Piel blanca, máscaras negras. Crítica de la razón decolonial

 

Si tomamos posición contra los estudios decoloniales, no es porque negamos la vigencia actual del colonialismo, muy al contrario. Tampoco buscamos uno de aquellos típicos ejercicios de distinción intelectual, con­sistentes en tomar posición frente a una escuela de pensamiento para exis­tir dentro del juego de las posiciones académicas. En cambio, si nos posi­cionamos de manera crítica ante los estudios decoloniales, es más bien por la necesidad de separarlos de un vasto y rico campo de reflexión y acción anticoloniales, en el que se encuentran: los estudios poscoloniales —que anteceden a los decoloniales y que éstos buscan “superar”—, tales como el orientalismo de Edward Said, los estudios subalternos (subalten studies) de la India o, más recientemente, la epistemología del Sur de De Sousa San­tos; pero, y sobre todo, el anticolonialismo revolucionario de los siglos xix y xx, por ejemplo, desde el movimiento intelectual de la negritud —con Aimé Césaire o Léopold Sédar Senghor, y en el que participó Fanon—, o desde el pensamiento crítico latinoamericano, con José Martí, José Car­los Mariátegui y Dolores Cacuango, hasta Fausto Reinaga, Pablo González Casanova o Silvia Rivera Cusicanqui, entre muchos otros —y de los que, no obstante, los estudios decoloniales suelen reivindicarse sin pudor—. De ahí, uno de los principales objetivos de este libro consistirá en trazar y explicar las diferencias existentes entre los estudios decoloniales y un an­ticolonialismo genuino, tanto de manera teórica como desde los diversos frentes de lucha construidos por las clases y los grupos subalternos, en su resistencia frente a un colonialismo vivido y sufrido hasta la actualidad. Esta necesidad de revisión crítica responde, en primer lugar, a la re­lativa influencia que han logrado los estudios decoloniales como moda in­telectual en los últimos años, principalmente en los campos universitarios del continente, pero no solamente. En un plano académico, nos resulta pre­ocupante tanto la lógica básica de los planteamientos decoloniales, como la fuerza que éstos han ganado dentro de las humanidades y las ciencias so­ciales, y particularmente, en los estudios latinoamericanos. En este sentido, los numerosos problemas teóricos que presentan los estudios decoloniales encierran potenciales peligros, cuyas interpretaciones pueden contribuir a justificar prácticas discriminatorias y excluyentes, cuando no abierta­mente racistas y xenofóbicas, en los espacios donde éstos logren obtener eco, sobre todo entre el estudiantado universitario, pero también entre las organizaciones sociales, especialmente las de los pueblos indígenas y afro­descendientes.
En segundo lugar, nuestras críticas se deben al escenario político que ha caracterizado una historia contemporánea en la que, por un lado, las luchas sociales han tenido un protagonismo central, con los destacados ejemplos de los movimientos indígenas en Ecuador y Bolivia, y en la que, por el otro, hemos observado una instrumentalización de estas luchas, sus discursos, símbolos y proyectos políticos por parte de unos gobiernos “progresistas” y su intelectualidad, en que la corriente decolonial ha desempeñado un papel cierto para su defensa y, por lo tanto, la legitimación de la apropiación.­En efecto, una vez traducida en políticas públicas —cuando el giro decolonial acompañó al progresista—, hemos podido ver las conse5 cuencias prácticas de la usurpación decolonial, en particular en los Estados formalmente plurinacionales de Ecuador y Bolivia, donde, tras la fachada de los discursos descolonizadores, se han impuesto políticas nacionalistasy extractivistas, profundizadoras del capitalismo y el colonialismo en nues­tro continente. Con los estudios decoloniales, nos encontramos, entonces, frente a una nueva forma de ventriloquía, la última versión de una piratería intelectual que no sólo tiene efectos de pacificación y anulación de proyec­tos políticos rebeldes y emancipadores, sino que, además, ha sido cómplice activo de la dominación.

 


 

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Piel blanca, máscaras negras. Crítica de la razón decolonial

 

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