Desde el semestre pasado se viene discutiendo en el Seminario(1) el libro del pensador alemán Robert Kurz titulado El colapso de la modernización. De manera muy sintética podemos decir que el argumento central de Kurz es que la crisis y caída del llamado “socialismo realmente existente” no debe comprenderse en términos de la crisis y la caída de un modo de producción distinto del capitalismo, y, por lo tanto, del evidente triunfo del modo de vida mercantil del mundo occidental; sino como el primer signo de la crisis y posible caída del modo de producción capitalista.
Más allá de una comprensión dicotómica simplista, que ubica al “capitalismo occidental” y al “socialismo del Este” como antagonistas, Kurz plantea que el llamado “socialismo realmente existente” formó parte del proceso de modernización de la sociedad burguesa. Con esto apunta a que éste, más que una alternativa, fue un intento de planificación y redistribución económica, que de ninguna manera rompió con el fundamento del capitalismo, que es la producción de valor a través del trabajo abstracto.
A partir de esta idea podemos decir que si este modelo de “capitalismo estatal” colapsó tuvo que ver con la imposibilidad de que una economía planificada pueda competir en relación con la dinámica del mercado global. Las economías del Este se entramaron así en una dinámica de modernización, que, por su carácter rezagado, se volvió mucho más autoritaria, totalitaria y uniforme.
Por supuesto que esto no significa que la propuesta de Kurz esté encaminada a la exigencia de una mejora en los modos de producción de estas economías planificadas. Lejos de esto, Kurz apunta con esta crítica, como hemos dicho, a señalar que las economías de comando central del Este no representaron una alternativa real al capitalismo, debido a que no rompieron con la forma valor y la dinámica de producción que conlleva.
Para profundizar en la importancia de esta argumentación, así como en la polémica que ha generado en el seminario, es necesario hablar sobre algunos aspectos de la constelación histórica en la que surgió.
Robert Kurz es, junto con la pensadora Roswitha Scholz, una de las figuras más emblemáticas del grupo Krisis y de la llamada “Crítica del Valor”(2). Dicho grupo surgió en Alemania a finales de los años ochenta con la principal intención de plantear discusiones críticas respecto del marxismo, sobre todo en contra de las concepciones dogmáticas del marxismo obrero tradicional.
El colapso de la modernización fue publicado en el año de 1991, en medio de la enorme confusión social generada todavía por la reunificación de Alemania, así como por la paulatina disolución del bloque soviético. Estos dos sucesos se convirtieron en el fundamento de una narrativa hegemónica que con tono triunfalista declaró el fracaso del comunismo, junto con el fin de la historia por el “evidente” triunfo del sistema capitalista.
Era de esperarse que, en la declaración de victoria del capitalismo, así como de derrota del comunismo soviético, las ideas de Marx, identificadas con este último, fueran enterradas y condenadas como obsoletas e inservibles. En medio de este clima adverso para el marxismo, Kurz y el grupo Krisis reconocieron la necesidad de desenterrar a Marx y darle una nueva potencia a su crítica, al mismo tiempo que de liberarlo de su identificación con el marxismo soviético y del movimiento obrero tradicional.
Es así que abrieron nuevas perspectivas críticas sobre Marx, que luego formarían parte (no de manera deliberada ni definitoria) de una tradición identificada como las “Nuevas Lecturas de Marx”. Estas “Nuevas Lecturas” no son de ninguna manera algo homogéneo. Habrá que aclarar de manera más precisa incluso, para hacer justicia a sus motivaciones e inquietudes, que ninguna de ellas se constituyó con la intención de formar una tradición o “escuela de pensamiento”.
Las “Nuevas Lecturas de Marx” surgen como una forma de resistencia crítica a la condena del marxismo, junto con la profunda convicción de que en la crítica de Marx hay algo mucho más complejo y profundo de lo que el marxismo tradicional alcanzó a ver.
En esta tradición de las “Nuevas Lecturas”, junto con la crítica del valor de Kurz, y su deriva en crítica de la escisión del valor de Scholz, podemos ubicar también la Teoría Crítica de Moishe Postone, el marxismo abierto de Richard Gunn, Werner Bonefeld y John Holloway, así como la nueva lectura de Marx frankfurtiana.
