¿Cómo puedes imaginarte a una sociedad sin escuela?

Conoces la historia de Pandora. Ella llegó, y había dos hermanos: Prometeo, el que mira hacia adelante, el planificador, y su hermano Epimeteo, el que mira hacia atrás. Prometeo le dijo a Epimeteo, «No la toques.» Pero Epimeteo se enamoró de Pandora y se quedó con ella. La historia dice que abrió su ánfora. Según Hesíodo, todos los males salieron volando, y Epimeteo se quedó con el único regalo que no escapó, la esperanza.

Rara vez lo vemos de nuevo en la mitología clásica; toda la mitología clásica desde ese momento se centró en el futuro, en el intento de volver a poner en una caja todos los males que se escaparon de la clásica Pandora.

Al hombre Epimeteo le va mal al tratar de abandonar a Pandora, centrándose en los males y al tratar de crear un mundo donde tenemos instituciones -para mí, asilos- para contener a los diferentes males que originalmente se liberaron.

Creo que la historia de Pandora -la historia de Pandora es la mejor historia sobre la corrupción del hombre de Delphos, de la tierra, de la interpretación de sueños e imágenes, para convertirse en el hombre que planifica.

Luego Delphi se convirtió en el centro de la planificación porque todo el -¿cómo se dice?- ¿Las ciudades griegas? Sí, se fundaron las ciudades griegas donde los sacerdotes de Delphos dijeron que debían fundarse.

Delphi tenía más conocimiento que la mayoría porque todos llevaban sus historias allí. Así que los sacerdotes podían dar consejos -como los planificadores lo hacen ahora- escuchando lo que se dice y prediciendo el futuro lo que ya habían escuchado en el presente.

En el sexo de ella se puede ver la serpiente con la muerte como cabeza. El útero de ella está en sus manos, y se convirtió en una alcancía. Para mí, Pandora es una de las más fascinantes figuras de la historia occidental.

Creo que todo el ascenso del capitalismo -lo que yo llamo el capitalismo

en el más amplio sentido de la palabra- puede ser estudiado conociendo a esta mujer. En el mundo actual, si no nos volvemos hacia Pandora Gea, que vive, que vivió, y creo que aún vive en su cueva en Delphos, si no recuperamos nuestra capacidad de reconocer al lenguaje de los sueños que ella puede interpretar, estamos condenados; el mundo no puede sobrevivir.

Mira lo que pasó en la cueva cuando su útero se convirtió en una caja. Los sacerdotes -hombres! – de Apolo que vinieron de Asia Menor reemplazaron a Pandora en su cueva y la reemplazaron con un trípode, con una chica a la que tomaron prisionera, que la drogaron para hacerla decir cosas, y luego, en versículos hexamétricos que predijera el futuro, como los ingenieros de ahora.

Tengo la impresión de que hoy estamos viendo una nueva forma, una nueva Pythia, una nueva Pythia se ha establecido en la forma de la computadora, la calculadora, la máquina electrónica que nos habla no en hexámetros, sino en dodecámetros con su ritmo de 12 bits por unidad. Es el fin del mundo. Es el final, la última conclusión a la que hemos llegado por la sustitución de Pythia -el mundo que ve a Pandora como la dueña de la caja- por la antigua Madre Tierra, que vemos ahora -nuestra generación, por lo menos la gente joven- como la estrella azul que contemplamos con nostalgia de la luna. Esta degeneró en la Virgen María en su forma degenerada como la que Otorga las Gracias, fue traída a México por los españoles, pero los españoles se encontraron con diosas diferentes, Tonantzin, de otro pueblo primitivo con una visión muy diferente del mundo. Identificaron a Tonantzin con la Virgen María al igual que los primeros cristianos asociaron a la Virgen María con la helenística Gaia, muy raramente con la antigua Pandora, Gea Pandora.

Tonantzin es una diosa completamente diferente. La veo todos los días desde el balcón, en Cuernavaca. Sí, tenemos los dos grandes volcanes, Popocatépetl y su esposa, Tonantzin Ixtaccihuatl: el sol se levanta cada día entre sus pies.

Sin embargo, es un mundo que no entendemos aquí, los europeos no lo entienden, porque por la noche, Tonantzin se come al sol y da a luz a las estrellas: ella se come a la noche, y por eso su estómago está lleno de huesos, los huesos de antiguas estrellas comidas.

