No hay obediencia sin la decisión de obedecer

No hay obediencia sin la decisión de obedecer. El miedo hace bajar siempre la mirada, y el mundo entonces se aleja. Se oscurece. La rebelión, en cambio, si bien exige también una decisión pues no hay rebelión sin la decisión de rebelarse, genera una subjetividad espantosamente clara. Ya nada podrá curar a un hombre del recuerdo de esa luz absoluta que mataría a un ciego. Al chocar con el mundo, este se hace diáfano, como si lo iluminase el resplandor de un rayo. Ocurre, sin embargo, que esta subjetividad vivida se llena de prondo de dudas. En verdad de una sola duda. La duda que desde La Boétie a Artaud ha asaltado a todos aquellos que no han querido ceder. “Por qué los que son muchos obedecen a uno?”  (La Boétie). “La sociedad tiene contra nosotros la fuerza… Pero no se trata de un hecho, es solo una idea. Es una idea simple y falsa metida en nuestros cuerpos que desde hace tiempo nos oprime y, pues, ¿qué esperamos para hacerla saltar?” (Artaud). La duda atenaza y encierra lo que escapa a la forma. Aunque la duda, la propia duda, también sacude y empuja a presentir otro mundo. La única alternativa es que no hay alternativa.

“Tenemos que hacer algo ya”.

Recuerdo perfectamente el día en que Pablo dijo la frase. Tenemos que hacer algo ya. La reacción de la asamblea fue de un cierto desagrado. Primero, hubo un profundo silencio cargado de aburrimiento, y después unas breves risas burlonas que se apagaron cuando alguien siguió hablando. Gracias a este aprendiz de tertuliano, la irrupción de aquella afirmación quedó borrada. El abismo se cerró, y dejamos de caer por esa caída que nos hunde vertiginosamente en el tiempo finito.

La historia de la humanidad no empieza luchando por la libertad, sino contra los límites que la aferran.

Fragmento de «El gesto absoluto», de Santiago López Petit (2018)

* Otras entradas relacionadas en Comunizar:

Libro: La movilización global. Breve tratado para atacar la realidad.

Libro: Sobre la servidumbre voluntaria (de La Boétie)

Cartas a un buscador de sí mismo (H. D. Thoreau)

Van Gogh el suicidado por la sociedad  (A. Artaud)

 

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