Infancias. Sobre las memorias inventadas por Manoel de Barros

 

Alberto Bonnet

Al poeta, por supuesto

A palavra amor está quase vazia.
Não tem gente dentro dela.

.

Acaba de publicarse Memorias inventadas de Manoel de Barros. Reúne en un solo volumen los tres libros de memorias que escribió (Memórias inventadas I, 2003; II, 2006; y III, 2008). Es el primer libro de Barros publicado entre nosotros, hasta donde sabemos. Y fue publicado, además, en una muy cuidada edición bilingüe, a cargo de José Ioskyn como traductor y de la editora independiente Griselda García.i Tenemos muchos motivos para festejar.

Pero ¿quién es este Manoel de Barros? Dejemos que se presente a sí mismo: “No soy biografiable. O tal vez lo sea. En tres líneas. 1. Nací en la costa del río Cuiabá. 2. Pasé la vida haciendo cosas inútiles. 3. Aguardo un reconocimiento de conchas. (Y que sea sin dolor, en algún banco de la plaza, espantando de la cara a las moscas más brillantes)”.ii Y ¿qué decir sobre sus memorias? En primer lugar que, a diferencia de lo que se acostumbra en el género, son un conjunto de poemas. Quizás sean poemas que se aproximen un poco a la prosa poética, como ya les había sucedido a algunos poemas suyos de la Gramática expositiva do châo (1974) o del Livro de pré-coisas (1989) (o como les sucede a veces a los poemas de nuestro Juan L. Ortiz). Aunque a veces les sucedió también a algunos poemas suyos de Arranjos para assobio (1985) o del Tratado geral das grandezas do ínfimo (2001) reducirse más bien a una suerte de haikus libres (como aquellos de Octavio Paz). Siguen siendo, en cualquier caso, poemas. Porque Manoel de Barros asumió a la poesía como su único modo de expresión. Nunca escribió sino poemas. Y no podía sino volver a escribir poemas en sus memorias.

Casi nunca concedía entrevistas. Y en las pocas que concedió, ya entrado en años, casi siempre respondió por escrito. Sus concisas respuestas, también en este registro de la entrevista, siempre quisieron ser poemas. “Yo ya escribí que las palabras entran en celo cuando les hago caricias. Ellas hasta me invitan. Y yo acepto su invitación. Y tenemos una relación casi carnal, para el poema. Todas las palabras que uso me contienen. Parece realmente que el lenguaje fuera mi concubina. Ya pensé seriamente en eso y me hallo un pervertido.”iii A respuestas como estas me refiero. O, para tomar otro ejemplo. “Vino a decirme que yo desestructuro el lenguaje. ¿Yo desestructuro el lenguaje? Veamos: estoy bien sentado en un lugar. Viene una palabra y saca el lugar de debajo de mí. Saca el lugar donde estaba sentado. Yo no hice nada para que la palabra me desalojara de ese lugar. Y ni siquiera obstaculicé el paso de nadie. Al retirar el lugar debajo de mí, me derrumbé. Allí solo había un grillo con su flauta de cuero. El grillo hirió el silencio. Los lugareños se quejaron del grillo. Llegó una palabra y retiró al grillo de la flauta. Ahora yo pregunto: ¿quién desestructuró el lenguaje? ¿Fui yo o fueron las palabras? ¿Y el lugar que retiraron debajo de mí? ¿No se suponía que me sacarían del lugar? Fueron las palabras pues las que desestructuraron el lenguaje. Y no yo”. Olvidé mencionar que esto último, a pesar de su apariencia, no es una respuesta suya en una entrevista, creo, al menos, sino un poema incluido en sus Ensaios fotográficos.iv

Pero agreguemos algo más: ¿por qué estos poemas suyos, y no cualesquiera otros anteriores, integran estas memorias? La única respuesta viable a esta pregunta consiste en suponer que al poeta, que ya cargaba con más de ocho décadas de vivir en sus tierras y sus aguas del pantanal matogressense, se le antojó titular “memorias” a estos tres últimos poemarios. Ninguna otra respuesta se nos ocurre a propósito de alguien que, ya en su primer libro, había escrito que “ninguna ciudad disputará la gloria de haberme / dado a luz. / Hablo de la vida de un chico del monte sin importancia. / Esto no tiene importancia”.v Salvo, naturalmente, para quien recuerda. “¡Ah, cuán bueno es para la gente tener infancia! / … / Cuan bueno es para la gente haber tenido infancia para poder / acordarse de ella”.vi Los recuerdos de infancia no son sólo la materia excluyente de sus Memorias, sino también uno de los materiales fundamentales de toda su poética.

