El pasado 22 de abril, la Universidad de Rojava (Qamishlo, Norte de Siria) invitó John Holloway para dar la segunda conferencia de la lectura anual de libertad en el Instituto de Postgrado en Ciencias Sociales. Holloway brindó una lectura titulada “Hope in Hopeless Times” (1) (Esperanza en tiempos de desesperanza).
La Universidad de Rojava (Zanîngeha Rojava) es la segunda universidad que fue fundada como una institución autónoma durante la guerra y resistencia en 2016. La primera era la Universidad de Afrin que se había fundado 2015 y funcionó hasta la invasión del cantón Afrin en 2018.
La Universidad de Rojava con 8 departamentos en 3 campus, ofrece una educación alternativa, gratuita y democrática a todos los jóvenes del norte y el este de Siria, muchos de los cuales no tenían antes derecho a estudiar en una universidad en Siria. Hoy en día la universidad tiene más de 2 mil estudiantes en diferentes grados y brinda una educación en la lengua materna para los kurdos, aunque las fuentes suelen estar en árabe o en inglés. En la universidad dedicada al pluralismo de la nación democrática, la igualdad de género y la justicia ecológica y social en una tierra rodeada de amenazas de guerra y “ocupación”, los jóvenes no solo dedican a estudiar: desde el primer año empiezan ser parte de proyectos populares de la autonomía democrática.
El 12 de octubre de 2020, se estableció el Instituto de Postgrado en Ciencias Sociales. Las fuentes intelectuales y reflexivas del movimiento kurdo bajo del concepto de jineoloji (ciencia de la mujer y la vida) critican el positivismo de las ciencias sociales convencionales y ven fundamental romper con la división sujeto-objeto en las investigaciones sociales. Por ello, uno de los objetivos del Instituto es que los habitantes de Rojava realicen sus propias investigaciones sobre sus procesos y prácticas de transformación social y revolucionaria. Como parte del Instituto dan mucha importancia a las voces del mundo anarquista, radical, marxista, feminista y a movimientos sociales. De hecho, el Instituto se creó en memoria de David Graeber, quien era el pensador anarquista más importante de los últimos años que falleció el 2 de septiembre de 2020. Fue antropólogo, escritor, intelectual y teórico libre con una fuerte resonancia en la ciencia y la filosofía. Graeber, conocido por sus ideas anarquistas y posiciones democráticas, apoyó los movimientos de liberación del mundo, particularmente la revolución de Rojava en el norte y el este de Siria.
Facultad de agricultura
Durante su discurso de bienvenida, el co-presidente de la Universidad de Rojava Abd al-Ilah al-Mustafa, refiriéndose al título de la lectura de Holloway, definió a la Universidad como esperanza en tiempos de desesperanza.
Luego Holloway brindó una lectura enfocada en el poder de nuestra riqueza para cambiar el mundo. Dijo Holloway refiriéndose a la sexta parte del comunicado zapatista de octubre de 2020, firmado por el Subcomandante Moisés, en el que anunciaron su viaje a los cinco continentes por la vida, que hay que hablar a partir de la danza, no del sufrimiento. A partir de nuestra riqueza, no de nuestra pobreza. Y definió la riqueza como el movimiento absoluto del devenir: “un movimiento constante de empujar más allá de lo existente, un empujar contra la determinación ajena de nuestras vidas, hacia la autodeterminación colectiva. La riqueza como una fuerza que ya existe en contra y más allá del capitalismo, una fuerza de esperanza, un “Todavía No” que ya existe en el presente como rechazo, como rebeldía”.
La Lectura Anual de Libertad habla tres enemigos/problemas presentes en Rojava como en todas las revoluciones o procesos de transformación: dinero, Estado e identidad. Según Holloway estos tres elementos de dominación son enemigos de la riqueza, de la esperanza, de la libertad, de la humanidad, de nuestras vidas y de la autodeterminación. Es decir, también son enemigos de la revolución de Rojava.
