A pesar de la brutal represión del estado, la huelga general de Colombia mantiene su fuerza desde hace más de veinte días. La revuelta se ha gestado en gran medida sin líderes y la solidaridad se ha ampliado para incluir una variedad impresionantemente amplia de la sociedad colombiana: movimientos indígenas y afrocolombianos, personas queer y trans, trabajadorxs, estudiantes, personas que han perdido su precario empleo a causa de la pandemia. Como en muchos otros levantamientos vividos recientemente en todo el mundo, este ha sido impulsado principalmente por jóvenes que saben que su única esperanza de tener algún futuro es luchar por él. Millones están unidxs en su rechazo a las insostenibles condiciones actuales y la terrible violencia policial.

Esta es una huelga del siglo XXI

En un país en el que la mayoría trabajaba en empleos precarios, con una economía sumergida y  ahora devastada por la pandemia y las restricciones gubernamentales, esta huelga no consiste tanto en no ir a trabajar como en cerrarlo todo de manera activa. Los bloqueos han conseguido paralizar el comercio en muchas ciudades, pero además cumplen una doble función: estos puntos son también el lugar donde la gente se reúne y experimenta nuevas formas de convivencia y de cuidado mutuo, al margen de los dictados del capitalismo y del Estado.

Murales, bailes, barricadas, enfermerxs, ollas humeantes llenas de comida, escudos y conversaciones entre vecinxs, todxs son igual de importantes para este levantamiento. Se han compartido conocimientos y habilidades entre movimientos con décadas de experiencia y jóvenes rebeldes de primera línea. La gente combina valientes expresiones de alegría y cuidado, con una férrea determinación de seguir luchando.

Hay ecos de tácticas utilizadas en otras revueltas de los últimos años —Hong Kong, Chile, Estados Unidos— pero la organización horizontal de esta huelga es significativa: representa una ruptura importante con el pasado colombiano de lucha armada centralizada y movimientos sindicales. Han surgido asambleas populares para gestionar la toma de decisiones; se desconfía de lxs líderes y se lxs ignora; la gente tiene poca fe en el Estado.

 

“De Cali a Jacarézinho: ¡Contra la Violencia de Estado!” Un corto de Antimídia.

 

Esto tiene sentido en un país en el que el Estado ha gobernado, durante décadas, solo a través del miedo y la muerte—pero a medida que sigue aumentando el número de asesinadxs, heridxs y desaparecidxs durante las protestas, la valentía de lxs que están en las calles se ha vuelto inspiradora. Puedes donar material médico para las protestas de Cali aquí, o mejor aún, organizar una manifestación en solidaridad con ellxs. Gran parte del presupuesto de armas de Colombia proviene de Estados Unidos. La solidaridad internacional es aún más crítica desde el 17 de mayo, cuando el presidente colombiano Iván Duque desplegó toda la fuerza de la policía y el ejército para acabar con todos los bloqueos.

Presentamos un informe de Medios Libres Cali, cuya versión original se publicó el 11 de mayo, y realizamos dos entrevistas con participantes del movimiento de Cali, el 12 de mayo, y Bogotá, el 17 de mayo. Juntos, documentan un movimiento histórico en Colombia, que sienta precedentes cruciales para los próximos movimientos en todo el mundo.


Lxs manifestantes bajan por el Paso del Comercio en Cali.


Digna Rebeldía y Organización Social ¿Hacia Dónde Vamos?: Colombia se Mantiene en Pie de Lucha tras Catorce Días de Paro nacional de 2021

Un artículo de Medios Libres Cali

¿Quiénes Somos, Por Qué y Cómo Paramos?

