Segundo encuentro de lectura: Nuevas figuras del partisano

 

Invitación a participar en la segunda reunión de estudio

NUEVAS FIGURAS DEL PARTISANO

Sobre textos de Josep Rafanell i Orra 

El encuentro se realizará el

viernes 19 de noviembre de 2021 a las 18,30 hs.

(de Argentina) de manera virtual, a través de la plataforma Google Meet

Invita: COMUNIZAR

Para participar del encuentro escribir a:  contacto@comunizar.com.ar

 

Los textos para la lectura pueden leerse o descargarse a través de los siguientes enlaces:

* Los Comunales (entrevista con Josep Rafanell i Orra)

* Fragmentar el mundo (capítulo 1, del libro «Fragmentar el mundo» de Josep Rafanell i Orra)

* Nuevas figuras del partisano

 


 

Transcripción de la grabación del primer encuentro sobre

«Nuevas figuras del partisano» de Josep Rafanell i Orra

15 de octubre de 2021

 

Presentación

Josep Rafanell i Orra nace en Barcelona en 1963. Vive en Francia desde hace varias décadas. Es psicólogo y psicoterapeuta. Ha trabajado en institutos de salud y centros de trabajo social durante muchos años. Según él mismo ha expresado, pertenece a la «generación perdida de la transición a la democracia» (en la España de los años setenta). Su investigación, tal como se ha escrito, «se encuentra en la encrucijada entre una redefinición pragmática de una política situada y una oposición al funcionamiento de la gestión estatal y la inclusión económica.»
En su pensamiento se pueden encontrar ecos de diversas elaboraciones teórico-prácticas-políticas, de colectivos como Tiqqun, o Comité invisible (Francia), también del Consejo Nocturno (México), y resonancias de las ideas de Jacques Ranciere, entre otros muchos autores.
En un libro titulado Poniendo fin al capitalismo terapéutico. Cuidado, política y comunidad (París, La Découverte, 2011) Rafanell i Orra plantea que el Estado exige cada vez más a los psiquiatras y a los trabajadores sociales que sean auxiliares del orden, un orden que se produce en conexión con la economía. Se trata de producir individuos motivados, capaces de afirmar su singularidad, que puedan ser evaluados: hay que animarlos a desarrollar su “capital” humano. Esto afecta tanto a quienes necesitan ser evaluados como a los propios evaluadores. El capitalismo terapéutico es la producción de un ser humano adaptado al capitalismo; pero -dice Josep- es en las situaciones laborales, en el sistema educativo y la educación superior, a través de la publicidad y la industria cultural donde se desarrolla la mayor parte de este proceso. El autor se plantea la siguiente pregunta: ¿se trata simplemente de denunciar? y despliega el texto en relación con los lugares donde ha trabajado: en okupas, en una cárcel, con los ayudantes familiares del Bienestar Infantil, con los parados en huelga, con los gitanos expulsados. Durante este deambular se encuentra con personas extraviadas, personas desinsertadas pero activas que pertenecen a colectivos. Que deben aprender a enfrentar las permanentes amenazas de destrucción que la «policía social» ejerce sobre ellos. Para el autor, que aprendió su profesión de psicólogo con Tobie Nathan, posiblemente el representante más destacado de la etnopsiquiatría en Francia, son estos colectivos los que permiten la creación de una “comunización” de la experiencia. No hay terapia posible sin esos lugares, donde los mundos de los pacientes y los mundos de los terapeutas se encuentran.
En 2018, Rafanell i Orra publica Fragmentar el mundo (Editorial Melusina, 2018). En una sinopsis sobre este libro se lee lo siguiente: «Al igual que los panfletos que aparecen firmados por Tiqqun y el Comité Invisible, este texto supone una novedosa aportación para una comunidad en curso que pretende contestar tanto la lógica depredadora de los mercados como el poder biopolítico de los Estados. Se trata de resistir la globalización y sus eslóganes narcotizantes que nos animan a estar «siempre conectados» y crear una pluralidad mundos singulares, una comunidad fragmentaria, donde poder vivir como seres humanos y no como códigos de barras.»
Aquí se parte de una tesis: lo que sucede ahora no es una guerra social, sino una guerra entre mundos. «Entre el mundo global de la descomposición capitalista y los mundos fragmentarios en los que diferentes formas de vida se afirman», dice Josep. Y para ganar esa guerra, el mundo global capitalista necesita unificar el mundo, aún al precio del desastre total.
Frente a esta pretendida unificación del mundo capitalista aparecen, según escribe el autor, «formas políticas que no son más que formas de vida de vida definidas por los potenciales de asociación de los humanos con sus medios, en cuanto que los humanos se diferencian entre ellos por sus relaciones con otros seres».
De ese modo -continúa Josep- «Volver la acción política indisociable de las diversas naturalezas humanas equivale a considerar maneras singulares de cohabitar con otros seres, es decir, las maneras que tienen los humanos de hacer comunidad». Y más adelante afirma: «no hay mundo común, sino solamente formas de comunización. De lo que se trata es de pluralizar la alteridad. Y de construir medios de vida fragmentarios». En ese sentido, «fragmentar el mundo no es nada más que restablecer formas de vida mediante las cuales estar en el mundo equivale a configurarlo, a hacer un mundo. El mundo en el que habitamos.».
«Podemos volver a ser terrestres, habitantes de esta Tierra», es decir, «contra la utopía capitalista de la administración del desastre en el mundo unificado por la mercancía, hacer emerger lugares: fragmentar el mundo para recuperar los caminos múltiples de una política inseparable de su localización».
Hay que mencionar la experiencia colectiva de Los Comunales, en la que Josep Rafanell i Orra participa desde principios de 2020. Los Comunales se trata, como expresa su pagina web, «de una constelación de personas y colectivos que trabajan para reapropiarse de nuestras relaciones con los entornos de vida. Constituyen un lugar de intercambio de inquietudes, intervenciones, luchas, lejos de cualquier lógica de delegación y representación política.» Se trata de implementar un trabajo de exploración de experiencias, solidaridad, cooperación, ayuda mutua y reapropiación del saber hacer.
Para no extender más esta presentación, digamos, a modo de desafío y de pregunta, que para Josep existe «un paisaje comunal, que rompe las supuestas identidades de clase o raza. Y este paisaje comunal es profundamente hostil a las políticas de representación» y a las identidades. En ese paisaje comunal, no se trata de encontrar «sujetos sociales moribundos para repensar la política, sino de formas de instauración de diversos aspectos de la ‘comunión’ que revivan lugares en que podamos encontrarnos. Uno de esos posibles porvenires de esta comunión es el de comunero».

