Sobre la violencia en Nagorno-Karabaj

Esta semana ha estallado un nuevo episodio de violencia en torno a la disputada zona de Nagorno-Karabaj, también conocida como Artsaj, enclave armenio en Azerbaiyán. Anarquistas de Armenia, Rusia y Azerbaiyán comparten su análisis de la situación.

Antecedentes

El genocidio armenio proyecta una larga sombra sobre la región situada entre los mares Egeo y Caspio. Hace un siglo, el gobierno del Imperio Otomano supervisó el asesinato de más de un millón de armenios, allanando el camino para el surgimiento de Turquía como Estado etnonacionalista.

Tras un pogromo contra armenios en la ciudad azerbaiyana de Sumgait en febrero de 1988, el movimiento independentista armenio cobró impulso en la Unión Soviética, especialmente en Nagorno-Karabaj, una región de mayoría armenia rodeada de zonas de mayoría azerbaiyana. En diciembre de 1991, poco después de que los gobiernos de Armenia y Azerbaiyán declararan su independencia, los armenios de Nagorno-Karabaj declararon su independencia de Azerbaiyán. Los dos gobiernos entraron en guerra por la región. El conflicto siguió sin resolverse, y las hostilidades volvieron a estallar en 2020.

Hasta ahora, el gobierno de Rusia ha hecho de mediador, intermediando en la paz entre Armenia y Azerbaiyán e instalando tropas de “mantenimiento de la paz”. Pero ahora que Rusia está empantanada en Ucrania, el gobierno de Azerbaiyán ha aprovechado el apoyo del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan y la riqueza procedente de los crecientes ingresos del petróleo para reanudar las hostilidades. Primero, bloquearon Nagorno Karabaj, cortando los recursos que le llegaban; después, esta semana, atacaron la región, matando al menos a decenas de personas. Aunque el autoproclamado gobierno de Nagorno-Karabaj ha capitulado, el último capítulo de esta tragedia no ha hecho más que empezar. Hay motivos para prever la continuación de la violencia estatal, la limpieza étnica y los desplazamientos masivos, lo que agravará la crisis de refugiados en Armenia y la zona circundante.

La guerra sigue extendiéndose por la región, desde Yemen y Siria hasta Ucrania y Armenia:

La invasión de Ucrania es probablemente un indicio de lo que está por venir. En las últimas décadas, los gobiernos de todo el mundo han invertido miles de millones de dólares en tecnología de control de masas y equipamiento militar, mientras tomaban muy pocas medidas para hacer frente a las crecientes desigualdades o a la destrucción del mundo natural. A medida que se intensifiquen las crisis económicas y ecológicas, más gobiernos tratarán de resolver sus problemas internos iniciando hostilidades con sus vecinos.

En todo caso, este análisis subestima el papel de las luchas étnicas patrocinadas por el Estado como válvula de presión para gestionar los fracasos del capitalismo y del Estado, no solo en Palestina, la antigua Yugoslavia y Kurdistán, sino también en Estados Unidos bajo Donald Trump.

La violencia en Artsaj muestra lo poco que la gente puede confiar en que las estructuras estatales la protejan. Enfrentados a una campaña de violencia étnica que dura siglos, la población está atrapada entre el gobierno de Azerbaiyán, que pretende apoderarse de sus tierras y recursos, y el gobierno armenio, que ha abandonado cualquier pretensión de garantizar su seguridad. Ni el gobierno ruso ni los gobiernos de Europa o Estados Unidos están interesados en intervenir. Todos estos gobiernos dirigen en la práctica chanchullos de protección que dejan a la gente corriente a merced del etnonacionalismo y el militarismo de Estado.

Este no es un argumento para apoyar al ejército armenio. A lo largo de los años, el gobierno armenio y sus fuerzas militares y partidarios también han cometido el tipo de atrocidades que suelen ocurrir en los conflictos por territorios y recursos. Más bien, es urgente organizarse contra las luchas étnicas, la violencia estatal y la conquista colonial en todas sus formas. Para ser eficaz, esto debe tener lugar a ambos lados de cada frontera, a ambos lados de cada conflicto.

A continuación presentamos un extracto de una declaración antibelicista de Azerbaiyán y dos textos de anarquistas de Armenia: de un expatriado ruso y de un armenio.