Holloway mencionó que el dinero se encuentra en el centro de una constelación de formas sociales. “El dinero es la penetración de las relaciones sociales capitalistas en nuestra vida cotidiana: es el dinero que da forma a lo que hacemos cada día, da forma a nuestra educación, nuestra salud, nuestras ambiciones, nuestros sufrimientos, nuestras desesperanzas, nuestros conflictos, y es el dinero que reproducimos todos los días como una forma de relacionarnos con otras personas. “
El Estado, la creación de un Estado propio o el objetivo de tomar el poder, es un enemigo que las luchas que nacen de las raíces de la liberación nacional llevan como contradicción central en sus venas. Como bien dice Holloway, “el estado es una forma de organización social separada de la sociedad la cual está totalmente integrado al gobierno del dinero, simplemente por el hecho de que depende de promover la acumulación de capital para proporcionar la base material de su propia existencia. Es por eso por lo que no hay forma de que la regla del dinero pueda romperse a través del Estado.”
Para romper el poder del dinero, necesitamos una forma diferente de organizar nuestras sociedades, una basada en la integración de los asuntos sociales en la sociedad misma, alguna forma de organización basada en comunas. Las comunas de Rojava aun no han roto con el dinero, no es fácil pero practican una realidad social de solidaridad y convivencia que va contra el dinero.
Holloway definió la identidad también como un enemigo y también parte de la constelación de la regla del dinero. Según la definición de Holloway, la identidad es una lógica de contención, de definición, de clara distinción. Es la creación del otro contra nosotros o nosotros contra otro. Sin embargo, nuestras vidas son parte de un flujo de vida, de interacción con otras personas y, de hecho, con otras formas de vida. El reconocimiento mutuo es el reconocimiento de este flujo, del Nosotros-que-es-yo y del Yo-que-somos-nosotros. Pero la regla del dinero rompe este flujo de reconocimiento; nos define como individuos separados, nos impone roles, pone máscaras de carácter en nuestros rostros.
Para romper la regla del dinero y crear una emancipación social, debemos ir en la dirección opuesta, entender nuestras luchas como anti-identitarias, en el sentido de empujar hacia adentro y más allá de la identidad. Porque según Holloway la identidad “nos pone etiquetas: él es judío, ella es kurda, esa persona es una mujer, ellos son homosexuales, él es negro. Este es el lenguaje del racismo, del nacionalismo, del sexismo, pero también del habla cotidiana. El peligro es que, frente al ataque identificatorio, reproduzcamos la misma lógica identitaria: sí, somos kurdos contra turcos, somos irlandeses contra ingleses, somos mujeres contra hombres, indígenas contra blancos. El problema de esto es que estamos reproduciendo la misma lógica, y entonces no hay salida, en el mejor de los casos sustituimos una discriminación por otra. La identidad no debe confundirse con la riqueza. Ciertamente podemos hablar de la riqueza de ser kurdo o mujer o gay, con toda la experiencia, la imaginación y la tradición de lucha que esos términos implican, pero la identidad es un cierre, una exclusión, y la riqueza es una apertura, un devenir, un desbordamiento”.
Como consideró Holloway en la Lectura Anual de Libertad cualquier lucha que quiere contribuir a la emancipación humana, debe desbordarse, debe ir en contra y más allá de sus propias tendencias identitarias. Y según entiendo para Holloway ir más allá de la identidad es romper con el dinero, con el capital.
Facultad de Ciencias de la Educación
(1) Texto de la presentación de John Holloway
Hope in Hopeless Times
John Holloway
Gellek spas, Azize. Gellek spas, Sardar.
Dem bas. Ez we bi can û dil silav dikim.
Biborin. Es kûrdî nizanîm.
Creo que es mejor si hablo en inglés. Sin embargo, no pienso que debamos aceptar sin objeciones la anglicanización del discurso académico. Aunque este facilita la comunicación, también empobrece al pensamiento académico pues se distancia de la riqueza de la experiencia e incluso lo aleja de una relación social más amplia. Digo esto, no sólo como una reflexión general, sino también porque justamente es de la riqueza y del empobrecimiento lo que quiero hablar ahora.
Es un gran honor estar aquí con ustedes en esta Conferencia Anual de la Libertad. Nunca había estado en Rojava, pero para mí, simboliza la rebelión, el rechazo, la lucha por crear una forma de vida no capitalista, no patriarcal.