Se puede ver todo el problema y con la extensión de la cultura occidental a las Américas cuando tratamos de unificar a las diosas a través de símbolos, mediante la fusión de los símbolos de la Virgen María y la helenizada Gea con la Neolítica Tonantzin de los aztecas.

 

Has hablado mucho acerca de estas diosas que nos rodean, pero a lo largo de nuestra conversación, no has mencionado el nombre de Cristo ¿Lo haces a propósito?

 

Bueno, prefiero no hablar acerca de mis amigos en un modo superficial. Y, para dar un paso más allá, creo que hoy en día, la gente tiende a usar el nombre de Dios en vano, por lo general para justificar algo. Prefiero dar a conocer que lo amo sin hablar sobre eso. Es casi imposible hacerlo en estos días sin quedar atrapados en ambigüedades muy peligrosas. Ahí está la institución y también la institución inversa . ¿Qué significa cuando esta institución pretende seguir a Cristo? Pues bien, la institución se basa en el modelo político, en el modelo de una administración, de una burocracia, incluso la Biblia, lo sé. El hecho de que tengo mis raíces en la iglesia hace que sea una madre, en un sentido. Estamos atrapados con ella para toda la vida, como tu con tu esposa. Y también sé de la Biblia que ella es una puta, y no me gustaría ser un romano, un cristiano romano en la iglesia que el Señor fundó si no tengo el valor para identificarme como el hijo de una puta. Sin embargo, hay cosas que, bueno, la alienación es tal que si tuviera que hablar de la Iglesia como están las cosas verías de inmediato y claramente que está en decadencia.

En Francia, Roma o la mayoría de los países de América Latina, yo la asociaría con una fiesta, de agitadores quizás, agitadores de izquierda en lugar de derecha. Aceptemos la ambigüedad de ser hijos de una madre que no es digna, pero que no es una de nosotros. En cierto modo, ayuda a aclarar lo que debería ser nuestra actitud hacia la institución.

En Occidente, hay una gran tradición de estudio, de análisis de una institución que no sea el Estado: la eclesiología. Mediante la aplicación de la teoría amplia de la eclesiología, por una profunda secularización, que podríamos llamar mejor de estas nuevas religiones que tratan de producir  bendiciones para el mundo como educación, salud, bienestar, y tendríamos una idea más clara de lo que debería ser el inverso de la institución.

Las instituciones,  incluso la Iglesia que tratan de producir gracias, considerando que deberían ser mesas alrededor de la cual podríamos encontrarnos, de una manera misteriosa. Y podríamos recuperar una relación íntima, cada vez más personal en el sentido de la esperanza, en lugar de permitir que se convierta en una esperanza -como hemos comentado anteriormente- de alienados. Camus escribe acerca de esto en el estudio sobre la forma actual del idioma francés.

 

Y crees que la iglesia hizo mucho, puede hacer mucho en América Latina…

 

Sí. Es todavía una institución poderosa. Y por esa razón, se podría usar su poder para apoyar, por ejemplo, aquellos que se consideran a sí mismos de izquierda en estos días, incluso la izquierda bastante radical. Algunas personas están haciéndolo. Pero, inevitablemente, se vería comprometida de nuevo por un nuevo poder cuyo único objetivo ahora mismo es de aumentar la producción, del PNB, en nombre de todos. Creo que en su lugar, debemos mirar al mensaje del Evangelio en busca de inspiración, valor, un sentido del humor, un sentido de la relatividad de las cosas …

Voy a explicar lo que quiero decir con lo que hemos acabado de discutir. La necesidad de la supervivencia del mundo debe basarse en un nuevo sistema político donde el acuerdo mayoritario establezca que es lo suficientemente bueno, lo suficientemente rápido, lo suficientemente vivo. Estoy hablando de la pobreza de espíritu en su sentido más profundo, porque los pobres son los que heredarán la tierra. Hay una extraña convergencia entre la beatitud de la pobreza -si la entendemos en estos términos políticos, lo que estamos discutiendo aquí- y lo que lógicamente podemos ver es inevitable para la supervivencia en un mundo donde el hombre se ha convertido en algo tan poderoso.

