Queridas y queridos compañeras y compañeros de H.I.J.O.S. Guatemala.

Qué gusto que las jornadas contra el olvido organizadas por ustedes este 30 de junio lleven por lema  “Nos vamos a las armas, nuestra arma es la memoria”. Y es un gusto porque la lucha contra el olvido es un diario recordar a los que el sistema asesinó y desapareció por la osadía de oponérsele.

Nuestros asesinados, nuestros desaparecidos se enfrentaron a la opresión impulsados por la esperanza de construir un mundo emancipado en el aquí-ahora de su tiempo. De distintas maneras, ese tiempo es todavía nuestro tiempo. En su ausencia, son ellos parte activa de nuestro presente. Nos aconsejan, nos detienen frente al peligro, pero no dejan de impulsarnos. Están aquí, participando de un nosotros en construcción; son una de las caras de nuestra esperanza. No podía ser de otra manera, ya que somos cómplices de una historia irredenta, rebelde. Miramos con ojos críticos nuevos la historia cuya duración es la humanidad mutilada.

En este hoy, dominado por violencia infinita del dinero, nosotros también creemos, como ellos, en la necesidad y la urgencia de un mundo emancipado. Las formas, los modos, la misma idea de cómo producir el cambio podrán ser diferentes, pero no nos tragamos el cuento barato del “fin de la historia”. Sus corifeos nos dicen que estamos jodidos y que no nos queda de otra que aceptar al capital como el dictador de nuestras vidas. “¿Qué más quieren, si ya tienen democracia representativa?”

De esa manera, se instala un gusano ideológico fabricado por el binomio antagónico de las palabras clave democracia/dictadura. Su función es comer y desechar las  palabras que nos llevan al terreno de las relaciones antagónicas del capital, y a la conciencia de la naturaleza de estas relaciones. Ese gusano se nutre al borrar las huellas de la complicidad existente entre la violencia del dinero y la institucionalidad liberal. (Esa “complicidad” no es casual o coyuntural; es parte de las relaciones sociales propias del capital que implican un vínculo entre economía y política mediado por el dinero.) Dicho gusano es la anti-memoria.

El peligro del gusano anti-memoria no es que engulla todas las palabras que nos permiten recordar y que nos deje vacíos de recuerdos colectivos. No. El peligro es que engulle aquellas palabras que dan sentido crítico al recuerdo y que constituyen la memoria como lugar de esperanza. Procediendo así, el gusano trabaja para construir un lugar de plena identidad entre las luchas del pasado con el presente. El hoy es —según la narración que surge de esa liquidación de las palabras críticas— la realización de nuestros deseos y sueños de cambio, y de los sueños que soñaron los que fueron asesinados y desaparecidos en años no muy lejanos. De esa manera, la historia de nuestras luchas, de las luchas de los que nos precedieron, son capturadas en el mecanismo ideológico del poder. ¡Estamos en democracia! ¡Ganó la libertad!  ¡Ganó el dinero!

Desde la lucha de los de abajo, no es difícil darse cuenta que esa narrativa está hecha de muchos desechos del gusano, como no lo es tampoco percatarse de que la democracia como parte del poder del dinero es una falsa democracia, el poder de unos pocos. Algunos dicen que ese es el poder de menos del 1% de la población mundial. Nosotros preferimos plantear que es el poder de una relación social perversa, que   hay que llamarla por su nombre: el capitalismo.

¿Queremos democracia? Sí, pero una democracia que sea la expresión de seres  humanos libres, es decir, emancipados del poder del dinero. En general, la sociedad dominada por el capital es una falsa sociedad. Falsa, no en el sentido de negar su existencia empírica, sino en el de que esa existencia no tiene nada que ver con la libertad como autodeterminación humana. Esta es una sociedad donde es el dinero el que manda. De esto se deriva la urgencia política de luchar por abolir las relaciones de dominio y de opresión que el capital produce y reproduce como parte de su lógica social.

¿Difícil? Muy difícil. Pero mientras el hoy siga siendo dominado por la totalidad de esas relaciones, no hay otra manera de crear una sociedad justa.

¿Y la memoria colectiva juega un papel en todo esto? Para reproducción de la totalidad de las relaciones del poder del capital es necesario el trabajo del gusano, como hemos visto; éste come y come palabras incómodas al sistema y fabrica una pantalla global que nos dice: “No vivimos en un mundo perfecto, pero éste es el mejor de los mundos posibles”. En otros términos, una de las tareas del gusano consiste en producir identidad entre el pasado y el presente; esto es que, elabora la imagen de un continuum histórico que es necesario seguir reproduciendo, con lo cual, la historia como ruptura del orden existente deja de tener sentido.

La memoria, por el contrario, es una ruptura con esa identidad. Es una fuerza que niega lo que el poder afirma. No es un simple recuerdo del pasado, sino un recuerdo que constituye el presente como lucha contra el sistema de dominación; es un recuerdo que nos dice que el pasado no ha sido resuelto en el presente, y que el presente es un constelación de luchas pasadas y actuales que siguen vivas y seguirán vivas en la medida de que las condiciones de poder contra las cuales surgieron esas luchas sigan vigentes y agravando nuestras condiciones de existencia.  De tal manera, que esa dimensión negativa de la memoria presupone el tiempo del todavía-no-aún, del cual hablaba Ernst Bloch.

No está de más recordar que múltiples movimientos sociales se enfrentan al sistema en otras partes del mundo apelando a la memoria rebelde de sus respectivas historias. Allí están los zapatistas, el movimiento autonomista kurdo, el movimiento indígena en varias partes de Latinoamérica, los Chalecos Amarillos en Francia, entre muchos otros.

Por mantener viva la llama de la esperanza y de la utopía, sin las cuales la memoria sería un simple recuerdo sin dientes, les envío mis abrazos fraternales.

Puebla, México, 28 de junio de 2019.

Autor: Sergio Tischler

Enviado por el autor para su publicación en Comunizar.



Imagen sobre un muro en Guatemala, en el que la organización H.I.J.O.S. ha pegado fotografías de sus desaparecidos.
Categorías: Artículos