 

Intervenciones

O: Yo quería señalar que me llamó mucho la atención esa distinción entre lo social, o sociedad, y mundo, la idea de mundo. Me remite la idea de un mundo de vida o forma de vida que claramente en el texto se plantea. Por un lado, uno podría decir, bueno, la vieja distinción entre sociedad y comunidad de algún modo planteada justamente por la sociología, en el sentido de que la sociedad es un modo de relacionarse vinculado a la modernidad y al desarrollo capitalista, y la idea de comunidad, de forma de vida o de mundo, no sé si se pueden esas asociaciones, pero a mí me resuenan y voy por ese lado pensando, hace referencia a un mundo o a una forma de vida o modo de relacionarse no moderno o premoderno y, por lo tanto, no capitalista. En particular, haciendo referencia a nuestra condición de habitantes de un continente como el americano, América, particularmente a las formas de vida y a los mundos que aquí se desarrollaron antes de la colonización. También me estimula pensar algo que leí en el texto – lo leí un poco rápido, disculpen porque no sé si las referencias que estoy haciendo son correctas – entre forma de vida y forma política. Y justamente un tema que a mí me interesa es esta relación porque pareciera que la política es un fenómeno o es una práctica, una dimensión, de la modernidad. Si bien, justamente, siempre se hacen referencia a los griegos, a la antigüedad griega, a los clásicos y la polis y todo eso, pero lo cierto, y me remito al texto de Marx “Sobre la cuestión judía”, esa escisión de lo político es típica de la modernidad y, obviamente, de esta modernidad capitalista. Entonces, ahí me parece que hay una cuestión para pensar que es este tema de una política que se relacione con la vida o con las formas de vida, y que de algún modo no precede al hecho de vivir sino que participa de una perspectiva de promoción de la vida. Y, obviamente, desde una perspectiva comunitaria. Esto es lo que quería compartir con ustedes, me llamó la atención que alguien que esté viviendo en Europa, y participa de fenómenos aparentemente bastante ajenos a esta perspectiva, y habla de un mundo indiferenciado, de una globalización que identifica o que nos identifica cada vez más, hace este planteo de relacionar formas de vidas y formas políticas. Creo que nosotros desde nuestro lugar podemos dar cuenta de experiencias, algunas que subsisten como el caso nuestro en la Patagonia, de los pueblos originarios en relación con este tema.

A: Bueno, planteo algo de lo que tengo pensado plantear en el sentido de que lo que me pareció más interesante de las cosas que dice Joseph. Dentro de esas cosas lo que me parece más interesante es esto de que para enfrentar el capitalismo, todo enfrentamiento y toda acción de destitución tiene que estar acompañada de una creación. Es decir, lo que plantea es que un enfrentamiento tiene que tener aparejada la creación de una otra sociedad, de una otra forma de vida en el mismo momento en que uno enfrenta y rechaza la forma de vida que nos impone el capitalismo. Eso me parece que es lo más interesante de lo que dice por lo menos en este texto (yo no leí otros textos de Joseph todavía). Él desarrolla bastante ese tema y yo lo asocio a algo que también vengo elaborando con otras lecturas y otras discusiones que es esto de que hay que crear al mismo tiempo que se enfrenta esta violencia cada vez más importante que está generando el capitalismo hoy, hay que crear otra sociedad en ese momento, en ese mismo acto de enfrentamiento y de rechazo a la mercantilización absoluta que está tratando de imponer el capital y esa creación tiene que ver con lo comunal, con lo comunitario o con lo comunizante. Entonces eso me pareció interesante. Él avanza un poco, tira algunas líneas, pero digamos, básicamente ese tema es el que me pareció el más interesante dentro de los planteos que hace. Después, el otro tema es el de los fragmentos o de la fragmentación, del relacionamiento entre los fragmentos. Ese es el otro tema interesante, aunque por ahí la forma en que lo plantea no me gusta demasiado. Pero trataré de profundizar o de comentar ese tema más adelante.
Pero esto de crear al mismo tiempo que destituir o al mismo tiempo de enfrentar me parece fundamental porque sino toda acción negativa, por decirlo de alguna forma, en cuanto a enfrentarse, termina perdiéndose si no se crea otra cosa. Esto lo vivimos generalmente en todos los movimientos de resistencia de los últimos años. Bueno, eso por ahora.