También soy consciente de una cierta incomodidad, la de hablar sobre los sufrimientos en el capitalismo y de la necesidad de crear algo más para las personas que han vivido esos sufrimientos y esa lucha por crear un mundo nuevo con una intensidad que no puedo ni siquiera imaginar. Todo lo que puedo hacer es traer mis experiencias y pensamientos y decir muchas gracias por la invitación.
La danza de nuestros corazones
Pero quiero comenzar por otro lugar. Quiero comenzar con una cita de la maravillosa Sexta parte del comunicado zapatista de octubre de 2020, firmado por el Subcomandante Moisés, en el que anuncian su plan de visitar Europa. El comunicado comienza con un análisis de la condición catastrófica del mundo:
“Vemos y oímos a un mundo que está enfermo en su vida social, fragmentado en millones de personas ajenas una a la otra, ocupadas con sus supervivencias individuales, pero unidas por la opresión de un sistema listo para hacer cualquier cosa para satisfacer su sed de ganancias, incluso cuando es evidente que su camino va contra la existencia del planeta Tierra.”
Luego de desarrollar esto con más detalles, llegan a la conclusión:
“…y esto es lo que hemos decidido. Que es de nuevo el tiempo para que los corazones bailen y que ni su música ni sus pasos deban ser los del lamento y la resignación”.
¡Absolutamente brillante! Estamos en una situación realmente espantosa en el mundo, justo en el medio de los tiempos de la desesperanza mencionadas en mi título, pero nuestra respuesta comunista, comunizante, rebelde, no debe ser un gemido, un lamento, sino una danza, la danza de nuestros corazones. Poner la miseria al revés, romper la gramática de la dominación. Comenzar desde la danza, no desde el sufrimiento. Comenzar desde nuestra riqueza, no desde nuestra pobreza.
La riqueza como movimiento absoluto del devenir
Eso es lo que hace Marx en El capital, aunque sospecho que a veces lo olvida y ciertamente la corriente principal de la tradición marxista no lo toma en cuenta. La primera oración de El capital dice: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista, se presenta como ‘un enorme cúmulo de mercancías’”…He hecho un poco de trampa, traduciendo la palabra alemana original Reichtum al inglés como richness, en lugar de wealth,1 como es traducida comúnmente, por razones que se evidenciarán más tarde.
El punto de partida en el libro de Marx, El capital, es la riqueza [richness], no la mercancía, como casi todos los comentaristas suponen. Esto es importante si lo relacionamos con lo que Marx dice sobre la riqueza [richness] en los Grundrisse (y otra vez cambio la traducción de Reichtum de wealth a richness): “Pero (…) si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, ¿qué es la riqueza sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etcétera, de los individuos, creada en el intercambio universal? (…) ¿(Qué sino) la elaboración absoluta de sus disposiciones creadoras sin otro presupuesto que el desarrollo histórico previo, que convierte en objetivo a esta plenitud del desarrollo, es decir al desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas con un patrón preestablecido? ¿Qué, sino una elaboración como resultado de la cual no busca permanecer como algo devenido, sino que está en el movimiento absoluto del devenir?” (Grundrisse, 1857/1973, 447-448).
La riqueza, entonces, como el movimiento absoluto del devenir: un movimiento constante de empujar más allá de lo que existe, empujando contra la determinación ajena de nuestras vidas, hacia la autodeterminación colectiva. Yo comprendo a la riqueza como la poesía del desbordamiento, como la llama Raoul Vaneigem en un reciente libro. Es la riqueza de la danza de nuestros corazones. Es esta riqueza que podría estar como una negación inmanente, una fuerza que ya existe en-contra-y-más allá del capitalismo, una fuerza de esperanza, un Todavía No que ya existe en el presente como rechazo, como rebelión.
El dinero es el enemigo de la riqueza
Por supuesto, el problema es que la riqueza de nuestro desbordamiento, de nuestro devenir, de lo que podríamos ser está atrapada, oculta, pervertida, contenida. La riqueza [richness] de lo que podríamos ser está contenida y oculta no sólo por el estado sirio, o el estado turco, o el mexicano o el estadounidense. Detrás de ellos se encuentra una fuerza mayor: la mercancía, o, en otras palabras, el dinero. Como lo define Marx en el primer párrafo: “La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancías’…”. Y la generalización del intercambio de mercancías es inseparable del dominio del dinero.