“Paramos porque no aguantamos más”. Las comunidades de clase trabajadora han descrito este paro comparando la situación en Colombia con una olla a presión: el paro es la manifestación de un cúmulo crítico de agravios en ebullición. Entre ellos se encuentra un paquete de cuatro nefastas reformas, que atacan a las comunidades más empobrecidas y benefician a sectores ya privilegiados: la reforma tributaria, que gravaría los alimentos de primera necesidad con un 19% de IVA; la reforma de la salud, que privatiza la sanidad y elimina el acceso a ella; la reforma de las pensiones, que transfiere dinero a fondos privados; y la reforma laboral, que podría permitir excepciones al salario mínimo.

Pero el paquete de reformas es simplemente la gota que ha colmado el vaso. Esta es una sociedad golpeada por la pobreza y la desigualdad; un país inmerso en la guerra durante décadas y gobernado por un narcoestado que muestra, cada día más, su verdadera cara. Día tras día, va cayendo el manto de la democracia para revelar el rostro de la dictadura. Por eso, las comunidades se negaron a aceptar estas reformas, porque realmente no podían soportar más. Ya en 2019, el llamado “paquete Duque” desencadenó movilizaciones masivas que paralizaron el país durante casi dos meses, conocidas como 21N (21 de noviembre de 2019, fecha en que comenzó ese paro). A altas horas de la noche, a puerta cerrada, el gobierno—apoyado por la extrema derecha uribista1— firmó un decreto creando el Grupo Bicentenario, un holding financiero estatal, a pesar de que las protestas habían exigido la retirada del proyecto como uno de los diez puntos innegociables del paro. El Grupo Bicentenario está integrado por 19 empresas financieras entre las que se encuentran el Banco Agrario, Findeter, Finagro, Icetex y el Fondo Nacional de Ahorro.

Parece que todas las atrocidades anteriores no fueron suficientes. Más de 30.000 personas han desaparecido desde 1985, según la Comisión de la Verdad, como parte de un ataque continuo a los movimientos sociales, y dirigido sistemáticamente a las comunidades indígenas en particular. Este es un país alimentado por la violencia, en el que se confirmaron 6.402 ejecuciones extrajudiciales entre 2002 y 2008. Más de 900 líderes de movimientos sociales han sido asesinadxs desde 2016, según Indepaz — 101 sólo en 2020, según un informe de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). El desplazamiento de las comunidades rurales continúa, con 28.509 personas violentamente desplazadas y confinadas en 2020, según la Defensoría del Pueblo de Colombia. Al mismo tiempo, es un país que vive con hambre —a mediados de 2020, el Instituto Nacional de Salud había documentado al menos 9.151 casos de niñxs menores de 5 años con desnutrición aguda— en el que la economía ha sido devastada por la pandemia.

Juntas, las diferentes formas de descontento resultantes, han hecho que muchas personas sientan que el paro es suyo. Por eso, muchxs se solidarizaron con él y salieron a las calles con rabia y, lo que es más importante, sin miedo. Miles de personas, sin nada que perder, optaron por participar en un paro que dura ya 14 días. El paro pertenece a la gente, al barrio, a lxs vecinxs, madres, empleadxs, estudiantes, al movimiento social, a lxs ultras del fútbol, a lxs trabajadorxs, las comunidades negras e indígenas, lxs camionerxs, taxistas y campesinxs, a las mujeres y a todos los grupos LGBTQI+. En especial, este paro pertenece a la juventud obrera del país.

 

“Marica y Primera Línea”

 

El pueblo colombiano está cansado de no ser escuchado, cansado de marchas inútiles que llegan a los grandes centros de poder y terminan en manos de personas influyentes que negocian lo innegociable. Este paro se fraguó en el corazón de los barrios de clase baja, en boca de abuelas y vecinxs, de madres y maestras que se preocupan por la juventud. No ha sido una coincidencia que el paro haya reunido y concentrado a la gente en las entradas de las ciudades en lugar de en las plazas, en las intersecciones más importantes, en lugar de frente a las alcaldías, en los barrios de clase trabajadora, en lugar de en las zonas turísticas: en lugares que realmente representan algo para la gente.

