Caminos hacia la utopía

La necesidad de cooperación y solidaridad es más evidente cada día».

Entrevista a Cindy Milstein, autora de Anarchism and Its Aspirations  (AK Press, 2010),  ha contribuido con ensayos en antologías como  Realizing the Impossible  (AK Press, 2007) y  Globalize Liberation  (City Lights, 2003). Su último libro es Paths toward Utopia: Graphic Explorations of Everyday Anarchism. La autora piensa que estamos en una encrucijada entre el fascismo y/o la extinción, y un camino de acción y apoyos comunitarios.

 

¿Cómo puede su libro ayudar a comprender el clima político y social actual?

Puede parecer paradójico enfocarse en «caminos hacia la utopía» en lo que claramente parece un momento distópico en la historia. Y en lugar de ayudar a los lectores a comprender esta encrucijada, que en mi opinión es una elección entre el fascismo y/o la extinción o, en su lugar, el «anarquismo cotidiano», Paths toward Utopia actúa como un recordatorio necesario de nuestra responsabilidad ética colectiva como especie: cuidarnos y amarnos mejor, y también al mundo no humano, en el aquí y ahora, cualquiera sea el tiempo que nos quede. O, como escribí en el prólogo del libro, es un recordatorio de que estamos «haciendo equilibrio en la cuerda floja entre la tensión que marca cualquier avance hacia la utopía, y que especialmente hoy en día, se tensa por el empuje de la desesperación y de la esperanza”. Sin embargo, como el anarquista social Piotr Kropotkin escribió hace mucho tiempo en su libro El apoyo mutuo las especies no solo sobreviven sino que también prosperan mejor cuando se apoyan mutuamente. Verdaderamente, la necesidad de cooperación y solidaridad es más evidente a cada momento.

 

Muchos de nosotros ya estamos fomentando un clima de apoyo comunitario».

 

De modo que este libro de ensayos fotográficos, con el arte de Erik Ruin y mis propias palabras participando en ayuda mutua para crear una totalidad integrada, afirma que, a pesar de la violencia estructural que se arremolina a nuestro alrededor, «lo imposible es realmente posible», citando las palabras de los zapatistas en su vigésimoquinto aniversario, en enero de 2019. Y esas posibilidades ya están aquí, como semillas dentro del sentido común de nuestras prácticas diarias, ya sea que nos autodeterminamos y autogobernamos en una comunidad autónoma como Chiapas, México, o prefiguramos formas liberadoras de relaciones sociales y de organización social en espacios más pequeños. El clima actual no es solo de catástrofe climática; codo a codo, muchos de nosotros ya estamos fomentando un clima de apoyo comunitario. El libro aspira a quitar un poco de tierra para que los lectores puedan ver cómo se desarrollan esas semillas, y confío en que sirva para alentar a las personas a que co-cultiven vidas dignas de ser vividas, en común con otros seres humanos humildes y dignos.

 

¿Qué esperas que activistas y organizadores comunitarios se lleven al leer tu libro?

Espero, en primer lugar, que las personas se piensen a sí mismas no como «activistas», lo que para mí tiene una calidad reactiva y a menudo de «perseguidora de ambulancias», y en cambio reconozcan que ellos y las comunidades en las que están integrados ya están experimentando proactivamente -“autoorganizándose con otros”- fragmentos de un mundo nuevo. El pensamiento utópico trata, para citar nuevamente del prólogo de mi libro, de encontrar «grietas que podamos abrir más en lo que parece la superficie lisa del control social». Se trata de dejar de «ver como el Estado» y, por lo tanto, de dejar reaccionar a su lógica y, en lugar de eso, mirar a través de «lentes anarquistas» para encontrar y ejercer mejor nuestras prácticas no jerárquicas, como se expresa en algunas nociones del antropólogo anarquista James C. Scott. Sin embargo, no se trata sólo de ver de una manera nueva, aunque eso es crítico, por supuesto; sino también de saber que podemos y que ya estamos haciendo algo de lo que nos gustaría promover como el día a día de nuestras vidas.