Ese es el terrible desafío que nos arroja Marx: a medida en que nuestra riqueza existe en la forma de mercancía, o sea, en la medida en que nos relacionamos unos con otros a través del intercambio de mercancías, es decir, mientras el dinero domine nuestras vidas, entonces estamos atrapados en una lógica que tiene terribles consecuencias en términos de la explotación, la frustración, la pobreza, el conflicto y la subordinación de todas nuestras actividades, directa o indirectamente, buscando las ganancias. Y ahora está claro, de una forma que no era clara hace cincuenta años, que esta dinámica de las ganancias no solo causa la miseria actual y la destrucción, sino que probablemente nos está conduciendo hacia la extinción. El dinero es el enemigo: el enemigo de la riqueza [richness], de la esperanza, de la libertad, de la humanidad.
Dinero, capital, Estado, identidad
El dinero está en el centro de una constelación de formas sociales. El trabajo abstracto: el hecho de que nos relacionamos entre sí a través del dinero significa que el reconocimiento social de la actividad de nuestra vida depende de su integración en la lógica del dinero: nuestras vidas están dominadas por el trabajo alienado o abstracto, el trabajo que no podemos controlar.
El capital: la existencia del dinero es un impulso hacia su autoexpansión, es decir, hacia su expansión a través de la explotación del trabajo. El dinero es inseparable del capital y del impulso constante, incontrolable, para acumular más, más, y más: ¡Acumulad! ¡Acumulad! ¡Ese es Moisés y los Profetas!
El Estado: el dominio del dinero es inseparable de la existencia del Estado. El Estado como una forma de organización social separada de la sociedad está totalmente integrado en el dominio del dinero simplemente por el hecho de que depende de promover la acumulación del capital para proporcionar la base material de su propia existencia. Por eso no hay manera de que el dominio del dinero pueda quebrarse a través del Estado. Para romper el poder del dinero, necesitamos una forma diferente de organizar nuestras sociedades, que esté basada en la integración de los asuntos sociales en la propia sociedad, alguna forma de organización sobre la base de las comunas.
La identidad: aunque el tema no se discute tan a menudo, la identidad también es parte de la constelación del dominio del dinero. Por identidad quiero decir lo opuesto a la poesía del desbordamiento. Por identidad, comprendo una lógica de la contención, de la definición, de la distinción clara. La poesía del desborde implica una auto-comprensión en términos del reconocimiento mutuo: nuestras vidas son parte de un flujo de vida, de una interacción con otras personas e incluso otras formas de vida. El reconocimiento mutuo es el reconocimiento de este flujo, del Nosotros-que-es-yo y el Yo-que-es-nosotros (como lo explican Richard Gunn y Adrian Wilding) y su forma típica de organización es, nuevamente, la comuna. Pero el dominio del dinero rompe este flujo del reconocimiento. El acto del intercambio de mercancías quiebra la comunidad, nos define como individuos separados, nos impone roles, máscaras sobre nuestras caras. Si queremos quebrar el dominio del dinero, debemos ir en la dirección opuesta, comprender que nuestras luchas son anti-identitarias, en el sentido de que empujamos en-contra-y-más allá de la identidad. Esto puede ser difícil, precisamente porque la agresión del dinero nos ataca a través de nuestras máscaras, nos pone etiquetas: él es judío, ella es kurda, esa persona es una mujer, ellos son gays, él es negro. Este es el lenguaje del racismo, del nacionalismo, del sexismo, pero también del habla cotidiana. El peligro es que, en respuesta al ataque identificador, nosotros reproduzcamos la misma lógica identitaria: si; somos kurdos contra los turcos, somos irlandeses contra los ingleses, somos mujeres contra los hombres, indígenas contra los blancos. El problema con esto es que estamos reproduciendo la misma lógica, y entonces no hay salida, en el mejor de los casos sustituimos una discriminación por otra. La identidad no debe ser confundida con la riqueza. Ciertamente, podemos hablar la riqueza de ser un kurdo o una mujer o un gay, con toda la experiencia e imaginación y tradición de luchas que implican estos términos, pero la identidad es un cierre, una exclusión, y la riqueza es una apertura, un devenir, un desborde.