Movimientos contra la guerra en Azerbaiyán

Ha sido difícil mantener el contacto con anarquistas y otros grupos antiautoritarios en Azerbaiyán, debido en parte a la represiva situación política. Como de costumbre, la represión interna es una parte esencial de la creación de las condiciones para una movilización contra un enemigo exterior, que luego sirve para distraer la atención de los problemas internos. No obstante, hay elementos de la sociedad azerbaiyana que se oponen a la guerra con Armenia. Véase el siguiente extracto de un manifiesto contra la guerra publicado por anarquistas y “jóvenes de izquierda” en 2020:

La reciente ronda de escaladas entre Azerbaiyán y Armenia en Nagorno-Karabaj demuestra una vez más lo anticuado que está el marco de un Estado-nación para las realidades actuales. La incapacidad de trascender la línea de pensamiento que divide a las personas en humanas y no humanas basándose únicamente en su lugar de nacimiento y luego procede a establecer la superioridad de las “humanas” sobre sus deshumanizadas “otras” como único escenario posible para una vida dentro de ciertos límites territoriales es el único invasor con el que tenemos que luchar. Es el ocupante de nuestras mentes y capacidades para pensar más allá de las narrativas y formas de imaginar la vida que nos imponen nuestros gobiernos nacionalistas depredadores.

Es esta línea de pensamiento la que nos hace ajenas a las condiciones de explotación de nuestra mera supervivencia en nuestros respectivos países tan pronto como la “nación” emite su llamamiento para protegerla del “enemigo”. Nuestro enemigo no es un armenio cualquiera al que no hemos conocido en nuestra vida y posiblemente nunca conoceremos. Nuestro enemigo es la propia gente en el poder, aquellos con nombres específicos, que han estado empobreciendo y explotando a la gente corriente así como los recursos de nuestro país para su beneficio durante más de dos décadas.

Han sido intolerantes con cualquier disidencia política, oprimiendo severamente a los disidentes a través de su enorme aparato de seguridad. Han ocupado para su propio placer y uso lugares naturales, costas, recursos minerales, restringiendo el acceso de los ciudadanos de a pie a estos lugares. Han estado destruyendo nuestro medio ambiente, talando árboles, contaminando el agua y haciendo la “acumulación por desposesión” a gran escala. Son cómplices de la desaparición de sitios y artefactos históricos y culturales en todo el país. Han estado desviando recursos de sectores esenciales, como la educación, la sanidad y el bienestar social, hacia el ejército, obteniendo beneficios para nuestros vecinos capitalistas con aspiraciones imperialistas: Rusia y Turquía.

Por extraño que parezca, todo el mundo es consciente de este hecho, pero una repentina oleada de amnesia golpea a todo el mundo en cuanto se dispara la primera bala en la línea de contacto entre Armenia y Azerbaiyán.


La situación en Artsaj, las condiciones en Azerbaiyán

Esta es la perspectiva de un anarquista ruso que vive exiliado en Ereván.

El 19 de septiembre, Azerbaiyán lanzó su operación “antiterrorista” contra Artsaj [es decir, Nagorno-Karabaj]. Ya hay informes de víctimas civiles.

A pesar de la capitulación de las autoridades de la autoproclamada república y de las negociaciones recientemente iniciadas entre los dirigentes militares y políticos, Azerbaiyán sigue bombardeando Stepanakert y otras zonas pobladas de Artsaj. También continúa la resistencia espontánea de la población local. Hay informes de que los residentes de algunos pueblos se negaron a ser evacuados y dijeron que preferían morir antes que marcharse. Continúan las batallas desesperadas.

En nuestra opinión, el gobierno azerbaiyano está intentando aplicar la “solución final a la cuestión armenia” en el territorio de Nagorno Karabaj.

Este conflicto comenzó a finales de los años ochenta. En un contexto de liberalización, los armenios de Nagorno-Karabaj se echaron a la calle por decenas de miles, protestando contra la violación de sus derechos en el Azerbaiyán soviético y exigiendo la reunificación con su patria histórica, Armenia, dividida a principios del siglo XX entre bolcheviques y kemalistas turcos. La población armenia de la ciudad de Sumgait se enfrentó a la represión y los pogromos. Comenzó una guerra acompañada de limpieza étnica, que desplazó a cientos de miles de refugiados de ambos bandos. Azerbaiyán perdió la guerra, pero no se reconcilió.

Es importante entender la guerra en el contexto de la situación política y social que prevalece en Azerbaiyán. La familia Aliyev ha gobernado Azerbaiyán durante décadas. Según Bashir Kitchaev, un periodista contrario a la guerra con el que tuve el placer de comunicarme personalmente en Tiflis, han hecho poco por la población, que sufre condiciones de pobreza generalizadas; en cambio, se han centrado en ampliar el ejército azerbaiyano y fomentar el odio étnico.

