Intervención del SupGaleano, en el conversatorio “Miradas, escuchas, palabras: ¿prohibido pensar?”

Compas, si algo abunda en el mundo son vanguardias, sobra quien quiera dirigir, conducir, mandar, hegemonizar, homogeneizar. Pero con o sin críticas, con o sin aplausos, con o sin condenas, con o sin absoluciones, nosotras, nosotros, vamos a seguir siendo lo que somos. No vamos a cambiar según su modo, no vamos a convertirnos en lo que alguien desde afuera, desde la academia, el cubículo, las redes sociales, el café, o desde donde sea, espera que nos convirtamos. Si nos transformamos en algo será en lo que nuestras jefas supremas, las comunidades indígenas zapatistas nos demanden. Y como quiera vamos a luchar todo el tiempo en la pequeña geografía que nos tocó y vamos a seguir insistiendo todo el tiempo por tender puentes a otras geografías y a otros calendarios, no para extendernos, tampoco para ir conquistando, ni por la fuerza ni por la razón. Tenderemos esos puentes para intercambiar semillas, habrá quien nos escuche y nos hable y habrá quien no, pero mientras sea posible y en la medida de nuestras fuerzas seguiremos convocando a eventos como este. Y seguiremos invitando a quien consideremos que aporte y a quien nos dé la maldita gana. Porque esta es nuestra casa, nuestra voz, nuestro oído, y tenemos el derecho de elegir a quien escuchamos cerca nuestro, porque es nuestro este corazón colectivo, y aquí no manda nadie que no esté dentro.

Y seguirán los semilleros, algunos tendrán mucha existencia y otros, seguramente la mayoría, no. Y los daremos como lo que somos, desde lo que somos, un fragmento de las muchas raíces que nutren esta geografía. Apenas una ramita en el árbol de los originarios, un color más, acaso el más tenue y diluido. Una pequeña flor, pero una flor del denso jardín de la rebeldía. Lo haremos con nuestros hermanos pueblos originarios del CNI, con la Sexta, y con todo aquel/aquella o aquelloa con la que tenga interés de hablar, con la que el interés de hablar y escuchar sea recíproco. Así lo hemos hecho y así lo seguiremos haciendo, porque en este regreso el capitalismo salvaje, en esta reedición del proceso de acumulación originario del capital, en este renacimiento del oscurantismo en las ideas, el salto hacia adelante no es el que pincha al caballo para que acelere aún más su desbocada carrera hacia el abismo. Es el que convoca a hacer memoria, es nuestro pensamiento que si habrá mañana será porque el ayer vino a rescatarlo. El futuro si llega a existir le deberá al pasado más de lo que se imagina, porque cuando nosotros, nosotras zapatistas, planteamos lo que planteamos y señalamos el horizonte, no estamos soñando, estamos recordando.

Y ahora recordemos lo que pasó el sábado en la noche. Les voy a contar lo que pasó, porque ustedes vieron solo una parte, que es que se agregó al Comité Clandestino Revolucionario Indígena un compañero que se llama don “Pablo Contreras” (no voy a decir su nombre real por cuestiones de clandestinidad). Y les voy a platicar como es esta historia. A Don Pablo, antes del ’94, yo lo conocía por sus libros. “La democracia en México”, que sigue siendo actual, su libro referente digamos. Tiene el pecado de juventud de haber sido rector de la UNAM, pero hay que ser tolerantes… Y apareció en la convención de 1994, yo no lo conozco personalmente, son los comandantes David, Zebedeo y Tacho que lo empiezan a conocer y a tratar personalmente, en los diálogos de San Andrés. Y desde entonces, les cuento, es un dolor de cabeza. O sea, el primer encuentro que hay entre estos compañeros que están aquí, David, Zebedeo y Tacho es una bronca con Pablo. Y desde entonces -por eso le pusimos Pablo Contreras-, nunca ha abandonado su posición crítica para hacia nosotros. Nos peleamos, discutimos, gritamos y todo y llegamos a un acuerdo, o no llegamos, pues. Pero no ha sido nunca un incondicional del zapatismo en cuanto ve algo malo. A veces desespera porque yo una vez le decía:

-Oiga don Pablo es que estamos, le voy a decir que estamos pensando algo y queremos su opinión…

-No estoy de acuerdo

-Don Pablo, si no lo he dicho…

-No estoy de acuerdo

Entonces ya lo dije.

-¿Ya ve? No estoy de acuerdo.