La distinción entre la riqueza de la lucha y el cierre de la identificación es seguramente una razón por la cual la historia de las luchas de la liberación nacional ha sido generalmente trágica: esas luchas han implicado la identificación o positivización de las luchas que en sus orígenes son a menudo dirigidas por un desborde, un rechazo a la definición ajena. El mismo concepto de la liberación nacional tiene poco sentido. Los zapatistas, aunque todavía son llamados el “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN), en la práctica han abandonado desde hace mucho tiempo la idea de la liberación nacional. En la primera parte del Comunicado que mencioné al principio, ellos hablan de la “certeza de que la lucha por la humanidad es mundial. Así como la destrucción que está teniendo lugar no reconoce fronteras, nacionalidades, banderas, lenguajes, culturas, razas, así es la lucha por la humanidad en todos lados, todo el tiempo.”
Sospecho que en cualquier movimiento de resistencia, hay una tensión entre los impulsos identitarios y los anti-identitarios: por ejemplo, entre “estamos luchando por los derechos indígenas” y “estamos luchando por el futuro de la humanidad”, o entre “estamos luchando por la autonomía kurda” y “estamos luchando por crear una manera diferente de vivir en el mundo.” Probablemente esta tensión es inevitable, pero cada lucha por contribuir a la emancipación humana, se debe desbordar, se debe dirigir en-contra-y-más allá de sus propias tendencias identitarias. Ese rechazo a encerrarse en una identidad es el poder y la belleza del movimiento Zapatista, del movimiento en Rojava y de tantas otras resistencias y rebeliones por todo el mundo.
Abolir el dinero
El dinero, entonces, está en el centro de toda una constelación de formas sociales, una compleja telaraña que nos mantiene en nuestro lugar, mientras el mundo se precipita hacia el desastre. El enemigo de la riqueza [richness] es el dinero. El enemigo de la esperanza, y de la libertad, es el dinero. Si nuestra esperanza es la esperanza de que podemos realmente parar la destrucción que es el capitalismo y crear una sociedad basada en el reconocimiento mutuo, entonces tenemos que decir en alta voz y claramente: el dinero es el enemigo.
Digo “dinero” en lugar de capital, no para indicar una diferencia: el dinero y el capital son dos caras de la misma relación social. Pero estamos acostumbrados a pensar el “capital” como algo exterior, como un “ellos” a quienes debemos derrotar. Evidentemente, hay un “ellos”, un pequeño grupo de poderosos que se beneficia enormemente de la existencia del capital y se comprometen a preservarlos, pero el capital no es una cosa que está ahí, es una forma de organizar la sociedad en la que somos cómplices. Esto es más claro si pensamos en el dinero. El dinero es la penetración de relaciones sociales capitalistas en nuestras vidas cotidianas. Es el dinero (o la falta de él) lo que da forma a lo que hacemos cada día, da forma a nuestra educación, a nuestra salud, a nuestras ambiciones, nuestros sufrimientos, nuestra desesperación, nuestros conflictos, y es el dinero que reproducimos cada día como una forma de relacionarnos con otras personas. Si hablamos del dinero en lugar del capital, entonces queda más claro que no es tanto un “ellos” al que tenemos que derrotar como una manera de relacionarnos unos a otros, una forma de hacer cosas.