Hay un gran teólogo del siglo XVI quien comentó sobre la Summa de Santo Tomás, sobre la relación entre las beatitudes y los dones del Espíritu Santo. El autor muestra como Santo Tomás considera al temor de Dios siendo el núcleo de la beatitud de la pobreza, porque no es un miedo del tipo servil, como yo asustándome de ti porque podrías golpearme. Más bien, es una especie de miedo amigable. Soy yo quien no quiere que nada se interponga entre nosotros. El miedo a lo que podría impedirme estar en contacto contigo es realmente la esencia de esta pobreza, de esta necesidad de establecer límites máximos que ahora deben guiar a la política. Ahora se podría decir que esto es una utopía, pero yo digo que no. Es creer en la bondad esencial del hombre, incluso si él está gravemente herido.

 

Iván, todavía tengo una pregunta que hacerte. Antes has dicho que tenías tus raíces en la Biblia. Estoy seguro de que se pueden encontrar a personas afines en casi todos los países.  ¿Por qué te conformaste de esa forma? Porque me recuerda a veces de el bohemio de élite como dice Wright Mills, ya sabes, los intelectuales que van desde Nueva York a París, de París a Tokio. ¿Te has asentado en América Latina y concretamente en México?

 

Sí, yo siempre la llamo de mi patria. Mi patria en el sentido que soy un hijo adoptado, no de México. No soy leal, en principio, a cualquier nación o  bandera. Pero tengo amigos; conoces a algunos de ellos. Tengo amigos, y es la amistad la que me mantiene allí, definitivamente no los principios.

Pero, sabes, me sentí de la misma manera cuando estaba trabajando con los puertorriqueños en Nueva York, en una parroquia; 20.000 personas de las zonas tropicales en ese miserable barrio pobre. Allí realmente conocí a  la pobreza; allí comprendí realmente lo que significaba ser pobre, ser llamado de pobre. Más tarde, exploré el noreste de Brasil, pero nunca más vi la miseria, la indignidad como la de los puertorriqueños en Nueva York, y eso es lo que me llevó a Puerto Rico…

 

Ahí es cuando aprendiste su lengua.

 

Sí, y es por eso que nunca aprendí bien el español. Al portugués lo aprendí bien en nuestra escuela -«portugués de Cuernavaca», que fundamos en Río de Janeiro. Sin embargo, en español  siempre voy a sonar como un puertorriqueño de Nueva York.

 

Hablas ocho idiomas. ¿Hay alguno al que llamas propio?

 

No, soy un hombre sin lengua materna, creo. Es muy difícil, ya sabes, porque mi mente se desarrolló en tres o cuatro idiomas al mismo tiempo y eso explica muchas cosas.

 

¿Cómo hiciste para acabar entre los puertorriqueños, que hizo que fuera una experiencia tan fundamental para ti? ¿Por casualidad o porque que querías vivir entre los pobres?

 

Por casualidad. Yo estaba en Nueva York para estudiar en una biblioteca y me encontré con los puertorriqueños en la calle 108. Había llegado a Nueva York estudiando como un cristalógrafo profesional. A pesar de que escribí mi tesis sobre historia luego. Son sólo certificaciones de conocimientos. Pero los conocí en Nueva York. Me fascinaron y me pidieron que trabajara en una parroquia o que viva en una parroquia donde había puertorriqueños. Estaba completamente solo en el medio de la adicción a las drogas.

 

¿Eras un sacerdote en ese momento?

 

Sí, yo era un sacerdote. Hice mis cuatro años de trabajo como sacerdote supongo, pero en el medio de una situación que es muy difícil de describir. Pero tenía, no sé por qué, pero recordé de los años jugando al gato y al ratón de Hitler, de ser declarado como judío de un momento a otro durante la guerra. Así es como terminé dejando que la vida me llevara a Puerto Rico, y Puerto Rico me echó.

 

¿El gobierno?

 

El gobierno y la Iglesia en conjunto, porque yo estaba ridiculizando la idiotez.

 

¿Idiotez? ¿Te refieres a la ostentación?

 

Si. La incorporación, la organización a través de la incorporación en el mercado de América del Norte.

 

¿Así que regresaste a Nueva York de inmediato?