Digamos, en segundo lugar, que son memorias inventadas. “Hay muchas maneras de no decir nada sobre nosotros mismos. Las memorias son la mejor manera”, responde el poeta.vii Esta asunción de las memorias como un género de ficción más –algo que implica, en sentido contrario, la permeabilidad de las fronteras entre las memorias y otros géneros ficcionales, como la novela o la propia poesía- es ya un lugar común entre los escritores. ¿Quién puede distinguir tajantemente, por ejemplo, entre Speak, Memory y las restantes novelas de Nabokov? Barros, sin embargo, también afirma: “Todo lo que no invento es falso”.viii Las memorias de Barros, en consecuencia, serían verídicas porque son inventadas.

Infancias. Sobre las memorias inventadas por Manoel de Barros

Lenguaje

Parece que estamos ante una paradoja. Una solución a esta paradoja, acorde con la moda vigente, consistiría en asumir sin más que la verdad es un invento. Pero prefiero sugerir una solución diferente. A saber: que quizás Barros haya sido capaz de inventar memorias verídicas sobre su infancia porque nunca perdió su capacidad de experimentar el mundo como niño -aunque Nequinho fuera un anciano (de entre 87 y 92 años) cuando publicó las tres entregas de sus memorias inventadas. “Siento candor / por boberías. / Cuando crezca voy a quedarme niño”.ix Cualquiera que navegue entre sus poemas advierte enseguida que la conservación de esa capacidad de experiencia no es una cualidad innata suya, sino el producto de un arduo trabajo: el trabajo de “desaprender ocho horas por día, todos los días, para llegar a ser poeta”.x O mejor, el resultado de un juego encantador con el lenguaje poético: el juego de un adolescente que aprendió de su abuela en vacaciones, de regreso a su casa y lejos del colegio, “a jugar con palabras / más que a trabajar con ellas”.xi

Veamos esto. El lenguaje en sí mismo es otro de los materiales fundamentales de la poética Barros. En el primer poema de sus memorias recuerda que, en cierta ocasión, vio de niño a dos arqueólogos cepillando huesos. “Entonces pensé en cepillar palabras. Porque / había leído en algún lugar que las palabras eran / caparazones de clamores antiguos. Yo quería ir detrás de los / clamores antiguos que estaban guardados dentro de las / palabras. […] Quería pues cepillar las / palabras para escuchar la primera mueca de cada una”.xii Sus amigos consideraron extraño que pasara días enteros encerrado en su cuarto cepillando palabras y, entonces, arrojó su cepillo afuera. Ambos, quien recuerda y quien es recordado, persiguen la misma meta: un lenguaje no cosificado. El niño, para expresar sus experiencias, innova en el lenguaje porque experimenta el mundo desde una extrañeza que difícilmente podamos recuperar. “Los niños / en pleno uso de la poesía / funcionaban sin apretar el botón”. “Los niños desescriben la lengua. Destrozan las gramáticas”. El poeta, en cambio, debe actualizar en su lenguaje esa capacidad del niño de experimentar el mundo como novedoso, capacidad que quedó sepultada en el lenguaje: “desaprender ocho horas por día enseña los principios”. El poeta debe “usar algunas palabras que todavía no tienen idioma” (como “desescribir”, por ejemplo) y debe “repetir, repetir -hasta quedar diferente” (como repiten los niños), por la sencilla razón de que siempre quiere nombrar aquello que aún no tiene nombre y “las cosas que no tienen nombre son más nombradas por los niños”.xiii “Ella también quiso cambiar por dos golondrinas / a los buitres que volaban en el Ocaso de su abuelo. El Ocaso / de su abuelo se había convertido en una plaga de buitres. Ella quería / cambiarlos porque las golondrinas eran amorosas y los / buitres eran carroñeros. No estaba segura de que ese / cambio pudiera hacerse. El padre le dijo que verbalmente / se podía. Que era sólo despracticar las normas. Me pareció bien”.xiv

Demás está decir que, quien emprende semejante proceso de trabajo poético, debe tener a su disposición los medios de producción adecuados. Manoel de Barros gastó largos años en dotarse de esos medios en su pantanal, criando ganado en esas inhóspitas tierras anegadizas para sostenerse a sí mismo y a su familia, hasta que pudo disponer de ellos. Y finalmente contó con un poco de tiempo libre, antes que nada, y con esos medios de la producción poética. Ya viejo, en un par de documentales, accedió a exponer ante las cámaras esos medios de producción: unos lápices, una goma de borrar y unos cuadernos cuyas hojas recortaba, encuadernaba e ilustraba para escribir en ellas -con ilustraciones como las que intercalo en estas páginas.xv Y además montañas de libros, muchos de ellos diccionarios, como corresponde para un trabajador de la palabra, amontonados sobre su escritorio. También habría seguramente libros de Rimbaud y demás, y de Dos Anjos, de Bandeira y de Guimarâes Rosa, pero no se advierten los títulos en las filmaciones. Y, si hubiera sido costumbre de su escritorio, habría tenido también alguna reproducción de la Biografía para niños de Miró o algún DVD de El vagabundo de Chaplin, pero no, debía tenerlos guardados en algún otro mueble de su casa.

