Para el discurso identitario, acrítico y partidista, amasado desde la pura consigna y la obediencia al “caudillo”, el “líder”, la “dirigencia” o los “representantes”, el enemigo no es sólo quien piensa distinto: el enemigo es la posibilidad de pensar. (LMB)

 

Bolivia: otros horizontes

En la palabra de Galindo, Rivera y Segato, otros horizontes son posibles

Lo que hacen María Galindo, Silvia Rivera y Rita Segato no es otra cosa que ampliar el terreno de discusión crítica frente al conflicto que vive Bolivia. Salir de la binariedad (eso que llamamos polarización) implica entregar otros horizontes discursivos y perspectivas reflexivas al conjunto social, se trata de situar el cuerpo y el pensamiento disidente en el territorio de existencia de la discusión política, construir otros panoramas críticos que desmoronen los reduccionismos del oficialismo versus oposición, collas versus cambas, oriente versus occidente, izquierda versus derecha, opresores versus oprimidos, ricos versus pobres, mestizos versus indígenas, buenos versus malos, etcétera.

Bolivia: otros horizontesTomar esta postura no es una cuestión moral, no es el intento neurótico por quedar bien con todos ni de tomar posición por nadie de manera disimulada, tampoco es el intento de salir ilesas de cualquier acusación partidaria o justificar la violencia desatada contra quienes se manifiestan. Todo lo contrario, las ambigüedades son difíciles de llevar, no tener bando es subversivo, mirar las cosas por fuera de las pugnas de poder y las verdades absolutas es una tarea monstruosamente difícil. Lo sabemos muy bien quienes llevamos nuestra sexualidad desde una perspectiva disidente y no binaria; lo sabemos muy bien quienes vivimos el cuerpo por fuera de las verdades anatómicas; los polos políticos te violentan y se arrogan el derecho de reclamarte una definición clara y absoluta. Debemos pelear contra esa mirada única y verdadera. Nuestro país merece una mirada distinta de aquellas que siembran el enfrentamiento, el terror y la muerte, por fuera de nuestros púlpitos y fanatismos políticos, culturales, religiosos y corporales.

Ahora mismo, la norma política heterosexual establece solo dos caminos para reflexionar la crisis y mantener cierta postura: Por un lado, buscan convencernos de que el gobierno de Evo Morales era una dictadura y que merecía un derrocamiento en nombre de la libertad y la democracia, por el otro, se nos dice que estamos frente a un Golpe de Estado dado por una ultraderecha fascista y racista contra un gobierno democrático. Ninguno de los caminos otorgados por la binariedad hetero-política son absolutamente reales.

El gobierno de Evo Morales no era una dictadura, pero últimamente tenía actitudes y características autoritarias, incuestionables y arbitrarias. Se gobernaba en función de los deseos de una cúpula de señores que se habían apoderado del Proceso de cambio. Se desconoció la voluntad popular ante una crisis de representación y formación de nuevos líderes al interior de su partido. Se pactó con el poder agroindustrial para cumplir con los proyectos extractivistas que incendiaron la Chiquitanía en complicidad del empresariado cruceño, encebaron a los militares con todos los privilegios habidos y por haber. Hubo corrupción, represión a indígenas y personas con discapacidad, hubo machismo e impunidad de autoridades violentas. Y a pesar de todo eso, es imposible desconocer los avances en derechos humanos, la inclusión y reivindicación de una gran amplitud de sectores populares, la redacción de la nueva Constitución y el reconocimiento de la plurinacionalidad y otras diversidades, son innegables los avances económicos, la dotación de tierras y casas a familias que jamás habían tenido nada. El pueblo boliviano -sobre todo la gente de abajo en la que me incluyo- volvió a soñar y tejer grandes sentidos de futuro.

