Chile: ¡Hacia la Comuna!

Por la Comuna, Raoul Vaneigem

 

Una insurrección popular gana el mundo. Se propaga por un número de países en aumento. Pese a las diferentes condiciones, motivaciones, culturas y mentalidades, todas tienen un punto en común: el pueblo ya no quiere un gobierno que pretende imponerle su presencia y autoridad. Es la lucha de los de abajo contra los de arriba.

Estamos en el inestable equilibrio del statu quo. El poder opresivo campa en sus posiciones, rechaza ceder un ápice. Teme que la situación se revierta. La reversión está al alcance de la revuelta popular que desafía el Estado y, con la firmeza de la justa rabia, afirma su determinación de seguir la lucha sin tregua.

A primera vista, el statu quo juega a favor del Estado y sus comanditarios. La intransigencia de los gobernantes apunta a vulgarizar en la opinión la imagen de una fortaleza inamovible a la que nada conseguirá derrumbar. Su propaganda agita el espectro de la desesperanza que siempre hechiza la memoria de las revueltas perdidas. Apuesta por el cansancio, cuenta con el amargo “para qué” para mandar a los insurgentes a su perrera. ¡Nuestros enemigos se confunden dos veces!

La solidez del Estado no es más que superficial. Su poder de decisión es ficticio, está en manos de una potencia financiera mundial que poco a poco lo va sustituyendo. Muchos ciudadanos franceses acusan a la Comisión europea, convirtiéndola en responsable de sus desgracias. Le reprochan imponer gobiernos “elegidos democráticamente”, restricciones económicas que arruinan al sector público, pauperizan, matan. Lo que supone olvidar que las propias instancias europeas no son más que un instrumento de las mafias financieras internacionales. Estas son nuestro verdadero enemigo, como reveló a los chilenos el asesino económico Milton Friedman. No obstante, por temibles que sean los gestores de un mercado, del que son a la vez los amos y los esclavos, dan muestra cada vez menos de una potencia real y cada vez más de una potencia ficticia; una autoridad cuya puesta en escena se destina a cautivarnos, como la serpiente cautiva a su presa. Pero hemos demostrado que ya no éramos solo presas y que revocábamos la depredación. Ellos, sin embargo, se libran a guerras de viajantes de comercio. Presas y depredadores al mismo tiempo, se agotan en rivalidades competitivas y se desgarran por un hueso en el que pronto no quedará nada que roer, ya que el Estado y las instancias supranacionales son acechados por el derrumbe ineludible de un sistema en que el dinero da vueltas y solo se reproduce a sí mismo, siendo nomás una forma virtual llamada a devorarse a sí misma devorando todo a su paso.

Dirigentes cada vez más tontos, insurgentes cada vez más listos. La quiebra rentabilizada del sistema mercantil no sólo provoca la destrucción de la tierra y de sus especies, conlleva un deterioro mental que año tras año debilita a los administradores del derrumbe universal. Han sido incapaces de impedir que una maravillosa ola insurreccional quiebre el asalto de sus empresas mortíferas. ¿Se preguntan ustedes sobre el efecto báscula del viejo mundo en el nuevo? Ocurre lentamente bajo su mirada. Jefes de Estado y gobernantes son alcanzados por el envejecimiento a medida que su nervio de la guerra se tulle, cuando la insurrección popular y la desobediencia civil prueban día tras día una inteligencia que la apertura a la vida no cesa de estimular.

El arriba se pudre, el abajo revive. Los individuos autónomos dan muestra de una creatividad que lleva la ofensiva bajo dos ángulos de abordaje. Mientras que los análisis críticos, los recursos jurídicos, el sabotaje, el acoso por lo ridículo denuncian  en la cima los fraudes de un Olimpo de opereta; en la base, se multiplican y amplifican las asambleas locales y regionales directamente confrontadas al problema de la generosidad humana en una sociedad de cálculo egoísta. Este combate, a la vez plural y unitario, alimenta la resolución de los insurgentes, su determinación de “no ceder en nada”. Es aquí cuando la vida reivindica su prioridad absoluta sobre la economía de ganancia

Crear nuevas condiciones de existencia es una prioridad. La ruina de nuestras conquistas sociales y los ucases que el capitalismo y su democracia totalitaria nos asestan dan una idea del caos al que tiene intención de conducirnos. Recordemos lo que pasó en Grecia. Aunque sostenida por una mayoría popular que le presionaba para salir de la Unión europea, el gobierno griego de Tsipras dio marcha atrás, tomó una decisión opuesta a la voluntad popular. Cedió a un chantaje declarado abiertamente: “si no acepta las medidas de austeridad que preconizamos, abandonará Europa, ya no dispondrá de dinero, ya no tendrá con qué pagar los salarios, mantener las escuelas, transportes y hospitales. Después de mí, el diluvio”. Tsipras tuvo que ceder porque nada preparaba a la sociedad griega para evitar el cataclismo programado. ¿No es inquietante que no aprendamos de este desastre anunciado? ¿No deberíamos emplear principalmente nuestra energía en asentar las bases de micro-sociedades capaces de responder a los desafíos del caos y del absurdo devastador del que el estado del sector hospitalario, alimentario y energético nos da un anticipo?