I: Voy a tomar solo un aspecto, que él le llama “etopoiética”, es decir, ante el mundo actual que estamos viviendo donde el capitalismo está desarrollando y llevando adelante una guerra de destrucción a todos los niveles, acuerdo en que sí, obviamente, necesitamos nuevas herramientas, nuevas formas de luchar para poder acabar con este capitalismo. Por eso es muy importante algo que decía A. de que lo que plantea el autor que es el hecho de que todo proceso de lucha o todo proceso insurreccional de alguna manera se van a perder si no tienen una construcción detrás, porque para enfrentar al capitalismo, para destruir al capitalismo se tiene que construir algo diferente. Entonces en ese sentido me parece muy importante lo que él le llama “etopoiética”, es decir, una nueva manera, incluso una nueva terminología para enfrentar al capitalismo. Enfrentarlo para destruirlo porque el capitalismo nos está destruyendo. La etopoiética como forma de hacer, como creatividad, me parece muy importante y acá adelanto una duda, es decir, en cuanto al mundo fragmentado porque él plantea trabajar esa fragmentación, ¿verdad? El mundo fragmentado lo ha creado el capitalismo con sus denominaciones, con sus clasificaciones, con todo el aspecto identitario. Eso pienso, pero si alguien me lo puede aclarar, mejor. Entonces lo que necesitamos es trabajar en ese mundo que está fragmentado y para eso la etopoiética, la creatividad, la creación de otras formas de vida, la construcción o el esbozo de otros mundos pasa a ser definitivamente importante para otro devenir, para un cambio. Acá leo lo que dice una parte del texto: «Los procesos que se comprometen, ellos con los procesos etopoiéticos y las limitaciones que nos imponen, es decir, hacer advenir a la comunidad, hacer lugar a través de la fragmentación abriéndonos a nuevas formas de experiencias, pero no se puede abandonar y crear otros mundos si no enfrentamos a lo que nos apega a este mundo y que nos hace cautivos.» Si no enfrentamos eso, sino crítica o autocrítica y sentirnos parte de esta realidad desastrosa no va a poder ser posible si no abandonamos y creamos otros mundos. Para eso necesitamos reapropiarnos de los saberes, de las experiencias y también reapropiarnos de las técnicas. Se trata también de una reapropiación de los cuidados que al respecto no se trata del cuidado de objetos y sujetos separados, sino de técnicas que se ocupen de algo, modos de existencia compartidos.
Para volver a habitar el mundo es necesario destruir lo que lo hace inhabitable y que nos tiene atados de pies y manos. En una guerra que él le llama “guerra etopoiética”, la guerra etopoiética sería más que una insurrección. Como dice Josep: «Estamos cautivos todos, apegados a la máquina de despoblación del mundo, esa es la paradoja mortal de la economía. O sea, de lo que se trata en esta guerra etopoiética es de librar una guerra a muerte contra la despoblación del mundo» y él considera que esta guerra etopoiética ya está teniendo lugar en muchas partes, al igual que las insurrecciones.

N: Yo quiero escuchar, escucharnos, más que todo porque para mí este texto es muy profundo y sobre todo estoy asombrado de cómo él piensa la libertad porque, por ejemplo, la primera línea cuando él dice que la situación de desmetropolización, que las dos cosas que están ocurriendo ahora son una huida de la metrópolis, por un lado, y por otro lado dentro de la metrópolis, la revuelta. Y entonces a partir de esto se transforma en un documento, en un estudio diferente a los que estamos acostumbrados a ver de mucho de los pensadores o políticos. También el tema interesante es lo que están planteando ustedes de la fragmentación porque le da vida a la vida. La vida no es una totalidad en este sistema, ¿no? Yo, que soy un poco grande de edad, toda la vida he pensado que el cambio de la vida venía de tomar el poder, desde lo grande, desde primero pensar, hacer programas, utilizar las instituciones [o sea la teoría leninista] y él está planteando que en esta fragmentación todo lo pequeño es importante y se sumerge y ahí se sumerge en ver que es capaz de autoreproducirse, o sea, es etopoiético. Es una palabra interesante, muy importante. Y, bueno, todos los análisis son interesantes para repensarlos.

D: Bueno, hablando de dudas -porque ya que lo planteó N.-, una duda que me planteó el texto es cuando se refiere a las instituciones. Cuando se refiere a provocar los cambios en las propias instituciones o que desde allí se puedan producir los cambios; él tiene todo un vocabulario desidentitario. Está planteando la importancia, justamente con esto de lo fragmentario, de la desidentidad. Entonces, por lo menos me parece que aparece una contradicción en el sentido de que es muy difícilmente que dentro de las propias instituciones se pueda provocar una política desidentitaria. No sé, es una pregunta que yo me hago.

