Libro: Una lectura antiidentitaria de El capital de Marx

18 clases de John Holloway

Prólogo:

Estoy muy contento por la publicación de este libro. El texto es producto del curso sobre El capital que impartí en el primer semestre de 2017 en el contexto de la maestría en sociología de nuestro posgrado. Es resultado también de más de cuarenta años de dar clases sobre El capital, aquí en Puebla y, antes de eso, en Edimburgo. No todos los años, pero sí con mucha frecuencia. Cada vez que regreso a El capital, mi interpretación va cambiando, y me parece que este año, a los ciento cincuenta años de la publicación original, es buen momento para cristalizar mis ideas, como base para seguir cambiando.

El capital, por supuesto, es una belleza, un placer. Pero es más que eso. Es un libro de esperanza en un mundo desesperanzador. El carácter catastrófico de la organización actual de la sociedad es cada vez más obvio. Simplemente, nos estamos acercando al autoaniquilamiento de la humanidad. Tenemos que salir de aquí, del capitalismo. En esta lucha, El capital es un elemento indispensable. Es la lectura de El capital como parte de la lucha anticapitalista que nos interesa. Pero ¿dónde está la lucha en El capital? A primera vista la lucha brilla por su ausencia, con la excepción particular de los capítulos 8, 11, 12 y 13 del primer tomo. Pero El capital es un libro que va haciendo caer las “a primera vista” todo el tiempo, entonces también hay que tumbar esta “a primera vista” de El capital, y buscar lo que no aparece en la superficie del libro, pero que sí está presente.

¿Dónde está la lucha en El capital, más allá de la luchas obvias alrededor de la jornada de trabajo y las máquinas? ¿Cómo ver la lucha en la mercancía, el dinero, la nivelación de la tasa de ganancia? Hay que abrir las categorías para descubrir la lucha que ocultan. Hay que criticar la identidad aparente entre forma y contenido de las categorías. Hay que desarrollar una lectura antiidentitaria, una lectura que deje atrás el estructuralismo de la lectura tradicional. Ese es el objetivo del curso. Se trata de que El capital no es, en primer lugar, un análisis del funcionamiento del capitalismo, sino más bien, un análisis de su crisis, de su fragilidad. Más que eso: nosotros somos esa crisis, esa fragilidad. Nosotros, nosotras, nosotroas: nuestra existencia como lucha, nuestro desbordamiento, nuestra incapacidad para quedarnos dentro de las categorías del capitalismo. De ahí la posibilidad de que podamos crear otra cosa. De ahí
la posibilidad de entender la Tormenta actual como apertura posible a una sociedad radicalmente diferente. Comprender eso es el desafío que Marx lanza al lector desde la primera línea del primer capítulo de El capital.

Este libro es un trabajo muy colectivo. Sin el apoyo constante y maravilloso de mi ayudante, Edith González Cruz, no hubiera sido posible. Sin la pasión y profundidad de mi amigo Luis Menéndez, quien hizo en Buenos Aires la transcripción de cada clase antes de la sesión siguiente, agregando muchas veces sus propios comentarios, y quien también revisó el texto final, no existiría el libro. Sin las presiones e ideas de San Cayetano, Néstor López, quien ha hecho tanto para enriquecer mi vida en América Latina en estos últimos veinte años, el libro no hubiera sido ni pensable ni pensado. A ellos les agradezco muchísisisimo, y también a los estudiantes de maestría y otros que participaron activamente en las discusiones del curso: Juliana Gómez, Javier Hernández, Roberto Longoni, Manuel Melgarejo, Sándra Rátiva, David Rodríguez, Rogelio Mújica, Anakaren Cuautle, Ángel de Dios Ríos, Panagiotis Doulos, Daniele Fini, Cecilia Maldonado y Víctor Salinas.

El libro está organizado por clases. Cada clase contiene una lista de preguntas, que ayudan a estructurar y orientar las discusiones. Luego sigue (normalmente, pero no siempre) una Narrativa, que son mis notas escritas antes de la clase como forma de ir desarrollando el argumento del curso. En la onceava sesión este argumento se cristaliza en una serie de tesis sobre El capital. Por último, sigue la transcripción de mi participación en las clases.
¿Por qué leer El capital? Por el placer de leerlo. Por la urgencia y el placer de cambiar el mundo, de destruir el capital antes de que nos destruya a nosotras y nosotros.

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