Aullidos en favor de Sade

 

Aullidos en favor de Sade fue realizada en junio de 1952 por Guy Debord. Es un largometraje completamente desprovisto de imágenes, constituido solo por el soporte de la banda de sonido. Este soporte da una pantalla uniformemente blanca durante la proyección de los diálogos. Los diálogos, cuya duración total no excede los veinte minutos, están a su vez dispersos, de a cortos fragmentos, en una hora de silencio (cuya secuencia final está constituida por veinticuatro minutos de una sola pieza). Durante la proyección de los silencios, la pantalla permanece absolutamente en negro y, por consiguiente, también la sala. Las voces que se oyen, todas inexpresivas, son las de Gil J Wolman (voz 1), Guy Debord (voz 2), Serge Berna (voz 3), Barbara Rosenthal (voz 4), Jean-Isidore Isou (voz 5). El film no tiene ningún acompañamiento ni efectos sonoros, con excepción de una improvisación letrista de Wolman, en solo, que abre la primera aparición de la pantalla en blanco, inmediatamente antes del comienzo del diálogo, y solo las dos primeras réplicas constituyen los créditos. El contenido de este film debe ser vinculado en primer lugar con la atmósfera de la vanguardia letrista de esa época: a la vez, en el nivel más general, donde se presenta como una negación y una superación de la concepción isouniana del “cine discrepante”; y en el nivel anecdótico, desde la moda de los nombres dobles que caracterizaba entonces a ese grupo (Jean-Isidore, Guy-Ernest, Albert-Jules, etcétera), o la referencia a Berna, que fue el organizador del escándalo de Pascuas de 1950 en Notre-Dame de París, hasta la dedicatoria a Wolman, autor del anterior film letrista, el admirable [L] Anticoncept.

Hay otros aspectos que se deben considerar en el punto de vista de las posiciones situacionistas que se definieron por entonces: en primer lugar, el uso de las frases desviadas. Entre todas las frases extranjeras -procedentes de los diarios, o de Joyce, así como también del Código Civil- mezcladas con el diálogo de esta película, es decir, con el uso igualmente irrisorio de diferentes estilos de escritura, la presente edición del Instituí Scandinave de Vandalisme Comparé no retuvo el uso de comillas sino para cuatro de ellas, consideradas como citas convencionales debido a la dificultad que probablemente presentaría su reconocimiento. Se trata de tres citas de Isou (respectivamente: de su Esthétique du cinéma, de una carta a Debord, de Précisions sur ma poésie et moi) y de una réplica de un western de John Ford (Río Grande).}

La primera presentación de Aullidos en favor de Sade en París, el 30 de junio de 1952, en el cineclub d’Avant-Garde, entonces dirigido por A.-J. Cauliez, en los locales del Musée de l’Homme, fue interrumpida casi desde el comienzo, no sin violencias, por el público y los dirigentes de ese cineclub. Varios renegaron de un film tan excesivo. La primera proyección integral tuvo lugar el 13 de octubre del mismo año en el cineclub del Barrio Latino, en la sala de las Sociedades Científicas, y fue defendida por el grupo de los “letristas de izquierda” y una veintena de refuerzos de Saint-Germain- des-Prés. La presencia de todos ellos impidió algunos meses más tarde, en el mismo cineclub, la proyección de un Esqueleto sádico que había sido anunciado y atribuido a un tal René-Guy Babord, broma que, al parecer, pretendía limitarse a apagar la sala por un cuarto de hora.

 

 

 

Gran Fiesta Nocturna (1)

El uso de las artes, por mal que se las trate y para los fines a los que se las quiera someter, no deja de acarrear frecuentaciones dudosas y admiraciones sospechosas. Demasiado fácil es seducir a un mundo cultural ya olvidado por la historia. Al lado de tal castidad propedéutica, un bonito lugar en las letras francesas es reservado al escándalo, a los chicos malos, al modernismo. Nadie tiene la exclusiva. E incluso, aunque no prestáramos atención, la canalla cultivada podría llegar a reconocer a dos o tres de nosotros los pequeños talentos de escritura suficientes para acabar, un día u otro, en el índice de una publicación como Les Temps Modemes-. es fácil ver a Colette Audry alabando al virtuoso Cocteau; a Raymond Borde descubriendo que la forma cinematográfica debe ser renovada de urgencia y ofreciendo sus recetas para ello; a un paranoico llamado Misrahi, en el número 109, explicando las corridas de toros por la homosexualidad inconfesa de los matadores. Hace tres años era más bien la carrera de alguien como Astruc lo que podían encarar algunos letristas que habían hecho hablar un poco de ellos en los cineclubs. Era notorio que a algunos eso no les repugnaba. Por lo tanto, convenía ponerle un obstáculo mediante un estallido que, al subrayar al extremo el aspecto forzosamente irrisorio de toda expresión lírica personal en la actualidad, pudiera servir para agrupar a aquellos que planeaban una acción más seria.Este film, hecho como se debe, no contenía ninguna imagen. La banda sonora no duraba más que unos veinte minutos, de a sacudidas, a lo largo de una hora y media de proyección. Las interrupciones del sonido, siempre muy largas, dejaban la pantalla y la sala absolutamente a oscuras. Las réplicas eran intercambiadas por voces poco habituales y resueltamente monótonas. El uso casi constante de recortes de prensa, de textos jurídicos y de citas desviadas de su sentido primitivo hacía tanto más dificultosa la comprensión del diálogo.

El film no concluía. Después de una alusión a las historias incompletas que habíamos vivido como niños perdidos —utilizando ese término que designaba a los exploradores, en los ejércitos de la guerra de los Treinta Años-, una secuencia en negro de veinticuatro minutos desarrollaba, frente a la rabia de los amantes de las bellas audacias, su decepcionante apoteosis. El juego continúa; y cada día estamos más seguros de llevarlo a cabo como se debe.

 

Aullidos en favor de Sade

 

(1) Nota aparecida en Les Levres núes, número 5, Bruselas, diciembre de 1955, como prefacio a la primera edición del guion de Aullidos en favor de Sade.

 

 

 

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