Ni la renuncia de Carrasquilla (ministro de Hacienda) ni la retirada de la reforma tributaria han logrado detener esta ola de protestas. El paro comparte el color y la cara de nuestro pueblo, el sentimiento de los barrios. En los puntos de paro2 aparecen como protagonistas lxs que durante mucho tiempo han sido invisibles en la sociedad, lxs que no tienen voz, pero buscan tener un futuro. Aparecen héroes y heroínas que defienden la Primera Línea, la juventud organizada contra el aparato represor del estado encabezado por la ESMAD (la policía antidisturbios colombiana) y su escuadrón de la muerte. Campañas médicas improvisadas, enfermerxs y paramédicxs surgen en esta guerra urbana que deja tanta muerte: gente que se preocupa por la gente, pueblo que se cura a sí mismo. Las madres llegan con su cariño y sus condimentos para preparar comidas comunitarias en las calles. Encienden el fuego para cocinar, lo avivan y ofrecen comida a miles de personas, porque así es como la gente resiste y mantiene un paro. Lxs defensorxs de los derechos humanos brillan con luz propia: en medio de los disparos, escudan a la gente, se aseguran de que lleguemos a casa en medio de las tinieblas de una dictadura insidiosa, y buscan hasta encontrar a lxs que lxs cobardes del Estado han hecho desaparecer.

 

Dos combatientes de Primera Línea en una barricada utilizando señales de tráfico como escudos.

 

La Respuesta del Gobierno

El gobierno colombiano se autodenomina Estado social regido por el Estado de derecho, pero en Colombia nadie sabe qué son los derechos y el Estado solo es reconocible por su descuido sistemático del pueblo y la fuerza que usa contra él.

El número de muertxs y desaparecidxs en este país es aterrador. Durante décadas, hemos visto acumularse cifras nefastas, pueblos bañados en sangre, olas de violencia que componen la historia de nuestra tierra. Pero, lo que ha ocurrido durante los últimos 14 días de paro nacional y protesta generalizada, se ha grabado en la memoria colectiva como el desenmascaramiento de un estado dictatorial. Hemos vivido la militarización de las ciudades, los excesos de la violencia policial, la violencia de estado, la muerte de inocentes a manos de la policía, las desapariciones forzadas y la alianza de paramilitares y fuerzas de seguridad del estado. Esta es la cruel verdad del legado de Uribe y sus estructuras de guerra paraestatal.

Temblores e Indepaz, dos organizaciones de derechos humanos, publicaron el 9 de mayo un escandaloso informe lleno de cifras escalofriantes: un total de 47 personas asesinadas, 39 confirmadas por la policía. De esos casos, 36 fueron en el departamento (equivalente de estado en Colombia) del Valle del Cauca (35 en Cali y uno en Yumbo). Además de esto, hubo al menos 1.876 casos de violencia policial a nivel nacional, incluidos los siguientes:

  • 278 víctimas de violencia física
  • 963 manifestantes detenidxs arbitrariamente
  • 356 intervenciones violentas contra protestas pacíficas
  • 28 personas heridas en los ojos
  • 111 personas heridas por munición real
  • 12 personas agredidas sexualmente
  • 500 personas desaparecidas

Manifestantes con los nombres de lxs asesinadxs durante el paro.

 

Este tipo de violencia de estado no tiene precedentes en las ciudades colombianas. El Estado está tratando la protesta social como una guerra no declarada; un excesivo número de policías y un excesivo uso de la fuerza (especialmente con armas de fuego, en coordinación con francotiradorxs y helicópteros que disparan contra una población indefensa) son ahora parte del paisaje de las ciudades más oprimidas del país. Las calles y los barrios se han convertido en campos de batalla. Las montañas y selvas, los caminos rurales y las aldeas lo viven desde hace décadas.

