Desbordar la clase trabajadora
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Alejandro Olmo
Como punto de partida para abordar el tema de lo identitario y antiidentitario en la lucha de clases, me interesa pensar sobre los cambios que se estuvieron manifestando en las luchas anticapitalistas en las últimas décadas.
Muchas de estas rebeliones, revueltas o resistencias comenzaron a marcar algunas diferencias importantes con las luchas anteriores, sobre todo a partir de la irrupción del zapatismo en 1994 pero también con la rebelión de Rojava de 2011/12 y los estallidos en Argentina en 2001, Atenas en 2008 y Chile en 2019 (entre muchas otras).
En principio estas experiencias no solo cuestionan fuertemente al Estado y los partidos políticos como vía para rebelarse sino que los consideran parte del problema y, por ende, el tipo de organización que adoptan es asambleario y autodeterminado favoreciendo la toma de decisiones de manera colectiva y directa.
Se produce así un desborde a la forma-Estado, la misma forma estado-céntrica de lucha es desbordada generando una ruptura con el carácter identitario predominante en la lucha de clases.
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Las Formas del capital
La forma-Estado es generada por la relación social capitalista a partir de la enajenación de la actividad humana en trabajo abstracto y de la producción de valor.
Como parte de la lógica de este proceso de enajenación existen otras formas que fueron señaladas por Marx, como por ejemplo la forma-valor, la forma-trabajo, la forma-dinero. Estas formas no existen como algo estático sino que son procesos o “formas-proceso”, como las denomina John Holloway en el libro “Esperanza en tiempos de desesperanza” 1
Entonces las formas, como procesos, son procesos de abstracción, de enajenación, de contención de la actividad vital humana bajo las relaciones sociales capitalistas.
Así el trabajo abstracto es el proceso de enajenación del trabajo útil (o de la actividad humana libremente determinada); el valor o valor de cambio es el proceso de enajenación del valor de uso; y la mercancía, el proceso de enajenación de nuestra riqueza (o como dice Marx en los Grundrisse: ….la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etc., de los individuos.. ) 2
Cada forma es un proceso identitario que nos limita y nos contiene pero esta contención es un proceso antagónico, es decir, que lo contenido está en lucha contra la forma, existe una resistencia antiidentitaria que empuja para desbordar la forma. Lo contenido está en antagonismo con la forma que lo contiene, la lucha de clases es antagónica.
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Desbordar la clase
La identificación con la clase y por ende con el trabajo tal vez sea la identificación más fuerte, la más naturalizada e “invisible” y por lo tanto la que constituye el mayor obstáculo para romper con las relaciones sociales capitalistas. La clase también es una forma, un proceso identitario que nos determina como trabajadores, como clase trabajadora.
Entonces, para enfrentar al capital necesitamos desbordar la clase, tenemos que abolir la clase trabajadora para abolir el capital.
Por el contrario, si nos mantenemos dentro de los límites de la clase, solo podemos aspirar a luchar contra el capital por mejores condiciones en la venta de nuestra fuerza de trabajo a cambio de dinero. En otras palabras, si luchamos contra el capital como trabajadores, es decir ya identificados como tales, estamos aceptando la enajenación de nuestra actividad vital en el trabajo abstracto y por ende, la lucha será por mejorar esa transacción que aceptamos previamente como algo “natural”. Por otra parte, asumir esta clasificación sin revelarnos y sin intentar desbordarla, implica reforzar la misma relación social que nos encierra y contiene en la clase.
Si no desbordamos la forma-clase, permanecemos encerrados en una lucha de clases identitaria ya que la identidad de clase es generada a partir de la conversión de nuestra actividad en trabajo abstracto.
La actividad vital humana está contenida, negada en la “forma-proceso” de la clase, pero como decíamos antes, éste es un proceso antagónico donde lo contenido está a su vez siempre en resistencia antiidentitaria contra la forma. Entonces, si bien es necesario luchar “desde” la clase, necesitamos además, y sobre todo, luchar “contra” la clase y desbordarla.
La lucha de clases es antiidentitaria siempre y cuando incluya la rebelión contra la propia clase, contra el proceso de clasificación que nos identifica como clase productora de valor.
Si la lucha de clases es antagónica, entonces no podemos partir desde ningún otro punto que no sea ese antagonismo, es decir desde una posición que es contradictoria entre lo identitario y lo antiidentitario. Pero desde esa tensión generada por el antagonismo, es importante visualizar el empuje antiidentitario que existe, aunque negado, como una fuerza potencialmente desbordante contra esa negación.
Sobre este último punto, me interesa citar algo que escribe John Holloway en su libro “Esperanza en tiempos de desesperanza”,:
Para pensarla como apertura de la esperanza revolucionaria, hay que ver a la clase trabajadora como antitrabajo y anticlase, como un desajuste, un desbordamiento, algo incontenido, algo inconquistado.3
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Para romper las formas del capital necesitamos ir creando otro relacionamiento social
Retomando el punto de partida sobre los cambios en las luchas anticapitalistas se podría decir que comienza a aparecer embrionariamente al menos, una tendencia antiidentitaria en la lucha de clases. De diferentes maneras, la forma-clase está siendo desbordada en estos procesos.
