Nosotros, otra realidad

Escribimos el verano de 1972. Se nos da la oportunidad de visitar los Altos de Chiapas. Viajamos a invitación de Samuel Ruiz García para conocer el trabajo que realizan los pueblos indígenas que viven en su diócesis. Viajamos para ver a pueblos y tierras desconocidos por parte de nosotros. Llegamos a Bachajón, región de los tzeltales, al efectuarse una reunión de representantes, mujeres y hombres, de diferentes comunidades. Un sacerdote nos invita a sentarnos en el salón de la asamblea donde la gente está hablando animadamente. Nos sentamos en la última fila y nos sentimos algo fuera de lugar por meternos en una realidad a la cual no pertenecemos. La razón de nuestra reacción es obvia. Presenciamos un diálogo vivaz sin entender nada, ni una sola palabra. Son tzeltales. Por supuesto hablan su lengua, no relacionada con ninguno de los idiomas que durante años de estudios en escuelas y universidades nos enseñaron. El habla antifonal e ininterrumpida, intercambio de ideas de mujeres y hombres, no nos da tiempo de fijarnos en otros detalles que pudieran manifestar la particularidad de la gente reunida. No se nos graba nada extraordinario de la ropa o la fisonomía de los hablantes. Los asambleístas visten pantalones y camisas, faldas y blusas; es probable que las mujeres usen blusas bordadas de su traje típico, pero nada nos impresiona tanto como el diálogo muy animado en un idioma del cual no entendemos ni una sola palabra. Tal vez son los sonidos y no las impresiones visuales que siempre nos cautivan más.

Es otra cosa que no sólo nos llama la atención, sino que nos fascina e intriga y, a la vez, nos inhibe de fijarnos en otro asunto. Se están grabando huellas en la mente que no se borran en el curso de los años. Aunque no entendemos ni una sola expresión, escuchamos constantemente y con repetitiva insistencia una sílaba o palabra que cada ponente o hablante usa y usa sin cesar. No se nos olvidan estos sonidos. He aquí están: lalalatik; – lalalatik, – lalalatik con la voz ascendente en la última sílaba. Nos preguntamos, ¿qué puede significar ese -tik, -tik, -tik? No lo sabemos y en el momento de la asamblea no podemos preguntar a nadie. De todos modos debe ser algo de mucha importancia para los tzeltales reunidos. ¿Cuál será la razón de la reiteración? Debe haber algún motivo de la repetición incesante.

Entre paréntesis agregamos la pregunta que se nos ocurre, ¿cuál sería la palabra, la sílaba o el sonido del español o de otro idioma indoeuropeo que más llamaría la atención de visitantes de otra cultura? Sólo ellos podrían responder a la pregunta. ¿La respuesta no revelara algo de la idiosincrasia de nuestra cultura? La respuesta, por interesante que nos parezca, la debemos a los lectores y a nosotros mismos.

Al terminar la reunión, se nos da la oportunidad de satisfacer nuestra inquietud. Preguntamos al sacerdote presente, ¿qué significa el -tik, tik, tik? El padre comienza a hablarnos del idioma tzeltal y, por supuesto, todo el trabajo de él y sus compañeros se está realizando en tzeltal. Nos explica que el -tik, -tik, tik quiere decir NOSOTROS y agrega otra explicación adicional. El NOSOTROS es un distintivo de la lengua tzeltal y de todo el pueblo. El NOSOTROS predomina no sólo en el hablar sino también en la vida, en el actuar, en la manera de ser del pueblo.