La estrategia del miedo es macabra. Altos cargos como el expresidente, exsenador y líder del partido Centro Democrático Álvaro Uribe Vélez, el director general de la FFAA (Fuerzas Militares de Colombia), Eduardo Zapateiro, el ministro de Defensa Diego Molano, la Fiscalía General de la Nación y ministrxs y senadorxs uribistas y de ultraderecha han hecho terribles afirmaciones, declarando abiertamente la guerra a lxs manifestantes. Vale la pena tomar nota del discurso utilizado por la maquinaria uribista para incitar a los grupos elitistas blancos en Cali a responder de manera armada a las protestas, utilizando términos como “terroristas” para referirse a lxs manifestantes y alegando que existen vínculos entre la minga indígena.3 y grupos guerrilleros o insinuando que existe contrabando de armas hacia los puntos de bloqueo.

Hay cientos de videos de miembros de las fuerzas militares, el ESMAD, la policía, agentes de inteligencia y ciudadanxs armadxs organizadxs, que atacan mítines y reuniones pacíficas, apuntan con sus armas de fuego a la multitud, siembran el terror entre lxs manifestantes y disparan, hieren y matan a gente en las calles. A pesar de esto, los medios de comunicación nacionales no solo han ocultado vergonzosamente la realidad de la situación, sino que también han tergiversado los actos de protesta adecuándolos a la narrativa del Estado. El hecho de que más de 500 personas hayan desaparecido tras ser detenidas durante las manifestaciones, indica la gravedad de la violación de derechos humanos que se está cometiendo. Según Temblores, dos de los desaparecidos fueron encontrados muertos el 7 de mayo de 2021.

La policía ha disparado directamente contra lxs manifestantes que ejercían su derecho a protestar cortando carreteras con comedores comunitarios y barricadas improvisadas. Pero los ataques más peligrosos han sido los organizados conjuntamente por las fuerzas de seguridad del estado y la población civil armada: una mafia uribista rica, racista, y clasista, que realiza ataques organizados contra manifestantes a la manera de lxs supremacistas blancxs, apoyadxs y protegidxs por la policía. ¿Es esto una dictadura? ¿Un para-Estado?

 

Tenso enfrentamiento entre manifestantes y soldados en una barricada.

 

Cali Ingobernable

Cali es la capital del suroeste. Conecta regiones del sur como Cauca y Nariño, fértiles tierras de memoria indígena y ancestral, con el Océano Pacífico y Buenaventura, el puerto marítimo comercial más grande del país. Este es un corredor estratégico de la economía colombiana y una región azotada por la pobreza, epicentro de la guerra, su historia se ha construido a lo largo de muchos años con personas que se levantan en resistencia. El 28 de abril, al iniciarse el paro, al amanecer, el pueblo Misak dio a la ciudad una sorpresa derribando la estatua del colono y esclavista Sebastián de Belalcázar.

Cali se ha utilizado en los últimos años como laboratorio militar para el control de los movimientos sociales. Las organizaciones sociales han notado que las prácticas represivas organizadas que se utilizan en Cali se replican luego en otras partes de Colombia. Durante el paro nacional de este año, algunas prácticas han sido alarmantemente sistemáticas, como los cortes de energía en los puntos de concentración coincidiendo con los ataques policiales. La manipulación y censura en el acceso a Internet y al contenido de las redes sociales ya son prácticas familiares. También vemos a los medios de comunicación creando falsas narrativas para enfrentar entre sí a diferentes sectores de la sociedad, alimentando el odio entre clases para estimular una respuesta armada en ambos lados. El estado prueba muchas estrategias de guerra y confusión en la ciudad de Cali para luego aplicar técnicas testadas de represión en el resto del país.

Frente a la experimentación militar que vive la protestante Caleñas, la ciudad se ha armado de coraje. Ha denunciado la guerra que se le libra y mostrado que la alegría, la dignidad y la ira prevalecen. Los rostros de lxs muertxs ya están pintados en los muros, recordando la sangre que costó este paro. Son más de 35 jóvenes que dieron su vida por la lucha; por ellxs y las 120 personas desaparecidas en esta ciudad, el paro continúa.

“Vamos firme Cali rebelde, que el mundo entero grita tu nombre”.