Infancias. Sobre las memorias inventadas por Manoel de Barros

Materia

Pasemos ahora a la materia prima de ese trabajo poético. Manoel de Barros busca la materia de su poesía mirando el suelo. “Es un mirar hacia abajo lo que nací teniendo. / Es un mirar hacia el ser menor, hacia lo / insignificante que me crie teniendo. / El ser que en la sociedad es pateado como una / cucaracha -gana importancia para mi / ojo”.xvi Y ¿qué encuentra en el suelo? Bichos. Las babosas, por ejemplo, desempeñan un papel por demás protagónico en su poética. “La babosa influyó mucho en mi deseo de babear sobre las / palabras. / ¡En este coito con letras! / En la áspera sequedad de una piedra la babosa se frota / en la avidez de desierto que es la vida de una piedra la babosa / gotea… / Ella se coge a la piedra. / Ella necesita ese desierto para vivir”.xvii

Basura. Las latas tienen un papel igualmente protagónico -sobre todo si ya están oxidadas. “Las latas precisan recibir el premio de dar flores. Ellas / tienen que participar de los pajaritos. Yo siempre deseé / que mis latas tuviesen aptitud para los pajaritos. / Como los ríos la tienen, como los árboles la tienen. Ellas se ponen / muy orgullosas cuando pasan del estadio de / ser pateadas en las calles al estadio de poesía. Encuentro ese / orgullo de las latas muy justificable y hasta loable”.xviii

Y por supuesto, algunos hombres y mujeres. Aunque gente “desimportante”. “En la mesa el doctor peroró: Ustedes son felices / porque viven en este Empíreo. / Mi padre escupió al empíreo de costado. / El doctor estaba diciendo conspicuas tonterías. / Mano Preto aprovechó: Grillo es un ser inútil para el silencio. / Mano Preto no tenía entidad personal, sólo cosal. / (¿Será un defecto de Dios?) / La gente decía tonterías para jugar, pero el doctor / hablaba en serio. El padre se burló de nosotros: / Sólo la oscuridad nos ilumina. Bugrinha se quedó boquiabierta”.xix Sólo personajes como Mano Preto (hermano negro) o Bugrinha (bichita), o el inefable Bernardo da Mata (Bernardo del Monte, cuyo máximo lujo es ser nadie), importan en los poemas de Manoel de Barros. No los doutores. “Un día alguien me sugirió que adoptara un / alter ego respetable -tipo un príncipe, un / almirante, un senador. / Yo pregunté: / Pero, ¿quién guardará mis abismos si / no los guardan los pobres diablos?”.xx El trabajo poético de Manoel de Barros consistió en una complejísima búsqueda de la simplicidad. Y el producto fueron poemas en los cuales su extremo lirismo supo destilar en el lenguaje, casi dialécticamente, el más amigable de los materialismos.

Alcanza con esto para una modesta semblanza de un poeta y una recomendación de un libro suyo: Memorias inventadas (Buenos Aires, Griselda García Editora, 2021). Sólo sumo un poema, de yapa.

Materia de poesía (1970)

Todas las cosas cuyos valores pueden
discutirse con el asador a distancia
sirven para la poesía

El hombre que posee un peine
y un árbol
sirve para la poesía

Terreno de 10 x 20, sucio de maleza ̶ los que
gorjean en él: escombros semovientes, latas
sirven para la poesía

Un chevrolét pegajoso
Colección de escarabajos abstemios
La tetera de Braque sin boca
son buenos para la poesía

Las cosas que no llevan a nada
son de gran importancia

Cada cosa ordinaria es un elemento de estima
Cada cosa sin utilidad
tiene su lugar
en la poesía o en general

Lo que se encuentra en el nido de joão-ferreira:
vidrios rotos, abrazaderas,
retratos de graduación
sirven por demás para la poesía

Las cosas que no quieres, como
por ejemplo: piedras que huelen
a agua, hombres
que atraviesan periodos arbóreos,
se prestan a la poesía

Todo lo que no nos conduce a nada
y que no puedes vender en el mercado
como, por ejemplo, el corazón verde
de los pájaros,
sirve para la poesía

Las cosas que comen los líquenes
    -zapatos, adjetivos-
tienen mucha importancia para los pulmones
de la poesía

Todo aquello que nuestra
civilización rechaza, pisa y mea encima,
sirve para la poesía

Los locos por el agua y los estandartes
sirven por demás

El traste es óptimo
El pobre diablo es coloso

Todo lo que explique
    el alicate cremoso
    y el lodo de las estrellas
sirve más allá de la cuenta

