Richard Gunn

 

El autor de El capital no fue un historiador social. Es decir, no intenta producir una imagen matizada o cualitativamente rica de la vida del proletariado o de la clase obrera. Tiene poco para decir acerca de las actividades placenteras de la gente trabajadora o de sus tendencias de pensamiento o sus patrones de relaciones familiares. Un lector de El capital puede desear encontrar más sobre tales tópicos y décadas de historiografía marxista intentaron llenar este vacío.”

Para mejor o para peor, Marx escribió como un “crítico” (véase el título de El capital). De vez en cuando, presenta su obra como científica. ¿Cómo deberíamos entender este término? Yo no exploro este término (o la manera en que Marx lo entiende) en detalle –señalo solamente que es un campo minado. Marx no simpatiza con la ciencia positivista o el positivismo científico al cual había adherido el período victoriano. Ni hay ninguna razón para vincular a Marx con la “ciencia” estructuralista o semi-estructuralista que invocan los escritos de Louis Althusser. Si hay una alusión en las referencias de Marx a la ciencia -sugiero- consiste en la “ciencia” tal como es entendida por G. W. F. Hegel, a quien el Marx tardío remite continuamente. Podemos notar de pasada que la “ciencia” hegeliana en la que Marx abreva es la ciencia de la Fenomenología del espíritu (1806-7) antes que la “ciencia” de los años posteriores y más conservadores de Hegel. 

Si El capital no se detiene en las cuestiones de matices en las que podría enfatizar un historiador social, ¿qué temas se ve obligado a considerar el lector?

Uno de tales temas es el indicado en el capítulo 2 del volumen I de El capital. El pasaje difiere en las distintas traducciones, pero Marx se refiere muy claramente a las “Charactermasken económicas” portadas por los individuos involucrados en el intercambio de mercancías (1). El concepto de Charactermasken pone en juego tópicos que conciernen a la alienación –para emplear una concepción que subraya el joven Marx. Siguiendo este tópico un paso más, Gunn y Wilding, en su Revolutionary Recognition, interpretaron a Marx como alguien que buscaba una sociedad (la sociedad comunista) donde el reconocimiento mutuo prevaleciera. Si Marx habla realmente un lenguaje “científico”, la ciencia en cuestión es una ciencia donde el concepto de reconocimiento mutuo de la Fenomenología es la clave. Para Marx, una sociedad donde los individuos existen en términos de definiciones de roles –por ejemplo, los de un “cazador”, un “pescador”, un “pastor” o un “crítico crítico”- es alienada.  

Según Marx, la sociedad comunista es una asociación “en que el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos” (2). Este pasaje es, propongo, totalmente importante. A partir de esta cita se despliega la lectura de Marx de Gunn y Wilding. 

Otro tema que debe considerar el lector es el del proletariado. El tema ha sido discutido brevemente por Richard Gunn en dos artículos publicados en Comunizar: “¿Qué es el proletariado?” y “La negación de la negación”. En el primero de estos artículos subrayo un pasaje de los “Resultados del proceso inmediato de producción” (un capítulo inédito de El capital) donde Marx explicita que, después de un período en el que el obrero participa del proceso de producción capitalista, él o ella debe someterse a “ese mismo proceso una vez más”. El proletariado carece de propiedad en el sentido que se requiere la continuidad de su explotación para que sea posible su supervivencia. Si no se dispone de trabajo para el empleador capitalista, y reina el capitalismo, sucede la muerte. 

Hacia el final del volumen I, Marx resume sus preocupaciones de una manera distintiva. Se centra en los primeros días del capitalismo e, inversamente, en el final del capitalismo. En los primeros días del capitalismo –y, argumenta Werner Bonefeld, durante el período del capitalismo- el obrero debe ser activamente separado de sus medios de vida. En el mercado de trabajo, el capital debe confrontar al obrero como una fuerza monolítica. En los hipotéticos últimos días del capitalismo, la propiedad privada debe ser superada. Dos separaciones –una “negación” y una “negación de la negación”- resume lo que es el proletariado para Marx. En la medida en que se incluyen estas negaciones, ya no incumbe mucho a la crítica de la economía política si describimos al obrero de una manera tradicional como “un hombre blanco con una gorra chata” o, como recomienda Eddo-Lodge, como “una mujer negra empujando un cochecito”.

