Comunismo de Consejos, el marxismo anti-leninista

En América Latina es generalmente desconocida la corriente del comunismo de consejos. Gran parte de quienes han oído de ella la conocen por su vulgarización, el “consejismo”, una especie de oposición democratista y horizontalista al bolchevismo.

La realidad es algo diferente. El mejor punto de partida que se me ocurre para contar la historia del comunismo de consejos es la izquierda comunista germano-holandesa, que fue uno de los blancos de Lenin y los bolcheviques en “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” (otros ataques previos pueden verse en “Acerca del infantilismo “izquierdista” y del espíritu pequeñoburgués (ver aquí).

Dicho panfleto tuvo respuestas contemporáneas, marxistas, que la izquierda leninista suele desconocer. Su lectura es la puerta de entrada a una historia mucho más rica del movimiento comunista y del marxismo.

La polémica de los “izquierdistas” con Lenin

La “Carta Abierta al Camarada Lenin” (ver aquí) del comunista holandés Hermann Gorter, expresa emocionalmente la incredulidad que ocasionaba en 1920 los ataques de Lenin a sus compañeros internacionalistas de Europa Occidental. Gorter presumía la buena fe del revolucionario ruso y se limitó a polemizar sobre las diferentes condiciones para la revolución socialista en Oriente y en Europa Occidental, explicándole de esta manera por qué esto requería que el comunismo en Alemania tuviera una política revolucionaria distinta a la bolchevique.

El impacto de leer esta carta es encontrar una respuesta demoledora a los argumentos aparentemente incontestables de Lenin sobre cómo se hace una revolución, y desde una posición marxista. En dicha Carta se encuentran las posiciones que más tarde fueron desarrolladas por el Comunismo de Consejos sobre la acción autónoma de la clase obrera versus la “política de jefes” y la actitud hacia el parlamentarismo y el “viejo movimiento obrero” de partidos y sindicatos.

Una respuesta posterior, más breve, es la de Franz Pfemfert en “La enfermedad infantil… y la Tercera Internacional” (ver aquí). En ella se enfatiza el rol reaccionario que estaba cumpliendo la política de alienación de la izquierda comunista en favor de tendencias más centristas y/o subordinadas al PC soviético, incluso el reflote de viejos argumentos demagógicos de la socialdemocracia a quien el mismo Lenin había denunciado y condenado.

La ruptura con el bolchevismo como ala radical de la socialdemocracia

El prestigio internacional ganado por el bolchevismo les llevó a una posición hegemónica en la discusión sobre la política revolucionaria-comunista e incluso sobre la interpretación filosófica del marxismo. La III Internacional apoyaba al KPD (Partido Comunista de Alemania), que a través de una maniobra expulsó a su mayoría revolucionaria, que conformó el KAPD (Partido Comunista Obrero de Alemania). En ese campo se ubicaba la izquierda comunista germano-holandesa, que por un lado llevó a cabo una resistencia heroica ante los ataques contrarrevolucionarios de la burguesía europea y la politiquería del bolchevismo por el otro.

En el mismo 1920, el comunista alemán Otto Rühle desarrollaría tesis aún más radicales que las de Gorter en su texto “La revolución no es asunto de partido” (ver aquí). Su toma de partido es a favor de las Uniones Obreras, organizaciones fabriles de base surgidas como respuesta a la cooptación de los Consejos Obreros por los viejos partidos. Se desarrolla la teoría de la organización “unitaria”, que aúna la lucha económica con la política en situaciones revolucionarias y, al mismo tiempo, que organización de lucha del proletariado revolucionario es organización del autogobierno de la población productora. Se caracteriza al KPD como el ala radical de la socialdemocracia alemana.

La trayectoria de Anton Pannekoek es una de las más ejemplificadoras de un marxismo vivo. Ya en el seno de la socialdemocracia alemana empiezan a impactar en su teoría las huelgas salvajes, autodirigidas. Se mantiene internacionalista en la Primera Guerra sacando conclusiones de la deriva de la socialdemocracia en vez de limitarse en acusaciones de traición o de “renegados”. Evoluciona hacia las posiciones de la izquierda comunista y se convierte en el principal teórico del Comunismo de Consejos. Uno de los textos que ejemplifica esta última transición es “Socialdemocracia y comunismo” (ver aquí), donde plantea una vuelta a Marx para una delimitación radical de la socialdemocracia (incluyendo a la bolchevique). Se consolidan las posiciones sobre la importancia de la autonomía de clase, la oposición entre democracia verdadera y parlamentarismo, los consejos obreros como organismos de lucha de masas caracterizados por la unidad de deliberación y ejecución.

