Millennials, Memes y Theodor W. Adorno

Entre el cinismo y la desesperanza del siglo XXI, resulta cada vez más difícil imaginar cualquier posibilidad política más allá del orden existente. Y cuando gran parte del arte y la expresión cultural se rige por el valor y la comerciabilidad, tiene pocas oportunidades de desafiar el pensamiento dominante. ¿La cultura online de la generación millennial contiene un potencial para interrumpir el orden existente? ¿Pueden los memes y los videojuegos abrir un espacio para la posibilidad de un futuro diferente? En su reciente libro, Can the Left Learn to Meme?: Adorno, Video Gaming and Stranger Things (Zero, 2019), Mike Watson analiza las condiciones culturales actuales y cómo el arte del meme puede resistir la cooptación por parte de la derecha y desarrollarse para fines más radicales. 

 

Millennials, Memes y Theodor W. AdornoEn el libro plantea cómo experimentamos las posibilidades políticas en el presente, sobre todo desde el punto de vista de la generación del milenio (millennials), o sea, aquellos que han llegado a la edad adulta en el siglo XXI. ¿Cómo difieren las relaciones entre los millennials con las perspectivas políticas de la de la generación anterior?

Una diferencia clave entre las generaciones se encuentra en el uso de la tecnología de las comunicaciones durante los años formativos de su socialización. La generación X no tenía acceso a internet ni a teléfonos móviles a medida que fueron creciendo. Esto significa que tienen una mentalidad muy diferente en comparación con la generación millennial, que navegó desde su nacimiento por el reino de la creación de vínculos pre-adultos a través de las interfaces de las redes sociales.

Claramente, no se puede aplicar un momento de corte preciso a este cambio, y las redes sociales llegaron a través de la mensajería de texto. En cualquier caso, lo que se encuentra es una actitud muy diferente hacia la interacción humana entre las generaciones, lo que puede hacer que la generación millennial parezca un tanto nihilista, o incluso psicópata, por su aversión a los lazos personales en el “espacio terrenal” o “espacio corporal”.

Llevado a la política, existe una percepción errónea del millennial como socialmente distante y, por extensión, intrínsecamente cínico. Ahora, decir «millennial» es, en cualquier caso, una gran generalización. Estamos hablando de todos los que tienen entre 18-20 años, por un lado, y 38-39 años, por otro, dependiendo de las fechas que se tomen, de modo que no puedo hablar por todos ellos. Pero lo que puedo decir es que la reticencia que he encontrado en los estudiantes a comprometerse con entusiasmo con la teoría de Marx, o Adorno, o Benjamin, etcétera, se debe menos a la falta de acuerdo con el supuesto marxista básico con respecto a la necesidad de solidaridad como un medio para redistribuir oportunidades, y más con la constatación de que todos los esfuerzos de sus antepasados para desafiar las desigualdades sociales han fracasado rotundamente.

Esto puede sonar extremo, pero el millennial, en mi experiencia, funciona bajo el supuesto lógico de que todo lo que ocurrió antes de hoy nos hizo llegar al presente. Por lo tanto, cualquier pedido de sus mayores para prestar más atención a ciertos textos clave se encuentra con un giro de los ojos y, tal vez, con un “¡OK, Boomer!

Aquí diría que el millennial básicamente ha experimentado una versión acelerada de lo que experimentan todas las generaciones. Es la decepción básica de un mundo que no está a la altura de nuestros primeros sueños. Y vale la pena señalar que incluso el cinismo de la Generación X, encarnado por el eslogan punk «no future«, se expresó en reacción al sentimiento de que nos habían robado una utopía prometida. Todos los sueños modernistas de libertad y bienestar habían quedado en nada.

El millennial, en contraste, ni siquiera comenzó con la sensación de pérdida de una utopía prometida, o de la seguridad en el trabajo, o de ser acunado en el estado de bienestar. Los millennials comenzaron desde un punto sin esperanza. En este sentido, el millennial son el hombre o la mujer comunes, solo que llegaron al punto de cinismo más rápido que las generaciones anteriores. A partir de aquí, el cinismo de las aplicaciones de encuentros y las amistades generadas on line, de los selfies y las Kardashians, parece menos ilógico. Además de ser conveniente, es la base para el nihilismo básico de la existencia, y el meme, impredecible y resistente a la interpretación, es su unidad.