 

No. Un grupo de amigos y yo, decidimos que necesitábamos una base independiente de operaciones, una república intelectual independiente. En Cuernavaca, establecimos este centro que se gana la vida y su independencia mediante la venta de un recurso natural que es totalmente sostenible: el lenguaje español. Enseñamos español, vendemos un poco al francés también, pero todos los que piensan que somos genios de la enseñanza, así que, es sólo la forma de salir adelante. Hemos logrado una cierta independencia, intelectual y política. Y ahora tenemos este club en el que, ya sabes, 300-400 hay personas que llegan allí, pobres y ricos, de América Latina e incluso de África para hablar unos con otros, y todo el mundo hace «lo que les da la gana», como decimos en español.

 

Como una universidad.

 

Sí, pero no hay ni profesores, ni un director, dentro de las 60 personas que trabajan allí o que trabajan en las publicaciones, o en la biblioteca. Por lo tanto, pertenece al pueblo, y es difícil de explicar si se trata de práctica o teoría,  ya que a algunos de nosotros, nos da la oportunidad de estar realmente presentes en muchos lugares en toda América Latina.

 

¿Crees que la forma de lo que se está haciendo en Cuernavaca es positivo y que eso se trata de un modelo que ahora podría ser exportado, o tal vez imitado? .

 

No, no voy a predecir. No voy a predecir, no sé. ¡Hazlo!

 

¿Cuánto tiempo has estado ahí?

 

Diez años. Diez años y funciona. Realmente creo que cualquiera que pierda ese sentimiento de inferioridad producido por la condenada escolarización, la escolaridad mental y que diga: «voy a conseguir a algunos amigos para que juntos discutamos tales y tales eventos y estoy abriendo un pequeño lugar para hacerlo», estará haciendo justamente lo que hacemos. Y eso es realmente lo que está sucediendo ahora, no en las capitales de América Latina, sino en muchos lugares, en pequeños pueblos.

 

Es sin duda una Universidad Popular…

 

Si, pero no debería ser llamada de universidad.

 

Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer ahora? ¿Cuál es tu proyecto? .

 

No lo sé.

 

¿Estudiar? .

 

Vivir. No soy Prometeo, ya lo sabes. Ni un poeta.

 

¿Por qué te echan de Puerto Rico?

 

Debido a que en ese momento yo era uno de los cinco miembros del comité que dirigía a toda la educación pública en Puerto Rico así como el Rector de la Universidad Católica. Yo insistía en que el 42% del presupuesto nacional de Puerto Rico que iba para educación no era suficiente. Yo quería más dinero para la educación pública, porque creía que las escuelas privadas, los colegios católicos, estaban creando una competencia desleal tratando de llegar a ser más prestigiosos y con ello reducir a la escuelas públicas a una educación de segunda clase. Me encontré a mí mismo en desacuerdo, ya sea con el establishment liberal o con el eclesiástico, el establishment de derecha. Y, bueno, yo tengo un poco de vergüenza de hablar de ello ahora porque más adelante, el análisis de América Latina, donde viajé durante un año yendo de Cuernavaca a Puerto Rico, de Puerto Rico a Cuernavaca …

 

Viajaste extensivamente, y mucho lo hiciste de a pie, ¿correcto?

 

Sí, lo hice como se dice en español desde hace mucho tiempo, a pie de un extremo a otro, y fui bastante lejos. Pero de todos modos, me di cuenta de que mi error, que muchos otros lo han cometido, fue la creencia de que a través de la reforma de las escuelas podíamos cambiar la productividad de la institución y la distribución. Sólo mucho más tarde, me di cuenta que mientras las escuelas sean escuelas, se tendrá un subproducto no deseado que es mucho peor que su producto en las mejores condiciones, es decir, que los niños aprendan algo. En la escuela, lo primero que un niño aprende es que el aprendizaje es el resultado de un proceso formal, institucional. Se entera de que año tras año, personalmente nos volvemos más valiosos porque continuamos acumulando nuevas capas de un producto espiritual, un producto inmaterial. Aprendemos que lo que es digno de aprender, es lo que será útil más adelante, o tal vez será útil para la sociedad más adelante, que es lo que recibimos de un profesional. Aprendemos que la enseñanza, si no se hace por un instructor profesional, es de alguna manera menos valiosa. Toda esta crítica de la educación fue posterior a 1960. Creo que hemos tenido bastante éxito en hacer que la gente piense en la necesidad de la desescolarización de la sociedad, de imaginar una sociedad más simple con tecnología más transparente.