El dinero es el enemigo de la esperanza, el enemigo de la humanidad. Debemos abolir al dinero como una forma de relacionarnos. Pero a veces es muy difícil decirlo. Pienso que es difícil decirlo por dos razones. La primera es que es obvio. Todos sabemos que es la existencia del dinero (que es la determinación de la actividad social por búsqueda incesante de ganancias) lo que está detrás del calentamiento mundial, la multiplicación de las pandemias, la destrucción de la biodiversidad, la eliminación de idiomas y culturas, las enfermedades y sufrimientos de millones y millones de personas, etcétera: es la existencia del dinero la que está llevándonos cada vez más cerca a la posible extinción de la humanidad. Eso es algo de lo que probablemente todos estamos conscientes; y sin embargo no se hace explicito en las muchas luchas para cambiar al mundo. No se explicita quizás porque sea simplemente afirmar lo obvio, afirmar algo que suponemos que todos sabemos. Pero pienso que hay otra razón para no decirlo: parece ridículo, parece completamente imposible, incluso, impensable. “¿Quieres abolir el dinero? Debes estar loco”. Hay lo que podría llamarse un “tabú de la imposibilidad” rodeando a la abolición del dinero: es imposible, por consiguiente no hablamos de esto y por lo mismo probablemente no podamos ni siquiera pensar en eso. Y sin embargo, cuanto más cerca llegamos a la catástrofe absoluta, tiene que existir (o puede haber) un cambio en las subjetividades, un punto en el que más y más personas dicen “deshagámonos del dinero y creemos nuestras relaciones sociales sobre una base diferente”.
Esperanza es romper con el dominio del dinero
La esperanza en tiempos sin esperanzas significa romper con el dominio del dinero y eso implica romper el tabú de la imposibilidad que nos hace difícil incluso decir “¡abolir el dinero!”. Quizás haya dos maneras de avanzar sobre esto. Una, es enfocarse sobre las luchas actuales y las formas en que tratan de alejarse del dinero y las maneras en que ellos desbordan de demandas más inmediatas para cuestionar la existencia del dinero. Este abordaje, ejemplificado en el libro reciente de Anitra Nelson, Beyond Money [Más allá del dinero], es muy importante. Pero en mi propio libro (Hope in Hopeless Times [Esperanza en tiempos sin esperanzas], que se publicará en octubre), voy en una dirección diferente. Allí argumento que tenemos que ver no sólo a nuestros propios rechazos y resistencias, sino también cómo estas resistencias debilitan al enemigo, y cómo nuestras luchas penetran el dinero y constituyen su crisis.
El dinero es una forma de canalizar nuestra actividad cotidiana de una manera que produce cada vez más capital y, como sabemos, esto ha tenido terribles consecuencias para la humanidad. Pero esto, al mismo tiempo, significa que el capital (y el dinero) depende de nosotros: si no puede canalizar la actividad en los patrones de actividad que exige, entonces estará en problemas, y tendrá dificultades para reproducirse. Y nosotros, todo el tiempo, luchamos contra la lógica del dinero: protestamos contra la lógica de la ganancia o, más simplemente, pasamos el tiempo jugando con nuestros hijos o hablando con nuestros amigos. El capital, como todos los gobernantes, vive con miedo. Un doble miedo: miedo de que no produzcamos suficiente plusvalor para asegurar su reproducción, y miedo de que no toleremos más al sistema terriblemente destructivo en el que vivimos.
Este segundo miedo, el miedo de que no lo toleráramos más, ha estado en el corazón del dinero y el desarrollo monetario durante el último siglo. Cuando Roosevelt abandonó el patrón oro en 1933, en reacción al creciente descontento social, Bernard Baruch, un destacado político demócrata, dijo: “No se lo puede defender, salvo como una ley de la mafia. Puede ser que el país todavía no lo sepa, pero pienso que podemos descubrir que hemos estado en una revolución más drástica que la Revolución Francesa. La muchedumbre ha tomado el sillón del gobierno y esta tratando de apoderarse de la riqueza. El respeto por la ley y el orden ha desaparecido.” Pienso que Baruch tenía razón.
El argumento de Keynes era esencialmente el mismo, pero desde el otro lado. Para él, el futuro del capitalismo dependía de dejar que el populacho, la chusma, entrara en el centro de la política monetaria y económica. Al final de su libro más importante, La teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicado en 1936, dice: “es cierto que el mundo no tolerará más el desempleo que (…) está asociado – y en mi opinión inevitablemente asociado – con el individualismo capitalista.” (Keynes 1936/2961, 381). Él estaba tratando de aplazar la crisis capitalista mediante la intervención estatal y por consiguiente debilitar la disciplina que impone el dinero y la crisis. Esto era necesario porque el mundo no toleraría por mucho tiempo la miseria y la destrucción que crea el capitalismo. Cuando sus oponentes argumentaban que esto sólo alimentaría el desastre para el futuro, replicó que eso no importaba, porque “en el largo plazo todos estaremos muertos.” Eso fue hace noventa años, ahora estamos en largo plazo y estamos viviendo el desastre que advertían los oponentes de Keynes.