El mayor peligro que nos acecha es la falta de resolución. Es no confiar en nuestras propias capacidades, subestimar nuestra inventiva. Esperar soluciones del Estado nos condena a vegetar en nuestra carcasa empodrecida. Es como olvidar que la ley de la ganancia, que determina todas las leyes del sistema, consiste en recuperar con una mano lo que fue dado con la otra. Dialogar con el Estado es meterse en boca del monstruo.

Lo importante no es tanto agujerearlo a golpes como sustituirlo por un conjunto de microsociedades humanas donde la libertad de vivir se emplee para experimentar las riquezas de la diversidad y para armonizar sus opciones contradictorias.

El fraude del referéndum. En Francia, las insurrectas e insurrectos exigen un Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC). El gobierno no quiere oír hablar de ello, si no es bajo la forma de lo que llama Referéndum de Iniciativa Compartida (RIP por sus siglas en francés) sobre el que, por supuesto, tendría el control. Al mismo tiempo, el mismo gobierno anuncia su desprecio por los referendos al rechazar una petición de más de un millón de oponentes a la venta del aeropuerto de París al sector privado. En Chile, se está preparando el mismo fraude. El gobierno propone sustituir la constitución de Pinochet recurriendo a la farsa electoral y a sus tradicionales manipulaciones. ¿El objetivo? Imponer desde arriba una constitución que sirva para legalizar la mano que el capital tiene en los recursos del país. ¿No nos cansamos ya de asistir una vez más a este truco de magia en que, en nombre del pueblo, se confieren plenos poderes al mercado? ¿Cómo aprobar una constitución que no es, ni de lejos, redactada directamente por el pueblo, en asambleas barriales y poblacionales?

La lucha por la calidad de vida ignora la dictadura de los números, de la medida, de las cifras. El número es la medida del poder. Reina por la cantidad porque reina sobre los objetos, sobre un anónimo montón de mercancías. Descubrimos hoy una perspectiva contraria. La calidad anula la dictadura del número. La calidad de la vida ignora las cuentas presupuestarias que la reducen a un elemento de ganancia. La calidad es la autenticidad vivida. Como tal,  manifiesta su interés por lo que la concierne y su desinterés por las guerras competitivas que las mafias mundialistas se hacen entre sí. Nos interesa prepararnos para las consecuencias de estas guerras, de las que las y los de abajo son siempre víctimas.

En sus aspectos más visibles, la guerrilla pacífica moviliza a cientos de miles de militantes de la desobediencia civil. Además, por mucho que la mentira mediática asegure que los manifestantes se agotan, que su número disminuye, ni Francia ni Chile ni El Líbano ni Sudán ni Argelia ni Irán ceden en el frente de las reivindicaciones. No se confunden de enemigo, su voluntad no decae. El adversario es la máquina de la ganancia que tritura la vida, es la lucha de la vida que rechaza ser triturada.

El fenómeno gana en profundidad, afecta a los modos de vida del pensamiento y del comportamiento. Un número creciente de individuos redescubren las alegrías de la solidaridad y toman conciencia de que la realidad vivida no tiene nada que ver con la realidad contable, presupuestaria y estadística, cocinada en las altas estancias, que no son más que las mazmorras subterráneas del mercado.

Ni dirigentes ni representantes autoproclamados. Además de a los jefes, las asambleas autoorganizadas excluyen los aparatos políticos y sindicatos y a quienes serían delegados en su lugar. Los miembros de estas asambleas están dispuestos, en cambio, a discutir a título personal con todos los individuos, participantes y no participantes, sean cuales sean sus opiniones religiosas o ideológicas. En efecto, estiman que la lucha social por una sociedad más humana y generosa prevalece sobre las representaciones del mundo que cada persona edifica en función de su historia particular. No apuntan a renunciar a ciertas convicciones personales sino a sobrepasarlas. Es decir, sustituirlas en condiciones que permitirán negarlas bajo su antiguo aspecto y conservarlas bajo el nuevo. Tolerancia hacia todas las ideas, intolerancia hacia todo acto inhumano.

La Comuna es el lugar de la vida reencontrada. Es un ágora de libertad en que todas las opiniones tienen la ventaja de expresarse, ser oídas y concretizarse bajo la forma de decisiones colectivas. ¿Por qué? Porque, de entrada, junta una pequeña cantidad de personas que se conocen o aprenden a conocerse. Tienen el privilegio de ocupar un terreno que les es familiar, en que son los mejores capaces de intervenir en conocimiento de causa. Tienen la ventaja de la proximidad a la que la federación de comunas aporta una distancia crítica, una conciencia afinada.