L: ¿Qué me parece interesante del texto? Que está relacionado con otras experiencias. Me parece que Joseph avanza sobre todo a partir de lo que pienso como «la cárcel de la identidad» o, como él mismo lo dice en otro texto, la “toxicidad identitaria”. Hemos visto -y podemos ver- que con las luchas de todo tipo, con las insurrecciones y las rebeldías en la vida cotidiana, aparece un hacer cotidiano que no está sometido a la lógica de mercancía, o no está totalmente subsumido por ésta. Pero, luego de un tiempo, se regresa a la identidad que imponen el dinero y la mercancía. De todas las diversas formas que adquieren las luchas contra la mercantilización de la vida y contra la destrucción a la que nos lleva el capitalismo, lo que podríamos pensar, después de años de experiencia de antagonismo social, es que las insurrecciones no han sido suficientes para salir del mundo capitalista. Pienso ahora en los procesos de rebeliones de 2019, pero también otros momentos, como la insurrección de 2001 en Argentina, y muchas otras. Son luchas muy importantes, muchas generaron espacios alternativos al capitalismo, espacios no mercantilizados, incluso. Y luego vemos que, a medida que transcurre el tiempo, el capitalismo metaboliza de alguna manera estos procesos y los vuelve a capitalizar, a mercantilizar. No podemos atribuir esta situación, como suele hacer la izquierda, a la traición de los dirigentes, sino que nos plantea desafíos para pensar cómo podemos ir más allá de las luchas, tengan la forma de una insurrección o sean las luchas de otro tipo, como las de las mujeres, las luchas indigenistas o por el salario. Incluso luchas mucho más pequeñas y que son parte de la vida cotidiana, como por ejemplo, hacer un huerto orgánico colectivo y poder sostenerlo. Esta pregunta sobre como ir «más allá» es un gran desafío, sobre todo si pensamos que existe una guerra entre el capitalismo y la humanidad y los otros seres no humanos, y que esto nos aproxima a la posibilidad de destrucción de la vida en su conjunto. Si lo pensamos de esa manera, el «más allá» se vuelve urgente. Bueno, ¿adónde quiero llegar? Quiero decir lo siguiente: se trata de hacer política, de politizar en el sentido de una revolución, pero -como ha escrito Raoul Vaneigem- «una revolución sin nombre». Para mí esto está ligado a dos ideas que plantea Joseph en sus textos y que son interesantes para pensar cómo construir más allá de la lucha y de la insurrección ante este desafío que tenemos planteado. La primera es algo que muchas veces decimos que estamos de acuerdo, pero que lo reducimos a un concepto que no se objetiva en la práctica, y es que de alguna manera hay que salir efectivamente de las lógicas de las representaciones. La lógica de la representación es la lógica del capital, pero la lógica de la representación no está presente solo en las políticas de los partidos políticos burgueses (o de izquierda) que se presentan a elecciones. No alcanza con decir “bueno, yo no voto y ya estoy por fuera de la lógica de las representaciones”. No, la lógica de las representaciones está inserta en nuestra vida cotidiana en casi todas las cosas que hacemos, situaciones en donde perdemos o entregamos nuestra autonomía individual o colectiva para que sea sintetizada por la totalidad capitalista del dinero.
La otra cuestión, muy importante y que posiblemente establece una diferencia con otros grupos que plantean algunos de los conceptos del texto, como el de habitar, de metrópolis, de territorio, etcétera, es que Joseph se acerca a algo que para nosotros es muy importante: la lucha contra la identidad, lo que implica que, además de ir contra lo establecido, es necesario generar espacios de no identidad o antiidentidad que trasciendan el corset de la identidad que siempre es un espejo del sistema dominante. Hay una idea para mí interesante en Joseph que es la de considerar a la antiidentidad como proceso desidentitario. Habría que pensarlo más, todo el tema de la antiidentidad está todavía por ser criticado y desarrollado, solo tenemos aproximaciones. Creo que la antiidentidad, o los procesos de desidentidad, se pueden ver en dos planos. Uno, más teórico, es el plano del pensamiento tratando de superar o de abrir, mejor, las categorías de pensamiento en las que estamos insertos y con las que pensamos y escribimos. Pensamos con un pensamiento que se reproduce desde el capital y la lógica del dinero, de ahí surgen las categorías de la ciencia social, por ejemplo, o de otras ciencias. Entonces, abrir las categorías es plantear una lucha antagónica o auto-antagónica de las categorías, del concepto contra sí mismo. Así se puede comprender que el Estado es algo más que el Estado objetivado, que es una forma pervertida y particular de las relaciones sociales capitalistas, lo mismo que el dinero, que el capital, que el trabajo. Pero, por otro lado, esto no puede estancarse allí porque sería un asunto sin expresión en la experiencia, sino que hay que ir «más allá», trascender el tema de las luchas -que siempre están presentes porque la lucha es algo inherente a las sociedades de explotación, la propia existencia del capitalismo genera su antagonismo y la lucha contra él-. Me parece que tenemos un desafío que es ver cómo salimos también del fragmento sin anular, al mismo tiempo, las particularidades y especificidades fragmentarias. Cómo, de alguna manera, podríamos pensar el más allá del fragmento que implique la posibilidad de hacer una política antiidentitaria, que pueda entramarse a través de los vínculos, de tejer conexiones, experiencias. Sobre todo se trataría de una política de la experiencia, pero profundamente antiidentitaria. En algunos momentos, en el pasado, hablábamos de revolución obrera. En otros, de revolución socialista. Se habla de revolución indigenista o de revolución feminista. De revoluciones de todo tipo. A mí me gusta la idea de «revolución sin nombre», que trascienda y rompa esas identidades, la cárcel de la identidad. Por supuesto que hay más temas en este texto de Josep, pero me interesaba centrarme en esto.
Después, tengo una duda en relación con el texto, porque por momentos siento que se extravía algo importante. Una idea  que de ninguna manera hay que perder es que la totalidad capitalista se expresa en la lógica del dinero y en la explotación del ser humano por medio de la abstracción del trabajo. Digo esto porque me parece muy importante también para el tema de la antiidentidad o proceso desidentitario. No perder de vista que en el capitalismo el centro de la lógica de reproducción capitalista es la generación del trabajo abstracto a partir de la subsunción del hacer, y que la lógica del dinero está, o aparece, también en los espacios autónomos, incluso de alguna manera en aquellas experiencias anticapitalistas que consideramos más importantes. Pensemos en el viaje zapatista a Europa: implica alguna manera conseguir pasajes de transportes, tramitar pasaportes estatales, tienen que trasladarse y alojarse fuera de sus comunidades, algún tipo de relación con la lógica del dinero. Digo esto al mismo tiempo que pienso que el viaje zapatista a Europa es un esbozo, o una manifestación de experiencia de la política antiidentitaria. Están saliendo de su espacio geográfico, en el cual han desarrollado siempre sus prácticas, sus trabajos colectivos, su justicia, su educación y salen para conectarse, para buscarse, para entretejer experiencias con otros espacios de Europa. Es muy importante si podemos pensarlo como una experiencia desidentitaria que se está generando, sin que los zapatistas lo llamen de esta manera.  En este sentido el «Viaje por la vida» es interesante para explicarnos qué se quiere decir con «política antiidentitaria» y expresa en parte lo que sería la política antiidentitaria. Es un esbozo de lo que nos podría ayudar a pensar una política antiidentitaria. Que no implica determinar el abandono o desconocimiento de las identidades. Eso es muy importante porque a veces decimos «política antiidentitaria», y pareciera que estamos diciendo, bueno, las mujeres no tienen que luchar específicamente por sus reivindicaciones propias (identitarias), o los indígenas de los pueblos originarios tienen que subordinar sus reivindicaciones (identitarias) a la lucha contra el trabajo abstracto. No es así, existe una dialéctica entre una política desidentitaria y las identidades en lucha. La desidentidad aparece como desborde de la identidad, y en algún punto, aunque no siempre, ambas se convierten en antagónicas. El problema, entiendo, es cómo, de alguna manera, se potencia y se desarrolla la posibilidad de políticas antiidentitarias con, dentro y en contra de las políticas identitarias (y «más allá»).  Entonces, es importante no perder de vista que el trabajo abstracto sigue siendo el centro del antagonismo en el mundo capitalista. Bueno, espero haberme expresado con un poco de claridad, a veces soy confuso cuando intento plantear estas cosas…