 

La figura filosófica clave en el libro es Theodor Adorno, y explora su teoría crítica en relación con la experiencia millennial. ¿Cómo puede ser Adorno relevante de nuevo en la segunda década del siglo XXI?

Por supuesto, Adorno es el último pensador al que uno debe recurrir. Es conocido por tres cosas: su elitismo, su complejidad y su pesimismo. Podría estar de acuerdo -hasta cierto punto- con las dos primeras características (aunque sobre el elitismo hablaré más adelante), pero lo que más me interesa es el tercer elemento, que para mí tiene paralelos con la negatividad de los millennials y la generation Z (o Zoomer), a pesar de sus experiencias divergentes.

El punto central de la sombría visión de Adorno es la idea de que nada puede resistir al capital y lo que él llama «pensamiento identitario», es decir, la tendencia a clasificar las cosas como medio de control. Para Adorno, lo único que podría escapar de alguna manera al pensamiento identitario es el arte, ya que el arte es irracional por naturaleza y, por lo tanto, al menos en apariencia, puede resistir a la dominación de la ciencia y el capital.

Sin embargo, para Adorno, la tendencia a industrializar la producción artística elimina incluso la distancia aparente entre el arte y las maquinaciones del capital, lo que significa que solo un arte abstracto en extremo puede revelar las falsas condiciones del pensamiento identitario. De allí el rechazo que Adorno tenía con la música de jazz, que expresa su rechazo hacia la cultura producida en masa, que él vio como esencialmente diseñada para adormecer las mentes de las masas ofreciéndoles una falsa elección entre películas de Hollywood muy similares, revistas de moda, programas de televisión, etcétera.

Adorno establece una sombría visión de la cultura moderna, tanto en un estado fascista como en uno democrático, en parte para que su argumento a favor de un poco de esperanza pueda resistir las acusaciones de ilusorio. En resumen, no está ofreciendo una cura milagrosa, sino que está fundamentando alguna posibilidad de alivio dentro del sistema nihilista de capital que habitamos, que en cualquier caso considera un residuo del caótico estado de naturaleza. Así que vivimos en un sistema humano controlado porque en realidad nunca salimos de las garras de la naturaleza, y ningún cálculo científico o financiero nos ayudará a escapar de allí mientras llevamos la naturaleza dentro de nosotros.

Entonces, Adorno dice que la vida es vacía y caótica, y es solo en breves momentos que sucumbimos al hecho de que realmente estamos vivos, y podemos hacerlo escuchando música abstracta, oscura, viendo teatro abstracto, o leyendo Kafka, por ejemplo. Para Adorno, esta experiencia nos saca de la rígida forma cotidiana de pensar que el capital nos impone.

Para mí, este abrazo a la negatividad como un medio para contrarrestarla a través de la creatividad es precisamente lo que las generaciones millennial y zoomer están haciendo de manera continua con sus memes y su producción audiovisual. Es decir, ni Adorno ni las generaciones más jóvenes de hoy creen que el arte nos salvará de alguna manera de los peores aspectos del capitalismo, pero, como Adorno argumenta en su ensayo de 1962, «On Commitment«, debemos continuar haciendo arte, en lugar de rendirnos al cinismo.

 

Millennials, Memes y Theodor W. Adorno

 

Un contraste importante entre el presente y la teoría cultural de Adorno es cómo la “industria cultural” que él definió centrada en los efectos de los medios pasivos como la televisión y la radio, ahora se reemplaza por la “democratización” de la producción online y en las redes sociales. Pero dado que mucho de lo que se crea, y ciertamente de lo que se vuelve popular, todavía se parece al entretenimiento “tonto” de los medios más antiguos, ¿esta democratización representa un cambio real para las posibilidades políticas?

Bueno, creo que los análisis sobre lo que representa un cambio en las perspectivas políticas dependen de lo que uno considere deseable. Si bien desafortunadamente no ha habido derrocamiento del capitalismo, recientemente se ha producido un cambio del neoliberalismo y el populismo de derecha, y se atribuye a Internet haberlo provocado. Así que, ciertamente, los nuevos medios están teniendo un impacto y es uno que parecería desarrollarse a través de lo que podría llamarse una “abstracción inherente”, dada la gran cantidad de imágenes que procesamos diariamente.

