Diálogo: De Beauvoir

Michele y Richard Gunn

Michele y yo hemos releído recientemente The Second Sex de De Beavoir (London, Vintage, 2011) [El segundo sexo, Madrid, Lumen, 2018]. El siguiente diálogo es un resultado. Creo que es justo decir que, para ambos, El segundo sexo es un escrito maravilloso. Si este diálogo lleva al lector a abordar El segundo sexo, habrá cumplido su objetivo. (RG)

Diálogo: De Beavoir

Richard. Lo que más me gusta de El Segundo sexo es su textura abierta. Destaco esta apertura, y mi admiración por ella, porque da la casualidad de que se ha puesto en duda la apertura social de Beavoir. En su Gender Trouble de 1990, Judith Butler ha intentado “replantear la posición de las ‘mujeres’ como sujetos del feminismo”.1 Como parte de este cuestionamiento, se pregunta si las “relaciones de dominación y exclusion” -en una palabra, las categorías misóginas de la sociedad existente- no estan “involuntariamente” presentes en la noción de “mujer” que defiende el feminismo. Aunque esta sospecha puede estar justificada con respecto a algunas feministas individuales, es un malentendido respecta de Beauvoir -a quien se refiere Butler.2 Aunque “Mujer” es la primera palabra de El segundo sexo, el libro de Beauvoir es un texto decididamente anti-esencialista. El argumento de Beauvoir no es que, si se lograra la emancipación, se realizaría la esencia de la condición de mujer o de la feminidad. Es que, en la sociedad actual, los obstáculos que son comunes a las situaciones de las mujeres pueden y deben eliminarse. Las páginas finales de El segundo sexo son un elocuente homenaje a las relaciones libres entre mujeres y hombres y a lo que puede significar la autodeterminación.

No menciono a Butler en la sección inicial de este diálogo porque considere profundos sus comentarios sobre Beauvoir, sino porque algún lector puede haberse encontrado con El género en disputa y sus afirmaciones. Mi esperanza es que lo que he dicho sea suficiente para despejar nuestro camino de la objeción de Butler. ¿Cuáles son las fortalezas y debilidades del tratamiento de De Beauvoir de las contradicciones de la autodeterminación que enfrentan las mujeres?

Michele. No he leído a Butler, así que por el momento tomaré tus comentarios sobre ella con confianza. El único pensamiento que tengo es que si la idea de «mujer» es una construcción patriarcal -que es lo que imagino que quiere decir Butler con «relaciones de dominación y exclusión»-, entonces El segundo sexo habla exactamente sobre eso. Entiendo que De Beauvoir argumenta que el ser mujer es algo que se construye y que las niñas son iniciadas, entrenadas y educadas en los roles de la feminidad, en convertirse en mujeres. Toda su discusión sobre la identidad de género femenino se dirige hacia la idea de que las mujeres no nacen para ser esposas y madres, sino que somos educadas en estos roles y culturalmente definidas en tales términos.

Para pasar a tu pregunta -¡que parece una pregunta de ensayo!- De Beauvoir dice explícitamente que está pensando en mujeres de clase media europeas (es decir, francesas), de hecho, está escribiendo desde su propia experiencia. Es posible que ella haya escogido este punto de vista porque era el que conocía desde adentro. Creo que elige no generalizar sobre las mujeres de clase trabajadora o las mujeres de otras culturas y razas -hace observaciones sobre ellas, pero tiene claro que está fuera de la experiencia de las mujeres de clase trabajadora en los suburbios de París, o de las mujeres bereberes en Marruecos-.

Ella describe fenomenológicamente las experiencias de las mujeres francesas -en términos de cómo una niña se da cuenta de que es diferente de sus hermanos u otros niños pequeños, de cómo la adolescente experimenta la pubertad y los cambios en su cuerpo, de cómo aprende que su «destino» es diferente respecto del de los hombres, etcétera. Subyacen al proceso, y a menudo como punto de partida específico, los hechos existenciales y físicos de qué y cómo es un cuerpo femenino, y cómo eso informa y forma su experiencia del mundo y sus relaciones. Creo que De Beauvoir fue la primera escritora en considerar la experiencia de las mujeres de una manera no ficticia, en términos del cuerpo. Esto por sí solo hace que El segundo sexo sea totalmente innovador; ¡me pregunto si alguien, hombre o mujer, ha escrito antes sobre la menstruación, por ejemplo!

Su punto de vista fenomenológico es tanto una fortaleza como una debilidad. Su fuerza radica en que describe la experiencia desde adentro o, en lo que se refiere al matrimonio y la maternidad, desde muy cerca. La debilidad es que, al escribir desde el lugar de la mujer burguesa, El segundo sexo puede haber replicado lo que ya estaba arraigado en la escritura feminista -cuya mayor parte, hasta la década de 1940, fue escrita por mujeres educadas de clase media-. Creo que esto se perpetuó en la década de 1960 con The Feminine Mystique [La mística de la femineidad] de Betty Friedan, que también trata sobre el descontento del ama de casa estadounidense de clase media. Este sesgo de clase ha sido muy criticado, desde la década de 1970 en adelante, cuando feministas lesbianas, negras y de clase trabajadora denunciaron y criticaron el elitismo de lo que ahora se conoce como feminismo de la «segunda ola».

