Lo comunitario que resiste a partir de su dislocamiento comunitario

 

La comunidad contemporánea desplazada y el dispositivo como mediación del desborde

 

Si lo moderno se caracterizó por ser una actitud que trajo nuevas interrogantes respecto a la construcción identitaria de un nosotrxs, lo común se unificó a tal punto que lo conocido por comunidad cayó en un pensamiento esencialista respecto a sus expresiones. La actitud contemporánea vendría a trazar nuevas formas de comprender el pensamiento moderno ya inscrito, deconstruyendo los modos de entender la historia y la construcción común. Un  espacio híbrido, que no se cierra a una propiedad única natural, sino que más bien permea desde su expresión inmemorial, sin sustancia o sustento concreto, abierto al caos desplazador de la comunidad.

El siguiente ensayo, por ende, busca indagar en cómo lo comunitario resiste en una actitud estética contemporánea inmemorial a partir de su dislocamiento comunitario, el cual permite el surgimiento de la experiencia sensible. Para esto se explorará diferentes propuestas postestructuralistas de lo comunitario desde los teóricos Alejandro Groppo, Jean-Luc Nancy, y Jacques Rancière, ejemplificando su carácter inmemorial principalmente desde diferentes aristas respecto a lo real lacaniano, Nancy y Simondon. Posteriormente se desarrollará la propuesta de lo comunitario como disenso en su posibilidad emancipatoria a través de un diálogo entre Nancy y Rancière, para luego adentrarnos en la noción de dispositivo como posibilidad mediadora de un desborde inmemorial. Para este último apartado, se introducirá la noción de dispositivo emancipatorio desde Cadahia, para así acercarnos a una propuesta catalizadora del caos en las artes, levantado teóricamente desde Cezar Migliorin y Jacques Rancière.

 

Lo comunitario que resiste a partir de su dislocamiento comunitario

 

Lo comunitario desde su antiesencialismo inmemorial: 

Groppo (2011) propone desde un pensamiento postfundacionalista que la idea de afirmar un nosotrxs en términos comunitarios implica presuponer una organización, o algo así como el origen o la base para el pensamiento sobre la comunidad: La ideología conservadora postula una idea de comunidad nacional para demostrar la rigidez del statu quo y la aversión a los principios universales de la razón liberal” (Groppo, 2011, p. 50) Se adquirió, por tanto, un discurso moderno sobre la comunidad, desde algo supuestamente auténtico, originario. Lo comunitario, aquello sin sustancia concreta, resiste en una actitud estética contemporánea, desde un antiesencialismo de heterogeneidad constitutivamente inmemorial. Es el dislocamiento comunitario lo que permitiría esa hibridación y la hibridación misma dislocar desde una dialéctica estética-experiencial. 

Se podría postular que esta heterogeneidad comunitaria sobrevive desde lo inmemorial en el sentido de lo real lacaniano. Groppo (2011) a partir de Lacan, propone una conceptualización real de la comunidad, entendiendo esto como lo que escapa a toda simbolización. “El real de la comunidad sería la distancia inasible, lo radicalmente inasimilable que hace posible y obliga a la vida en común, pero marca al mismo tiempo los límites de la comunidad, haciendo imposible que ésta se presente como eterna y universal. Lo Real entendido en este sentido se postula como un “hueco o un agujero en el orden simbólico” (Groppo, 2011, p. 53)

La comunidad real desde Groppo (2011), sería inmemorial en tanto comunidad paradojal, aporética, ni totalizable ni totalizante, una comunidad imposible de definir de una vez y para siempre. Esta no tendría una entrada clara al lenguaje, porque al representarla cae en una totalización esencializante. “Lo inmemorial es entendido, a la luz de Nancy, como lo que precede al nacimiento, y es por esta razón que lo inmemorial significa la pura falta de recuerdo, lo que remonta sin fin a una memoria infinita, hipermemoria o más bien in-memoria” (Torres, 2018). El no-nacimiento de la comunidad, por tanto, es inmemorial en el sentido de Jean-Luc Nancy (2007) respecto a aquello que no puede ser olvidado ni recordado pues jamás hemos vivido ni conocido, y sin embargo no nos abandona.  El no abandono es lo que se da en su mediación respecto a una búsqueda repetitiva de las fugas comunitarias, y su necesidad de interrupción como un desplazamiento que reordena a la comunidad en su heterogeneidad redundante en el tiempo. La pregunta por lo inmemorial aquí recaería entonces en aquello que nos permite seguir hablando y problematizando lo comunitario per se, desde esa continuidad inmemorial que según Simondon (2007), no muere,  desde una totalidad de lo que queda. La distancia que tendría Nancy con Simondon respecto a su término inmemorial recaería en esa visión más totalizadora de un hito fundacional propuesta por este último. El postulado de Nancy, sería más afín a nuestros tiempos híbridos y alejado de una perspectiva más fundacional, sobre todo considerando el sentido tecno-estético de repensar lo comunitario como aquello desterritorializado, sin cuerpo concreto, teniendo igualmente posibilidades mediadoras desde plataformas virtuales.