Ciertamente, esto no es lo que Adorno tenía en mente al apoyar a los compositores clásicos modernistas como Schoenberg y autores como Beckett, pero creo que debemos ser capaces de tomar selectivamente lo que pretendemos de tomar de él, siempre y cuando estemos conscientes de hacerlo. Algo que dijo en Dialéctica de la ilustración, coescrita con Max Horkheimer, es que los medios de comunicación hicieron a las personas más tontas y más inteligentes a la vez. Esto a menudo se pasa por alto, pero creo que es muy relevante, ya que refleja aquello que Marx escribió sobre el capitalismo, en el sentido de que le da a los trabajadores los medios para derrocar al propio capitalismo, si se apropian de los medios de producción.

Hoy estamos, hasta cierto punto, apropiándonos de los medios de comunicación y diría que nos estamos volviendo exponencialmente más inteligentes y más tontos al mismo tiempo. Es muy difícil saber hacia dónde llevará todo esto, sin embargo, hay una serie de factores relacionados con la cultura de los nuevos medios que dan algo de esperanza. Sobre todo, en términos de interactividad y elección, la cultura online debe ser vista como un correctivo para los medios de comunicación unidireccionales y no interactivos. Tenemos un nivel de elección y de abstracción sin precedentes en la cultura popular.

Desafortunadamente muchos estudiosos de Adorno no quieren ver esto, probablemente porque tienen demasiado interés personal en que Adorno siga siendo un pensador oscuro, que requiere de habilidades especiales para ser comprendido. De ese modo, tratan de mantenerlo alejado de la cultura popular cuando en realidad fue uno de los primeros pensadores en considerarla profundamente. Ese es un tema que me gusta abordar en mi trabajo.

 

El otro problema es que esta producción democratizada todavía tiene lugar en plataformas comercializadas, que generan ganancias independientemente del contenido. ¿Simplemente tenemos que aceptar que crear y difundir ideas alternativas en las condiciones actuales significa contribuir a los sistemas dominantes? ¿Eso socava el poder de esas ideas?

Es una buena pregunta, aunque volvería a la última respuesta, ya que nos estamos volviendo más libres y menos libres, más inteligentes pero más estúpidos, todo a la vez. Sin duda, es difícil expresarse ahora sin sentirse monitoreado, y cada una de nuestras acciones online alimenta la economía de datos. Aunque aquí vale la pena tener en cuenta que Adorno, siempre cuidadoso de evitar las soluciones ilusorias, en realidad afirmó que la obra de arte abstracta podía fingir autonomía de la sociedad capitalista precisamente porque imitaba el fetiche mercantil.

Es decir, donde las mercancías afirman tener algo que va más allá de sus propiedades materiales, la obra de arte afirma que trasciende la mercantilización en sí misma, al mismo tiempo que pertenece al sistema de intercambio. Por esta razón, no se puede suponer que más mercantilización significa menos oportunidades para su trascendencia.

 

En términos del arte elevado, específicamente, y de las formas abstractas que Adorno vio como capaces de, al menos, crear una sensación de alejamiento, en el libro explica cómo el mundo del arte actual ha anulado cualquier posibilidad a través de su mercantilización. ¿De qué se trata en particular esa forma en que las bellas artes se comercializan que las hace especialmente ineficaces?

Como puede ver en la respuesta anterior, esto no es tan claro. Aunque para que una obra de arte trascienda la mercantilización debe estar lo suficientemente libre de los mecanismos de identificación, que a menudo se manifiestan como un valor monetario agregado a un objeto. En el mundo del arte actual, que describo en el libro como esencialmente un apéndice de la especulación financiera, esto se vuelve cada vez más difícil.

Yo diría que, aunque todos los memes de Internet y los videos online son inseparables de la economía de datos, su producción y consumo no siempre están relacionados claramente con las ganancias capitalistas. Es más fácil pasar por alto el motivo de la ganancia cuando se miran memes que cuando se mira una obra de arte en una galería o museo, o incluso en el estudio de un artista.

 

Cuando habla en el libro sobre el valor de los memes y los juegos online, enfatiza principalmente cómo su creatividad y diversión revelan un potencial para el pensamiento y la expresión alternativos. También contrasta esto con el uso de memes por parte de la derecha. En términos de la izquierda, aprender el uso del meme, ¿tiene un potencial puramente negativo, es decir, abrir espacios para hacer factible el concepto de algo diferente? ¿O también es importante el contenido específico, en términos de incluir mensajes políticos claros de izquierda y crítica intelectual?

