Si yo fuera capitalista

Guadalajara 2018

Si yo fuera capitalista

Un sueño, una pesadilla.

Si yo fuera capitalista, o si yo fuera un político, es decir un sirviente del capital, estaría bastante molesto. Primero porque no me invitaron como capitalista, no incluyeron a un representante del capital en las invitaciones. Pero también conmigo mismo. ¿Qué estoy haciendo aquí, hablando con una bola de insubordinados, o, peor todavía, insubordinadas? Y ustedes, ¿qué están haciendo aquí? Es miércoles, ¿por qué están aquí exhibiendo su insubordinación? ¿Por qué no están trabajando, o buscando trabajo?

¡Ya basta de pensar todo el tiempo desde abajo! También hay que pensar desde arriba. Hay que pensar en los pobres capitalistas y sus sirvientes políticos. Hay que pensar que la vida no es fácil para nosotros capitalistas. Damos órdenes de cómo debe ser el mundo y la gente no nos escucha. Dicen que no. Nosotros decimos que se va a abrir una mina a cielo abierto ahí, en este pueblo, y la gente se levanta y dice que no, que no la quieren. Nosotros decimos que vamos a construir una presa y no, no quieren eso tampoco. Decimos que los maestros tienen que entender que el único propósito de un buen sistema de educación es que los estudiantes aprendan a ayudarnos a los capitalistas a hacer más dinero, y no, no entienden. Peor, organizan eventos de protesta como este. Nosotros queremos víctimas, gente que sufre sin hacer nada, gente que entiende que la única felicidad y la única justicia posible es la que seguro van a encontrar después de la muerte. Nosotros queremos gente normal capaz de trabajar para nosotros, y llego en la mañana y ¡qué encuentro, que están hablando de discapacitados y cuestionando el concepto de normalidad!

Si son papás, tal vez me van a entender. Como papás decimos a nuestros hijos que hagan algo y no, no lo hacen. Si piensan que es difícil ser papá, van a entender que también es difícil ser capitalista.

Tienen que entender que nosotros somos gente muy sencilla, que incluso tenemos una pureza. Nada más queremos una cosa en la vida: llegar a ser más ricos, expandir nuestro capital, tener más dinero. Es nuestra única motivación e imprime una lógica muy sencilla en todo lo que hacemos, una dinámica muy fácil de entender. Si queremos abrir una mina y destruir tu pueblo, no es nada personal, es simplemente que vemos ahí la posibilidad de sacar una ganancia. Si queremos imponer una reforma educativa, es por la misma razón: nuestra ganancia finalmente viene de la explotación de trabajadores disciplinados y con las habilidades que nosotros necesitamos. Si contaminamos los ríos, no es porque queremos que los niños padezcan de cáncer, es simplemente para cortar los costos que podrían reducir nuestras ganancias. Nuestra lógica es muy sencilla: es la lógica del dinero que busca su propia expansión, es la lógica del capital. Y me da mucho gusto poder informarles que esta lógica ha avanzado mucho en los últimos treinta años. Ha ido penetrando todos los aspectos de la vida cotidiana: la educación, la salud, la tierra, la vida de los niños, las relaciones sexuales, las discapacidades, la justicia, todos los temas que hemos estado discutiendo en los últimos días.

Pero no quiero que piensen que no tengamos problemas. En realidad, nos va mal. Es básicamente por eso que estoy aquí hablando con ustedes, quiero que entiendan que no nos va bien. La verdad es que, desde hace muchos años, no estamos sacando la ganancia (o la plusvalía, como ustedes dirían) que necesitamos para seguir expandiéndonos. Estamos en crisis, y finalmente es culpa de ustedes. Ustedes son la crisis de nosotros, ustedes son la crisis del capital. Estamos haciendo todo lo posible para que ustedes produzcan directa o indirectamente más plusvalía, introducimos nuevas tecnologías, bajamos los salarios, creamos zonas económicas especiales donde todos los derechos de los trabajadores están eliminados, reprimimos con más ferocidad cuando ustedes de oponen a nuestros planes, introducimos leyes para promover la rentabilidad en ciertas ramas como las drogas, pero no es suficiente.

Por eso, y les digo para que entiendan la seriedad de la situación, desde hace como cuarenta años, hemos tenido que inventar dinero para mantener nuestra expansión. La acumulación del capital es cada vez más ficticia. Está basada en una enorme expansión del crédito, es decir en la creación de un mundo de promesas que no corresponden a ningún valor producido, ninguna riqueza real. Imagínense nuestra desesperación, nuestra fragilidad. Ustedes nos ven muy fuertes, pero detrás de esta imagen de fuerza hay una debilidad, una fragilidad terrible. Esta desesperación nuestra se expresa como violencia. Si la competencia capitalista es siempre un juego de sillas musicales, ahora se ha vuelto de locura, la música ha alcanzado un ritmo de frenesí.  Nosotros capitalistas ya no tenemos el espacio para la tolerancia, ya no podemos gastar nuestro dinero en cosas que no contribuyan a la expansión de nuestras ganancias, ya no podemos aceptar que los Estados, todos los Estados, no importa el color de su gobierno, no se subordinen totalmente a las necesidades del capital. (No es que ya no se pueda realizar cambios dentro del capitalismo, pero la situación ya no es la de hace cincuenta años). Tratamos de resolver la situación al nivel mundial en 2008, pero no se pudo hacer bien, por culpa de ustedes finalmente, pero la próxima vez sí. Por eso, entiendan por favor nuestros problemas, abandonen su insubordinación. Los zapatistas sí entienden lo que he estado describiendo y le pusieron una palabra: la Tormenta.

Ya no se habla mucho de la idea de una “misión histórica”. Pero ahora sí, se está volviendo cada vez más claro: mi misión histórica como capitalista, y la misión histórica del capital como forma de organización social está clara: perseguir la expansión de la ganancia hasta el punto de aniquilar totalmente la humanidad. Nada personal, por supuesto, es la lógica de la cosa.

¿Y ustedes, los insubordinados y las insubordinadas? No sé si ustedes tienen una misión histórica, pero supongo que sería jalar el freno, parar el tren. Pero la única manera de hacer eso sería gritando NO y al mismo tiempo creando otro mundo basado en el reconocimiento mutuo de las muchas dignidades, de las muchas luchas de todos los días contra la fuerza destructiva del dinero. Sabiendo que la unidad de las muchas luchas no es una unidad institucional sino el hecho de que todas son respuestas al ataque constante del dinero, del capital. Por eso la importancia de pensar desde arriba al mismo tiempo que pensamos desde abajo: para entender la unidad de las luchas, su urgencia y la fragilidad del enemigo.

Título: Si yo fuera capitalista

Autor: John Holloway

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