Cada comuna es la base de una multitud de entidades similares. Su federación formará un tejido social capaz de suplantar un Estado que no cesa de degradar las condiciones de existencia. Es aquí, en el terreno de nuestra existencia cotidiana, que nuestra creatividad tiene más posibilidades de echar por tierra el imperialismo estático y mercantil. El ser humano se ha doblado siempre sin romperse. Se acabó de inclinar la nuca, se acabó este mundo en que, como se lamentaba Chamfort, el corazón sólo tiene la posibilidad de quebrarse o curtirse.

El combate de la Comuna es de la generosidad humana contra la dictadura de la ganancia. No vamos a tolerar que el capitalismo mundial y el cálculo egoísta contaminen nuestro entorno y nuestra conciencia humana. La ayuda a los más desprotegidos surge de las asambleas populares no de la fría jurisdicción estática y de quienes la sostienen, xenófobos, racistas, sexistas. El impulso de la solidaridad conduce a una irreprimible e insólita sensación: la vida va tan rápido que ya no tenemos tiempo de morir. La insurección es una cura de salud.

La mujer está en cabeza del combate por el ser humano. Ahí reside su unidad. Es una unidad reivindicativa que amenaza la tradición machista y los resurgimientos patriarcales. Como extrañarse de que el poder intente fragmentarla en categorías con el fin de dirigirlas las unas contra las otras y de “dividir para reinar”. Tratar a la mujer como una abstracción permite, en efecto, hacerle asumir roles y funciones reservadas antaño al patriarcado. El sentido humano no está presente con la misma intensidad en la torturadora, que en la policía, que en la mujer de negocios, que en la militar, que en la mafiosa, que en la autócrata, que en la insurgente que lucha por una igual emancipación del hombre y la mujer. Pero dondequiera que el núcleo de humanidad no ha desaparecido del todo, ¿por qué no confiar en la vida para acabar con la coraza opresiva?

La Comuna es nuestro territorio, nuestra existencia ahí es legal. Esta legalidad natural, el Estado la ha sustituido por una legalidad que nada nos obliga a reconocer. ¿No se ha vuelto caduco el contrato social por el que se comprometía, a cambio de rebajas fiscales, a garantizarnos escuelas, hospitales, transportes y medios de subsistencia? A lo que se añaden las arbitrarias medidas que atentan contra la dignidad humana, que su totalitarismo democrático multiplica. ¿No es evidente, por lo tanto, que estamos en la legalidad y que él, de facto, está en la ilegalidad, lo que desde el punto de vista de sus propias leyes nos autoriza a rechazarlo? Sin embargo, la estructura municipal que implantó aún existe. Hace del alcalde un funcionario sometido a su autoridad. Atenazado entre la representación del Estado y la representación de la población local, navega entre la honestidad, la corrupción, la modestia del portavoz y la arrogancia del edil entronizado. ¿Cómo las asambleas de autogestión pueden, sin negarse entre ellas, coexistir en el marco de una organización municipal sometida al Estado? A cada territorio en vías de liberación, sus propias formas de lucha.

¿Qué relación con el ayuntamiento tradicional? Nadie ignora que la experiencia de la democracia directa marca una ruptura con los modos de escrutinio que el ritual electoral nos impone. A diferencia del voto organizado por el clientelismo político, la Comuna es la emanación de asambleas de cercanía. Los problemas que aborda son problemas concretos que se le plantean a la población de un pueblo, barrio urbano o región circundante donde su federación da una visión global, mundial, a las decisiones tomadas localmente. Provienen de un medio en que cada quien está implicado y sabe de qué tiene que hablar. Concretizan una práctica de vida, no una práctica de la ideología. El ayuntamiento es una antena, está menos a la escucha de los ciudadanos que del Estado que lo gobierna. Ahora bien, para nosotras, la Comuna es un mundo llamado a erradicar la mundialización de la ganancia.