O: Quería simplemente decir, en relación con el tema de lo fragmentario que alguien planteó, que por supuesto es una cuestión a discutir, que veo en Rafanell es un énfasis en la diversidad, una apuesta por la diversidad. En un sentido positivo, incluso lo dice y hace esas comparaciones con lo que podemos llamar la diversidad en la misma naturaleza, como un valor de la posibilidad de diferentes modos de concretar formas de vida y las diferentes relaciones que se pueden establecer con el entorno, con otros seres. Y eso él lo vincula con formas políticas y dice concretamente la posibilidad de formas políticas que no son más que formas de vida definidas por los potenciales de asociación de los humanos con su medio, en cuanto a que los humanos se diferencian entre ellos por sus relaciones con otros seres. Ahí hay una fuerte apuesta a una apertura, lo veo como una apertura ¿a qué? bueno, alguien decía recién “una revolución sin nombre”, incluso sin una caracterización adecuada o adelantada, mejor dicho, alguna apuesta, concretamente, como decir “bueno, promovamos la pluralidad, la diversidad”, como apertura y creatividad. Lo que sí, eso sí, se refiere a mundos localizados o a formas de vida localizadas y en donde la creatividad de la que se hablaba se relaciona con, justamente, la posibilidad de concretar formas de relación que serán combinaciones sobre las que se puede especular, pero que eso se va a concretar en la medida en la que, valga la redundancia, se concrete, se haga, más en términos como una práctica y experimentación. Otra cosa que quería decir, con respecto al tema del ethos o lo ethopoiético porque son dos palabras que, justamente que son cercanas. Recuerdo el tema de la autopoiesis, por ejemplo, en Varela y en Maturana, autores chilenos que desarrollan este tema, en el sentido de que algo emerge en la medida en que se crean las condiciones adecuadas, por eso también ese tema de si es posible pensar en un mundo que contenga la posibilidad de acoger o crear otros mundos, Entonces, lo podemos decir, para seguir con una metáfora biológica o agraria, crear un terreno fértil para que esa diversidad se promueva. Creo que ethos, no es obviamente una palabra elegida al azar, sino que da la idea de hacer algo habitable o acogedor, la idea de hogar, la idea de guarida, de amparo. Por eso yo al principio hablé del tema de las culturas de América cuyo núcleo de sociabilidad, por decirlo de alguna manera, está vinculado más a la idea de ethos que a la idea de sociedad, e incluso que a la habitual idea de comunidad. Entonces, pienso que ahí se abren, por supuesto, muchas dudas, pero también la posibilidad de revisar las categorías que habitualmente manejamos. Pero lo veo en una línea de un paso que se está dando, incluso un paso más allá de nuestras referencias comprensivas, por eso hablé al principio de modernidad o de lo no moderno, no de lo posmoderno porque el propio Rafanell lo califica como parte de esta indiferenciación del mundo globalizado. A mí me resulta estimulante el planteo de Rafanell, más allá de que hay cuestiones que uno puede revisar o cuestionar.

N: Me gustaría ver si se podría desarrollar un poco la duda que se planteó y que a todos nos quedó un poco ahí… cómo entender el tema de la desinstitucionalización en la propia institución. Me parece importante eso, realmente me parece importante.

D: Si, porque él habla mucho de trabajar en las instituciones y tiene que ver también con esto del trabajo que él realiza, digamos, él y otras personas que no se identifican, en esto que da en llamarse “los comunales”, ¿no? Donde intervienen en distintas cuestiones, en distintas instituciones. Lo que llama a utilizar esta etopoiética dentro de estas instituciones y ahí eso me genera ruido, más que ampliarlo tengo muchas más dudas que certezas. Si realmente existe una posibilidad de que dentro cambios dentro de esas instituciones. Sí, yo entiendo que toda semilla de cambio puede aparecer en una institución, lo que no creo es que el cambio definitivo se pueda producir allí. Puede ser que sí porque en realidad, como decía antes L., las luchas están en todos lados, el capitalismo genera el antagonismo y están, no hay duda. Lo raro o lo extraño o lo que nos parece a todos extraño es que esa lucha no se continúe de alguna manera, no se transformen en otra cosa, en una lucha realmente anticapitalista, sino que muchas veces esas luchas realizadas dentro de las instituciones como la lucha capital-trabajo, como la lucha de los salarios, específicamente, no hace más que reforzar de alguna manera el sistema. Recordemos, que el primer organizador de los trabajadores dentro de la empresa es el capitalista, los trabajadores se organizan después, incluso, generalmente, de manera defensiva. Por eso las dudas que me genera esa situación.