Si De Beauvoir se inclinó en este sentido, no creo que sea porque viera la experiencia de las mujeres blancas de clase media como la experiencia definitiva; como digo, creo que escribe desde donde sabe que está parada. ¿Consideras que la clase es un factor importante en la «construcción» de la Mujer?

Richard. Tu resaltas muy vívidamente las fortalezas del argumento fenomenológico de De Beauvoir. Tu pregunta sobre la “clase” amenaza con transformar nuestro diálogo en una discusión sobre los escritos de Marx y resisto esta tentación aquí. Creo que es correcto decir que nuestra comprensión de lo que a veces se denomina “Mujeres” está guiada por la propia De Beauvoir y el trabajo de Silvia Federici. La comprensión de Federici, especialmente respecto del período neoliberal, es muy valiosa. En este punto es relevante un comentario cronológico. El segundo sexo se publicó en 1949 y no es razonable pedirle a De Beauvoir un comentario sobre lo que no existía. Dicho esto, es una lástima que su libro no comentara ni pudiera comentar la expansión del mercado capitalista que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, en parte debido a los escritos de De Beauvoir, surgió el feminismo actual. Fue en el contexto poco prometedor de la Guerra Fría y la amenaza atómica donde tuvo lugar.

Si me lo permites, me gustaría llevar nuestra discusión a un área bastante diferente. Sucede que, en El segundo sexo, los hombres no son tomados a la ligera por lo que hacen o dicen. Pero no se les culpa en un sentido biológico o, por así decirlo, ontológico. En un pasaje revelador, De Beauvoir comenta que, en lo que se refiere al “fracaso del matrimonio”, “es… la institución la que está pervertida en su base”. Es contra la institución y su significado que las feministas deben dirigir su ira.3

A esto agrego un comentario que, cuando releímos a De Beauvoir, se volvió recurrente. Con frecuencia, El segundo sexo retrata a las mujeres como condenadas a la “inmanencia” de la vida doméstica y familiar. Las niñas pequeñas son empujadas a jugar con muñecas y, más tarde, el cuidado de los niños toma su lugar. Los hombres, por el contrario, pueden aspirar a la “trascendencia”. Allí y sólo allí puede tener lugar la autodeterminación. Nuestra reserva era que, en la sociedad capitalista, no debemos ver el futuro que se ofrece a los hombres de un modo optimista. Es cierto que, esquemáticamente, un hombre casado “sale a trabajar” en lugar de estar confinado en el hogar. Pero una vida laboral dedicada a colocar productos en los estantes de los supermercados es limitada a su manera. Un contrato de cero horas empeora aún más la situación laboral. Por supuesto, sucede que, si las mujeres ingresan al mercado de trabajo, se encuentran condenadas a trabajos sin valor y mal pagados.

¿Implican estas consideraciones que, como tu has sugerido, la “clase” debería ocupar un lugar más destacado en el relato de De Beauvoir? Quizás. Pero creo que, en el curso de nuestra relectura, nos conformamos con valorar El segundo sexo a partir de lo que contiene. El libro fundamental de De Beauvoir apareció en 1949. El mercado capitalista de la posguerra no había tenido oportunidad de desarrollarse a toda velocidad.

Michele. La polaridad entre “trascendencia” e “inmanencia” es el tema definitorio de El segundo sexo. Según yo entiendo a De Beauvoir, ella ve los dos conceptos, entrelazados, como surgiendo de la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres, que inicialmente está determinada por la biología. Vale la pena señalar que De Beauvoir eligió no tener hijos, presumiblemente porque las demandas de un niño restringirían severamente su libertad para escribir -y, por lo tanto, alcanzar la trascendencia. Esto no es una crítica a De Beauvoir -las décadas de 1940 y 1950 no ayudaron ni incluso toleraron que las mujeres tuvieran carreras e hijos, ya sea dentro o fuera del matrimonio. Pero sí indica el grado y tipo de sacrificio que han tenido que hacer las mujeres para NO estar atadas a la cocina y al fregadero.

La percepción de De Beauvoir de esta división desigual es que la vida de las mujeres está determinada por su género biológico; su sexualidad está dictada en gran medida por el destino previsto de atraer un marido, el amor romántico, el matrimonio y la maternidad. El lesbianismo, como ella lo ve, es una rebelión contra el “destino normal de una mujer” (Freud), pero por sí mismo no permite a las mujeres alcanzar la trascendencia. Tampoco ser convertida en una joya acompañada de todas las comodidades y dispositivos que ahorran trabajo.

