Van Gogh el suicidado por la sociedad – Antonin Artaud

Retorno al cuadro de los cuervos

¿Alguien vio alguna vez como en ésta tela, una tierra equiparable al mar?

Entre todos los pintores, Van Gogh es el más a fondo nos despoja hasta llegar a la urdimbre pero al modo de quien se despioja de una obsesión.

La obsesión de hacer que los objetos sean otros, la de atreverse al fin a arriesgar el pecado del otro: y aunque la tierra no puede ostentar el color de un mar líquido, es precisamente como un mar líquido que Van Gogh arroja su tierra como una serie de golpes de azadón. E infunde en la tela un color de borra de vino; y es la tierra con olor a vino, la que todavía chapotea entre oleadas de trigo, la que yergue una cresta de gallo oscuro contra las nubes bajas que se agolpan en el cielo por todas partes.

Lo lúgubre del asunto reside en la suntuosidad con que están representados los cuervos. Ese color de almizcle, de nardo exuberante, de trufas que parecían provenir de un gran banquete. En las olas violáceas del cielo, dos o tres cabezas de ancianos de humo intentan una mueca de Apocalipsis, pero allí están los cuervos de Van Gogh incitándolos a una mayor decencia, quiero decir a una menor espiritualidad.

Y es justamente lo que quiso decir Van Gogh en esa tela con un cielo rebajado, como pintaba el instante mismo en que él se liberaba de la existencia, pues, esa tela tiene, además, un extraño color casi pomposo de nacimiento, de boda, de partida

Oigo los fuertes golpes de timbal que producen las alas de los cuervos por encima de una tierra cuyo torrente parece que Van Gogh ya no podrá contener.

Antonin Artaud.

Fragmento de la traducción realizada por Aldo Pellegrini, en 1971.

Título original en francés: Van Gogh le suicidé de la société (Gallimard, 1968).

Reedición «Van Gogh el suicidado por la sociedad». Editorial Argonauta, Buenos Aires 2007.

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