Junto con el gobierno de Turquía, el gobierno de Azerbaiyán participa en una campaña internacional para negar el genocidio armenio, que se cobró la vida de más de un millón de personas, así como en un bloqueo económico de Armenia por ambas partes. A los niños y niñas azerbaiyanas se les enseña en la escuela que “las personas armenias son enemigas”. Los Aliyev se han dedicado sistemáticamente a la destrucción de monumentos armenios; por ejemplo, en la región de Najicheván, destruyendo el cementerio khachkar de la ciudad de Julfa y convirtiéndolo en un campo de entrenamiento militar. Con todo ello se pretende borrar el patrimonio cultural armenio de estas tierras.

En 2020, el ejército azerbaiyano reanudó las operaciones en medio de la pandemia, empleando a grupos islamistas que anteriormente habían participado en ataques contra el pueblo kurdo en Afrin y utilizando armas turcas, incluidas municiones de racimo. Posteriormente, el presidente Ilham Aliyev creó el llamado “Museo de la Victoria”, en el que se exhibían públicamente armenios disecados y cascos tomados de soldados armenios que habían sido asesinados.

Las provocaciones continuaron a pesar de los acuerdos de alto el fuego. El ejército azerbaiyano abrió fuego en repetidas ocasiones, secuestró a personas, bombardeó y ocupó el territorio internacionalmente reconocido de la propia República de Armenia y, a continuación, a partir del 12 de diciembre de 2022, bloqueó la región de Artsaj, cortando la única carretera que conectaba a los armenios de la zona con el mundo exterior.

Esto convirtió a 120.000 armenios y armenias en rehenes -incluidos 30.000 menores- mientras el gobierno azerbaiyano cortaba el suministro de gas y electricidad a la región durante el duro invierno caucásico. Se cerraron miles de escuelas y guarderías. Los alimentos empezaron a desaparecer de los estantes, estalló la hambruna y los hospitales empezaron a quedarse sin medicinas.

El 23 de abril de 2023 -una fecha dedicada a la memoria de las víctimas del genocidio de 1915- Aliyev estableció un puesto de control militar y presentó al pueblo armenio de Artsakh un ultimátum: aceptar la ciudadanía azerbaiyana o enfrentarse a la expulsión.

Ahora, tras matar de hambre a más de cien mil personas durante varios meses, el régimen, aprovechando la distracción de la atención pública hacia la guerra de Ucrania, pretende completar su limpieza étnica.

Una victoria azerbaiyana intensificará la violencia étnica en la región, poniendo en peligro la vida de miles de personas. Fortalecerá al régimen que persigue y tortura a los anarquistas e izquierdistas antibelicistas azerbaiyanos y consolidará la posición del imperialismo turco. También podría poner en entredicho la independencia de Armenia.

Aliyev ha hablado en repetidas ocasiones del llamado “corredor de Zangezur”, otra franja de Armenia que pretende incorporar a Azerbaiyán; en una ocasión declaró que “Irevan [Ereván] es nuestra tierra histórica, y los azerbaiyanos debemos regresar a estas tierras históricas”. En el contexto del bombardeo de Sotk, Jermuk y otros territorios de Armenia, esto suscita preocupación.

¿Estas declaraciones pretenden simplemente situar al gobierno azerbaiyano en una posición más fuerte para negociar, o reflejan una intención seria? Es difícil saberlo. Pero es indiscutible que cualquier victoria del militarismo azerbaiyano o del imperialismo turco representará un revés para los y las anarquistas y otros movimientos sociales, porque establecerá un régimen militar en los territorios conquistados que se intensificará y expandirá tanto hacia fuera como hacia dentro. Todo esto se convertirá en tierra quemada para los antiautoritarios.

Soy el último que defenderá al Estado armenio con su plutocracia y brutalidad policial, pero el gobierno azerbaiyano no representa una alternativa mejor. Diversas organizaciones, como Human Rights Watch, Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras y muchas otras, critican al gobierno azerbaiyano y lo califican de autoritario. En el Índice de Aceptación de la Libertad de Freedom House, Armenia y la no reconocida República de Nagorno Karabaj ocupan puestos mucho más altos en cuanto a derechos humanos y democracia que Azerbaiyán.

Según activistas de derechos humanos, hay unos 100 presos políticos en las cárceles azerbaiyanas. Los periodistas son encarcelados, chantajeados y obligados al exilio. El país ha aprobado recientemente una “ley de medios de comunicación” con la que las autoridades pretenden suprimir el periodismo independiente. Los periodistas que han huido del país se enfrentan a la amenaza de secuestro; según los informes, uno de ellos ha sufrido tres intentos de asesinato.