Con esto no estamos diciendo que esta tendencia sea predominante pero sí que el tipo de organización que surge en estas nuevas luchas prefigura relaciones sociales autodeterminadas y genera rupturas que ponen en crisis el carácter identitario que hasta hoy predomina.
La crisis actual del capitalismo es la crisis de sus formas incluyendo las formas identitarias de lucha. Desde este punto de vista, la caída URSS puede ser vista como parte de la crisis de estas formas y probablemente, a partir del desmoronamiento de la “esperanza” del socialismo real, se haya generado una apertura que habilitó los cambios en la lucha de clases que se están sucediendo.
Pienso las rupturas con las formas del capital como un proceso o más bien como un contra-proceso que vaya creando otras relaciones sociales, “en-contra-y-más-allá” de la relación capitalista, un comunizar que apunte a liberar las capacidades, la riqueza humanas.
En este contra-proceso la asamblea es clave como política de desborde, como un relacionamiento autodeterminado que vaya rompiendo con lo identitario, reemplazando el relacionamiento jerárquico de los partidos políticos y de las instituciones estatales.
A partir de este tipo de autoorganización es necesario poder avanzar en una nueva asociación entre las personas, una libre asociación que en lugar de coartar el potencial de la actividad humana habilite, por el contrario, el despliegue de esas capacidades y fuerzas. En ese proceso se irían generando rupturas con el trabajo abstracto (la forma-trabajo), que es el núcleo de las relaciones sociales capitalistas y a partir del cual enajenamos nuestra riqueza en mercancía.
La autoorganización en asamblea o comuna es lo que vemos en diferentes variantes en los gobiernos autónomos locales (GAL) zapatistas o en los cantones del Confederalismo Democrático en Rojava y también, aunque de manera más rudimentaria y fugaz, en muchas de las resistencias actuales en distintas partes del planeta, o en las revueltas de los últimos tiempos como las ya mencionadas al principio de este artículo.
Muchos de estos procesos sufren retrocesos en los desbordes que habían generado o se disuelven sin llegar a esbozar un relacionamiento diferente y rápidamente reproducen las lógicas identitarias contra las que en principio luchaban.
El gran problema que existe es que en muchos casos se lucha contra algo en particular, como por ejemplo el extractivismo, el patriarcado o la discriminación racial, sin relacionar el objeto de esa lucha particular con el núcleo que lo genera; es decir el capital. El extractivismo, el patriarcado o la discriminación racial no existen separados de la relación social capitalista. El mismo relacionamiento que permanentemente busca enajenar nuestra actividad en la producción de valor, es el que genera, por ejemplo, el extractivismo. Por lo tanto si nos enfrentamos al extractivismo sin reconocer esta vinculación, es decir sin apuntar al capital, entonces esa lucha queda encerrada en la lógica identitaria que la relación capitalista impone.
Para utilizar la excelente metáfora zapatista, no se puede luchar contra alguna de las cabezas de la hidra capitalista en particular, desconociendo el corazón mismo de la hidra.
Necesitamos ver esta relación y apuntar al corazón de la hidra, si no lo hacemos, las cabezas de la hidra se seguirán reproduciendo.
Si estamos contra el Estado (por tomar el ejemplo más común) tenemos que saber que el Estado depende del capital, no podemos liberarnos del Estado si no nos liberamos de la relación social capitalista, de la enajenación del trabajo abstracto.
Entonces, para romper con las formas identitarias del capital es necesario ir en todos los casos contra el corazón que las genera. No por nada lxs zapatistas utilizan la metáfora de la hidra, ellxs están caminando, entre avances y retrocesos, en la búsqueda de otra relación social al que denominan El común.
Lo que intentamos aquí es plantear una mirada crítica y autocrítica sobre las experiencias de lucha anticapitalista, teniendo en cuenta las tendencias identitarias y antiidentitarias que antagónicamente existen; pero a su vez, esta mirada crítica tiene que permitirnos visualizar los “logros” que se consiguen ya sean logros que permanezcan en el tiempo o aún si son fugaces, ya que el objetivo es ir abriendo caminos que posibiliten generar otro relacionamiento social e ir creando espacios de autodeterminación, asamblearios, antiidentitarios.
Liberar nuestra riqueza de la forma mercancía implica simultáneamente, la creación colectiva de otras relaciones sociales, de un otro mundo.
Referencias
1 y 3. Esperanza en tiempos de desesperanza John Holloway Ediciones Comunizar © 2025 Comunizar: Colección Libros del Don Buenos Aires, Argentina
2 Elementos fundamentales para la crítica de la economía política – Borrador 1857-1858 (Grundrisse), volumen 1. Edición y traducción de José Aricó, Miguel Murmis y Pedro Scaron. Ciudad de México, Buenos Aires, Madrid, Siglo XXI Editores.

Imagen. En azúl de Wassily Kandinsky 1925