Ulises, zapatista

Juan Villoro

No sabemos ustedes, pero si nosotras, nosotros, zapatistas tuviéramos pereza de pensar, estaríamos en un partido político institucional”, escribió el subcomandante Galeano el 4 de mayo de 2015. Sus palabras resuenan ante el sinsentido y la demagogia de las campañas electorales de 2021 que ocurren entre Tinieblas, antiguas reinas de belleza y acólitos del narco. Todos los partidos comparten un mismo síntoma: pensar les da flojera.

Entre sus muchas aportaciones a la reflexión, los zapatistas proponen entender el tiempo de otro modo. Las grandes ideas pueden venir del futuro que se sabe anticipar. En “La genealogía del crimen”, Galeano propone pensar de atrás para adelante; si el destino se imagina con sagacidad, suponiendo adónde irán las cosas, se puede reaccionar antes de que sea demasiado tarde: en previsión del diluvio, Noé construye el arca.

En forma parecida, los detectives enfrentan un resultado al que deben hallarle antecedentes; a partir del delito, reconstruyen lo que pasó previamente. Para explicar el método, Galeano cita una fuente autorizada, Sherlock Holmes: “Son pocas las personas que, diciéndoles el resultado, son capaces de extraer de lo más hondo de su propia conciencia los pasos que condujeron a ese resultado. A esta facultad me refiero cuando hablo de razonar hacia atrás; es decir, analíticamente”.

Hace unos meses, esta estrategia llevó a construir un barco de madera en el semillero Ramona para anticipar lo que ocurriría en la travesía a Europa. A la embarcación sólo le faltaba un detalle: el mar que la rodeara. Sin embargo, a partir de ese resultado se podía deducir lo que pasaría en el océano. En tierra firme, la nave prefiguraba la navegación. Era un aula para aprender todo lo que se necesita para sobrevivir al vendaval de los elementos y a amenazas aun más severas, como el arrasador torbellino de la historia, que, según advirtió Walter Benjamin, se suele presentar con el engañoso nombre de “progreso”.

Razonar hacia atrás es una manera de profetizar con conocimiento de causa, es decir, de darle sentido pedagógico a la esperanza. No es casual que l@s compañer@s de Chiapas hayan decidido que las reuniones en las que prosperan sus ideas se llamen “semilleros”. Lo importante es lo que aún no se ve, pero que crecerá gracias a ese encuentro.

En abril de 2015, en “La tormenta, el centinela y el síndrome del vigía”, Galeano adelantó lo que ocurría en mayo de 2021. Ahí menciona la relevancia del 3 de mayo, “el día de la siembra, de la fertilidad, de la cosecha, de la semilla. Es el día de la Santa Cruz […] el día de pedir el agua para la siembra y la buena cosecha”. De manera emblemática, fue el día elegido para zarpar: el océano como milpa para sembrar futuros.

Quien siembra vientos cosecha tempestades”, dice la sabiduría popular. A 500 años de la caída de Tenochtitlan, los plantíos zapatistas se caracterizan por la variedad de sus frutos. La elección de los tripulantes (cuatro mujeres, dos varones y un otroa) apela a la diversidad, lo mismo que el nombre de la embarcación, La Montaña, que atraviesa el mar aludiendo a lo que no hay en el mar. A contrapelo del pensamiento único y las disputas binarias provocadas por la polarización, los zapatistas apuestan por la complejidad de lo múltiple.

¿Adónde van? Hacia un sitio largamente anticipado en el mar. También Ulises, a quien los griegos llamaron Odiseo, dominó el arte de razonar hacia atrás. No podía esperarse menos del rey descrito como el más astuto del Mediterráneo. Durante su agitada travesía, Ulises pudo conformarse con su destino. ¿Por qué no se detuvo? El marino rechazó las más variadas tentaciones: los lotos alucinógenos, el seductor canto de las sirenas, el elíxir de Circe, las profecías de Tiresias, la inmortalidad ofrecida por Calipso en su isla paradisíaca. Su inviolable destino era el nóstos, el regreso.

En Dialéctica de la Ilustración, Adorno y Horkheimer describen a Ulises como el primer héroe moderno por su condición extraterritorial. Es un exiliado que lucha por volver casa. Los migrantes y desplazados de nuestro tiempo conocen las tribulaciones que Homero previó en el siglo VII a. C.

Ulises se sirve de argucias para superar obstáculos, pero lo más importante es que adiestra su retentiva para poder contarlos. Cuando conoce a los lotófagos, teme que el efecto alucinógeno borre sus recuerdos. En Por qué leer los clásicos, Italo Calvino señala que su verdadero temor no consiste en olvidar el pasado, sino el futuro, la historia que está viviendo y deberá contar. El presente importa al ser recordado cabalmente; sus lecciones son futuras; regresan como un pasado pleno de sentido. Siglos más tarde, ante el mismo mar, Platón dirá que el conocimiento es una forma del recuerdo.

A propósito del texto de Calvino, el poeta comunista Edoardo Sanguineti señaló que no debemos olvidar que Ulises viaja de vuelta; por lo tanto, intenta restaurar algo, lo cual no implica una regresión, sino el cumplimiento de un futuro, es decir, de una “verdadera utopía”.

La memoria de Ulises es un recurso rebelde: registra el pasado en función del porvenir, viaja hacia un horizonte desconocido que curiosamente es un regreso. Gracias a este peculiar uso del tiempo, dispone de la más rara de las utopías, la que es posible. En su insólito telar, los zapatistas dibujan algo que todavía no existe, un mañana que cobrará lógica a medida que se defina la urdimbre, hecha con hilos que vienen de muy lejos, de la tradición que no olvida el futuro.

La odisea que han emprendido confirma su arriesgada y transformadora manera de ver el mundo. 500 años de espera los han convertido en profesionales de la esperanza. No viajan con ánimo de revancha, sino de entendimiento en la diferencia.

Como Ulises en el viejo mar, pasarán por las tentaciones de las islas encantadas y dejarán sus huellas para volver al punto de partida.

Las luchas que perduran no olvidan su futuro.

25 de mayo de 2021

 

Ulises, zapatista

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