Las revueltas que sacaron a Morales no se tratan de un Golpe de Estado en el sentido estricto de la palabra, pero sus acciones muestran características golpistas, fascistas y fundamentalistas. No buscan democracia, solo buscan poder, así lo demostraron desde el principio, paradójicamente erigieron coordinadoras por la democracia con actitudes antidemocráticas, sin mujeres ni diversidades, convocaron cabildos sin deliberación ni participación de múltiples voces, volvieron incuestionable la palabra del Comité cívico pro Santa Cruz, una institución ferozmente homofóbica y transfóbica. Actualmente el gobierno transitorio está a la cabeza de una señora racista e ignorante, acompañada de hombres despojados de todo intelecto, han demostrado que el único lenguaje que entienden no es el diálogo sino la violencia. Se trata de una coalición de sectas religiosas dispuestas a disparar para mantener la voluntad de “Dios” al interior del palacio de gobierno. Así son los dogmas, violentos y pistoleros. Mantuvieron un paro de 21 días basado en la manipulación de la fe y la profundización de sentimientos cívico-patrióticos de unidad y supremacía racial; se amotinaron los policías y fueron los militares quienes “sugirieron” la renuncia del Presidente. Dos instituciones que tienen tantas cuentas pendientes con la historia y que claramente solo cuidan sus intereses.

Ante un sistema de país en ruinas, reconstruyeron los cimientos del Estado-Nación sobre pasiones regional-cristiano-católicas. Mandaron a volar la plurinacionalidad y el Estado Laico. La biblia que usó Jeanine Añez cuando fue posicionada de manera inconstitucional, no es más que un acto de incrustación de versículos retrógrados sobre nuestros pechos y genitales, es la escritura de postulados religiosos sobre nuestro accionar político, es la puerta abierta de un proyecto de poder fundamentalista y tiránicamente heteronormativo, machista y religioso, contrario a los derechos humanos. Hoy reprimen a grupos afines al MAS llamándolos “hordas masistas” para animalizarlos y que sus muertes no nos duelan. Es el peor gobierno transitorio que pudimos tener. Nada de esto se justifica y, a pesar de todo, no se puede negar la legítima petición de respeto al voto, alternancia en el poder y elecciones de autoridades sin fraudes de por medio. Nuestro país se encuentra en una situación triste y devastadora.

Por todo lo expuesto creo que no es correcto decir que el proceso de cambio era una “dictadura”, tampoco considero correcto decir que su salida fue un “golpe de Estado”, son posiciones que nos ponen en función del miedo, el enfrentamiento, el odio y la muerte. No es el proceso de cambio nuestra última esperanza democrática, mucho menos los que ahora se pasean por el palacio de gobierno. Es un momento complejo que merece una lectura compleja. Por eso me opongo al intento machista de invalidar el pensamiento de mujeres feministas y defiendo las posturas disidentes de Galindo, Rivera y Segato, aunque no siempre coincida con ellas.

Los grupos feministas, animalistas, artistas, medioambientalistas, disidentes sexuales, LGBTIs y todos los sectores que siempre quedamos al margen de las cosas, tenemos la obligación de tener una lectura política compleja, no partidaria y construir un proyecto de resistencia colectiva ante el fascismo en avanzada y la violencia burbujeante.

Por @MaricaYMarginal, desde Bolivia, 21 de noviembre de 2019.

 

Bolivia: otros horizontes

 

Carta abierta de Humberto Cárdenas Motta

Hermanos y hermanas de Nuestra América:

Ante el andar afanoso de la muerte bajo la forma de un golpe contra los pueblos de Nuestra América en Bolivia, que no es más que el andar afanoso del capitalismo depredador y criminal, tal como lo viven los pueblos del mundo, expreso:

No existe vida bajo el capitalismo. El capitalismo es un sistema global para la producción y acumulación de riqueza. Para producir y acumular riqueza el capitalismo expropia, explota y oprime a los pueblos del mundo. Por lo tanto, me corrijo: no existe vida bajo el sistema mundo capitalista.