A estas observaciones quisiera agregar que, desde el punto de vista que defiendo, las preocupaciones feministas y anti-racistas encajan con la exposición de Marx. Frecuentemente, los críticos hostiles retratan a Marx como fuera de época. Lo hacen importando detalles inesenciales dentro de la discusión de Marx. (Describir a los obreros como portadores de “gorras chatas” que trabajan en la industria pesada es una de una de tales importaciones.) Para ensamblar, podemos notar que un no-marxista puede describir la desigualdad creciente como una línea dibujada en un mapa social. Esta línea, lamentablemente,  puede cruzar punto en el mapa donde se colocaron etiquetas de “mujeres” y “no-blancos”. Un problema con este pensamiento interseccionalista es que permanece en silencio acerca de cómo o por qué resulta ser la desigualdad capitalista. Silvia Federici señaló un asunto vital cuando, en Revolution at Point Zero (Oakland; PM Press 2012) (3), se refiere al “acaparamiento de tierras” que conduce a los antiguos campesinos al mercado laboral. Ella señala que ese acaparamiento de tierras tiene un impacto especialmente en las mujeres. El efecto de la primera negación a la que se refiere Marx aún está entre nosotros. La desigualdad social no es una abstracción o una pacífica estadística, sino una realidad vívida de muchas maneras.

Termino indicando algunas áreas hacia las cuales puede extenderse mi discusión. Cuando los escritores ven la fábrica como el único sitio donde se decide la tasa de plusvalor, esto es un agregado injustificado a las afirmaciones de Marx. Así sucede también con la idea de que sólo los obreros en la industria pesada cuentan como proletariado. Es cierto, por supuesto, que otras cuestiones distintas de las planteadas fueron de vital importancia. Indudablemente, los activistas de izquierda y los sindicalistas se basaron en el estereotipo de la “gorra chata” y la industria pesada para dejar en un segundo plano las luchas de las mujeres y las luchas de los negros. Entre otras cuestiones, asuntos concernientes al medio ambiente y al cambio climático fueron dejados de lado –sin ninguna razón. Mi afirmación en este artículo es hay pocos argumentos para atribuir semejante carácter anacrónico a Marx.   

¿Cómo puede extenderse mi conclusión? Puede extenderse, sugiero, mostrando cómo temas del feminismo y el racismo encastran con las preocupaciones de Marx. En los asuntos concernientes al cambio climático, puedo señalar las recientes investigaciones sobre Marx. El último Engels –el Engels de la Dialéctica de la naturaleza– saluda el hecho de que Marx había leído obras de ciencias naturales. Pero era un malentendido. Al prestar atención a lasciencias naturales de su época, Marx no estaba buscando una filosofía basada en la ciencia, como sería más tarde el materialismo dialéctico o el DIAMAT de estilo soviético. Un estudio cuidadoso de sus cuadernos filosóficos muestra que su objetivo era profundizar su teoría del plusvalor. Lo hace atendiendo al agotamiento del suelo por parte del capital –a (por así decirlo) la conversión de la agricultura en agrobusiness. En las calles de las ciudades a lo largo del mundo de hoy, la discusión continúa. 

 

Junio de 2021. Original en inglés enviado por el autor. Traducción al castellano para Comunizar: Alberto Bonnet. 

 

Notas:

(1)  NdT: Gunn emplea directamente la expresión alemana de Marx, que suele traducirse al español como “máscaras de personaje” (véase K. Marx: El capital, México, Siglo XXI, tomo I, p. 104).
(2) NdT: K. Marx: Manifiesto del Partido Comunista, Buenos Aires, Herramienta, 2008, p. 52.
(3) NdT: S. Federici: Revolución en punto cero, Buenos Aires, Tinta Limón, 2018.

 


Richard Gunn fue profesor de Teoría Política en la Universidad de Edimburgo desde 1975 hasta su retiro en 2011. Ha escrito artículos sobre la teoría crítica, sobre Hegel y sobre diferentes movimientos sociales y políticos. Fue integrante de la corriente de pensamiento conocida como Marxismo Abierto. En la actualidad trabaja como investigador y escritor independiente.

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