Desde la década de 1970, y especialmente desde 1982, los representantes del capital han estado haciendo todo lo posible para postergar o evitar la crisis, no tanto con la intervención estatal, sino expandiendo las deudas, o sea, creando un capitalismo ficticio, creando dinero que no se corresponde con el valor realmente producido. La expansión enorme y sin precedentes de la deuda es un intento de contener nuestra riqueza, nuestro potencial, nuestros rechazos y resistencias y rebeliones en el interior de un sistema que no funciona. Baruch tenía razón. La multitud, el populacho… nosotros, nuestra riqueza, entramos en el propio dinero y el capital todavía no ha logrado expulsarnos otra vez. El capital ficticio que ha crecido y crecido durante los últimos cuarenta años ha hecho al capitalismo crecientemente ineficiente, volátil y agresivo. El sistema casi se quebró en 2008, y nuevamente en 2020, al comienzo de la pandemia, y todavía está en una condición altamente frágil. La Fed2 y otros importantes bancos centrales ahora están tratando de reducir el endeudamiento mundial en forma muy drástica. En la medida en que lo logren, es probable que traigan miseria y conflictos a millones y millones por todo el mundo, pero sospecho que su miedo a la chusma hará que no puedan llevarlo tan lejos como les gustaría y que la condición ficticia y frágil del capital es probable que continúe. El dinero, entonces no sólo es una forma destructiva sino también frágil de relacionarse entre sí. Esto permite desafiar al tabú de la imposibilidad. En este contexto, se vuelve más fácil decir “el dinero no trabaja, debemos abolirlo”. Si la humanidad quiere tener una oportunidad para sobrevivir, entonces el intento de abolir el dinero deberá convertirse en un elemento de la vida cotidiana.
Dancemos contra el poder del dinero
¿En qué lugar nos deja esto? En una situación extremadamente peligrosa, donde la prolongada postergación de la crisis del capital mediante la expansión de las deudas parece estar conduciéndonos hacia toda una serie de catástrofes. En este contexto, toda clase de lucha es importante: la lucha contra la violencia patriarcal, contra el racismo, contra la represión a los pueblos indígenas, contra la destrucción de la biodiversidad, contra el calentamiento global, contra las dictaduras. Estos rechazos-resistencias-y-rebeliones son la sustancia de la esperanza y no debería haber ninguna diferencia jerárquica entre ellos. Y sin embargo, ellos dejan algo sin decir, que está presente en todos ellos, algo que desborda a todos ellos: la conciencia de que la realización de todas nuestras esperanzas exige la abolición del dinero, del capital. En este momento es difícil imaginar un movimiento que tome las calles y exija la abolición del dinero. Para mi es más fácil pensar sobre el movimiento para abolir el dinero como un desborde de otros movimientos: si queremos detener el calentamiento global deberemos liberarnos del dinero; y si queremos detener la violencia patriarcal o el racismo o crear la libertad, deberemos liberarnos del dinero. Sobre todo, si queremos detener la actual carrera hacia la extinción deberemos liberarnos del dinero. Esto no significa que la abolición del dinero fuera a resolver todos los problemas, sino que despejaría el terreno para pensar en ellos con sensatez.
Dancemos, entonces, dancemos. Dancemos contra el poder del dinero. Cantemos, entonces, cantemos. Cantemos el poder de nuestra riqueza.
Gellek spas.
Traducción al castellano: Francisco T. Sobrino
Notas:
1 Esta diferencia de palabras para el término “riqueza” no se encuentra en las versiones en castellano de El capital. [Nota del traductor]
2 Sistema bancario central de los Estados Unidos cuyo objeto es tomar decisiones de política monetaria del país, supervisar y regular instituciones bancarias (Nota del traductor)