El gobierno de Azerbaiyán mantiene un culto a la personalidad en torno a Heydar Aliyev, padre del actual presidente. En 2016, durante una de las festividades dedicadas al difunto dictador, fueron detenidos dos anarquistas azerbaiyanos: Giyas Ibrahimov y Bayram Mamedov.

Habían pintado grafitis anarquistas en un monumento al dictador en la capital, Bakú. La policía los detuvo, torturó y encarceló bajo acusaciones falsas de tráfico de drogas, afirmando haber encontrado precisamente un kilogramo de heroína en cada uno de sus domicilios. Mamedov murió posteriormente en un accidente en Estambul. Las organizaciones de derechos humanos reconocieron a Giyas Ibrahimov como preso de conciencia. Durante el estallido de la Segunda Guerra de Karabaj, Giyas firmó la declaración de la juventud azerbaiyana de izquierdas contraria a la guerra y una vez más se enfrentó a la represión por su oposición a la guerra.

Las minorías nacionales indígenas también sufren discriminación por parte del gobierno de Azerbaiyán. Algunos pueblos, como el tats, no pueden estudiar en absoluto su lengua en los centros educativos. En las zonas densamente pobladas por pueblos pequeños, la mayor parte del poder político y económico se concentra en manos de azerbaiyanos étnicos. El pueblo talysh que viven en el sur del país se enfrentan a la prohibición de utilizar la palabra “talysh”, por ejemplo, en los carteles de los restaurantes o en los libros de historia local. Los representantes de grupos minoritarios que se manifiestan sufren represión y acusaciones de “extremismo” y “separatismo”. Por ejemplo, un líder del movimiento Sadval, que abogaba por la autonomía del pueblo lezgin en Rusia y Azerbaiyán, fue encarcelado y asesinado.

Aliyev fue uno de los principales aliados de Erdoğan cuando el ejército turco invadió Rojava. La victoria de Aliyev en Artsaj envalentonará a quienes buscan un imperio panturquista, intensificando la presión sobre los movimientos anticolonialistas y antiautoritarios en toda la región.

Durante miles de años, los habitantes de Artsaj vivieron en estas tierras, construyendo escuelas, casas y templos. El anarquista armenio Alexander Atabekyan nació en Artsaj y llegó a ser amigo de Peter Kropotkin. Recordemos sus palabras:

“La conexión natural con el propio hogar, con la patria en el sentido literal de la palabra, debería llamarse territorialidad, en contraste con la condición de Estado, que es una unificación forzada dentro de fronteras arbitrarias. El anarquismo, aunque rechaza la estatalidad, no puede negar la territorialidad.

Artsaj, ¡estamos contigo!


La situación en Ereván

Sona, anarcofeminista armenia, habla sobre las protestas en Ereván, las maquinaciones de los políticos armenios y el incierto futuro de la región.

Las protestas comenzaron la noche del 19 de septiembre. Los manifestantes empezaron a reunirse en dos lugares de Ereván: el edificio del gobierno en la Plaza de la República y la embajada rusa. Los expatriados rusos también celebraron una pequeña concentración en el monumento a Myasnikyan.

El 19 de septiembre, los manifestantes comenzaron a reunirse espontáneamente en la Plaza de la República, pero en la tarde del 20 de septiembre, las fuerzas políticas de Robert Kocharyan ya se habían organizado allí para monopolizar el espacio. Representan algo incluso peor que el gobierno que gobierna actualmente Armenia. Kocharyan fue el segundo presidente de este país; buen amigo de Putin, representa una política pro-Kremlin. Para los partidarios de Kocharyan, los mítines ofrecen una oportunidad de mejorar su posición y buscar el poder, pero esto no ayudará a la población de Artsakh ni a las personas refugiadas que llegarán de allí.

Los partidarios de Kocharyan exigen la dimisión de Nikol Pashinyan, actual primer ministro de Armenia, y dicen que están dispuestos a ir a la guerra, aunque en realidad ya es demasiado tarde para luchar: Artsaj ya se ha rendido. La policía atacó a los manifestantes con granadas aturdidoras.

Menos gente se congregó en la embajada rusa; en la concentración que tuvo lugar allí participaron fuerzas que apoyan al gobierno actual. Aunque un canal de Telegram dijo que en la embajada se reunían representantes de la intelectualidad y del movimiento de izquierdas, esto no es correcto, aunque sólo sea porque en Armenia no existe ningún movimiento de izquierdas.