Personas desimportantes
dan para la poesía
cualquier persona o escalera

todo lo que explique
    la lagartija del rastro
    y la laminación de aftas
es muy importante para la poesía

Lo que es bueno para la basura es bueno para la poesía

Lo más importante es la palabra repositorio; a la palabra repositorio la conozco bien:
tiene muchas resonancias
como un aljibe taponado de silencio sabe a destrozos

Las cosas descartadas
son de gran importancia
-como un hombre descartado

Además, también es objeto de poesía
saber cuál es el período medio
en el que un hombre descartado
puede permanecer en la tierra sin que nazcan
en su boca las raíces de la escoria

Las cosas sin importancia son bienes de poesía

Porque es así como un chevrolét pegajoso llega
al poema, y las golondrinas de junio.

 


Notas:

i M. de Barros: Memorias inventadas, Buenos Aires, Griselda García Editora, 2021. Este es además el único libro de Barros publicado en nuestra lengua, salvo por una pequeña antología, también bilingüe, publicada en España hace algunos años (Todo lo que no invento es falso, Málaga, Centro de Publicaciones de la Diputación de Málaga, 2002).

iiEntrevista publicada en la Folha de Sâo Paulo, el 28/4/89, incluida en B. Waldman: “Poesía ao Rés do Chão”, dentro de la compilación de M. de Barros Gramática Expositiva do Chão (poesia quase toda), Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1990)

iii La respuesta se encuentra en una de las dos entrevistas añadidas a esta edición de sus memorias (ed. cit., p. 118). La pregunta (omitida en esta edición) había sido: “En su poesía, el acto de la escritura es como un acto sexual. El poeta lame, manosea, copula con las palabras. ¿La mujer sería el lenguaje mismo?” (reportaje de F. Carpinejar publicado en Zero Hora, Porto Alegre, 12/5/03).

iv“Palavras”, en Ensaios fotográficos (2000), en Poesía completa, San Pablo, Leya, 2010, p. 392-3 (de aquí en más, todas las referencias a los poemas de Manoel de Barros que no integran sus Memórias están tomadas de esta edición integral de su poesía y las traducciones son nuestras).

v“Raphael”, en Poemas concebidos sem pecado (1937) (idem, p. 29).

vi“Olhos parados”, en Poesias (1956) (idem, p. 62).

vii En otra de sus respuestas de la entrevista antes mencionada (ibídem). En este caso Carpinejar había citado memorias de otros escritores brasileños y preguntado: “Cuándo se pone la vida en juego, se crea con facilidad la identificación. ¿Nuestro talento es innato al testimonio?” (ibídem).

viii“O livro sobre nada”, en Livro sobre nada (1996) (idem, p. 345) –este es el verso (o aforismo) que recupera el título de la antología española antes citada.

ix“O livro de Bernardo”, en Livro sobre nada (1996) (idem, p. 419).

x De la serie documental Paixâo pela palabra (de C. Savaget y E. Rodrigues, 2007), disponible en https://www.youtube.com/watch?v=eYsjV6DTXqw.

xi“Melenudo”, en Memorias inventadas, ed. cit., p. 31.

xii“Cepillo”, en Memorias inventadas, ed. cit., p. 17.

xiii“Com os loucos de água e estandarte”, en Matéria de poesía (1980) (idem, p. 155; “Retrato de Irmâo”, en Livro de pré-coisas (1989) (idem, p. 221); y “Uma didática da invençâo”, en O libro das ignorânças (1996) (idem, p. 299-300), respectivamente.

xiv“Una mirada, en Memorias inventadas, ed. cit., p. 71.

xv Véase la serie antes mencionada y el documental “Só dez por cento é mentira” (de Pedro Cezar, 2010) disponible en https://www.youtube.com/watch?v=VG4P_mWWAI0. Y otras entrevistas, como las realizadas por J. Castello (en O Estado de Sao Paulo, 3/8/96 y 18/10/97, reproducidas en http://www.jornaldepoesia.jor.br/castel11.html) y por B. Martins, C. Trimarco y D. Diegues (en Caros Amigos 117, 2008, en http://www.tirodeletra.com.br/entrevistas/ManoeldeBarros.htm).

xvi Poema 6 del “Retrato do artista quando coisa”, en Retrato do artista quando coisa (2000) (idem, p. 361).

xvii Poema 10 de “Seis ou treze coisas que eu aprendi sozinho”, en O guardador de águas (1990) (idem, p. 260-1).

xviii“Latas”, en Memorias inventadas, ed. cit., p. 41.

xix Poema 3 de “Arte de infantilizar formigas”, en Livro sobre nada (1996) (idem, p. 330).

xx“A borra”, en Ensaios fotográficos (2000) (idem, p. 394).

 


 

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