Néstor López

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¿Democracia comunitaria horizontal o dictadura republicana vertical?

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“En esta tierra el que gobierna no es como entre los cristianos. Todos son libres y todos son iguales” (Una excursión a los indios ranqueles, Lucio V. Mansilla, 1870)

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El 30 de marzo de 1870, en el horizonte de la pampa apareció un destacamento del ejército argentino. Dieciocho soldados con fusiles, uniformes azules. A su frente el coronel Lucio V. Mansilla, acompañados por dos curas franciscanos y dos lenguaraces (intérpretes). El presidente de la República Argentina era Domingo Faustino Sarmiento.

Desde la toldería de los indios rankülches, a quienes los blancos llamaban ranqueles, los habían detectado, sabían de su llegada y quiénes eran, aunque no a qué venían. El lonko Pagnetruz Gner preparó a su gente para recibirlos en son de paz. El general Mansilla ya lo conocía, sabía que se llamaba Mariano Rosas. Ese nombre no era casual, porque siendo indiecito, de unos 10 años, fue capturado y pasó a ser esclavo al servicio de su captor: Juan Manuel de Rosas, quien lo hiciera bautizar bajo el nombre cristiano.

Mariano había aprendido perfectamente las tareas de la estancia y a hablar, leer y escribir en castellano. Era tratado con deferencia, como uno de los “recuperados”. Pero una noche, teniendo aproximadament 18 años, se fugó hacia la libertad para vivir con los suyos. Volvió a encontrarse con su familia pehuenche-mapuche y recuperó su nombre ranquel. Llegó a ser un lonko, persona respetable.

En la estancia de Rosas había conocido a Lucio V. Mansilla, quien era hijo de una hermana de Juan Manuel de Rosas. Ahora se reencontrarían como los responsables de dos bandos enfrentados.

Mansilla sabía que los mapuches-pehuenches-ranqueles, tenían la costumbre de recibir acogedoramente a los viajeros. Fueron esperados con un festejo. Después comenzaron el diálogo. El ranquel le preguntó a qué venían y qué querían. Mansilla, después de abrazarlo y recordar vivencias comunes en la estancia, le explicó que buscaba acordar un tratado de paz duradero. El ranquel abrió un baúl, buscó un recorte de un diario de Buenos Aires y leyó una nota donde se comentaba la necesisdad de pacificación de los indios para construir una línea ferroviaria por ese territorio de los ranqueles. Después de varios días de conversaciones, llegan a un acuerdo. Mansilla le propone firmarlo y se genera el siguiente diálogo, que Mansilla relata en su libro Una Excursión a los indios Ranqueles.

Mariano Rosas, Lonko, ranquel dice:

Yo, hermano, quiero la paz porque sé trabajar y tengo lo bastante para mi familia cuidándolo. Algunos no la han querido; pero les he hecho entender que nos conviene. Si me he tardado tanto en aceptar lo que usted me proponía, ha sido porque tenía muchas voluntades que consultar. En esta tierra el que gobierna no es como entre los cristianos. Allí manda el que manda y todos obedecen. Aquí, hay que arreglarse primero con los otros Lonkos, con los capitanejos, con los hombres antiguos. Todos son libres, todos son iguales”.

Lucio V. Mansilla, Comandante del Ejército dice:

Como se ve, para Mariano Rosas nosotros vivimos en plena dictadura y los indios en plena democracia”.

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La Constitución Argentina, Artículo 22 y la Conquista del desierto

En 1853, diecisiete años antes de este diálogo que certifica Mansilla, se aprobó, en la ciudad de Santa Fe, la Constitución de la Nación Argentina. En su preámbulo afirma que tiene por objetivo “…constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino” pero… esa “libertad” aparece como una prohibición para el pueblo, el artículo 22 textualmente dice:

El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución. Toda fuerza armada o reunión de personas que se atribuya los derechos del pueblo y peticione a nombre de éste, comete delito de sedición”.

Por lo tanto, de acuerdo a este artículo, el Lonko Mariano Rosas y su pueblo, al deliberar y autogobernarse, cometían el delito de sedición (que, en caso de guerra, se pena con la muerte). La autogobernancia y democracia plena y directa de los pueblos originarios fue considerada completamente “anticonstitucional”. Eso de borrar con el codo o que escribes con la mano es tan antiguo como la constitución misma.

David Graeber y David Wengrow, en su libro El amanecer de todo, se preguntan: ¿no es la capacidad de experimentar con diferentes formas de organización social, en sí misma, parte esencial de lo que nos convierte en humanos, es decir, seres con la capacidad de deliberar en libertad qué tipo de autogobernanacia nos conviene en una sociedad de seres verdaderamente iguales y libres.