No existe vida bajo el capitalismo. En su origen, el sistema capitalista acumula riqueza expropiando y arrojando de sus tierras a las comunidades y destrozando sus culturas. Esta historia, hermanos y hermanas de Nuestra América, aún no concluye. En este momento de la historia los pueblos del mundo debemos ponerle fin a este sistema de muerte. La lucha es contra el capital y el fascismo que late en sus entrañas. No existe lucha contra el fascismo si no se lucha contra el sistema mundo capitalista.

No existe vida bajo el sistema mundo capitalista. Por lo tanto, los derechos proclamados por el sistema mundo capitalista solo son derechos para la reproducción del sistema de explotación, expropiación y opresión. No se trata de que existen derechos que jamás se cumplen, ni de pretender vanamente que el sistema capitalista que los proclama los cumpla en contra de sus propios intereses. En consecuencia, los derechos proclamados por las instituciones del sistema mundo capitalista son una de las formas del ejercicio de la violencia contra los pueblos del mundo, así como una trampa, una prisión para el espíritu, la consciencia y las luchas de nuestros pueblos.

No existe vida bajo el sistema mundo capitalista. Por lo tanto, el sistema mundo capitalista organiza su fuerza para destruir las fuerzas de los pueblos oprimidos del mundo. Dos de las principales formas de organización de la fuerza del sistema mundo capitalista es, de una parte, la violencia de sus ejércitos; la otra forma es la violencia de su ideología, de las falsas formas de consciencia. La violencia del sistema mundo capitalista es condición sin la cual su sistema económico no puede reproducirse. La economía del sistema mundo capitalista es la guerra.

No existe vida bajo el sistema mundo capitalista. Si el sistema mundo capitalista es un sistema de expropiación, explotación y opresión, un sistema para el ejercicio de la violencia militar y la violencia de su ideología, la legalidad y la legitimidad del sistema jamás han existido. La legalidad y la legitimidad del sistema mundo capitalista son tan solo “prisiones mentales”. El sistema mundo capitalista y sus instituciones estatales no son más que organizaciones del crimen.

No existe vida bajo el sistema mundo capitalista porque el sistema mundo capitalista odia lo vivo, odia la vida, y odia el testimonio de la vida en los surcos del silencio y de las palabras. La vida que se engendra, la vida que parimos y que criamos y que nos cría ha sido proscrita: han sido proscritas por el sistema mundo capitalista las semillas ancestrales; ha sido proscrita por el sistema mundo capitalista la sabiduría de los pueblos que han tejido con la tierra y con el agua, con el sol y con el universo el lenguaje de los alimentos; han sido proscritas las palabras que danzan alrededor del fuego y los silencios que nos aguardan; el odio a los pueblos originarios, el odio a los pueblos campesinos, el odio a las mujeres que saben que con sus hijos han parido los frutos de la palabra, es la forma en que el sistema mundo capitalista afirma su sistema de muerte desatando las guerras para dinamizar su economía.

En consecuencia, los pueblos del mundo no podemos valorar nuestros esfuerzos y nuestras acciones de lucha desde las categorías de pensamiento del sistema mundo capitalista y su derecho, de las categorías de pensamiento de sus instituciones y de su ideología. Lo ilegal es la legalidad del sistema mundo capitalista que expropia, explota y oprime para acumular riqueza; lo legal es la legitimación de todo tipo de violencia ejercida por el sistema mundo capitalista sobre los pueblos del mundo.

La palabra de los pueblos del mundo es el resultado de la conversación con la madre tierra que nos ha parido, así como el resultado de esta larga conversación que es la vida en la convivencia con nuestros hermanos y hermanas de la naturaleza.

Solo podemos pensar al calor del silencio de la conversación con la madre tierra y con las comunidades de sus hijos. Bajo el sistema mundo capitalista no es posible pensar porque no existe el silencio de la conversación en los fríos escenarios de la muerte.

El sistema mundo capitalista para hablar a los pueblos del mundo mantiene dispuestas las bocas de sus cañones y los garrotes de sus gendarmes; el sistema mundo capitalista para legislar sobre los pueblos del mundo mantiene presente la gramática de sus gatillos en los textos de sus constituciones.