Esta idea de una nueva concepción comunitaria contemporánea, basada en lo inmemorial, permitiría, por tanto, adentrarnos en la heterogeneidad redundante de lo comunitario a través de su dislocación, su desterritorialización, sin muros limitantes identitarios; lo que Nancy llamaría como fractura comunitaria:

“Omnipotencia y omnipresencia: es lo que siempre se exige a la comunidad, o lo que se busca en ella: soberanía e intimidad, presencia a sí sin falla y sin afuera. Se desea el “espíritu” de un “pueblo” o el “alma” de una asamblea de “fieles”, se desea la “identidad” de un “sujeto” o su “propiedad” […] cuando “la” comunidad se pone a farfullar una extraña unicidad (como si sólo pudiera haber una y como si debiera haber una esencia única de lo común) entonces “la” comunidad comprende que es ella la que está abierta –apertura vacante, abierta sobre su unidad y sobre sus esencias ausentes- y es ella la que enfrenta, en ella, esta fractura. (Nancy, 2007, pp. 12-13).

El mito jugaría dentro de las intenciones estéticas de intercambio de ideas que desarrolla Simondon (2007), siendo estas intenciones las que establecen una relación de mediación horizontal entre las diferencias de pensamiento, lo que permitiría pasar de un dominio a otro sin necesariamente recurrir a un género común. En este sentido Simondon (2007) propone en concordancia con lo real de Lacan, esta idea estética de un desborde, contrario a la propiedad y el límite, en el que la comunidad nunca se da por completa, sino que ocurre como un puro aplazamiento anudado a la falta. Esa falta es la que permitiría el surgimiento de lo político, que visto en palabras de Nancy, sería el lugar de la comunidad, el lugar de una existencia específica de un ser-en-común que daría lugar a la existencia de un yo (Groppo, 2011, p.53), en su imposibilidad de comunión.

El disenso comunitario como posibilidad emancipadora:

Nancy (2007) propone la existencia de un hecho fundacional del enfrentamiento con la apertura, en el que la posibilidad de co-estar en comunidad es a partir de sus fuerzas que se enfrenta. Propone, por tanto, una aproximación al enfrentamiento como una politicidad de comunidad alejada de las posturas de lo políticamente correcto, con la emergencia, por ejemplo, de una revuelta social-comunitaria.

Podría conjeturarse que Jean-Luc Nancy estaría estableciendo un diálogo análogo a los postulados de Jacques Rancière en sus propuestas de ser-en-común como una reiteración de la actividad política de disenso comunitario, en el que la actividad política sería  “la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido” (Rancière, 1996, p. 45). Rancière, por tanto, postula una teoría del disenso como respuesta al consenso en comunidad:

“El consenso busca una comunidad saturada, limpia de los sujetos sobrantes del conflicto político. Esta comunidad en la que no tiene cabida la figura política del desplazado no puede consiguientemente pensar los efectos de la autoridad más que en términos de carencia. El proletario, imagen de la división excedentaria, deja su lugar al excluido. Este último es habitualmente descrito como aquel que no consigue seguir el ritmo de la modernidad, los bruscos cambios tecnológicos y económicos, la transformación de los estilos de vida y de los valores. […] es el remanente del consenso, testigo de la “ruptura social” de la que son víctimas aquellos a los que la modernidad consensual deja al margen […]. Pero también es el testigo privilegiado que alerta a la sociedad moderna y consensual sobre el reverso de su éxito: el debilitamiento del vínculo social en general” (Rancière, 2005, p. 60).

El fortalecimiento comunitario tendría sus posibilidades a partir de este disenso y su mediación emancipadora desde la diferencia desbordada. Aquí entra la pregunta respecto al rol que cumpliría la estética como mediadora de un desborde inmemorial, la cual podría tener variados causes, pero me centraré principalmente en desarrollar la idea de la mediación estética como un dispositivo generador de experiencias que llevan el disenso a tal grado que permite su resolución creativa emancipadora.

El dispositivo

La noción de dispositivo podría tornarse problemática desde el lugar histórico que le han dado autores como Agamben, Esposito o el colectivo Tiqqun, identificándose como el poder mismo, al punto de convertirse el dispositivo en una forma de ordenamiento del mundo, por lo que cabe dejar claro que en este ensayo me basaré en una noción de dispositivo más cercana a las propuestas emancipatorias de Cadahia (2016) y Migliorin (2018) para manifestar a través de este su potencial estético-político de su apertura.

Cadahia (2016) en su texto “Dispositivos estéticos y formas sensibles de la emancipación” realiza una radiografía epistemológica del término para estudiar desde otra vereda los dispositivos como aquellos usos que se escapan de la sujeción. A partir de la propuesta de Martin-Barbero, Cadahia (2016) introduce la dimensión sensible de los dispositivos, incluyendo así el registro de la estética.