Si bien, como ya señalamos, estas lecturas críticas de Marx no son algo homogéneo o incluso deliberadamente constitutivas de una tradición o escuela, comparten la necesidad de dar a la crítica de Marx un giro, comprendiendo esta como una teoría crítica-negativa, más que como una teoría positiva del capitalismo. En este sentido, plantea que las categorías de Marx (valor, dinero, trabajo, mercancía) deben ser comprendidas de manera negativa, es decir, como formas que las relaciones sociales toman en el capitalismo, y que en su conjunto tejen la densa red de relaciones sociales fetichizadas de las que Marx habla al final del primer capítulo de “El Capital”.
Desde la perspectiva de la crítica al fetichismo, el pensamiento de Marx, junto con sus categorías, adquieren un enfoque distinto y potente, que las coloca en un horizonte distinto de discusión, así como de consecuencias políticas distintas para la comprensión de las luchas actuales, y de las posibilidades de emancipación de la humanidad. Esto también remite a que todas estas lecturas centren sus preocupaciones en pensar la crisis del capitalismo como algo central, y en señalar el carácter específico del capitalismo, y de las categorías que tejen su socialidad.
Aclarados estos puntos en común, es pertinente ahora señalar las divergencias y tensiones que surgieron en el seminario a partir de la lectura de Kurz. Cabe señalar al respecto que uno de los horizontes más relevantes para la discusión ha sido, evidentemente, el marxismo abierto de John Holloway y Sergio Tischler. Sin embargo, la preocupación de leer y discutir a Kurz ha surgido del mismo seminario, y tiene la intención de dar nuevas perspectivas que no se queden solamente en el marxismo abierto. Esto es un punto central para comprender que el seminario no suscribe a una sola postura, y persiste en la necesidad de ampliar horizontes de debate y posibilidades teórico-prácticas.
Una de las críticas que surgieron de manera más constante es la de la aparente ausencia de un sujeto en lucha en contra de las “tendencias objetivas” de la sociedad capitalista. De manera inmediata parece ser cierto que en la argumentación de Kurz hay una ausencia de la dialéctica entre la objetividad social y el sujeto. Sin embargo, se comentó que esto puede ser tomado como reflejo de cómo, de alguna manera, en el despliegue de la crisis de la modernidad occidental que él estaba tratando de teorizar, el sujeto estaba efectivamente oculto por una objetividad social cada vez más externa a él, y mucho más densa.
Para muchxs de nosotrxs la preocupación por el sujeto en lucha es una preocupación central y relevante, en el sentido en que pone énfasis en la necesidad de pensar la esperanza y las posibilidades que desde los propios sujetos pueden surgir en contra del capitalismo. La preocupación por el sujeto en lucha también nos pone ante la discusión sobre la pertinencia de seguir hablando de lucha de clases. Este punto es una de las mayores polémicas que podemos reconocer entre la crítica del valor y el marxismo abierto.
Desde los planteamientos de Kurz, la lucha de clases se vuelve una categoría obsoleta, ya que remite a la idea del marxismo tradicional de que la dominación del capitalismo es la dominación de una clase sobre otra, y que la anulación de la clase capitalista, junto con la toma de los medios de producción por parte de la clase obrera, terminaría con esta. Contra esta concepción, Kurz plantea la categoría de dominación abstracta, la cual hace ver que la relación entre los capitalistas y los obreros es una contradicción inmanente al propio sistema, creada por él mismo en el sentido de que tanto la clase capitalista como la clase obrera son personificaciones de “fuerzas económicas”, que en capitalismo adquieren una forma que determina de alguna manera a los sujetos.
Esto lo lleva a rechazar como algo infértil el concebir la necesidad de una lucha de clases en términos clásicos, ya que eso evidentemente no acaba con el problema. En cierto sentido, el marxismo abierto puede estar de acuerdo con la idea de que la concepción clásica de la lucha de clases es obsoleta. Sin embargo, este no renuncia a ella, sino que le da otro sentido en su propia lectura de la crítica de Marx, señalando que se deben comprender las categorías marxistas como lucha, es decir, como contenedores por los que el fetichismo oculta el antagonismo entre los sujetos y los procesos de objetivación del capital. De igual manera, al menos en Holloway, la lucha de clases es lucha en contra de la clase, es decir, lucha en contra de la clasificación-identificación con una clase.