Pero quiero llamar la atención sobre lo que significa la inclusión del comandante Pablo Contreras al Comité Clandestino Revolucionario Indígena. Por un lado, es el único miembro de la dirección colectiva organizativa del EZLN que no es indígena de nacimiento. Ningún otro, nadie, que no haya sido indígena de nacimiento había estado en el comité. Representa un mensaje muy fuerte del EZLN en lo que se refiere al relevo generacional porque junto con él, más mujeres y hombres, que están allá, se han incorporado a ese trabajo.

Cuando me dijeron a mí que le iban a dar el nombramiento, les pregunté si el cargo era honorario. Me dijeron que nada de honorario, que tenía que hacer los trabajos, así como los demás comandantes y comandantas. Y yo empecé a hacer cuentas porque este escrito se trata de las implicaciones que eso tendría, pero no dije nada. Les pregunté “¿pero le van a preguntar si quiere o no quiere? ¿Si acepta?” Y me respondieron que si “acaso a ellos o a ellos les habían preguntado, solo les dijeron ahora te toca este trabajo y ni modos es un servicio a la lucha”. Yo luego pensé “pues es Contreras, así que a ver que va a decir”. Y pasó lo que pasó, quienes estuvieron el sábado en la tarde recordarán, y ayer antes de la sesión vespertina ya llevaron al compañero allá a donde nos estamos quedando nosotros y empezaron a platicar entre los comandantes con ellos para explicarles de qué se trataba el trabajo. Le dimos la opción como están las compañeras allí, que podía estar abajo, o podía sentarse con nosotros. Prefirió entonces estar abajo hasta que le toque hablar a nombre de la Comisión Sexta de EZLN pasado mañana.

Yo quisiera extenderme un poco más sobre lo que la decisión de las compañeras y compañeros significa, porque don Pablo está en el comité a propuesta de tres indígenas, Tacho, David y Zebedeo, no fue propuesta mía. Yo no lo hubiera hecho, la verdad. No me vayas a castigar, pero… Porque el regalo, como así dijo el comandante Tacho, no era por su cumpleaños. No te estaban dando un regalo de cumpleaños, Pablo, y si hubiera sido un regalo de cumpleaños pues te hubieran dicho puta, se lleva muy pesado, dentro del EZLN, por qué no le dan un pastel o una corbata, y van y le cuelgan un trabajo.

Yo creo que con la designación del compañero Pablo Contreras, las compañeras y compañeros comandantes y comandantas están haciendo un llamado, que les pido atención, y que es urgente. Están llamando a filas a su arma más poderosa: la memoria. ¿Y que nos están diciendo? Que cuando lo común y aparentemente sensato es llamar a la juventud a que le entre, el zapatismo llama a la edad madura y a la vejez. Que cuando decimos llegó la hora de los pueblos originarios, es que decimos que llegó la hora de los antiguos, de las ancianas, de los ancianos, de las ancianoas, de los viejitos, de las viejitas. Que llegó la hora de las más antiguas guerreras y guerreros. En términos prácticos están llamando un encuentro de la gente de edad que lucha. Pero no un encuentro como los que hemos visto, si no un encuentro ya en la lucha cotidiana, donde cada quien tiene su lugar, su conocimiento, su experiencia, su arte, su ciencia, su como se llame.

Y les están diciendo a todas las personas que tienen edad y tienen inquietud de luchar para terminar con la pesadilla, que deben elegir: si pretextan los dolores y achaques, y se construyen una coartada que los pueblos originarios les destruyen todos los días, a todas horas, en todas partes, porque si alguien sabe de apocalipsis, colapsos y tormentas, son los pueblos originarios. Y es precisamente cuando más golpeados están esos originarios, como nos platicó el compañero Carlos González, cuando deciden pasar la ofensiva.

Porque cuando el comandante Tacho les dice que somos contemporáneos no se refiere al calendario, si no al dolor, y sobre todo, a la rebeldía y a la resistencia. Entonces deben elegir, todos los compañeros y compañeras, hermanos de edad, decimos nosotros, de juicio, si aspiran a un museo donde se rindan homenaje a sí mismos, a un lugar en la historia escrita, a retomar de su papel de vanguardia de la nostalgia. O si van a poner de una puta vez en una maleta sus medicinas y pañales, aceitar la silla de ruedas, ponerle un motor a la cama de hospital, practicar con el bastón o las muletas o lo que haya que hacer y entonces decirle al Congreso Nacional Indígena, al Consejo Indígena Gobierno y a Marichuy, “aquí estamos para luchar”. Confiando claro en que tomarán en cuenta sus calendarios y geografías.