El sistema mundo capitalista tiene un carácter corporativo: proclama la unidad en un solo “cuerpo” político-industrial-militar de todo el sistema. Las cadenas productivas son ese “cuerpo” donde el fascismo ha estado a la vista de todos como el mejor disfraz que ha lucido el sistema mundo capitalista para tallar con tanta impunidad en la carne de los pueblos los discursos de la democracia y el desarrollo. Es en el contexto de este carácter corporativo, la entraña fascista del sistema mundo capitalista, desde donde se produce el andar afanoso de la muerte bajo la forma de un golpe contra los pueblos de Nuestra América en Bolivia. No habrá derrota del fascismo si no se derrota su corporativismo. No habrá derrota del fascismo si no entendemos que en sus legislaciones siempre está y estará presente la gramática de los gatillos.

Mi corazón y mi esperanza libertaria en la sabiduría de nuestros pueblos.

Humberto Cárdenas Motta, antropólogo, poeta, agricultor orgánico, 14 de noviembre 14 de 2019, Abya Yala. (Pueblos en Camino).

 

Bolivia: otros horizontes

 

Bolivia: ahora es cuando

Las siguientes líneas se escriben desde un profundo malestar que quiere ser expresado para colectivizarlo, y desde un sincero compromiso con las abigarradas luchas de los “abajos” bolivianos que, desde hace tiempo, con tantxs otrxs, acompañamos y escuchamos.

El malestar, el agobio y la tristeza que sentimos es estos momentos personalmente y colectivamente se deben a la tormenta de violencias, tanto simbólicas, como directas, contra lxs que no comulgamos con alguna de las dos “verdades” absolutas y nos negamos a disciplinarnos y encuadrarnos con uno de los bandos: “los Evo” y “la derecha fascista/democrática” (según la retórica), que representan para nosotrxs un falso antagonismo que invisibiliza diversos y complejos entramados sociales que se han movilizado y se siguen movilizando desde abajo, autoorganizandose para atesorar sus luchas y sus vidas. Lxs que rechazamos la lógica de la guerra fría y de los rebaños sacrificables por la gran política macha expresada en “bloques hegemónicos”, caudillos, autoritarismos y militarismos de ambos bandos, y nos empeñamos por vernos las caras, mirar a la gente real movilizada en las calles, reunida alrededor de las fogatas de vigilia, resistiendo en sus territorios, sus barrios, indignada por lo que se fue y lo que se viene; simplemente, humanamente, carnalmente preocupada por la realidad que le toca afrontar, nos resistimos a dejarnos arrastrar por las descalificaciones, amenazas, amordazamientos que nos quieren imponer los “revolucionarios” de Facebook y ciertas “academias”, súbitamente y soberbiamente “informados” de la realidad boliviana. Y nos resistimos, sobre todo, a la violencia mucho más grave, la desatada y fomentada en el territorio boliviano por los dos bandos que parecen jugar a la guerra con soldaditos de plomo por el gran botín, el poder. Pero estos “soldaditos”, estas piezas de ajedrez de la “gran política” somos nosotrxs, gente de carne y hueso, cuerpos y almas que se niegan a ser sacrificadxs.