La madurez

Ya la revolución en Europa había sido derrotada y se consolidaba la deriva anti-comunista del régimen bolchevique (ahora stalinista). Los revolucionarios que sobrevivieron emigraron o se exiliaron y prosiguieron con su desarrollo teórico del comunismo de consejos, llamado así por oposición al “comunismo de partido”.

Por Pannekoek y otros autores de la corriente, el régimen social de la URSS es caracterizado como “capitalismo de Estado” por la continuidad de la explotación y subordinación de la población trabajadora, ahora por una clase dominante fusionada en el Estado-Partido. La caracterización del bolchevismo como política revolucionaria pequeñoburguesa-jacobina en vez de proletaria-comunista sería sistematizada en un texto de 1934, las “Tesis sobre el bolchevismo” (ver aquí) de Helmut Wagner.

Paul Mattick, el teórico más joven de la corriente, fue un prolífico escritor y editor de la revista Correspondencia Consejista Internacional, que luego cambiaría su nombre a Living Marxism. Sus principales aportes son la crítica al incipiente trotskismo como oposición de izquierda al stalinismo más que como alternativa revolucionaria (“La leyenda de Lenin” [aquí], “Bolchevismo y Stalinismo” [aquí]) y la revitalización de la crítica marxista de la economía política, en su obra “Marx y Keynes”.

¿De qué nos sirve el comunismo de consejos ahora?

Si trasladáramos a nuestra praxis actual su toma de partido a favor de los consejos obreros y contra el viejo movimiento obrero de partidos y sindicatos, solamente nos quedaría el propagandismo y el llamamiento abstracto a la construcción de organizaciones ideales.

La oposición radical al sindicalismo y al parlamentarismo, que en el momento de su elaboración era una necesidad revolucionaria práctica en Alemania, hoy puede servirnos para liquidar las ilusiones izquierdistas (y anarquistas) en un sindicalismo revolucionario y en un uso revolucionario del parlamento.

Si algo de relevancia actual sobrevive de esta corriente es la diferenciación entre la política revolucionaria de partidos de vanguardia o guerrillas, que en caso de éxito llevan a un socialismo/capitalismo de Estado, y la política revolucionaria-comunista, que tiene que basarse en el desarrollo cada vez más profundo y extensivo de la autonomía proletaria. En la situación histórica actual, compuesta por las condiciones que nos vienen dadas y los medios que tenemos disponibles para cambiarlas, ¿qué caminos llevan a profundizar y fortalecer esta autonomía de clase y cuáles no? Es sobre esta base que puede resignificarse el debate sobre “la organización”.

Pero para organizarnos tenemos que saber para qué luchamos. La lectura del comunismo de consejos también nos interpela sobre qué entendemos por socialismo. Así como la Comuna de París le dio materialidad al concepto de “dictadura del proletariado”, fueron los consejos obreros y organizaciones similares quienes le dieron materialidad al concepto “asociación de productores libres e iguales”. El socialismo de la socialdemocracia, y por extensión el leninista, se basa en un monopolio estatal de la producción, con la excusa de la necesidad de la centralización administrativa para evitar la atomización de unidades productivas autogestionadas sin un plan económico general. Esto inevitablemente lleva a una dictadura SOBRE el proletariado, como ya hemos visto en la URSS, Europa del Este, China, Cuba. Incluso lo hemos visto, aunque en menor grado, en las experiencias nacional-estatistas como la chavista.

Conclusiones

El comunismo de consejos fue la teoría más avanzada de la revolución proletaria elaborada desde el campo marxista, y conservó su relevancia mientras la clase obrera continuó siendo en su gran mayoría empleada en grandes fábricas. Este ya no suele ser el caso para una gran parte de nuestra clase.

Si algunas respuestas del comunismo de consejos perdieron relevancia, la conservan todavía las preguntas que se hizo. Y allí donde sus certezas sobre “qué hacer” se desdibujan, conservan todo su relieve sus certerzas de “qué NO hacer”. Responder las preguntas pendientes y agregar certezas positivas a las negativas es nuestra tarea.

El comunismo de consejos me ha enseñado que la máxima “la emancipación de la clase obrera será obra de ella misma” no es sólo una linda frase; es el punto de partida para realizar la investigación sobre los principios, los fines y los medios de lucha contra la sociedad de clases, y el horizonte humanista al que nunca debemos renunciar quienes nos ubicamos en el campo comunista.

Rubén Tala

Fuente: Escritos para la emancipación

Scroll al inicio