Poco entendemos las explicaciones más allá del significado del -tik -tik. Hoy día podemos empezar a explicar la falta de comprensión. En nuestra cultura el NOSOTROS carece de resonancia, no tiene la importancia que, por ejemplo, los tzeltales, le asignan. En la cultura occidental no se percibe la necesidad de enfatizar constantemente el NOSOTROS que, además, a los .occidentales. les cuesta esfuerzo explicarlo. La individualización de cada uno lo hace difícil captar el significado del NOSOTROS y, además, poca es la experiencia que se tiene del NOSOTROS. De ahí la primera dificultad de explicarlo a fondo. ¿No es el caso de que el pensamiento occidental se ha concentrado mucho en el YO? La referencia a pensadores influyentes y representativos como Descartes y Freud nos da una idea de la preponderancia del YO en el pensamiento occidental y, por consiguiente, se explica un poco la dificultad de captar el NOSOTROS. En casos determinados algunos se salieron del círculo cerrado del YO e incluyeron la relación del YO y TÚ como, por ejemplo, Martín Buber, Levinas y otros. El YO-TÚ, sin embargo, no equivale al NOSOTROS.

En el contexto occidental desconocemos a pensadores que hayan enfocado el NOSOTROS. Tal vez se justifica agregar de una vez una idea más. El predominio del NOSOTROS excluye, a nuestro juicio, la preponderancia del individuo, independientemente de que sea YO, TÚ, ÉL, o ELLA. Tampoco cuenta el status social, político o económico de la persona individual. A primera vista el NOSOTROS parece ser un gran nivelador. Donde prevalece el NOSOTROS, no sobresale el líder a quien solemos asignar la toma de decisiones. La razón es que es el NOSOTROS comunitario del cual depende la toma de decisiones. La exposición siguiente tendrá que mostrar hasta qué grado las afirmaciones hechas se confirmarán, se modificarán o se rechazarán.

Ya desde ahora una cosa nos parece importante subrayar. El -tik -tik, por decirlo así, es la primera señal que se nos envía DESDE ADENTRO, es decir, desde el interior de una cultura maya de los Altos de Chiapas. Percibimos la señal por la constante repetición. Podemos agregar que los tzeltales nos comunican algo como lo siguiente.

Si nos quieren entender de verdad, si quieren captar la cultura nuestra, decimos la nuestra y no la mía ni de otro compañero u otra compañera, sino la NUESTRA, NUESTRA, tendrán que aprender el NOSOTROS. Es un DISTINTIVO DE NUESTRA CULTURA, DE NUESTRA IDENTIDAD, DE NUESTRO MODO DE SER. Si de veras están interesados, escúchennos; escuchen para inquietarse y para empezar a preguntar, a indagar, a averiguar. Tienen mucho que aprender.

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Carlos Lenkersdorf (Lenkersdorf Schmidt, Karl Heinz Herman). (Berlín, 7 de agosto de 1926 – México, 23 de noviembre de 2010). Fue teólogo, doctor en filosofía y lingüista práctico. Llegó por primera vez a México en 1957. Radicó en dicho país desde 1973 hasta su muerte en 2010. Durante 20 años, desde 1973, vivió en la región tojolabal (Chiapas). A partir de 1994, se estableció en la Ciudad de México, donde trabajó como investigador titular del Centro de Estudios Mayas de la UNAM. Nunca rompió sus vínculos y compromiso con los tojolabales y sus comunidades. Sus principales áreas de estudio fueron: filosofía, estudios latinoamericanos y lengua, cultura y filosofía tojolabal. Fue autor de varios libros y artículos; entre ellos Los hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales. Lengua y sociedad, naturaleza y cultura, artes y comunidad cósmica, con el cual obtuvo el Premio de Ensayo Literario Hispanoamericano Lya Kostakowsky en 1994. Durante sus últimos años impartió clases de lengua, cultura y filosofía tojolabal en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El conocimiento de la lengua tojolabal y su establecimiento por veinte años en aquella región le permitió conocer la cultura, la cosmovisión, la cosmovivencia y las formas organizativas de los tojolabales. Esto le permitió, no sólo realizar importantes aportaciones y reflexiones en torno a dicha cultura, sino también confrontarla con la modernidad occidental y cuestionarla.

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