Siguiendo la lógica de comprender las categorías como lucha, Holloway entiende la necesidad de mirar la crisis de manera antagónica, poniendo la mirada en el papel que juega el sujeto en ella. La concepción de Kurz es distinta en este punto, ya que para él la crisis es un resultado inmanente de las contradicciones fundamentales del capitalismo. Al respecto, se quiso aclarar que esto de ninguna manera significa que Kurz renuncie a las posibilidades de una alternativa al capitalismo.
Sobre esto debemos no olvidar el contexto en el que Kurz está desarrollando sus argumentos, así como su intencionalidad. Kurz de alguna manera, sobre todo en los últimos capítulos leídos, parece estar tratando de contestar al por qué el colapso de los países del Este no ocurrió antes. En su despliegue teórico esto no es una interrogante ociosa, ya que la explicación le da fuerza a la comprensión de la caída del socialismo realmente existente como colapso de la modernización capitalista.
Si el colapso no ocurrió antes, señala, se debió a que el proceso de disciplinamiento a través del trabajo, reforzado por una fuerte ideología nacionalista, posibilitó una dinámica social paralizante y monótona, en donde las rupturas eran casi imposibles.
Esto nos lleva a pensar en el contexto en el que la pregunta por la esperanza sea una pregunta pertinente. En su momento histórico Kurz reconoce que hay esperanza, pero esta tiene como horizonte el modo de vida capitalista, y surge de subjetividades para las que después de la fuerte represión vivida en los países del Este, la alternativa del consumo y la ideología del valerte de tus propios medios para crecer es un anhelo posible y deseable.
Es necesario entonces preguntarnos qué tensiones o rupturas existen actualmente, en nuestro momento histórico, que nos permiten persistir en la pregunta por la esperanza, sin que esta sea un puro anhelo “abstracto”. Pensando, por ejemplo, en que el actual gobierno “progresista” de México, ha usado, desde hace tiempo ya, la esperanza como un slogan de sus logros y metas.
En la interrogante por la esperanza hay un esbozo de respuesta en el marxismo abierto de Holloway. Desde la centralidad que le da al doble carácter del trabajo como antagonismo, hay una posibilidad en la liberación del trabajo concreto de su subordinación al trabajo abstracto. Esto igual es un debate fuerte, pues para Kurz esto es distinto. Aunque él sí da centralidad a la crítica del trabajo abstracto como aquello que produce el valor como relación social fetichizada, no desarrolla de manera tan precisa cómo entiende la relación entre trabajo concreto y trabajo abstracto. Sin embargo, parece claro que no los está viendo como un antagonismo, sino, en su propia lógica, como una dualidad inmanente al capitalismo. Es decir, como una contradicción misma del sistema, que no necesariamente es lucha.
De aquí surgían otras interrogantes importantes. ¿Es entonces el de Kurz un concepto idéntico del trabajo?; ¿Qué sentido tiene para Marx entonces plantear el doble carácter del trabajo en el capitalismo? De un lado podríamos decir que sí, que el suyo es un concepto idéntico de trabajo y que entonces la distinción no tiene mucho sentido. Del otro lado, podríamos apelar a que Kurz está tratando de ver la dualidad del trabajo de manera crítica, es decir, como la expresión fetichizada del trabajo en el capitalismo, pero que tampoco tendría que ser naturalizada.
Con estas preguntas se abren otras, así como dudas y horizontes. Si al menos coincidimos en que la crisis es la crisis del trabajo abstracto y el valor, ¿qué hacemos entonces? Y al respecto, ¿cómo salvarnos de no fetichizar la crítica del trabajo abstracto como fórmula de emancipación?; ¿Y cómo nos salvamos también de no fetichizar o naturalizar el trabajo concreto como categoría positiva de la lucha? Si entendemos así el capitalismo, entonces, ¿qué sentido tendría seguir apelando al Estado como forma de transformación social? Si el problema está en otra parte, ¿por qué aún es tan fuerte la tendencia del progresismo a reproducir lo que sabemos es obsoleto?
Autor: Roberto Longoni, 15 de agosto de 2019
Notas:
(1) El presente texto es una reflexión realizada como parte del Seminario Subjetividad y Teoría Crítica del Postgrado en Sociología de la B. Universidad Autónoma de Puebla, México. Enviado para su publicación en Comunizar.
(2)Después de colaborar por muchos años en Krisis, Kurz y Scholz se separaron del grupo por diferencias, y fundaron en 2004 la revista Exit!