nightmare: Neoliberalism, Neoconservatism, and De-Democratization”. Political Theory, 2006;34(6):690-714.
23- Marco d’Eramo. Dominio. La guerra invisibile dei potente contro i sudditi. Milano: Feltrinelli. 2020.
24- José Manuel Naredo. La crítica agotada. Madrid: Siglo XXI, 2022.
25- David Graeber. Debt: The First 5,000 Years. Brooklyn: Melvin House, 2014.
26- De ese modo te ves (muy probablemente) “obligado” a hacer algo aunque en principio no lo desees. El dominio no se ejerce así por la disciplina y la explotación como en la fábrica, sino que aquí éstos se hacen invisibles por medio de la internalización de la explotación, donde te ves obligado a ejercer sobre ti mismo (en un contexto determinado) la autoexplotación, donde pierdes el control de ti mismo, o mejor donde tu eres el jefe que ejerce sobre ti mismo la violencia.
27- Eduardo Galeano. Patas arriba, la escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI, 2010.
28- Otros muchos autores han escrito de un modo u otro sobre la servidumbre voluntaria, sobre el sometimiento de la voluntad de los pueblos y de las personas, sobre como interiorizamos la sumisión. El filósofo David Hume expresó su sorpresa al darse cuenta de la sumisión implícita con la que los hombres renuncian a sus sentimientos y pasiones frente a sus amos. Ver: David Hume. “On the First Principles of Government”, Essays and Treatises on Several Subjects. En: Political Essays. Cambridge: Cambridge University Press, 1994. El poeta y político martiniqués Aimé Césaire, para quien asimilación era sinónimo de alienación, señaló que «servidumbre y asimilación se parecen: son dos formas de pasividad”. Ver: Aime Cèsaire. Negro soy, negro me quedo. Barcelona: La Vorágine, 2020. Thomas Sankara, el revolucionario de Burkina Faso conocido como el Che Guevara africano, apeló a “descolonizar el pensamiento” de los oprimidos. Frantz Fanon, el revolucionario y psiquiatra martiniqués que luchó por la independencia de Argelia, señaló: “Lógicamente no es posible someter a la servidumbre a los hombres sin inferiorizarlos parte por parte. Y el racismo no es más que la explicación emocional, afectiva, algunas veces intelectual, de esta inferiorización”.
29- Étienne de La Boétie. El Discurso de la servidumbre voluntaria. Bogotá: Uniediciones, 2016.
30- Aldous Huxley. Un mundo feliz. Barcelona: Random House Mondadori, 2003.
31- El espectáculo es la forma más eficaz de la gestión del poder público. La Boétie explicaba cómo a lo largo de la historia los tiranos han comprado la servidumbre del pueblo a través de la administración del ocio público. Debord, en La sociedad del espectáculo, habla de un doble poder del espectáculo: el concentrado y el difuso. El primero pertenece al capitalismo burocrático, así como a la personalidad dictatorial, el segundo, al capitalismo de la abundancia de las mercancías para un público asalariado. Esa abundancia es precaria e insatisfactoria en el sentido que hace consciente al consumidor que solo está gozando de un destello de todo lo que podría llegar a consumir. Ver: Ingrid Guardiola. “Releer a Debord”. CCCBLAB, 13-11-2019.
32- Declaraciones reproducidas en PBS NewsHour el 21-21-12. Politifact. Ver: https://www.politifact.com/factchecks/2013/jan/18/mark-shields/pbs-commentator-mark-shields-says-more-killed-guns/. La estimación fue realizada en base a datos del “Congressional Research Service. American War and Military Operations Casualties: Lists and Statistics” (actualizado a 29-07-2020) (https://sgp.fas.org/crs/natsec/RL32492.pdf), y la website icausalties.org.

 

 

Scroll al inicio