Chalecos Amarillos: un populismo de actores, no de seguidores

Después de más de seis meses de movilización, los Chalecos Amarillos aparecen hoy como un movimiento agotado y en declive, pero muchos observadores prevén su posible renacimiento en la caída, en la medida en que las causas de su aparición no se hayan resuelto. Casi todos, incluso en Francia, se han sorprendido con las formas, los símbolos y las prácticas inusuales de los Chalecos Amarillos. Son apoyados tanto por la izquierda radical como por la extrema derecha, pero ellos reclaman su independencia.

En primer lugar, no aceptan ninguna representación política. De hecho, no se pueden comprender con las categorías tradicionales de interpretación. En un continente donde aumentan la xenofobia y el racismo, los Chalecos Amarillos no buscan ningún chivo expiatorio, no exigen la expulsión de inmigrantes y refugiados o la defensa de una «identidad nacional» amenazada. Plantean la cuestión de las desigualdades sociales como una amenaza importante para la democracia. No reclaman una identidad étnica o política, sino una identidad social. No se representan a sí mismos según sus orígenes, sino más bien al mencionar sus profesiones y reclamar la dignidad de la gente común.

Están por fuera de los sindicatos y no pertenecen a la cultura de izquierda. Su símbolo no es la bandera roja, sino un chaleco amarillo: esto les permite hacerse visibles en un mundo que los condena a la invisibilidad pública y al sufrimiento social. Durante las elecciones europeas, la mayoría de ellos probablemente se abstuvo, incluso si las minorías significativas del movimiento votó tanto por la izquierda radical (Francia Insoumise) como por la extrema derecha (Rassemblement National). En resumen, los Chalecos Amarillos no reclaman ninguna identidad política, sino que toman algunos símbolos de la Revolución Francesa: los sans-culottes, los derechos del hombre y el ciudadano y la ejecución del Rey.

Por otro lado, son «modernos»: usan Facebook como una herramienta de contrainformación frente a los canales de televisión y manejan Internet como un organizador colectivo. Podríamos describirlos como un movimiento «populista», en la medida en que se oponen a quienes están en el poder: el presidente Macron, como encarnación de la élite financiera. Pero, al mismo tiempo, rechazan explícitamente muchas características del populismo clásico, en particular el nacionalismo y el liderazgo carismático. Estoy de acuerdo con Etienne Balibar, para quien los Chalecos Amarillos están inventando una forma de «contra-populismo»: un populismo democrático y horizontal en lugar de vertical y autoritario; un populismo de actores, no de seguidores.

El futuro de este movimiento es impredecible, pero sin duda conlleva una seria advertencia para la izquierda: expresan los mismos valores, especialmente la dignidad social y la igualdad, pero sus idiomas, culturas y prácticas son diferentes. Esta es la razón por la que los Chalecos Amarillos deben ser entendidos más como un síntoma que como un modelo o un ejemplo para ser exportado a otros países.

Autor: Enzo Traverso

Fuente (en inglés): State of Nature

 

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