Nadie tiene derecho a obedecer

 

Dos preguntas:

1. ¿Nadie está por encima de las leyes?

Si «nadie está por encima de la leyes», eso significa que las leyes están por encima de todos nosotros. Significa que la ley —cualquier ley, cualquiera que sea la ley que esté en los libros— es más valiosa que nuestros deseos más queridos, más justa que nuestras aspiraciones más honorables, más importante que nuestro sentido más profundo de lo correcto y lo incorrecto. Esta forma de pensar premia la conformidad grupal sobre la responsabilidad personal. Es el beso de la muerte para cualquier movimiento que tenga como objetivo lograr un cambio social, porque todo cambio social siempre ha involucrado actividades ilegales. Si no fuera por las acciones valientes de las personas que estaban dispuestas a violar la ley, aún estaríamos viviendo bajo el rey de España o de Inglaterra. Muchos de nosotros seguiríamos esclavizados.

2. ¿Qué le da legitimidad a las leyes?

En la época feudal, cuando se pensaba que la autoridad real era legada por Dios y la monarquía decretaba las leyes, era al menos internamente consistente sostener que todos tenían el deber sagrado de obedecerlos. Hoy, esta suposición perdura como algo remanente, pero sin ninguna base racional. Ciertamente, la ley decreta que nadie está por encima, pero eso es solo un razonamiento circular. ¿Qué nos obliga a considerar las leyes como más válidas que nuestra propia ética personal? A los partidarios de la «democracia» representativa les gusta imaginar que las leyes surgen debido a su utilidad para la población en general. Por el contrario, durante la mayor parte de la historia del Estado, las leyes fueron decretadas por los monarcas y las dictaduras, y solo existieron debido a su utilidad para los gobernantes. La soberanía misma es una metáfora fundamentalmente monárquica. Si ya no creemos en el derecho divino de los reyes, eso socava cualquier reclamo inherente que las leyes puedan tener sobre nuestra obediencia. En lugar de obedecer ciegamente, tenemos la responsabilidad de decidir por nosotros mismos cómo debemos actuar. Para citar a Hannah Arendt: «Nadie tiene derecho a obedecer».

 

Nadie tiene derecho a obedecer
Grafiti de Hannah Arendt en Lindener. Reproducido de una fotografía de Käthe Fürst. Muestra el famoso retrato de la filósofa con un cigarrillo y su cita “Nadie tiene derecho a obedecer”.

 

Otras dos preguntas:

¿Amas las leyes o la justicia? ¿Amas los derechos o la libertad?

Si crees en las leyes, no te hagas ilusiones sobre lo que significa valorar la ley por encima de todo lo demás. Si lo que quieres es justicia, entonces debes estar preparado para violar las leyes. En ese caso, necesitarás una narrativa totalmente diferente para explicar lo que estás haciendo.
Si lo que buscas son derechos, necesitarás un gobierno para otorgarlos, protegerlos y, sin ninguna duda, quitarlos cuando lo considere oportuno. Cada vez que utilizas el discurso de los derechos, preparas el escenario para que esto ocurra. No hay derechos sin un soberano que los otorgue. Por otro lado, si amas la libertad, en lugar de otorgarle legitimidad al gobierno, será mejor que hagas causa común con todos los que tienen interés en defenderse colectivamente de los ataques invasivos para imponer la autoridad, de cualquier partido y gobierno.
En realidad, todos estamos por encima de las leyes. Nuestras vidas son más preciosas que cualquier documento legal, cualquier decisión judicial, cualquier obligación decretada por el Estado. Ningún contrato social establecido en los pasillos del poder puede proporcionar la base para el cumplimiento mutuo de relaciones igualitarias; solo podemos establecerlos en nuestros propios términos, trabajando juntos, por fuera de cualquier marco de responsabilidades impuestas. La ley no es nuestra salvación, es el primero y más grande de los crímenes.

(Texto escrito por libertarios de USA – 2020)

 

Nadie tiene derecho a obdecer
«Nadie tiene derecho a obedecer». Palacio de los Oficios, en Bolzano, Italia. Construido en 1939, en el relieve, Mussolini, con el brazo en alto y una leyenda de corte fascista: «Creer, obedecer, combatir». En 2014 se añadió, encima, la leyenda luminosa de Arendt, en tres idiomas: italiano, alemán y latin.

 

Scroll al inicio