“Son más que conocidos los trabajos de Jesús Martín-Barbero sobre los medios de comunicación y la cultura de masas. Su libro De los medios a las mediaciones puede ser considerado como un clásico dentro de esta área. Sin embargo, creo que allí Martín-Barbero desarrolla una idea que se ha trabajado muy poco; a saber, la doble dimensión del dispositivo, entendido como un instrumento tanto de dominación como de emancipación” (Cadahia, 2016, p.274)

El dispositivo, por lo tanto, no funcionaría como una red que captura, sino más bien como una experiencia sensible que resulta de la articulación de maneras de ver, decir y pensar. (Cadahia, 20126). De esta forma y tomándose de Schiller, el dispositivo no aludiría a una posición o imposición determinada, sino más bien a un estado de ánimo o a la manera en que se determina su modo de ser. Este estado de ánimo podríamos determinarlo como una experiencia comunitaria sensible, en la que encuentra sus cruces con la noción de dispositivo propuesta por el teórico y cineasta brasileño Cezar Migliorin (2018) el cual  busca crear reglas que ponen una determinada situación en crisis y exige gestos de creación. Con algunas pocas y objetivas reglas, el dispositivo puede generar un descontrol, una apertura al azar. En otras palabras, el dispositivo sería la introducción de líneas activadoras en un universo escogido, en la que se “presupone dos líneas complementarias: una de extremo control, reglas, límites, recortes, y otra de apertura absoluta, dependiente de la acción de actores y de sus interconexiones” (Migliorin, 2018, p.87)

El dispositivo sería una acción construida en conjunto, que busca gatillar algo, generar conflicto, demandar gestos de creación abiertos al azar y la invención. Estos dispositivos en concordancia con Rancière (2014) inventaría su propio mundo en discontinuidad con la comunidad, produciendo una especie de desplazamiento en sus formas sensibles. Este funcionamiento del dispositivo según Migliorin  (2018) en relación a la política del disenso de Ranciere, permitirían un reconocimiento de los saberes y las realidades de cada espacio y cada comunidad, sin que tengamos que poner la palabra en primer lugar. Este último punto resulta relevante en cuanto a la propuesta inicial de comprender la comunidad como un real, ausente de simbolización, encontrando en el dispositivo un mecanismo de mediación respecto a lo inmemorial y su irrepresentabilidad simbólica. La estética junto a sus expresiones de la sensibilidad generarían a través del dispositivo una suerte de camino alternativo a lo simbólico lingüístico, abriendo posibilidades  de una experiencia nueva como exceso colectivo que afecta a la comunidad misma. Existiría desde Rancière (2003) la posibilidad de ser emancipado y emancipador, con la posibilidad de todo individuo de actuar en y hacia la comunidad de forma horizontal, y ser afectado por lo que la comunidad inventa.

Propongo, por tanto, desde una visión emancipadora, repensar el dispositivo como una creación política que gatilla un conflicto, que remece experiencialmente, que cuestiona el status quo de lo comunitario, ampliando sus posibilidades heterogéneas, de situarse contrahegemónicamente frente al poder. El dispositivo como catalizador de aquello que Nancy llama como un hecho fundacional del enfrentamiento.

Por consiguiente, el dispositivo estaría más apegado, por ejemplo, a un proceso de mediación artística, cultural, el cual genera un desplazamiento reflexivo horizontal con la comunidad, levantando así un impulso de cambio, a partir de la falta, que nos lleva al enfrentamiento dislocador situado en la experiencia sensible.  Las reglas estarían abiertas al azar desde un principio de horizontalidad primordial para hacerle frente al control y dar paso al caos que reconstruye. Talleres de cine comunitarios como los que realiza Cezar Migliorin, nos permitirían comprender  y aproximarnos más prácticamente a la terminología que propongo en este ensayo, desde esa potencialidad reivindicatoria.

Matilde Larraín, publicado en Carcaj, noviembre de 2022


Referencias: 

Cadahia, M. (2016) “Dispositivos  estéticos y  formas sensibles  de  la  emancipación”.  Ideas y valores 65.161 267-285.

Groppo,  A.  (2011) Tres versiones contemporáneas de la comunidad:  Hacia una teoría política post-fundacionalista.     Revista     de     Filosofía     y     Teoría     Política     (42),     49-68.

Migliorin, C. (2018) Pedagogía del lío. Cine, educación y política. Editorial Cuarto Propio.

Nancy, J-L. (2007) La comunidad enfrentada. Trad. Juan Manuel Garrido. Ediciones La Cebra: Buenos Aires, Argentina.

Rancière, J.(1996) El desacuerdo. Política y filosofía, Nueva Visión, Buenos Aires.

Rancière, J. (2005) Sobre políticas estéticas, Barcelona, Museo d’Art Contemporani de Barcelona y Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona.

Rancière, J. (2010). El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual (C. Fagaburu trad.). Santiago, Chile: Hueders. (Trabajo original publicado en 1987).

Simondon, G. (2007) El  modo  de  existencia  de  los  objetos  técnicos  Buenos  Aires: Prometeo Libros.

Torres, R. (2018). El encuentro suspendido: la diferencia y la presencia inmemorial. Tópicos (México), (54), 333-351. https://doi.org/10.21555/top.v0i54.887

 

Lo comunitario que resiste a partir de su dislocamiento comunitario

 

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