Espero especialmente que los lectores del libro sigan el hilo de los «bienes comunes» y lo integren en sus organizaciones y proyectos, en sus comunidades y sus corazones. Frases como «el agua es vida», que surgen de las personas que reclaman por la relación con el ecosistema y entre sí, al tiempo que impugnan las privatizaciones y la mercantilización por parte de sistemas inherentemente violentos como el colonialismo y el capitalismo, forman parte de esto. El agua no solo es la base de la vida, humana y no humana, sino también algo que debe mantenerse en común, para que todos puedan usarlo, compartirlo y disfrutarlo libremente. Y tener cosas en común para que puedan ser utilizadas, compartidas y disfrutadas por todos, cosas que las personas necesitan, como bibliotecas, parques, hogares, atención médica, arte y más, significa asumir una responsabilidad sobre el mantenimiento de esos bienes comunes. Como tal, un bien común es inherentemente algo que todos necesitamos autogestionar y autogobernar juntos. Un «bien común de cuidado», versus el sistema social jerárquico en el que vivimos, es una forma dramáticamente diferente de ver y, lo que es más importante, de participar en nuestro mundo, y la base para transformarlo de manera sustancial.

 

Sabemos que los lectores aprenderán mucho de tu libro, pero ¿qué esperas que los lectores no aprendan? En otras palabras, ¿hay una ideología particular que esperas desmantelar?

Todos necesitamos desaprender mucho si vamos a recorrer caminos hacia la utopía. ¡O, más bien, eso es parte del viaje! Necesitamos desaprender cómo pensamos (por ejemplo, en formas binarias, no críticas o poco imaginativas), cómo actuamos (por ejemplo, obedientes, individualistas o dominantes), cómo nos sentimos (sin emociones o sin empatía), y así mucho más. Las estructuras sociales actuales, con su innumerable lista de formas destructivas, «nos enseñan» desde el primer día, o incluso ya en el útero, cómo, como me gusta decir, «caer en la fila, no en el amor». No estoy hablando de un amor heteropatriarcal, o la versión hiperromantizada o hipersexualizada del amor inculcado a través de la cultura contemporánea. Esos son parte de enseñarnos a estar atados al mundo «tal como es». Estoy hablando de un amor abundante, expansivo, generoso y multifacético, como parte integrante de este viaje hacia un cuidado en común. Un amor que nos enseñe «lo que podría ser», porque estamos prefigurando con amor una sociedad ecológica y libre.

Sería maravilloso que este libro arroje algo de luz, implícitamente, sobre cómo se mantiene a la gente en línea con el (neo)liberalismo. Estoy asombrada, triste, y enfurecida, de que la gente pueda mostrar con orgullo un cartel de «Black Lives Matter» en una manifestación contra policías asesinos, pero, al mismo tiempo, señalar a un joven negro que puede haber ayudado a derribar un monumento dedicado a la policía, instando a su arresto. El liberalismo enseña que la propiedad no solo tiene derechos, sino que la propiedad también es sacrosanta, incluso más que la vida de las personas. Enseña mucho más, por supuesto, como un ethos individualista, que es uno de los mayores obstáculos para organizarse hacia la libertad colectiva. Inculca la idea de que el Estado, junto con sus policías, tribunales, prisiones y militares, nos protegerán, incluso cuando el Estado continuamente nos está vigilando, reprimiendo, encarcelando y asesinando, a plena luz del día, para proteger las estructuras de dominación. Este es un tema demasiado grande para tratar aquí, pero es suficiente con decir que los liberales, más que otros, tienden a defender el statu quo y piensan que las instituciones del status quo nos salvarán. Así que espero que este libro contribuya un poco a sacudir la creencia de la gente en el (neo)liberalismo al impulsarlos a reconocer que solo nosotros podemos salvarnos los unos a los otros.

 

¿Quiénes son los héroes intelectuales que inspiran tu trabajo?