Sabemos que en las campañas electorales se corteja a la juventud, los millennials dicen ahora. Que sí que los jóvenes son el futuro de cualquier geografía y por eso vota por tal. Nosotros nosotras no estamos en campaña electoral, no buscamos votantes, ni “likes”, ni seguidores, ni fans, ni feligreses, ni rebaños. Por eso podemos permitirnos el anacronismo, y la irreverencia que implica nuestro llamado. Porque el zapatismo no está llamando a la juventud de afuera, a ese ente que trata de esconder detrás del calendario millenial, y su aparente tolerancia, buena ondita, al otro. Que trata de ocultar detrás de esa buena ondita la base fundamental de esta pesadilla. Es decir, la propiedad privada de los medios de producción. La propiedad conseguida por la violencia, el despojo, el crimen, el desprecio. No estamos llamando a la reedición de las vanguardias, estamos llamando al tiempo en que las vanguardias no existan. Al tiempo en que no haya iluminados que ordenan para dónde, y cómo y con quién caminar. Es decir, luchar.

Estamos llamando a quienes están dispuestos no a defender las miserias que heredamos, y que a su vez heredamos a otros a otras, otroas. Estamos llamando a las filas de la lucha a la historia, a los muertos, a los desaparecidos, a los olvidados. A los que la generación millennial de arriba ve como objeto de la lástima, la pena ajena, la limosna, la burla, o el desprecio. Y a los las mayores de edad, de juicio, les decimos: si creen que les estamos llamando a dirigir, se equivocan. Si creen que les estamos pidiendo que vengan a mandar, se equivocan. Si creen que les estamos suplicando que nos conduzcan con un modo que ya demostró su fracaso, se equivocan. Porque al menos acá estamos luchando para que llegue el día, que será noche, en que mando, jefe, dirigente, vanguardia, sean palabras que daten de la prehistoria de la civilización humana. No los estamos llamando a rehacer el pasado. No los estamos llamando a reformar el mundo, pero tampoco a revolucionarlo. Los estamos llamando a destruirlo totalmente. A que no quede nada.

Y a los jóvenes y jóvenas de afuera, ya luego, pues hagan lo que quieran, pónganse el apelativo que quieran, llámense millennials o generación X, o como gusten, crean que el mundo empieza y acaba en sus yoyos respectivos. Porque nuestro debe, como zapatistas, no es con los jóvenes y jóvenas. Nuestro debe no es con Defensa Zapatista, de 11 años. O con una Esperanza, de 8 años, que se aferra a su osito porque ve a mucha gente extraña porque no sabe si es compañera o no, porque a esa gente se le ve el rostro. Nuestro debe no es con las futuras generaciones, nuestro debe es con nuestros muertos, muertas, muertoas. Con los más primeros, con quienes nos dieron techo, alimento y aliento cuando más solos, solas, estábamos. Es decir, con las comunidades indígenas zapatistas que se llaman todavía Bases de Apoyo, porque no encuentran todavía un nombre para lo que hacen.

Porque si hay un conversatorio, como este, si hubo un Encuentro de Mujeres que luchan. Si hubo una propuesta al Congreso Nacional Indígena. Si hubo lo que hubo en estos veinticuatro años de vida política, ha sido porque los calendarios acumulados en los rostros, las manos y la salud de las compañeras y compañeros así lo parieron.  Estamos aquí por los más viejos.

Sin embargo, si hay algo que heredamos a las jóvenas y jóvenes, a las niñas y a los niños zapatistas. Les heredamos un debe, porque llegará el tiempo en que tendrán darnos cuenta a nosotros a nosotras. Y en ese debe, en el de ellas y ellos, en el nuestro, en el de nuestros anteriores, manda la vida. Y para nosotros, nosotras zapatistas, la muerte no es el final de nada, porque la lucha no acaba con un frasco de medicinas, o en una cama de hospital, o en las viejas fotos que nunca dirán lo fundamental: esto es que no hay vida si no hay lucha, resistencia, rebeldía. Y quienes creen que por fin habrá descanso en estas fotos ajadas, o en las flores que se marchitan en una tumba, se equivocan, porque entonces, cuando el calendario parece haber triunfado, el zapatismo dice que apenas es el final del principio. Que todo lo previo fue una preparación, un entrenamiento apenas. Porque cuando el zapatismo llama a filas a un hombre de noventa y seis años, y no llama a dirigir y sí a servir, está diciendo esto. Está diciendo que el mañana no lo construyen vanguardias. Está diciendo que el mañana incluye al otro, no solo en raza, origen, historia, mirada, también en calendarios y geografías. Está diciendo que el mundo que se va a levantar sobre las cenizas humeantes del cadáver de la Hidra, no habrá de repetir sus errores, que habrá de enmendarlos como se solucionan los problemas, es decir, en colectivo. Y que entonces se cometerán otros errores, porque serán otros los problemas, pero también otras las soluciones.