En términos de la derecha, vale la pena traer aquí a Bannon, de quien hablo junto a Peterson como figuras que buscan utilizar la generación millennial para sus propios fines. En última instancia, creo que Bannon es el más siniestro de los dos, ya que ha tratado de utilizar a los millennials como una bola de demolición para ayudar a la destrucción de la permisividad y apertura del neoliberalismo al comercio mundial y la inmigración.

Lo ha hecho aprovechando la energía bruta que encontró en los jugadores desilusionados como director de una compañía que ganaba dinero vendiendo tesoros online a los fanáticos del juego World of Warcraft a principios del siglo XXI. A partir de ahí aplicó su conocimiento del millennial en la revista Breitbart antes de dirigir la exitosa campaña presidencial de Trump, ingresando a la Casa Blanca como asesor personal del presidente Trump, dispuesto a usar su influencia para prevalecer en la situación política y económica global.

Para Bannon, demasiada libertad solo podría ser contrarrestada por un nacionalismo resurgente, con sus matices cuasi-fascistas, de ahí la agitación del sentimiento de extrema derecha en los mensajes online. Al igual que Peterson, en última instancia creen que un mayor control es el remedio para nuestros males sociales.

Para mí, sólo el camino opuesto nos librará del desastre. Es nuestro intento de alejar el caos que ocasiona habitualmente una calamidad, ya que los sistemas desarrollados para domesticar la naturaleza han resultado en mayor control de las personas por parte de otras personas. Estamos condenados a repetir las opresiones del pasado si no cedemos el «control» del mundo.

Hasta cierto punto, la suma de toda la producción de Internet desafía una racionalidad que salió mal y encuentro algo en la negatividad de las pistas de música de Vaporwave, por ejemplo, que se niegan a buscar consuelo falso en el mundo. Es esta negativa, junto con un nivel de producción perpetuamente sostenido en la cultura meme en general, lo que para mí ofrece algo de esperanza. Aunque en realidad esto no requiere memes específicamente «de izquierda».

En realidad, no creo que sea posible crear una estrategia de campaña de memes para la izquierda, o para la derecha. El libro ¿Can the Left Learn to Meme? no pretende ser un manual sobre memes o un libro sobre memes izquierdistas singulares, ni de campañas de memes como tales.

Más bien, insta al lector a subirse a la ola de la memética digital y la cultura del juego como un medio para contrarrestar los aspectos demasiado rígidos de la cultura capitalista y, en particular, las tendencias autoritarias de la nueva derecha o la derecha alternativa, que retrato como encarnadas por el pensamiento y programas políticos de, respectivamente, Peterson y Bannon.

 

¿Ves un elemento utópico en la creatividad de los memes y, por extensión, en una parte de la experiencia millennial?

No, creo que es mucho más matizado e interesante que eso. Creo que lo que se confunde con la psicopatía y la apatía en la generación millennial en realidad puede ser una negativa a tomar el camino fácil, o encontrar consuelo en los sistemas mesiánicos.

Cualquier cosa que surja de la cultura de la imagen emergente puede llevarnos a lugares mejores o peores. Hasta ahora parece peor, si tomamos en consideración Brexit, Trump, Johnson, Salvini, etcétera. Sin embargo, estamos en las primeras etapas de una era de producción creativa sin precedentes. Sobre todo, veo esta producción creativa, a pesar de tanta negatividad, como adorniana, incluso si por muchos motivos a Adorno le hubiera disgustado seriamente lo que se está produciendo.

 

Entrevista: Jon Bailes, diciembre de 2019.

Versión en castellano para Comunizar: Catrina Jaramillo

 

Mike Watson es un teórico, crítico y curador que se centra principalmente en la relación entre cultura, nuevos medios y política. Ha escrito para Art Review, Artforum, Frieze, Hyperallergic y Radical Philosophy y ha comisariado eventos en la 55a y 56a Bienal de Venecia y Manifesta 12. En noviembre de 2019 publicó su segundo libro: Can the Left Learn to Meme?: Adorno, Video Gaming and Stranger Things.

 

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