De ahí parte el objetivo de este garabato mío, por muy ingenuo que esto pueda parecer en estos momentos, de la necesidad de volver a mirarnos como un nosotrxs, diverso, abigarrado, multiforme, ch´ixi (a decir de Silvia Rivera), conflictivo y paradójico, pero unido y movido por el deseo, el deseo de no ser rebaño de nadie, de no ser daño colateral, de volver a autodeterminarnos después de tantos años de caudillismos y monopolios, y al mismo tiempo un deseo potente de no temer, de frenar la derecha que, segura y envuelta en velo “democrático institucional” y con el Ejército detrás, va por el poder. Para eso me sirvo del grito “¡Ahora es cuando!” que nació entre los fuegos del octubre negro y la potencia de la Guerra del Gas en 2003, que se multiplicó en años posteriores como símbolo de esperanza y fe en la posibilidad de cambio, un cambio colectivo, con potencial antisistémico, desde los abajos comunitarios, populares, rurales y urbanos, wiphalas y flores de patujú que representaban la pluralidad de lo indígena/originario, desde las clases medias, estudiantes, profesionistas precarizados por el neoliberalismo, pero, sobre todo, desde aquel deseo compartido de autodeterminación social en contra de las imposiciones e injusticias de un sistema de dominación y explotación encarnado en el Estado-nación colonial, capitalista y patriarcal. Este subsuelo político, retomando a Luis Tapia, se movía contra la gran política, pero dirigiéndose a tomar la cancha del Estado para “refundarlo”. Aquel grito “¡Ahora es cuando!” debe recordarnos lo que entonces fuimos y lo que deseamos en común, aunque desde nuestras respetables diferencias y pluralidades, antes de que nos negaran nuestra potentia y nos cerraran las puertas del Palacio.

Debemos volver a nuestras memorias de aquellas luchas en común, cuando sabíamos todavía quién era el enemigo real, igual que recordar cómo el grito se iba convirtiendo tristemente en interrogación: “¿Ahora es cuando?”, nos preguntamos al ver como el MAS monopolizaba la participación en la Asamblea Constituyente que tanto quisimos popular y que se convirtió en partidista con la sobrerepresentación de la derecha; como se sentó a negociar la Constitución con las oligarquías cruceñas, asegurando los intereses latifundistas y agroindustriales; como intentó imponernos un gasolinazo en 2010. Pero fue con la VIII Marcha y la represión en Chaparina en 2011 contra las mujeres y hombres, niñxs y ancianxs indígenas del TIPNIS que marchaban a La Paz, creyendo ingenuamente que el “hermano Evo” los va a escuchar, y con tantas otras represiones contra los pueblos y comunidades movilizadas en defensa de sus territorios y vidas amenazadas por los megaproyectos y el extractivismo, con los cocaleros de Yungas amordazados y criminalizados, con los aymaras de Achacachi “desbloqueados”, en fin, con un largo etcétera de injusticias, despojos y violencias, resultantes del alineamiento gubernamental con la derecha y el capital transnacional, que el “Ahora es cuando” se volvió más bien una amarga burla. Así, algunxs se sumieron en una resignada apatía, pero otrxs se armaron de un coraje necesario para enfrentar al régimen desde sus “pequeñas-grandes resistencias”, desde sus cuerpos/as/es vulnerables y vulnerados que se ponían delante de los buldócers y los escudos antimotines, y nos mostraban que la resistencia tiene sentido incluso en los tiempos cuando parece no tenerlo.

Así, se nos hace urgente recordar, como lo hace Silvia Rivera en su intervención reciente en el Parlamento de Mujeres, aquellas resistencias que no terminaron ni desaparecieron, pensar en nuestras luchas en curso o pendientes que se encuentran en peligro por la coyuntura actual. Ahora es cuando nos toca, en medio del incendio, violencia gratuita y pensamiento débil, recordar nuestro viejo grito y su accidentada trayectoria, para retomarlo, aunque pueda parecernos grotesco en estos momentos de zozobra. Pero es justo ahora cuando urge salirnos del papel de rebaño que nos designaron, no dejarnos “pacificar”, como sueña la derecha, manteniendo nuestras luchas y construyendo puentes con las otras, con organizaciones históricas campesinas, obreras, indígenas, vecinales, estudiantiles, etc., hoy en día divididas, debilitadas y violentadas por el falso antagonismo. Es ahora cuando se necesitan estrategias concretas para no dejarnos arrastrar hacia la ch’ampa guerra y desangrarnos entre “abajos”, mientras el capital y las nuevas y viejas élites, incluidas las cúpulas del MAS, se sientan cómodas a pactar las condiciones del esquileo.

Gaya Makaran,  ciudad de México, a 14 de noviembre de 2019. (Zur)

 

Bolivia: otros horizontes