Pero pueden elegir. La gente que ya tiene edad puede ver pasar los calendarios, o luchar por recuperar la mirada, la palabra, el corazón, que la muerte, la desaparición y la cárcel nos han arrebatado.

Entonces, compas, hermanos, hermanas, hermanoas, luchen. Pero renuncien a su pretensión de hegemonizar y homogeneizar. Porque ese método no viene de abajo ni de la izquierda, viene de arriba. Renuncien a obligar al otro, a la otra, a lo otroa a ser como ustedes, a que miren lo que ustedes miran, a oír lo que ustedes escuchan y a sentir lo que ustedes sienten. Porque como bien se dijo aquí, no se trata de suplir una flor ya marchita por otra. Se trata de que todos los colores y que todos los aromas alivien el paso. Ciertamente nosotras, nosotros, zapatistas, no somos mejores que nadie, pero tampoco somos peores. Y la diferencia no está en quien más y quien mejor, la diferencia está en eso, en la diferencia, en su lugar, su tamaño, su espacio, su color, su historia, su riqueza.

Porque mientras que para la vejez el sistema ofrece olvido, nosotros, nosotras zapatistas, ofrecemos una invitación, y les pedimos que la acepten. Que retiemble en su centro la tierra al paso de quienes para el capital son desecho por razón del calendario. ¿Cuáles son las probabilidades de que eso pase? Casi nulas. Lo único que les puedo asegurar es que es casi imposible. Pero el CNI, el CIG, la Marichuy, la terca lucha de los familiares de los ausentes de Ayotzinapa. De los padres y madres de los infantes de la guardería ABC. La rabia de los familiares de los desaparecidos, de las asesinadas, de quienes tienen como casa un cuarto con rejas. De los individuos, grupos, colectivos y organizaciones de la Sexta. De las redes de apoyo al Consejo Indígena de Gobierno nos dicen, nos enseñan, nos abofetean, que hay que aferrarse a esa millonésima cifra de probabilidad. Nos dicen que esa pequeña grieta en el muro, aunque casi imperceptible en la vasta y sólida muralla, no debe cerrarse. Que tenemos que mantenerla así sea con uñas y dientes, aunque sean postizos. Porque esa grieta significa una posibilidad. Niños, niñas, jóvenes, jóvenas, adultas, adultos, a todos y a todas y a todoas los invitamos. Pero si no quieren luchar, no hay pedo, solo háganse a un lado porque ya se va a levantar un ejército como el cabello cano, o sin cabello, en silla de ruedas o en bastones o muletas, rengueando o arrastrándose, que no escucha bien, que no ve bien, al que le tiemblan las manos, pero no de miedo si no de impaciencia. Y en sus mochilas no van a llevar balas, ni laptops, si no medicinas. Y tienen los rostros, los cuerpos y el corazón llenos de cicatrices y arrugas. Porque nosotros, nosotras, estamos convocando a quienes rebasan el medio siglo: ahora sí que el requisito es no ser joven ni adulto. Y si son cincuenta años del 68, pues que no sean libros y pláticas su conmemoración, si no lucha.

Y si, las probabilidades son mínimas, pero tal vez se abrirán entonces las tumbas, y quienes murieron volverán a caminar, y los desaparecidos aparecerán. Y todo ese ejército que en todos los rincones del mundo emergerá, no traerá armas de fuego, ni bombas, ni ingenios militares. Traerá algo más mortífero, más letal, más poderoso. Traerá memoria, y traerá historia.

Ciertamente vendrán tiempos muy difíciles, o ya los padecen en muchas partes. Y nosotros, nosotras, no les mentimos antes, y no veo por qué tengamos que empezar ahora. Les decimos: se va a poner peor. Pero lo que llaman el apocalipsis, compas, no es el fin del mundo, es el fin de un sistema, el fin de la hegemonía, el fin de la homogeneidad, el fin del liderazgo, el fin del caudillismo, el fin de los gobiernos, y lo decimos sin matiz alguno, el fin del estado. Y el responsable de nuestros dolores, habrá de pagar. Y habrá que empezar de nuevo, desde abajo, buscando la vida. Y esto que les digo no es una profecía, es una promesa.

Escuchar el audio de la intervención del Subcomandante Insurgente Galeano, 23 de abril de 2018

 

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