A: Sí, yo había marcado también eso como una algo que no entendía por qué lo había puesto así él. Incluso creo que la frase dice algo así como que hay que separar el hacer de esas personas de la institución. En la frase donde habla esto que vos comentás dice algo así y a mi me parece… ah, pará y dice otra frase, dice que son irreductibles, determinados haceres son irreductibles a las instituciones. Yo con eso no estoy de acuerdo. No hay nada que sea irreductible, y se contradice con algo que él después dice, y con lo cual sí estoy de acuerdo, y es que si estamos luchando contra el capitalismo y de una forma antiidentitaria, tenemos que quitarnos lo identitario que tenemos en todo momento con el capitalismo. Entonces es como que dice que tenemos que dejar de ser. Entonces eso es totalmente contradictorio con que hay haceres que no estén alcanzados por lo identitario, ¿no? Así que por eso a mí también me había llamado la atención. A mí una cosa que me parece que falta en ese texto… insisto en que este es el único texto que leí de Joseph… algo que me parece que falta es que aunque nombra por ahí el valor, lo hace muy tangencialmente y me parece que lo que falta es justamente poner en foco el tema del valor. Es decir, como se habla de movimientos antiidentitarios, hay que poner más en el centro el tema de la identificación, creo que L. lo dijo también recién… lo identitario más pesado es la identificación con la clase, con el trabajo abstracto y, por ende, con la clase trabajadora. Me parece que eso hay que ponerlo un poco más en el centro y poniéndolo más en el centro por ahí se despejan alguna de estas dudas que hay o dudas que tengo yo respecto de cómo él plantea algunas cosas. Por ejemplo, cuando habla de los fragmentos, de lo fragmentario, él lo opone a la totalidad, es decir, lo fragmentario y las relaciones entre los fragmentos, yo coincido en que hay que partir de ahí porque estamos fragmentados, no podemos partir de otro lado, pero es como que hay que tener una política de lo fragmentario para oponerse a la totalización y el problema para mí ahí, si es que (si entiendo bien su planteo), el problema es que el proceso, el movimiento de totalización que genera el capitalismo, genera la fragmentación en la cual estamos, es decir, los fragmentos son generados por la totalización. Que estemos fragmentados no quiere decir que estemos homogeneizados por esta totalización y la fragmentación para mí consiste en que no podemos ser personas en forma total, en forma completa, entonces ahí yo sí veo una fragmentación y esa fragmentación no es buena. Sí me parece importante partir de estas singularidades en las cuales estamos fragmentados para relacionarnos y generar una relación comunal con otras singularidades. Entonces ahí, en ese trabajo, se pude generar avanzar de forma más antiidentitaria. No sé si fui muy claro, pero me parece que yo tengo un problema con ese planteo, plantear fragmentación o lo fragmentario vs. lo totalizante.
Los fragmentos en los cuales estamos fueron producidos por estos movimientos totalizantes, me parece a mí. Entonces no son “nuestros” fragmentos, los padecemos sí pero no los generamos como algo en contra de la totalización. Lo que sí acuerdo, repito, es que el relacionamiento hay que buscarlo desde las particularidades desde las cuales estamos fragmentados, la generación de algo comunitario a través de ese relacionamiento, eso es antitotalizante y antiidentitario, ahí sí estoy de acuerdo. Pero la forma en que lo plantea… no me quedó muy clara y en algún punto parece contradictorio. Por otra parte, volviendo a su planteo sobre que hay que generar otra cosa y no solo oponerse o no solo resistir, sino que la resistencia debe estar acompañada de la generación de otra sociabilidad, Josep da el ejemplo de los Chalecos Amarillos y también menciona la revuelta chilena. En caso de Chile para mí hubo ahí atisbos de sociabilidad en la resistencia, aunque luego no se avanzó mucho.

C: Yo solo quería recalcar lo que él le llama “una política de la experiencia” que me parece muy importante la experiencia o parte de la experiencia que él lo pone como única arma ante la tiranía política económica del capitalismo. Y continuando con la cuestión de la fragmentación también otra cosa que pienso es de que la actualidad de los procesos revolucionarios consistiría en trabajar por agenciamiento o fragmento. ¿Qué significa trabajar de esa manera? Entendí más o menos que puede ser a través de asociaciones de comunas, relacionamientos entre los fragmentos. Me parece una manera bastante interesante de trabajar. No es que sea totalmente nueva, pero como él lo pone casi en el centro como una forma de reapropiación de una política de la práctica, me parece bueno eso, trabajar por agenciamientos. Es decir, un lugar o una pequeña zona que surgió se conecta con la otra y, por decir, una produce papa y otra producirá, no sé, arroz, ¿no? Eso entiendo como agenciamientos. No solo como intercambios, sino con el hecho de compartir las experiencias. También agenciamientos significan la transmisión de esas experiencias.

N: A mí me parece que es un tema muy importante como para seguirlo, ¿no? Sobre todo los problemas planteados… es como ir más allá del capitalismo en todas esas luchas que terminan siendo cooptadas por el sistema y que son a veces unas luchas terribles como lo de los chilenos o el 2001 argentino o como los Chalecos Amarillos o como el “no puedo respirar” en EEUU. Son como destellos de una gran lucha, pero el tema es que realmente el problema es que él lo dice que es antagonismo con el capital, la comunalidad, etcétera, pero cómo pasas el límite. También él dice cosas de cómo pasas el límite de que en lo fragmentado, en lo anterior hay elementos, pero bueno, cómo esos elementos se desarrollan. Creo que es un texto… y que también es interesante leer los otros dos. Es muy interesante porque se ve como él piensa la realidad, como él analiza la realidad, sobre todo su territorio, los suburbios de París. Como ve el movimiento que con otra mirada no se ven todas esas cosas que pasan. Pero… pero bueno, no sé qué hacer… seguimos, paramos, hacemos otra cita más adelante y con puntos más…

K: Hasta ahora nunca había leído a Joseph y me pregunto cómo se incorpora el tema fragmentación al interior de la lucha antiidentitaria.

