John Holloway


Liberar(se) es destotalizar.

Cada sociedad se puede entender como una cohesión social o síntesis social, un patrón establecido de relaciones entre las personas y sus actividades. Esta cohesión puede ser más o menos cerrada, más o menos suelta.

En la sociedad actual, esta cohesión social está establecida a través del intercambio de mercancías y todo lo que de ahí sigue: el dominio del dinero y de las otras formas capitalistas (valor, trabajo abstracto, capital, Estado). Este conjunto de relaciones sociales tiene una dinámica, una lógica que da dirección a su movimiento: “¡Acumulad, acumulad! ¡He ahí a Moisés y los profetas!”. Es la lógica de la producción y acumulación de plusvalor. Este movimiento es una lucha constante, una lucha para sujetar toda actividad humana (y no humana) a su lógica. Es decir que es un movimiento totalizante, un movimiento de integrar toda actividad a esta lógica. Se da un movimiento de totalizar que va cerrando la cohesión social. Se puede decir, por ejemplo, que la cohesión social actual está mucho más cerrada que en los tiempos de Marx. Esta totalización es la subordinación de la actividad humana a una lógica ajena. En otras palabras, es la negación de la libertad.

La totalización está muy ligada con la idea de progreso. La construcción actual del Tren Maya en México, por ejemplo, es un ejemplo notable de Progreso, es decir que integra de una manera mucho más fuerte a muchas comunidades indígenas dentro del movimiento del capital y la lógica del capital.

Una corriente muy importante del marxismo entiende la revolución en términos de la abolición de esta totalidad y su remplazamiento por otra totalidad. La totalidad anárquica y explotadora del capitalismo sería remplazada por una totalidad racional y no explotadora. En este concepto del socialismo o comunismo habría una cohesión social incluso más cerrada que en el capitalismo, y la libertad se encuentra entonces en la identificación del individuo con esta totalidad nueva. Esta idea está presente también en autorxs críticxs como Lukács y Rosa Luxemburgo. Tengo la impresión de que también es característica del marxismo chino actual. El problema es que la cerrazón progresiva de la cohesión social, sea como avance actual de la totalización capitalista, sea como intento de producir otro tipo de cohesión social, produce una sociedad más autoritaria en la cual la disidencia se vuelve más difícil o más peligrosa.

El auge de las corrientes autonomistas en los últimos años sugiere otra imagen de la revolución y de la sociedad que queremos construir. La revolución se entiende ahora como destotalización, como proceso de desconectar actividades, lugares o tiempos de la lógica del capital, o de crear grietas en la cohesión social. La sociedad que se concibe como resultado deseable de la superación del capitalismo se entiende como una cohesión social mucho más suelta, como un mundo de muchos mundos (como dicen los zapatistas) o como una confederación democrática (como propone Öcalan).

Los dos procesos, destotalización y construcción de otra socialidad, son inseparables. No es posible deshacer una forma de convivir sin construir otra. Si la libertad es el proceso de destotalizar, es al mismo tiempo el proceso de crear otro tipo de coherencia social.

Desde una perspectiva autonomista en sentido amplio, la negación de la totalización se puede entender de dos maneras.

La primera toma como punto de referencia áreas o actividades que (todavía) no han sido absorbidas dentro de las relaciones capitalistas. De ahí viene la idea de desarrollar alternativas, comunas tradicionales, lo indígena. El peligro de este enfoque, me parece, es romantizar las comunidades existentes o tradicionales.

La segunda es pensar que realmente no existen áreas que no han sido integradas de una manera u otra a la totalidad de relaciones capitalistas. Entonces destotalización se tiene que entender como proceso antagónico y anticapitalista, un proceso, consciente o no, de oponerse a las relaciones capitalistas. Este entendimiento está muy presente, por ejemplo, en los centros sociales que se entienden como centros para organizar o coordinar las luchas anticapitalistas de todo tipo.

En ambos casos, el movimiento destotalizante (o autonomista) se opone al Progreso, en cuanto el Progreso significa la integración a la lógica del capital. No sorprende entonces que hay conflicto entre movimientos destotalizantes y gobiernos progresistas. La izquierda progresista es abiertamente totalizante; promueve la integración de los países al movimiento del capital pero pretende establecer condiciones más favorables para “el pueblo” en este proceso. En esta misma lógica, ellxs tienden a tildar a los movimientos destotalizantes (los zapatistas y otros grupos que se oponen al Tren Maya) de reaccionarios.

¿Somos entonces reaccionarios? Sí, en el sentido de oponernos a la totalización o integración de cada vez más aspectos de la vida humana y no humana a la lógica del capital. Esto contrasta con el marxismo ortodoxo, que entiende el Progreso como un avance hacia la construcción de una totalidad racional.

Si somos destotalizadores anti-progresistas, tenemos que preguntar qué es lo que nos distingue de la nueva derecha. Ellxs también reaccionan contra la totalización progresista, o contra sus símbolos: las grandes empresas, la ciudad, la obsesión con el dinero, la destrucción de los valores tradicionales, los políticos que representan más de lo mismo. En Netflix hay una infinidad de películas que cuentan la misma historia: se presenta a una mujer agobiada por el ritmo estresante de la ciudad, su asfixiante trabajo y su pareja, un hombre obsesionado con ganar y ganar más dinero. De regreso en su pueblo natal, ella se enamora de un joven granjero (de preferencia viudo y con una hija), entonces, decide mudarse para trabajar en un proyecto familiar y de vida con más sentido para ella.  Esto no es la violencia de los seguidores de Trump o Milei, pero sí una reacción anti-progresista que tiene una resonancia muy fuerte en la sociedad. En este tipo de película hay un concepto claro de la libertad como rechazo al progreso capitalista y fortalecimiento de los valores comunales.

Probablemente, lo que distingue nuestra lucha contra el Progreso capitalista de la lucha de la derecha es la cuestión de la identidad y autenticidad. La identidad crea una idea falsa de fijeza, la autenticidad romantiza un pasado o una imagen social de algo que nunca existió. ¿También una característica del primer entendimiento de autonomismo (las alternativas) mencionado arriba? Nuestro rechazo al Progreso no es un rechazo al cambio social, no es un intento de conservar el pasado. Es más bien el rechazo de un cambio social determinado por la lógica del capital, la lógica de la ganancia.

Si libertad significa destotalizar y crear otra cohesión social u otras cohesiones sociales (muchos mundos), entonces estas cohesiones sociales se tienen que entender no como regresos a una autenticidad imaginada, sino como creaciones de convivencias nuevas que nosotrxs determinamos.