El canal progubernamental de Telegram Bagramyan 26 llamó a bloquear la embajada rusa, pero al mismo tiempo a ser educados con la policía. La policía no hizo nada en esa concentración, aunque tampoco estaba permitida, al igual que la protesta en la Plaza de la República.

Esta es la hipocresía de nuestro gobierno: disuelven una manifestación y permiten otra. Pero la responsabilidad del abandono de Artsaj no es sólo del Kremlin, sino también del gobierno de Pashinyan, así como de las anteriores fuerzas políticas que han gobernado Armenia. Los problemas que condujeron a la guerra en 2020 y a la situación actual no surgieron ayer; toda una serie de fuerzas políticas de Armenia y otros países están implicadas.

La dimisión de Pashinyan no devolverá la vida a las personas que murieron en esta guerra, ni en la de 2020, ni en las anteriores; no ayudará en nada a la población de Artsaj. No ayudará a las personas que se vieron privadas de sus hogares, sus tierras o su salud, que pasaron hambre durante varios meses. Artsaj ya no existe, eso es todo. Si las fuerzas pro-Kremlin llegan al poder, Armenia se convertirá en un enclave de Rusia.

La postura actual del gobierno de Pashinyan es que no interferirá en el conflicto entre Artsaj y Azerbaiyán. Esto es cuanto menos hipócrita, teniendo en cuenta que todos los residentes de Artsaj tienen pasaporte armenio y utilizan moneda armenia. Artsaj es un cuasi-Estado armenio. Allí viven armenios como nosotros.

Pashinyan es un político prooccidental. Empezó a criticar al Kremlin, amenazando con abandonar la OTSC [Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, en la que participan Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán]. En los últimos meses, ha declarado que Armenia no es aliada de Rusia en la guerra con Ucrania y ha comenzado a enviar ayuda humanitaria a Ucrania. Si el gobierno de Pashinyan se mantiene en el poder, Armenia se convertirá en un país más orientado hacia Europa mientras cede territorios uno tras otro.

Existe una tercera opción, pero es poco probable. Una junta militar podría llegar al poder. Pero ese escenario también sería malo.

La rendición de Artsaj es la última frontera de Azerbaiyán para apoderarse de territorios armenios. Si Armenia rinde Artsaj sin siquiera disparar un solo tiro en respuesta, esto significa que otras provincias se rendirán con la misma facilidad: la siguiente será Syunik, y después Sevan. Es una cuestión abierta si el país de Armenia permanecerá en el mapa dentro de cincuenta años.

En nuestro círculo anarquista de Ereván hay diferentes posturas, pero todos están de acuerdo en que la agresión en Artsaj por parte de Azerbaiyán es un acto de genocidio. Vemos aquí la influencia del Kremlin, el resultado de la geopolítica rusa.

Ayer estuve en la Plaza de la República antes de que fuera tomada por las fuerzas pro-Kocharyan. Pensé que era mi deber estar al lado de los padres y madres de los soldados muertos, al lado de los habitantes de Artsaj evacuados en 2020, al lado de mis compatriotas que expresan su protesta contra la inacción del ejército armenio y de las autoridades armenias.

Personalmente, vivo esta situación con mucha emoción. No puedo exigir la dimisión de Pashinyan, porque ahora no hay una alternativa mejor, pero me doy cuenta de que el Gobierno ha hecho un desastre de esta situación. Siento una gran solidaridad con mis compatriotas y lo siento por todas las personas que murieron en esta guerra y en la de los años noventa.

Me doy cuenta de que todos esos sacrificios fueron en vano. Todo está perdido. Yo mismo participo hoy en la recogida de ayuda humanitaria. Esto es especialmente importante, dada la experiencia de 2020, cuando el Estado no se hizo cargo de las personas refugiadas. Simplemente se les instaló en una nave industrial abandonada, en la que no había absolutamente nada, solo paredes desnudas. Los propios voluntarios instalaron aseos en el edificio.

No animo a la gente a ir a las manifestaciones. El primer día de las protestas, mucha gente participó en las manifestaciones y lo que ocurrió fue en gran medida espontáneo. Pero desde entonces, cada punto de reunión pública ha sido tomado por algún político y sus partidarios.

En lugar de eso, te sugiero que vengas a nuestro punto de recogida de ayuda humanitaria, el espacio de trabajo conjunto Letras y Números de la calle Tumanyan. Trae ayuda humanitaria y participa en su clasificación para que, cuando lleguen las personas refugiadas, estemos preparadas para darles algo. Ahora es muy importante ayudar a miles de personas de Artsaj, pero no tenemos manos suficientes.

Sobre la violencia en Nagorno-Karabaj
Scroll al inicio