Plumas

 

Plumas

 

Al inicio de la película se ve la espalda de la mujer, encorvada sobre los platos o la ropa, contra los azulejos agrietados y sucios. Después, su rostro angustiado. Incluso entonces, los ojos de esta ama de casa egipcia, madre de tres niños pequeños, flacos y mugrientos, permanecen mirando hacia abajo mientras su esposo gruñe un pedido de comestibles y le entrega reticentemente unos pocos billetes ajados para la compra. En principio parece que “Plumas”, dirigida por Omar El Zohairy, va a continuar en esta línea, como una representación dura pero tranquila, bellamente enmarcada, agudamente observada, de la desigualdad social, la miseria y la subyugación de las mujeres en una pequeña ciudad egipcia, que depende totalmente de una fábrica.
Pero todo eso sucede antes de que el marido se convierta en un pollo blanco.
La extrañeza y el absurdo recorren la ópera prima de El Zohairy como una corriente eléctrica, pero se trata con una franqueza absoluta y pétrea, como lo haría Aki Kaurismaki o, en todo caso, Adilkhan Yerzhanov un poco más alegre. La mezcla tonal es posible debido a la realidad sutilmente exagerada que se ha establecido: por más lúgubre que sea el departamento de la familia, también es el espacio distópico de cualquier lugar. Las tuberías expuestas, los edificios en ruinas y la maleza árida se articulan con humor visual irónico en los planos generales y establecen el escenario perfecto para representar esta narrativa convincentemente absurda y cada vez más oscura.
La inexplicable metamorfosis del marido en ave plumífera ocurre en una fiesta de cumpleaños de uno de los niños, cuando el esposo, que es un padre cariñoso con los niños, pero despótico con la mujer, se mete en un cajón como parte de un truco realizado por el mago dudoso que ha contratado para la celebración. Luego, el mago saca de la caja un pollo blanco y esponjoso, una criatura resplandeciente que se volverá cada vez más opaca a medida que avanza la película, ante el aplauso de los asistentes. Pero después descubre que no puede recuperar al hombre. Lo que realmente sucedió se revela más adelante, aunque nunca se explica lógicamente, en un giro audaz y rápido hacia un costado lóbrego que da sentido al prólogo impactante e inquietante de la película.
Mientras tanto, la esposa debe hacer frente a la repentina ausencia del sostén de la familia, además de tomar un curso intensivo sobre el cuidado de los pollos y hacer todo lo posible para revertir cualquier hechizo bajo el cual él se encuentre. Poco a poco parece darse cuenta de que su suerte, si no la de sus hijos, puede mejorar significativamente por este giro inesperado de los acontecimientos. La esperanza, como podría escribir Emily Dickinson si hiciera una reseña de esta película desafiantemente excéntrica, parece ser una cosa con plumas.
El dinero es el más grave de sus problemas, especialmente porque el propietario de la fábrica donde trabaja su esposo se niega a darle su salario atrasado o permitirle trabajar en su lugar. Con varios meses de alquiler atrasado, y un montón de curanderos, hechiceros y veterinarios que pagar, sin mencionar las bocas hambrientas de sus hijos, y el pico insaciable de su esposo convertido en ave, la mujer subsiste, en los primeros tiempos, de la caridad de amigos y familiares. Pero pronto se revelan intenciones ocultas, especialmente en uno de sus benefactores que exige favores y amores a cambio del dinero que le ha prestado. Encontrar trabajo no es fácil y la mujer realiza un par de trabajos antes de conseguir un puesto relativamente estable. En uno de ellos, la visión mordaz de El Zohairy sobre la estratificación de la sociedad egipcia se manifiesta con elocuencia, cuando un perro bull terrier entrenado la descubre llevándose trozos de achuras de vaca y un frasco de mermelada de la casa de la mujer rica en la que hace la limpieza.
En la película hay pequeños toques surrealistas, como las decoraciones baratas de oropel colocadas para una fiesta; una banda sonora con «Popcorn» y una versión de muzak diminuta e inapropiada e hilarante del tema de «Love Story». También una afición inusual por los animales de aspecto oprimido (pollos, por supuesto, pero también vacas, burros y un mono de circo bastante agresivo) deambulando en el fondo de la narración. Y si el ritmo se retrasa un poco en los tramos finales, la hermosa fotografía de texturas nos mantiene absortos, su encuadre poco convencional se basa tanto en las rejas oxidadas y en el dinero que se vuelve marrón y como gamuza con el tiempo, como en las habitaciones grandiosas y lúgubres, y exteriores polvorientos.
Los hombres, por supuesto, son levemente reconvenidos por la forma brusca en que ignoran a la mujer o intentan hacerse cargo, pero aún así el guión taciturno, coescrito por El Zohairy y Ahmed Amer, nunca exagera el ángulo del patriarcado. En cambio, a medida que la película avanza hacia su conclusión culpablemente satisfactoria, el comportamiento de la mujer cambia tan microscópicamente que casi podríamos no apreciarlo. De repente ya no parece como si estuviera tratando de borrarse a sí misma de cada escena y alejarse de cada habitación -la capacidad de Nassar para controlar la pantalla mientras siempre parece rehuir de ella es asombrosa-, y esto hace que “Plumas” sea menos una historia de venganza que de una autovaloración naciente, por tenebroso que sea su origen.

 


Título original: Feathers / Año: 2021 / Duración: 110 min. / País: Egipto / Dirección: Omar El Zohairy / Guion: Omar El Zohairy y Ahmed Amer / Fotografía: Kamal Samy / Reparto: Demyana Nassar, Samy Bassouny, Fady Mina Fawzy, Mohamed Abd El Hady, Abo Sefen Nabil Wesa. IMDb


 

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