Richard Gunn

 

En el capítulo segundo de Engaging with Climate Change (editado por Sally Weintrobe), Clive Hamilton observa que, en la actualidad, “uno puede adivinar la opinión de un estadounidense sobre el  calentamiento global identificando sus puntos de vista sobre el aborto, el matrimonio igualitario y el control de armas”.1 ¿Por qué, se pregunta, “las opiniones se agrupan de esta manera”? Por mi parte, estoy menos sorprendido de lo que parece estar Hamilton acerca de estas asociaciones. Hoy en día, una serie de preocupaciones que son un foco para el pensamiento radical han salido a la superficie en el debate público. Que esto sea así es un  motivo de celebración. De muchas maneras, los temas relacionados con el cambio climático (y el racismo y el neoliberalismo) se unen entre sí, siendo el reconocimiento mutuo un tema recurrente e interrelacionado.2 Sugiero que es de suma importancia que estas cuestiones no se planteen de forma aislada y por sí solas. El presente artículo indica algunos temas relacionados.

No siempre ocurrió que esas interrelaciones fueran reconocidas. Durante muchas décadas la izquierda dejó de lado los temas ambientales y relacionados con el clima. Por el contrario, los activistas que deseaban resaltar el cambio climático estuvieron a punto de descartar la importancia de “otras  preocupaciones menores” (según ellos lo veían) . Un eslogan destacado del siglo XX sobre las disputas por la colocación de reposeras en el Titanic que enfrentó la lucha socialista y, al mismo tiempo, se posicionó en un terreno moral elevado. Quizás tal lema fue un ejemplo de esnobismo entre los movimientos sociales. Los escritores y activistas que colocaron las cuestiones climatológicas en primer plano se percibieron a sí mismos como respirando el aire puro de las ciencias naturales y vieron a la teoría social con desdén. Aún se pueden encontrar ecos de este pensamiento. En Edimburgo, donde vivo, una charla introductoria reciente sobre la organización Extinction Rebellion se propuso atraer a su audiencia independientemente de si sus ideas eran de izquierda o de derecha. Mi objetivo, aquí, no es responsabilizar a nadie por la disociación entre las cuestiones relativas al cambio climático y las cuestiones centrales de un tipo de izquierda más tradicional. La dislocación es indudable y, además, ha debilitado el atractivo del radicalismo de izquierda.

Durante la crisis producida por la pandemia de Covid-19 en 2020-21, los movimientos radicales han aguantado la respiración. Sin embargo, la centralización del capital ha avanzado a buen ritmo. Quizás sea difícil recordar que, antes de que se impusieran las políticas de cuarentena, las calles estaban llenas de millones de manifestantes y de jóvenes ansiosos por debatir cómo se podrían abordar los problemas relacionados con el cambio climático. Es aún más difícil recordar la dimensión a la que había llegado la discusión sobre el cambio climático. La discusión había alcanzado el punto en que estaban por ser abordados temas relacionados no sólo con la tecnología, sino también con el capitalismo. Es imposible, estamos de acuerdo, regresar a la misma fase de la discusión en un sentido literal. Lo que sí es posible es relanzar los temas sobre los que giró la discusión. Los temas eran numerosos. Por ejemplo, si un electorado escocés votara a favor de la independencia de Escocia, ¿tendría un Partido Nacionalista Escocés gobernante el valor moral de dejar bajo tierra el petróleo descubierto recientemente debajo del Mar del Norte? Los astilleros de embarcaciones a lo largo del río Clyde ¿volverían a capacitar a los trabajadores para fabricar tecnología alternativa o se  continuaría trabajando en buques de guerra, como es lo habitual? Moviéndonos hacia el sur en el Reino Unido ¿Cómo se resolverán las preguntas sobre una nueva pista en el aeropuerto de Heathrowe? ¿Se construirá el tren de alta velocidad para unir Londres con Birmigham y, quizás, otros puntos más al norte? ¿Continuará una nueva oleada de construccción de centrales nucleares? De vuelta a Escocia: ¿será eficaz la determinación de los conservadores de renovar el armamento Trident? Lo que estas preguntas tienen en común es que vinculan el cambio climático con el desarrollo del capitalismo. La respuesta de la “gran tecnología” a las preguntas seguirá adelante si el radicalismo de izquierda lo permite. Retrotraer literalmente a una discusión anterior puede ser imposible. Pero encontrar nuestros puntos de apoyo es una tarea práctica.