Creo que ahora, nuestra tarea en Cuernavaca -y nos hemos dedicado por completo a esto- es llevar a cabo análisis similares para el cuidado de la salud, para los mitos de la velocidad, y de la vivienda.

En América Latina en todos nuestros países ahora, los criterios mínimos para determinar si una casa es habitable, o si debería ser derribada si no es deseada por la ciudad, son tan complejos que una casa apenas habitable cuesta más por mes de alquiler que los ingresos del 80% de la población.

En todos estos campos -educación, salud, vivienda- lo que necesitamos hacer es darle a la gente nuevas herramientas, proporcionadas por la tecnología, de modo que puedan albergarse sí mismos, cuidarse de sí mismos, aprender. Incluso una biblioteca de vídeos no es tan cara en estos días. Esto significa transformar nuestro idioma en algo nuevo. Actualmente, en nuestro idioma, usamos sustantivos para conceptos que solían ser expresados como verbos, como verbos de acción.  Ahora estamos en un tiempo donde tenemos una buena comprensión de la caída del Imperio Romano, de la Gnosis. El conocimiento se transforma en un almacén de conocimiento donde podemos comprar certificados u obtener certificaciones. Somos buenos para acumularlas porque nos hemos convertidos en capitalistas de conocimientos por carácter.

 

Esta escolarización que atacas tiene como una sus principales funciones nuestro progreso cultural y social. ¿Cómo puedes imaginarte a una sociedad sin escuela?

 

Antes de comprender o hablar de la sociedad sin escuelas -que fue el caso de todos los periodos históricos anteriores- y que para las tres cuartas partes de la población que no van a la escuela -o que están excluidos de la escuela después de uno o dos años, y que de una manera, están en una situación aún peor porque cuando asistieron a la escuela, se enteraron que son inferiores de los que reciben más educación- debemos entender el daño que hace la escolarización. Con el fin de hacer eso, tenemos que hacer una distinción clara entre lo que el estudiante o su maestro hacen personalmente en ciertas circunstancias y lo que la escolarización como estructura hace inevitablemente. A veces, un estudiante aprende algo de un maestro; todos recordamos aquellos tiempos en la infancia cuando tuvimos un día verdaderamente esclarecedor o una hora con un instructor. Pero eso es algo completamente diferente de lo que enseña la escuela en todo el mundo. Se enseña al niño que necesita de la institución para aprender. Se le enseña al niño que no puede aprender mas que lo que otra persona ha decidido que pertenece a un nivel superior. Se le enseña al niño a sentirse clasificado por un burócrata. La escuela le enseña al niño, inevitablemente, que el tipo de enseñanza respetado por la sociedad es el producido por una institución, que está establecido por esta institución y por expertos que saben cómo producir a este producto.

La escolarización inevitablemente introyecta al capitalismo, a la capitalización de los conocimientos, porque es el capitalista del conocimiento quien puede utilizar sus certificados para mostrar lo que él ha acumulado internamente, y a la que la sociedad le atribuye un valor social superior que a la persona que tiene certificados de experiencias menos valoradas.

Desde el momento en que la educación se hizo obligatoria –y, como he dicho, en la mayoría de los países es obligatoria, pero sigue siendo insuficiente para la gran mayoría incluso en ese nivel obligatorio- la escolarización se estableció en todo el mundo como el órgano reproductor de la sociedad. Rusia se reproduce por medio de la misma institución utilizada por los Estados Unidos: la asistencia de un millar de horas al año, en grupos de una edad específica, de una treintena de niños con un maestro, durante años y años, con el fin de acumular internamente conocimientos.

La escuela es la raíz de una espiritualización del capitalismo. Y no hay una posible alternativa al capitalismo siempre y cuando sigamos produciendo a consumidores de conocimiento en una realidad que es cada vez más compleja para justificar la necesidad de esta capitalización.

 

En Francia, la educación pública se asoció con toda la lucha por el progreso, así que cuando se habla de desescolarización, las personas se  dicen a sí mismas, «Están tratando de llevarnos de vuelta a la Edad Media!»