Esta libertad, negada por el artículo 22 de la Constitución argentina, es concedida automáticamente a los “representantes” (diputados, senadores, presidente, ministros, jueces, etcétera) para que éstos sin consultar a nadie, “legalicen” el genocidio de los pueblos originarios, con la denominada “conquista del desierto”.

En 1879, nueve años después de la firma del tratado entre Mansilla y los ranqueles, el ejército argentino cometió el sangriento genocidio al que llamó la Conquista del Desierto en las tierras del sur. En realidad el territorio no estaba desierto, sino habitado por millares de miembros de comunidades similares a los ranqueles, con su cultura y su propia forma de gobierno. La Conquista del Desierto impuso la gobernancia jerárquica y vertical propia de la llamada democracia representativa (que, en realidad, es “democracia” delegativa), donde no está permitida la libertad de desobedecer, ni de imaginar otro tipo de gobernancia. Sólo se permite, cada cierto tiempo, votar a determinados candidatos que luego adquieren “fueros”, es decir que no se los puede denunciar ni revocar su mandato por sus acciones y falsas promesas.

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Capitalismo y democracia representativa

La llamada “democracia” representativa, encubre, bajo la generalización de palabras como libertad, igualdad, y otras, que su función principal es garantizar la libertad para el desarrollo del capitalismo: la “libertad” que les garantiza, a los capitalistas, el privilegios de explotar a sus congéneres, de extraerles plusvalía, de destruir la naturaleza con la producción extractivista, generando un daño ecológico que pone al planeta al borde de su colapso.

Los llamados estados soviéticos o socialismo real repitieron ese escenario de negación de la libertad real, porque ambos sistemas crecen desde la teorías y la prácticas estadocéntrica garantizadoras de la verticalidad y la jerarquía, sean de izquierda o de derecha.

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2024, ¿Hay esperanza de lograr un cambio social?

Si tanto el capitalismo como el socialismo real se apoyan en la “obediencia debida” y la negación de la libertad concreta de las personas, al mismo tiempo el antagonismo a la obeciencia y la lucha por la libertad concreta pueden devenir antagonistas del capitalismo. En todo el mundo han surgido y surgen espacios y prácticas antagónicas con la negación de la libertad. Rebeliones como la Comuna de París de 1871, los zapatistas en Chiapas o la población kurda en Rojaba, dan cuenta de la insumisión a la obediencia y la práctica de otro tipo de sociedad que no se basan en la producción de mercancías para el logro de ganancias individuales, sino en generar productos socialmente necesarios para todos los integrantes del colectivo. Son prácticas de democracia directa directa, horizontal, asamblearia donde, en caso de que los haya, se puede revocar a aquellos representantes que incumplieran con las decisiones colectivas.

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¿Que libertad?

“Libertad” es una palabra que, aislada del contexto, da lugar a interpretaciones opuestas y antagónicas, por eso necesita de un adjetivo que desnude su función. Para el pueblo trabajador la libertad se despliega cuando el medio es la horizontalidad y la lucha. Allí renace la igualdad, desaparece la jerarquía vertical, las iniciativas son valoradas por sí mismas, por su utilidad y no impuestas por un decreto o protocolo. Los protocolos se desvanecen en el aire, como el de la señora Bullrich, ministra de Seguridad argentina, que ordena que las manifestaciones callejeras sólo se puedan hacer caminando sobre la vereda y no ocupen la calle ni corten el tránsito. Y luego, en los hechos, dicho protocolo fue arrasado por el rechazo de la población movilizándose masivamente.

La horizontalidad aparece también en las huelgas donde se elige por asambleas un comité de lucha, y en procesos más avanzados como en el 2001 en la Argentina, en asambleas ciudadanas, en fábricas recuperadas autodeterminadas en los movimientos autónomos de trabajadores desocupados, en la lucha estudiantil, en levantamientos populares como en Chile con el “No son 30 pesos, sino 30 años” o en la ola de rebeliones en todo el mundo con rebeliones como Black Lives Matter en los Estados Unidos, los Chalecos Amarillos en Francia, o en la Primavera Árabe del 2011 y en la ola europea que llegó a una veintena de países y que se frenó por la pandemia de COVID.

Queda una latencia, un eco, de esas rebeliones. Todas tienen en común la autogobernancia en horizontalidad, en la búsqueda de la libertad negada por el capitalismo, aún cuando no se prolonguen en el tiempo estabilizándose, y aunque todavía no se proyecten en un movimiento consciente que vaya más allá del capitalismo. No se puede negar su persistencia. ¿Será esta la posibilidad de la esperanza?

Dibujo por Shif.artt