Esta es una pregunta difícil para mí. No tengo héroes, y no estoy segura de que alguien los tenga. Los «héroes», especialmente en el contexto de las estructuras dominantes de la actualidad, suelen ser aquellas personas con un tremendo poder sobre los demás, ya sea político, social o cultural. Se supone que debemos «admirarlos», en lugar de reconocer que podemos y debemos ser capaces de pensar de manera crítica e imaginativa, de forma que nos desafíe e inspire mutuamente. Todos podemos ser filósofos, preguntando y respondiendo juntos, continuamente: “¿Qué es la buena sociedad?” La «adoración» a los héroes delega esa y otras preguntas esenciales a las personas que se ponen en un pedestal, como si fueran dioses o perfectos, borrando la desordenada belleza de las personas, las ideas y la transformación social. Oculta cómo los conocimientos se crean en conjunto y siempre deben ser dinámicos, abiertos a ser rebatidos, repensados y renovados.

Podría, por supuesto, enumerar escritores, oradores y pensadores, algunos de los cuales he conocido y estoy agradecida por golpearme en el cerebro, en varios momentos, de la mejor manera. Aprecio especialmente a aquellos que se dedican a realizar trabajos intelectuales que están fuera de las instituciones jerárquicas como la universidad de hoy y que también son «intelectuales callejeros», dedicados a movimientos sociales y de organización comunitaria. Aquellos escritores y pensadores que utilizan las «palabras como armas», que ven las palabras como poesía rebelde y rebelión poética, y sus ideas tan abiertas como comunes, apuntan más allá del presente en el que estamos atrapados. Esos escritores, oradores y pensadores no temen ser emocionales y vulnerables. Así que mis «héroes» somos nosotros, cuando co-aprendemos y nos retamos constructivamente, ya sea en grupos de estudio o proyectos de educación popular, allí los caminos hacia la utopía se comienzan a compartir.

 

¿De qué manera tu libro nos ayuda a imaginar nuevos mundos?

No estoy convencida de que realmente podamos imaginar nuevos mundos hasta que estemos viviendo dentro de ellos durante un tiempo prolongado, especialmente teniendo en cuenta cuán circunscritas están nuestras imaginaciones en este mundo actual y cuánto estamos socializados, por así decir, para «ver como el capitalismo» o «ver como la supremacía blanca». Pero sí sé que podemos hacer un gesto hacia lo que comienza a sentirse por fuera de este mundo dañado, y cuanto más profundos y duraderos sean esos gestos, más se expandirá nuestra imaginación sobre lo que es posible. A menudo uso este ejemplo, que aún resuena tan poderoso para mí como una lección de «anarquismo» o de la «utopía» en acción. Cuando fui parte de la creación, junto con otras miles de personas, literalmente de la noche a la mañana, de una ciudad de abajo hacia arriba dentro de una ciudad de arriba hacia abajo, durante Occupy en 2011-12, escuché a la gente proclamar allí: “¡Nunca me había sentido tan vivo!”  Por lo tanto, cada uno de los ensayos ilustrados en este libro, y mis palabras en el prólogo, están destinados a destacar tales gestos en el aquí y en el ahora, como escalones en un viaje lleno de trampas y de potencialidades. Es fundamental imaginar que no solo podemos «imaginar nuevos mundos», sino también recordar, o ver, que estamos en proceso de crear y hacer esos nuevos mundos, dentro de las grietas y sombras de este mundo horrible. De hecho, mis nuevos mundos imaginados siempre tratan sobre procesos y una miríada de experimentos desordenados y maravillosos, no sobre una utopía fija, final y supuestamente perfeccionada, una noción irrealizable que le da mala fama a la «utopía». Sigo citando el libro, pero estoy orgullosa de sus palabras, su sensibilidad, especialmente en estos tiempos cada vez más apocalípticos de zombis: «El paso precario es, por sí mismo, nuestro mapa de ruta hacia una sociedad liberadora».

 

Entrevista: Roberto Sirvent para Black Agenda Report. Versión en castellano para Comunizar: Catrina Jaramillo. Enero de 2020.

 

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