I: Algo que no tiene que ver con la pregunta… si no con que uno de los planteos que plantea Rafanell, que es la reapropiación de la experiencia y la reapropiación de las técnicas, un poco como para dialogar con D. Hablando de hacer un mundo diferente él también dice no podemos obviar a la medicina, no podemos obviar a los cirujanos, no podemos obviar a los psiquiatras, no podemos obviar incluso a los servicios sociales, a los servicios públicos. Yo no veo… ese aspecto… por eso dice que hay que sacar a esa gente, si se puede, ¿no? Primero estudiar el terreno. Ahí es donde no me parece que extraño que él se refiera a trabajar con gente de los hospitales o de los servicios públicos. No le veo contradicción porque si, por ejemplo, a nivel salud que están bastante experimentados con los procesos de atención y cuidado hacia las personas.

L: Relacionado con la pregunta que hace K. No para responderla pero sí pensar acerca de la pregunta. Me parece… vuelvo a algo que decía al principio, me parece que cuando hablamos de fragmentos muchas veces los ubicamos como identidad, como un pequeño espacio que se identifica a así mismo en una lucha particular contra el capital. Puede ser pequeño o no, puede ser grande también y a veces eso en algunas adquiere nombres de territorio y todo territorio implica una diferenciación y una identidad. Justamente por esta diferenciación, todo territorio deja, al definirse como tal, algo fuera del territorio, sino no tendría sentido hablar de territorio. Entonces ¿cómo trascender el fragmento identitario para ir hacia una política antiidentitaria o a un desarrollo de ésta? Y a mí me parece que una de las cuestiones que plantea Joseph es la cuestión del vínculo, de no pensar solo en fragmento como territorio, sino los vínculos, la interdependencia, el cuidado, la reciprocidad de las diferencias, de lo diferente, no de lo mismo porque el vínculo de lo mismo se establece, pero eso justamente termina en el problema de la identidad, sino el vínculo de lo que no es lo mismo. Ahí puede aparecer también lo que él y otros llaman “hospitalidad”, pero una hospitalidad que hay que someter a la crítica y poner en cuestión. Es decir, la hospitalidad es aceptar al diferente. No solo aceptarlo, sino «acoger» al diferente que es diferente a aceptarlo. Acoger la diferencia y vincularse con la diferencia, pero eso en sí mismo tiene que llevar al planteamiento crítico de esta acogida o de esta hospitalidad. Entonces el problema es algo que ya plantearon los zapatistas en algún momento, es decir, cómo se hace un mundo, porque hay que crear un mundo, que contenga muchos mundos y eso es un gran desafío. Si pudiéramos resolver eso o si se empezara a construir eso, porque no está presente ese mundo y entonces hay que crearlo, y crearlo significa salir del chaleco de la identidad. Es decir, para mí cosas como hospitalidad, los vínculos, se relacionan mucho en la medida en que no se trate del vínculo de lo mismo con lo mismo, sino el vínculo con lo extraño, con lo extranjero, con lo diferente, como le queramos decir. Y cuestiona, a su vez, esa forma de acoger que es una forma que está mediada por la totalidad del capitalismo y del trabajo abstracto, es decir, no deja nunca de estar mediada y atravesada, pero al mismo tiempo es casi un permanente estar contra y al mismo tiempo tratar de trascender ese contra, es un permanente antagonismo, no solo contra el capital, sino contra nosotros mismos. Por eso también es un auto antagonismo en la pelea antiidentitaria. Me parece que más o menos por ahí podríamos pensar o acercarnos a esa pregunta, no quiere decir para nada que sea una respuesta.
Sobre el otro tema que se planteó, bueno, a mí me parece que, por supuesto, es un tema muy complicado en el sentido de que no nos cae, no nos suena muy bien, esto de la destitución, o lo «no instituible» en las instituciones. También me hace ruido eso, pero… pero dejaría el «pero». ¿Por qué? La experiencia propia que plantea Joseph… por supuesto estamos hablando de Europa, de Francia, de un país con una ayuda social estatal diferente a la nuestra, de un sistema económico al cual la ayuda social estatal le sirve mucho y entonces hay muchos dispositivos que tienen relación con el Estado que se generan en estas comunidades mutiladas, que es un poco donde ha estado trabajando él… a veces en las cárceles, a veces con ocupas o en la psiquiatría. En principio me hace ruido y estoy de acuerdo en que lo institucionalizable tiende a la identidad y a la reproducción de lo mismo y que, de alguna manera, si no se rompe con lo institucionalizable terminamos absorbidos por la institución y por su lógica. Pero, tal vez, como punto de partida, se podría llegar a pensar que es posible lo no instituible en las instituciones, porque tampoco estamos totalmente afuera. No quiero decir que comparta la idea de Josep porque yo no he sabido hacer eso en el plano laboral y he preferido huir de las instituciones, pero puede ser que haya otras experiencias y ahí tendríamos que pensar en esas otras experiencias, no descartarlas de antemano, no apresurarnos a afirmar que de ahí no sale nada. Quisiera ser menos categórico, más allá de que a mí no me parezca o no me convenza. Eso es lo que diría sobre este tema de lo «no instituible». Me parece que hay que estudiarlo más. Me hace pensar en aquel tipo de lucha que parece que no va contra el capital, pero que son luchas que sí, de alguna manera van contra el capital, porque incrementan su crisis de dominación, aunque no parezcan ir contra él. Por ejemplo, la lucha salarial o la reivindicación de un salario mínimo garantizado. Digamos, sí, obviamente es una medida reformista que no va, en principio, contra el capital, sino que, por el contrario, muchas veces es una herramienta que el capital utiliza para desarmar y deshabilitar los espacios de lucha, pero que al mismo tiempo al capital le genera más crisis en su modo de acumulación, le genera más endeudamiento, etcétera. Entonces habría que pensarlo desde cada especificidad, no descartarlo totalmente y ver cada especificidad críticamente, con las dificultades que se plantearon en las anteriores intervenciones. Eso, ¿no? No cerrar la posibilidad porque justamente lo que tenemos que hacer es abrirla. Después, bueno, podrá darse o no, pero justamente lo tenemos que hacer es abrirnos a ver si sale alguna experiencia de espacios antiidentitarios en las propias instituciones, con todas sus dificultades.

