Sobre la Dialéctica Negativa de Theodor W. Adorno (Parte 2)

Adorno Dialéctica NegativaComo señala Detlev Claussen, alumno de Adorno y autor de una de sus más complejas biografías, uno de los principales motivos de la Teoría Crítica es la experiencia de la pérdida de la experiencia. Esto nos remite a algo que ya hemos señalado en la reflexión anterior, a saber, que el pensamiento de Adorno debe comprenderse desde la experiencia de la herida por el fracaso de la transformación del mundo.
Deriva esto también en una pregunta central, que atraviesa y motiva el planteamiento de una dialéctica negativa: ¿cómo nos posicionamos ante esta herida, y cómo damos cuenta del dolor y el sufrimiento que provoca? La pregunta es evidentemente urgente, pero la ausencia de esta en la tradición del pensamiento occidental, incluso después de Auschwitz, obliga a hacerla explícita y a enfrentar los retos que ella plantea.
Pensamos que esto nos interpela de muchas maneras, y nos coloca ante el reto de la pregunta por el sentido de nuestra labor teórica tanto en el Instituto como en el Seminario, con relación a la realidad histórica que estamos viviendo, y a las luchas que padecen y resisten esa realidad y buscan alternativas emancipatorias. ¿Puede aportar algo nuestra labor teórica y crítica a esas luchas?
Quizás sí, pero si pensamos esta relación desde Adorno, la teoría y la praxis estarían más bien en una dialéctica, y no en una relación idéntica. Al respecto podemos decir entonces que las luchas proponen caminos que la teoría crítica trata de transitar desde el pensamiento, no para hacer una réplica descriptiva de estos, sino para recuperar las interrogantes que dichos caminos abren e impulsan, y que desde la teoría crítica se pueden pensar en, contra y más allá de sí mismos.
Comprender esto nos lleva a una discusión compleja que tiene su centro en la posibilidad de una experiencia emancipatoria desde las luchas del presente, experiencia que desde cierta lectura de Adorno parece no solo imposible, sino indeseable, pues se corre el riesgo siempre de reproducir la experiencia fetichizada del mundo administrado. En este sentido, persiste la tensión que ya hemos señalado en reflexiones anteriores, entre el aparente hermetismo al que nos lleva Adorno, o las posibilidades emancipatorias que residen en su pensamiento.
Por un lado, parece que la postura de Adorno es pesimista y nos lleva a una resignación hermética. Desde esta lectura, Adorno parece estar señalando la absoluta imposibilidad de penetrar en la cosificación del mundo, así como de que de este provenga alguna opción realmente emancipatoria. Esto plantea un pensamiento que apunta soberbiamente desde su torre de marfil y clasifica qué luchas son o no son lo suficientemente no fetichizadas; a la vez que rechaza toda posibilidad de una transformación social.
Es necesario decir que esta lectura reduce de muchas maneras la propuesta de Adorno, lo cual no significa negar su complejidad o su aparente hermetismo. A la vez cabe señalar la necesidad de poner en duda las propias aseveraciones de Adorno, sobre todo en un momento histórico en el cual es pertinente actualizar sus críticas, pero desde nuestra propia experiencia, que quizás sea distinta (no necesariamente mejor o peor).
Con todo lo dicho anteriormente algo es evidente, el pensamiento de Adorno está plagado de aporías y contradicciones, que no deben ser tomadas de ninguna manera como un argumento para descalificarlo. Como él mismo menciona en distintas partes de su obra, las contradicciones expresadas en el pensamiento no son simplemente deficiencias categóricas, sino expresiones de las propias contradicciones de la sociedad.
Los callejones sin una salida aparente deben ser tomados como expresiones de una objetividad social contradictoria que la crítica aborda desde el punto de vista de sus antagonismos y posibilidades de transformación. ¿Cómo podría ser cerrado un pensamiento que toma como punto de partida estos antagonismos y que tiene como horizonte la posibilidad de su transformación? Comprender esto es crucial, y nos coloca en otro lugar a la hora de entender las preocupaciones adornianas.
Desde esta comprensión Adorno estaría planteando la necesidad de una crítica epistemológica, una crítica al concepto que señala la imposibilidad de que este capture en su totalidad la realidad. Podríamos decir, por lo tanto, que Adorno está señalando el antagonismo entre concepto y realidad, es decir, que la imposición del concepto como forma homogénea e identitaria no se da sin lucha.
Todo esto es pertinente si se entiende que la pregunta por la forma del conocimiento no es una pregunta abstracta, sino que está mediada socialmente, y es, por lo tanto, una pregunta política.
Al menos esta es una de las claves principales de la lectura adorniana del marxismo abierto. Para el marxismo abierto la dialéctica negativa de Adorno sirve en un primer momento para salvar a la dialéctica hegeliana clásica de su criticable tendencia a la síntesis y el absoluto. Una crítica ya muy generalizada que se hacía, por ejemplo, desde las posturas posestructuralistas al marxismo ortodoxo, que retuvo la dialéctica hegeliana en su visión histórica y la volvió una especie de fórmula progresiva. En este sentido la dialéctica negativa que salva a la dialéctica de su carácter afirmativo posibilita para el marxismo abierto una nueva comprensión de las luchas anticapitalistas.
El marxismo abierto rescata de igual manera la propuesta de la no-identidad de Adorno y le da un sentido práctico, al plantear que en las luchas esto se expresa como anti-identidad. Si partimos de la idea de que la sociedad capitalista es una sociedad identitaria, que aparece como una sociedad dada y estática, las luchas serían el movimiento de la anti-identidad que niega el mundo “tal cual es”, y rompe con su aparente definición.
En este sentido las luchas anticapitalistas se piensan como luchas en contra del mundo fetichizado y de sus categorías cosificadas y cosificantes. Al respecto, surgen dos grandes discusiones. La primera, la que cuestiona la posibilidad de la no-identidad en un mundo constituido socialmente bajo el principio de identidad. Este cuestionamiento se complejiza si volteamos a las luchas cuyo fundamento es la afirmación de su identidad para la acción y para la propia existencia. ¿Cómo pensamos esas identidades en lucha?
La segunda discusión se conecta profundamente con esta, y es la que tiene que ver con la capacidad de experiencia y conciencia para la lucha. Si decimos que la lucha anticapitalista debe ser una lucha no-identitaria, pero esto surge de una comprensión crítica de la realidad como una realidad fetichizada y reproducida por la identidad, ¿estamos diciendo que solamente quienes alcanzan a ser conscientes de la cosificación del mundo están luchando verdaderamente?; ¿Cómo nos coloca esto ante las luchas y ante nuestra labor como teóricos críticos?
Adorno dice en alguna parte de la introducción que la crítica del privilegio es un privilegio en esta sociedad. ¿Lo hace con cinismo o reivindicando cierta postura elitista, o más bien está señalando la imposibilidad constituida socialmente de que todxs conozcan todo?; ¿Esto nos posiciona en un lugar privilegiado que debemos rechazar?; ¿Cómo lidiamos con ese privilegio y cómo eso nos aleja o nos vincula con las luchas actuales?

Autor: Roberto G. Longoni, 12 de septiembre de 2019

El presente texto es una reflexión realizada como parte del Seminario Subjetividad y Teoría Crítica del Postgrado en Sociología de la B. Universidad Autónoma de Puebla, México. Enviado para su publicación en Comunizar.

Sobre la Dialéctica Negativa de Theodor W. Adorno (Parte 1)

Dialéctica Negativa

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