El tambor de la unidad resuena por todos los lados. ¿Qué unidad? Llamar a la unidad y a la convergencia, es tomar las cosas a contrapelo. Las declaraciones abstractas por generosas que se pretendan son señuelos. Toman el viejo camino de las buenas intenciones. La esperanza no acaba de tropezar, del triunfalismo al derrotismo. ¿Vamos a enrolarnos, una vez más, en estos frentes que debieran canalizar la energía de todas y todos contra lo que se limita a llevar una de las máscaras de la opresión global? Durante la Revolución española, Berneri había lanzado esta puesta en guardia: “Solo la lucha anticapitalista puede oponerse al fascismo. La trampa del antifascismo significa el abandono de los principios de la revolución social”. Y añade: “La revolución debe ganarse en el terreno social, no en el terreno militar”. ¿De dónde sale la fuerza poética de los Chalecos amarillos y de las asambleas autoorganizadas? De que ponen en primer plano los problemas económicos, sociales, psicológicos a los que nadie escapa en estos tiempos de mutación (permacultura, prohibición de los pesticidas, bloqueo de los circuitos mercantiles, erradicación de los perjuicios petrolíferos y nucleares, de exploración energética, revivificación del tejido rural y urbano, ruptura con el fetichismo del dinero, reconstrucción de la enseñanza, guerrilla conducida bajo el principio: “Nunca destruir a un hombre y nunca dejar de destruir lo que le deshumaniza”).

 

La verdadera unidad, es el combate por la vida mejor.

 

La desobediencia civil es un derecho imprescindible allá donde  reina el derecho de opresión. La redacción de una carta procedente de las Comunas y de sus asambleas podría garantizar el principio y sentar las bases a la legalidad de una democracia cuya poesía práctica nos libre para siempre de la empresa estática y mercantil. ¡Abajo la república de los negocios! ¡Arriba la república del ser humano!

 

Raoul Vaneigem, 25 de febrero de 2020

Traducción al castellano para Comunizar: Sagrario da Saude

 

 

Chile Hacia la Comuna

 

 

El artículo de Raoul Vaneigem fue publicado como folleto en Chile por los compañeros de Evade Chile 2020de quienes reproducimos las siguientes palabras que acompañan el texto:

 

El pueblo de Chile despertó en octubre pasado. Este marzo empieza a ponerse de pie. La revitalización de la lucha viene de la mano del fortalecimiento de nuestras Asambleas Territoriales Autónomas, que poco a poco avanzan transformando el tiempo y espacio social. Así también en otros continentes las asambleas autónomas fortalecen la lucha que amenaza con derrocar la dictadura global del dinero para siempre. El texto fue enviado por Raoul Vaneigem para contribuir a los debates sobre la comuna intermitente que ya vemos emerger por todas partes. Seguimos avanzando en la construcción de un mundo nuevo.

 

Las noticias que nos llegan desde el otro lado del charco nos dan aliento en esta nueva fase: no estamos solxs en la lucha. ¡Son cada vez más los territorios del mundo donde el soplo de la vida amenaza con derribar la inercia de la dictadura del dinero y su democracia totalitaria! El camino es vertiginoso, está lleno de riesgos, pero allí donde alienta el peligro surge también la salvación. El deseo de una nueva vida no decae, tampoco la fuerza que se tiene para satisfacerlo.

La lucha contra la represión impuesta por el Poder no se da solo en la calle, sino también dentro de nosotrxs mismxs. El juego putrefacto de la política nos divide internamente y externamente nos obliga a elegir un bando. El problema es que sus bandos nos son más que espejismos. Tal como en un casino, sus ofertas políticas están programadas para que la casa siempre gane.

Desde luego que ya no cedemos tan fácilmente a este embrujo. Las Asambleas Territoriales Autónomas son una respuesta directa a la farsa que nos quieren hacer tragar desde arriba: que toda la realidad se reduce a elegir entre izquierda o derecha, apruebo o rechazo. Allí donde el viejo mundo se atrinchera en la avaricia y el egoísmo, los territorios rebeldes a lo largo de todo Chile cuajan en la creación de una nueva de forma de vida que ya no espera más sobrevivir de las migajas que dejan tras su paso los patrones de fundo.

La lucha de las mujeres, y de todxs aquellxs que no caben en las clasificaciones higiénicas del capital, es otra de las razones por las que los funcionarios del orden de cosas tiemblan. A diferencia de quienes ven con temor su propio reflejo de muerte en las ruinas que dejan a su paso, nosotras reconocemos en ellas la posibilidad de hacer surgir por primera vez la vida. Y estamos dispuestas a llevarla hasta el final.

El pueblo puja por nacer libre de sus cadenas. Esta liberación es un despertar internacional que moviliza a la humanidad a rescatar la tierra que habita, a honrar la naturaleza que le da sustento, a superar el sentido común patriarcal que nos somete a roles y relaciones de poder y violencia, a evadir definitivamente la lógica autodestructiva de la economía política, a realizar todos nuestros potenciales aquí y ahora.

La concreción del reino de la libertad vivida nos deja cada vez más claro que la realización de nuestras potencias no se encuentra en el detritus del capital vestido de democracia totalitaria, sino en el horizonte del porvenir a ganar. Ninguna pseudo-satisfacción de un triunfo ciudadanista nos podrá hacer olvidar esto. ¡Nuestra lucha no es por “correr el cerco”, sino por hacerlo estallar por los aires!

 Evade Chile 2020

 

Chile Hacia la Comuna

 

 

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