D: Sí, la cuestión es quién organiza a las instituciones o, por ejemplo, digo, para hacer un ejemplo más claro, ¿no? Digamos, el sindicato o los sindicatos son como una organización de segundo orden de alguna manera porque el primer organizador de los trabajadores es el capital que organiza el trabajo vivo y el trabajo muerto. Entonces ahí ya hay un problema, porque la organización de los trabajadores termina siendo defensiva, por un lado, y después generalmente termina siendo un espejo de la organización capitalista, una organización burocrática, una diferenciación entre los que saben y los que hacen. Y me parece que en las instituciones generalmente sucede lo mismo, pero eso no quita que no haya allí espacios de rebeldía y que de alguna manera esas técnicas que se utilizan en las instituciones no sean importantes o haya que dejar de usarlas. Digo, el saber hacer del trabajador puede servir por fuera de esa institución capitalista realizando lo mismo, si es que existiera la posibilidad de otro mundo, realizando lo mismo… realizando un valor de uso sin un valor de cambio, pero me parece importante tener en cuenta esto de que primero está esa forma de organización que es la que organiza el capital, la que hace la institución o el Estado que es el que primero organiza. Pero es verdad que no debemos olvidarnos de la técnica. Los médicos van a seguir curando, pero a lo que voy es que es verdad, siempre hay espacios de rebeldía, espacios de antagonismos y yo creo que esos espacios terminan siendo fraguados, cooptados, institucionalizados.

N: Termina si la lucha es o derrotada o siempre fue controlada y se mantiene dentro de la contradicción con el capital y no con el antagonismo. Y no desbordan, no hay un desborde. Ese ir más allá está en todo momento planteado para mí, ¿no? Que va más allá o eso tenés que parar porque estás obligado, pero…. Y él de las instituciones… bueno, yo estoy apelando un poco a mi mala memoria, pero a mí me parece un poco que irreductible es la policía, la institución policial esa, ¿no? Pero después dice instituciones como la medicina o distribución de electricidad o qué sé yo, ahí… para mí se refiere a esas instituciones.

A: Sí, yo sobre esto lo que opino es lo siguiente, obviamente me hace ruido que se pueda plantear que desde adentro de una institución se pueda cambiar algo, pero no es eso lo que me hizo ruido acá, sino que dice esto de que ciertos saberes pueden zafar de ser alcanzados de la lógica de la institución, entonces eso es como decir que hay determinados saberes, como la medicina, como la psiquiatría y demás, que no estén alcanzados por el trabajo abstracto, por la fetichización que eso genera y la enajenación de quienes reproducen ese hacer bajo la lógica mercantil. Pareciera que Josep dice que no son alcanzados pr la enajenación. Ahí es donde a mí me hace ruido. Además es contradictorio justamente con otro de los puntos interesantes que Joseph plantea, que es que toda lucha tiene que ser antiidentitaria. Hacer esta separación como si no fueran alcanzados es obviar lo identitario que tiene ser médico, ser… lo que sea, cualquiera de los haceres hechos profesiones que tengamos nosotros. Entonces ahí está lo que me hace ruido más a mí.
Después otra cosa que estaba pensando recién con respecto a esto que comentaba L. con la pregunta de K. de cómo incorporar dentro de una lucha antiidentitaria los fragmentos. Es así como decía L., a mí entender la generación de vínculos entre los fragmentos, entre las particularidades y dentro de ese relacionamiento de las particularidades, de las singularidades, se puede avanzar en algo antiidentitario si se crea algo a partir de ese relacionamiento entre diversidades. Si distintas diversidades generan algo, ese algo va a ser una creación común a ellos, a todas esas diversidades, que va más allá de sus diferencias. Eso sería una creación común y eso para mí es comuna. Entonces esa creación que creo que es el paso más difícil y que prácticamente no lo vemos en los movimientos insurreccionales, eso es lo que va en contra de lo identitario. Después sí, si nosotros estamos en un movimiento así siempre vamos a seguir arrastrando algo de lo identitario, mientras no generemos ya una comunidad universal, pero lo identitario es permanente porque permanentemente vos estás dentro de un movimiento, todos estamos dentro de un movimiento identitario. Y, por empezar, a través del trabajo. Entonces es una lucha entre un movimiento hegemónico hacia la identificación y contra movimientos que van en una forma de desidentificación de las relaciones. Entonces la construcción de algo común entre los diversos me parece que va contra lo identitario y eso es algo muy difícil…. Nosotros en el grupo “el semillero” estamos intentando generar redes con distintos grupos y el problema siempre está en lo identitario que tiene cada grupo, ¿no? Cada grupo se para desde su identidad y desde lo que cree que es la lucha y cuesta que se pueda escuchar a otras personas, a otros grupos que por ahí tengan un ideario o un norte similar, pero que hacen otras cosas para llegar a ese norte o para tratar de crear otra cosa. Entonces ahí es donde lo identitario se hace fuerte y surgen trabas para poder generar redes. Es una dificultad que es muy fuerte y muy común entre los grupos autodenominados “autónomos”.

 

Segundo encuentro de lectura: Nuevas figuras del partisano

 

 


Transcripción: Lucía Contartese. Revisada por los participantes.


 

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