 

Lo sé… pero es muy difícil hablar del capitalismo de bienes inmateriales. Y a menudo la gente no entiende que a través de la escolarización, y particularmente de la escolarización obligatoria, transformando el crecimiento, el aprendizaje y el desarrollo en el resultado del consumo de un producto de una institución grande, internacional: la escuela. Hemos transformado el crecimiento personal en educación que es igual a escolarización. Y debe ser lógico que una vez que hemos hecho esta transformación y hecho obligatoria, la educación, el conocimiento mismo se convierte en una mercancía, incluso si se produce como en la mayoría de los países en la actualidad a través de un ministerio controlado por el Estado. La educación o mejor aún, el conocimiento se convierte en algo raro cuando se convierte en una mercancía.

El problema real, el verdadero desafío es darse cuenta de la mercantilización de los tratamientos sociales -«Tratamientos» es la palabra, ¿verdad?-.  Las terapias que definimos como productos institucionales.

Toda esta charla sobre la contaminación -que es muy válida ya que actualmente estamos destruyendo la naturaleza el mundo natural de Pandora- no tiene ningún sentido a no ser que nos demos cuenta de que podemos, del mismo modo, destruir la convivencia social, el tejido social, si seguimos el ejemplo de Rusia o de los Estados Unidos, tratando de desarrollar al sector terciario, al sector de servicios obligatorios y terminar transformando a todas las necesidades interpersonales -la necesidad de ayuda cuando estoy enfermo o moribundo, la necesidad de estar abierto al mundo y aprender acerca de lo que estaba ocurriendo en el mundo de cuando yo era joven, la necesidad de ir de un lugar a otro usando el transporte- si transformamos todo eso en mercancías.

Cuando Marx escribió en su famoso primer capítulo de El capital para él, la mercancía era ante todo una pieza de tela. Era tangible. Pero si se lee con atención, está claro que cuando este extraño anciano dijo, cuando habló de «saltar al abismo», vio lo que podría pasar un día, sobre todo en el gran capítulo en el que dice: de esa manera, podríamos tener para siempre cosas más útiles y personas más inútiles. Se dio cuenta de que se podría llegar a esta realidad cuando todos los servicios para la humanidad se convirtieran en mercaderías.

No creo que sea posible que el problema de la degradación del mundo de hoy, la triple degradación del mundo moderno, que explicaré en un segundo, pueda ser resuelta por los políticos y los ideólogos que reconocen que en el camino hemos convertido a todos los tratamientos en commodities, a menudo en nombre del socialismo. Ahora, cuando hablo acerca de la triple contaminación, de la triple degradación del mundo, me refiero a la eliminación final de los recursos, la degradación o la devaluación de las materias primas de las que dependemos y que nos convierten en esclavos, y de la polarización social.

Vamos a seguir con el ejemplo de la escuela. Una vez que se transformó a la educación o al conocimiento en escolaridad, hay algunas personas que de forma automática, por alguna razón,  serán elegidas para recibir más por esto que los demás, y quienes van a justificar sus privilegios económicos, sociales y políticos por el hecho de que han acumulado espiritualmente un bien inmaterial que ellos llaman «conocimiento».

Lo que tenemos que entender es que un mundo tecnológico donde no se requieran a especialista sería un mundo en el que ciertos aspectos de la tecnología, posibles gracias a la tecnología, se limitarían radicalmente por el bien del pueblo. Todo el mundo en el Perú sabría cómo reparar sus corazones mecánicos, si tenían corazones mecánicos, y nadie, ni siquiera el Presidente o una ambulancia, sería capaz de un accionamiento más rápido al de 15 kilómetros por hora. Todo el mundo en Perú o México puede aprender a hacer los análisis de sangre necesarios para identificar al 90% de las enfermedades que están matando a los jóvenes de hoy -¡en un par de semanas!- y cómo administrar la medicación adecuada. Pero para eso, tendríamos que eliminar la posibilidad de tener en un país pequeño como Honduras dos bombas de cobalto que compiten entre sí, sólo beneficiando a aquellos que ya se han convertido en capitalistas del conocimiento, es decir, aquellos que acumulan, introyectando una educación disponible en el mercado, sea un mercado del tipo occidental u oriental, como una mercancía.

 

Hay una pregunta que me molesta y que voy a hacértela: A estos, ideales socio-económicos, ¿quién los define? y ¿quién los legislará?