En su libro Esto lo cambia todo, de 2014, Naomi Klein ha comentado que “el mantra del movimiento verde de que el clima no se trata de izquierda y derecha, sino de ‘lo correcto y lo incorrecto’ no nos ha llevado a ninguna parte”.3 Y continúa: “nuestro paradigma económico reinante (capitalismo desregulado combinado con austeridad pública) está fuera de lugar”4. Poner fin al capitalismo no resuelve, en sí mismo, todos los problemas relacionados con los gases de efecto invernadero y las emisiones de CO2, pero una postura no revolucionaria deja los problemas de la humanidad sin resolver. Los críticos de Klein a veces dudan de cuán consistente es su anticapitalismo, pero, en este breve artículo, noto lo reveladora que puede ser su escritura. En un pasaje especialmente mordaz en su libro Decir no, no basta, Klein nos describe como precipitándonos hacia un mundo “demarcado en Zonas Verdes [como en Bagdad],  Zonas Rojas y sitios negros para quien no coopere”5. En otras palabras, nuestro mundo se está convirtiendo en uno de comunidades cerradas en las que toman lugar los grupos de propietarios. Los activistas comprometidos con el cambio climático a veces hablan como si el movimiento de cambio climático operara, por así decirlo, en suelo virgen. Sería más cierto decir que la derecha ya ha preparado su respuesta. Esta respuesta es desagradable: consiste en fronteras armadas con alambres de púas y ametralladoras. Fortress Europe, una comunidad cerrada para todo el continente, aprovechando las fronteras naturales. “Desde 2014”, dice Klein, escribiendo en 2017, “se estima que trece mil personas se han ahogado en el Mediterráneo tratando de llegar a las costas europeas”6. La respuesta de la derecha al cambio climático no solo es inhumana, sino inútil. Las inundaciones y el aumento del nivel del mar golpean las puertas de todos. El nuevo movimiento de cercamiento lanzado por el neoliberalismo no hace nada para lidiar con los problemas del cambio climático per se. Los escritos de Klein son valiosos porque nos ayudan a orientarnos en un mundo donde los horrores parecen adquirir un tono arbitrario.

Este breve artículo no se relaciona directamente con los escritos de Karl Marx. Sin embargo, me siento tentado a indicar que la erudición de Marx concuerda con lo que digo. Estoy en deuda con Adrian Wilding, mi amigo y coautor de numerosos artículos y de Revolutionary Recognition (publicado en Londres en enero de 2021), que me ha alertado sobre el texto Karl Marx’s Ecosocialism de Kohei Saito y los cuadernos científicos de Marx en los que Saito ha trabajado. En la época de la Unión Soviética y de la ortodoxia del diamat que imperaba en ella, se entendía que Engels miraba con aprobación los textos científicos que leyó Marx. La mirada de Engels hacia tales textos parece haber sido superficial y los cuadernos de Marx “no pueden reducirse a su búsqueda de una cosmovisión científica”7. Mientras Engels buscaba, a la manera victoriana, una “filosofía de la naturaleza” (ibídem), que luego se convirtió en una dialéctica natural8, Marx intentó profundizar su teoría de la plusvalía señalando el daño del capitalismo al suelo. Leer atentamente, como señala Saito, los cuadernos científicos de Marx no apunta a una metafísica victoriana sino a preocupaciones ecológicas. En la discusión sobre el cambio climático que se extendió a las calles antes de que se produjera la crisis pandémica, Marx (aunque era una figura del siglo XIX) tenía bastante que decir.

La pandemia del coronavirus fue, sin duda, algo real, demasiado real. Puso de rodillas al capitalismo. Pero, como Klein ha argumentado con frecuencia, el capitalismo es oportunista. Las políticas de cuarentena tienen sentido en términos de epidemiología. Sin embargo, las políticas de bloqueo tuvieron, además, un valor de orden público. Limpiaron las calles de una discusión que se estaba saliendo de control.

Mayo de 2021.


Enviado por el autor. Original en inglés. Traducción al castellano: Nina Contartese.


Notas:

1 Hamilton ‘What History Can Teach Us about Climate Change Denial’ in S. Weintrobe, ed., Engaging with Climate Change (Hove: Routledge 2013) p. 16.

2 Para obtener más información sobre el Reconocimiento Mutuo, ver R. Gunn y A. Wilding, Revolutionary Recognition, (Bloomsbury Academic, Londres, 2021).

3 N. Klein. Esto lo cambia todo (London: Allen Lane 2014) p. 63.

4 Ibídem.

5 N. Klein, Decir no no basta (London: Allen Lane 2017) pp. 180-1.

6 Ibídem.

7 K. Saito, Karl Marx’s Ecosocialism (Monthly Review Press, New York, 2017) p. 19.

8 Ver: F. Engels Dialéctica de la Naturaleza (existen varias ediciones en castellano).

 

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