Me pregunto si a De Beauvoir le disgusta la biología femenina, con sus desordenados procesos de menstruación, embarazo, lactancia y cuidado general del bebé. No tengo dudas de que ella se resiste a reconocer la importancia central de la crianza de los hijos, el trabajo de crear la próxima generación, porque la Maternidad es santificada como una vaca sagrada por las iglesias y los estados de todas las tendencias como único rol y valor de la mujer. Pero criar a un niño es un trabajo, aunque no sea un trabajo que De Beauvoir reconoce o valora. Lo que sí valora es el trabajo intelectual, que a mediados del siglo XX todavía era mayoritariamente realizado por hombres. Lo cual está bien hasta cierto punto, aunque solo una minoría privilegiada de hombres puede hacer ese tipo de trabajo. La mayoría de los hombres están destinados a ser esposos, padres y sostén de la familia. Y es ganando el pan, ya sea trabajando en una profesión, administrando un negocio o apilando estantes en un supermercado, como ocupan el tiempo y la energía la mayoría de los hombres. En este sentido, podría considerarse a De Beauvoir como elitista.

Richard. Yo no considero que De Beauvoir pueda ser descripta en última instancia como una elitista. Es cierto que, tanto para De Beauvoir como para Jean-Paul Sartre, un individuo emancipado vive una vida de tipo introspectivo. Estoy de acuerdo con Sartre y De Beauvoir en esto. Una vida introspectiva se refleja en sí misma y es un problema para sí misma. El filósofo marxista Ernst Bloch plantea el mismo punto, con malicia, cuando dice que “Nosotros [los marxistas] no nos proponemos terminar con el mundo de Dickens, o calentarnos en las chimeneas de la Inglaterra victoriana, en el mejor de los casos. La meta, la meta eminentemente práctica y el motivo básico de la ideología socialista es éste: dar a cada hombre no sólo un trabajo sino su propia angustia, aburrimiento, miseria y oscuridad, su propia luz sepultada, convocante; dar a la vida de todos un toque dostoievskiano…”.4

Sucede, por supuesto, que la reflexión y la autorreflexión implican pensar. ¿Significa esto que De Beauvoir es elitista? Una de sus razones para caracterizar una vida absorta en actividades familiares convencionales como una vida de “inmanencia” es que hace imposible el pensamiento que necesita la autodeterminación. En otro lugar, De Beauvoir tiene cuidado de dejar en claro que los valores que defiende no giran en torno a la idea de un “cielo de las ideas” platónico.5 La noción de un “cielo de las ideas” podría ser, de hecho, elitista. Por el contrario, su propia ética es “experimentada en la verdad de la vida”. No hay nada elitista en esperar que los individuos piensen por sí mismos.

Michele. Estoy completamente de acuerdo en que emanciparse significa tratar de pensar por uno mismo, por difícil, perturbador o doloroso que sea ese proceso. Y examinar críticamente las condiciones de vida de uno puede ser doloroso. En ese sentido, apoyo y admiro a De Beauvoir; El segundo sexo abrió un proceso de cuestionamiento y una serie de diálogos, tanto con el movimiento feminista como entre el feminismo y el resto de la sociedad. En otras palabras, hizo que las mujeres examináramos nuestras vidas y muchas de nosotras encontramos deficientes las vidas que se esperaba que lleváramos.

También es justo decir que en realidad no da respuestas, lo cual no lo veo como una debilidad. Sin embargo, termina El segundo sexo con una demanda de igualdad en las relaciones humanas, específicamente, entre mujeres y hombres. Tales relaciones, de mutuo respeto y reconocimiento, no acaban con las cuestiones que implícitamente plantea.

Los temas en los que estoy pensando son estos: tener y criar hijos y el gran efecto de reestructuración que estos procesos provocan en la vida de cualquier mujer; el trabajo real y necesario que esto implica suele frenar, aunque sea temporalmente, el poder adquisitivo y la autonomía económica de la mujer. Incluso regresando al mercado de trabajo, las mujeres a menudo encuentran que su poder adquisitivo se reduce y su carga de trabajo, el cuidado de los niños y cualquier otro trabajo que hacemos, se duplica. Para cambiar este obstáculo en el camino hacia la emancipación de la mujer, se requiere una reorganización radical y revolucionaria de la sociedad, en la que la igualdad deberá resolverse en términos prácticos y filosóficos. Un cambio (más o menos) pequeño pero significativo sería la igualdad de licencia por paternidad tanto para el padre como para la madre. A mayor escala, necesitamos una cultura en la que los niños, tanto niños como niñas, crezcan aprendiendo sobre el cuidado de los demás, de los más pequeños, de los mayores, de los animales y de nuestro planeta como valor compartido y primario.

Abril de 2022

Diálogo: De Beauvoir


Notas:

1 J. Butler: Gender Trouble, New York / Londres, Routledge, 2006, p. 8 [El género en disputa, Barcelona, Paidós, 2007, p. 38].

2 Idem, p. 10 [idem, p. 53].

3 S. De Beauvoir: The Second Sex, ed. cit., p. 553.

4 E. Bloch: Man on His Own, New York, Herder and Herder, 1970, p. 60 [NdT: corresponde al capítulo final de El espíritu de la utopía, Madrid, Sígueme, 1982].

5S. de Beauvoir: The Ethics of Ambiguity, New York, Open Road, 2018, p. 171 [NdT: Para una moral de la ambiguedad, Buenos Aires, Shapire, 1956].


Scroll al inicio