 

Estoy hablando de un máximo, probablemente relacionado con un ideal, y creo que en un mundo donde todas las cosas se vuelve científicamente posibles, todas las velocidades son posibles todas las formas de prolongar la vida se hacen posibles. El hombre que dirige actualmente al programa espacial de los Estados Unido salió la semana pasada para centrarse en la producción de la inmortalidad. Todo es posible para ciertas personas siempre que la gran mayoría esté preparada para convertirse en esclavos con el fin de enviar un hombre a la luna. En un mundo así es inevitable que la legislación deba centrarse en la creación de un techo, un esbozo de lo que consideramos lo suficiente para nosotros mismos en ciertas áreas.

Prometeo, el hombre del trabajo que se rebeló contra los dioses  todavía está presente entre nosotros. Pero el otro, Epimeteo, del que no hablamos más de él.

¿Crees que todavía está vivo? Él es la figura mitológica olvidada en Occidente, el hombre que se quedó con Pandora, quien cerró su ánfora antes de que pudiera escapar la esperanza. Él es el hombre que se quedó con sus semejantes. Y Epimeteo es el hombre que inventó a la esperanza, que inventó a la planificación, la creación del mundo para la humanidad, cuando se quedó con sus semejantes. Creo que nuestro problema real de hoy radica en la recuperación de una comprensión profundamente humanista de la esperanza en  nuestros semejantes, en este mundo, en esta tierra. La esperanza fue alienada cuando se hizo el producto de entidades sobrenaturales que los rituales utilizaron para producir la esperanza en un mundo diferente, y así Camus tenía razón al  llamar la atención sobre este problema.

 

Pero la esperanza necesita ser restaurada por nosotros, ¿verdad¿? Para nuestras vidas. Por nosotros, por nosotros, es decir a través de una especie de comunidad, o como tú la llamas, la convivencialidad.

 

Exactamente.

 

¿Quieres decir que es una manera de vivir juntos, que ya no se trata de adquirir cosas?

 

Sí exactamente. Tenemos que reconocer que la productividad institucional alcanza un cierto punto en el que comienza a sofocarnos, a impedirnos estar abiertos a la convivencialidad. Llegamos a un punto determinado donde toda una cultura puede estar tan centrada en la realización de la vida humana a través del consumo de bienes y servicios que nos volvemos incapaces, como miembros típicos de esta cultura, de tener fe en la sorpresa de que otra persona, a pesar de que no sea un profesional, de que no forma parte de ninguna institución, incluso sin ningún entrenamiento especial, puede hacerse cargo de mí, que puedo aprender de él.

Tiene que haber una distinción entre la esperanza de que volvamos a recuperar y la esperanza en el sentido de, como se dice en inglés, expectativas, el aumento de las expectativas. Hay que aprender de nuevo cómo distinguir entre la apertura de ser sorprendidos por otro y la expectativa, a la esperanza de que la institución nos va a dar el producto que hemos aprendido a planificar y a identificar de antemano.

Creo que volver a descubrir nuestra capacidad para depender los unos de los otros, incluso en las sociedades tecnológicas, que se encuentran en la peor condición de todas las sociedades en el Oeste y el Este, es la tarea más grande de nuestro tiempo.  Generalmente cuando la gente habla de los problemas del futuro -como lo hemos hecho estos últimos días- intentan hacer a las instituciones más productivas, para protegerse de de los males que Pandora ha liberado y para distribuir mejor el producto de estas instituciones. Creo que la verdadera tarea radica en invertir a las instituciones.

 

Sí. Sabes muy bien lo que dice la gente sobre esas ideas.

 

La gente dice que son una utopía. No sé qué es lo opuesto a la utopía. Por lo general se considera, por la mayoría de los líderes de la sociedad, ser realista, o al menos lo que ellos llaman realista.

Estoy hablando de la simplificación, sobre revertir a las instituciones, y sobre la des-profesionalización. Y las tres me parecen necesidades inevitables si queremos sobrevivir. Para mí, por lo tanto, son realistas.

Cuando hablo de la simplificación, la gente suele decir, “oh es otro de esos soñadores en el movimiento de regreso a la naturaleza, ¡un primitivo!”. No tengo nada en contra de ser asociado con los conservadores del Neolítico; no tengo nada en contra de la idea de ser llamado un conservador neolítico. Es una etiqueta. Me refiero a la necesidad de simplificar la vida si queremos tener una tierra que sea buena, debido a que los que están en contra de la simplificación y con el progreso continuo, -«populorum progressus», en latín medieval, significa «gente que se volvió loca»- dicen que nunca vamos a tener lo que está bien y es «bueno», porque lo «bueno» es siempre «más». Estoy hablando de revertir a las instituciones. En lugar de las instituciones que tenemos, las que son cuellos de botella, embudos para darles conocimientos a los niños, hablo de instituciones que den aquellos que ellos quieran aprende un mundo que sea lo bastante simple para que sean capaces de aprender “de la vida”, en lugar de  “sobre la vida”.

Caminando por toda América Latina de Caracas a Santiago durante muchos meses a menudo tenía la oportunidad de vivir en pequeños pueblos, y creo que la gente sabe cómo vivir de forma saludable en lugar de tener médicos que producen servicios de salud y productos para que puedan vivir en «la Nave Espacial Tierra», como los ecologistas mecanicistas les gusta llamarla.

Al final, creo en la desprofesionalización. Hemos sido capaces desprofesionalizar la escritura y la lectura; ¿por qué no la desprofesionalización de casi todas las medicinas como lo hacen los chinos? Sabemos que en los accidentes, las personas mueren a menudo porque la persona cercana en el momento no sabe qué hacer. Estoy hablando de la repersonalización de valores, intercambios y servicios en un nivel de competencia que no se podría haber soñado antes de la tecnología moderna. Creo que la principal condición para ser capaz de hacer que esto sea políticamente factible serían acuerdos mayoritarios sobre ciertos elementos básicos, donde decidiríamos que tal y tal velocidad es suficiente, tal y tal herramienta de asistencia sanitaria es suficiente. E incluso si quieres tener algo, nuestra intención de no -como sociedad, al menos- producir más para ti de lo que se ha decidido que sea suficiente para todos, por acuerdo de la comunidad.

Hoy en día, y cada vez más desde la Revolución Francesa, se define el objetivo de la democracia como llegar a un consenso sobre lo mínimo que todos deben tener. Propongo la inversión de este concepto: el objetivo principal de un sistema político sano debe ser el establecimiento de lo máximo sobre el que todo el mundo debe estar de acuerdo en que es suficiente para cada persona. Digo esto porque la economía debe cambiar de una economía fundada en la circulación a una economía  que reconoce que el mundo es limitado. Que el mundo material físico no es un sistema infinito, y que reconoce esa invención verdadera, la poesía, la imaginación, por definición, no son mercancías y por lo tanto son ilimitados.

Para decirlo de una vez, si es más simple, cuando la gente me pregunta si soy un utópico, digo que estoy a favor de la simplificación, no por romanticismo. estoy a favor de la inversión de la función de las instituciones y no en contra de todas las instituciones. Y estoy por la desprofesionalización y la repersonalización de los valores, no en contra de la competencia. Todos los que viven en un mundo simple, sabemos que la gente moldea el barro haciendo cosas que son hermosas, fantásticas, y extraordinariamente complejas. Permítanme recitar un poema que que acabo de leer en el avión en mi camino a París para esta ocasión. Es un poema del  neolítico azteca escrito por un español usando letras españolas, pero en náhuatl. El poema dice: «Por un momento fugaz, nos prestamos el uno al otro». Porque está dirigida a un dios.

«Vivimos porque tu nos dibujas. Tenemos color porque tu nos pintas. Y respiramos porque tu nos cantas. Pero sólo por un momento fugaz, nos prestamos el uno al otro». Y continúa. «Porque nos borramos, como un dibujo incluso uno hecho con obsidiana. Perdemos nuestro color, como el quetzal, el hermoso pájaro verde, pierde su color. Y nosotros perdemos nuestro sonido y nuestra respiración, así como el canto del agua. Por un momento fugaz, nos prestamos el uno al otro.»

 

Iván Illich (Viena, 4 de septiembre de 1926 – Bremen, 2 de diciembre de 2002) fue un pensador austríaco polifacético y polémico, clasificado como anarquista, autor de una serie de críticas a las instituciones clave del progreso en la cultura moderna. Criticó la educación escolar, la medicina profesional y de patente, el trabajo ajeno y no creador, y el consumo voraz de energía necesaria para el desarrollo económico como una negación de la equidad y la justicia social, entre otros muchos temas.​ Su obra se inscribe dentro de las corrientes antiindustriales.

Fuente: No oficial

 

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