Caravana indígena con la bandera del CRIC.

 

La Minga del Suroeste

En medio de la guerra sistemática en la ciudad de Cali, con más de 18 puntos bloqueados en la resistencia, hubo una alegría que dio color a una lucha que, tras 35 muertxs, parecía perdida. Más de 8.000 indígenas llegaron de las sierras y valles del Cauca para traer alimentos, apoyo, medicinas, sabiduría y defensa a la lucha que se gesta en Cali.

Con bastones ceremoniales en mano y banderas rojas y verdes del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), la Minga Indígena llegó montada en chivas (transporte tradicional similar a un autobús) repleta de gente y comida. Las voces de las autoridades territoriales tradicionales saludaron a las comunidades rebeldes y ofrecieron su fuerza para continuar el paro nacional de 2021 frente a la represión del estado. La gente recibió a la Guardia Indígena con respeto y cariño; con su llegada, la esperanza volvió a las calles de Cali. “Adelante compañerxs dispuestxs a resistir, defender nuestro derecho así nos toque morir, Guardia Guardia, Fuerza Fuerza, por mi raza por mi tierra” pregonó el himno de la Guardia.

La Guardia proviene de los diez pueblos indígenas del Cauca. “Venimos al paro porque el gobierno no ha respondido a nuestras peticiones”, dijo un anciano nasa al cargo de una de las cocinas. “Nos quedaremos hasta que el gobierno se comprometa a no presentar ninguna reforma tributaria, a retirar las iniciativas de salud, en materia laboral y de pensiones”, dijo en otra parte un miembro de la comunidad que vestía el pañuelo rojo y verde del CRIC. “Venimos a defender la ciudad que el estado ha abandonado, porque a la gente en Cali la están matando y lo que necesitan ahora es apoyo en su lucha, que es de todxs”, dijo un coordinador de las comisiones humanitarias que ofrece la minga a los puntos de paro.

 

Un combatiente de Primera Línea y un miembro de la Guardia Indígena, de la mano en la misma lucha.

 

Pero un segmento de la Cali uribista—la Cali racista y paramilitar—había planeado un siniestro segundo acto: una turba de derecha, provista con armas de fuego, atacó a lxs miembrxs de la comunidad indígena cuando se dirigían a la asamblea popular en la Universidad del Valle. Nueve compañerxs resultaron heridxs; luchan por sus vidas en los centros médicos de la ciudad. El hecho de que nuestra gente pueda unirse para determinar nuestro futuro realmente les asusta. Ahora vienen 12.000 indígenas más. “Veamos si nos pueden matar a todxs”, dice un Guardia lleno de indignación. “Creyeron que matando a uno nos aplacarían a todxs y al contrario nos hicimos millones”. Ese es el poder de la lucha y el ejemplo de estxs guerrerxs milenarixs, porque todxs somos minga.

 

¿Hacia Dónde Vamos?

El camino de la lucha ha sido complejo debido a los intentos del gobierno de reprimir el paro, pero seguimos luchando. La gente en los puntos de paro se autoorganiza en asambleas populares, diferentes ciudades coordinan sus movilizaciones y el paro no cesa.

En muchas de las asambleas populares de los puntos de paro, que funcionan como órganos de decisión directa de las distintas zonas, se ha propuesto que no se levante ningún paro o bloqueo hasta que se cumplan algunas reivindicaciones básicas, entre ellas:

  • Las personas desaparecidas deben ser devueltas vivas y a salvo.
  • El estado debe ofrecer disculpas y reparaciones a lxs muertxs y heridxs por la fuerza pública durante las manifestaciones.
  • La orden de “Asistencia Militar” debe ser retirada en todo el país y debe cesar la respuesta militar a la protesta social.
  • Debe garantizarse el derecho a la protesta pacífica.
  • Deben dimitir el general Eduardo Zapateiro y el ministro de Defensa, Diego Molano.
  • Reforma policial, incluido el desmantelamiento de la ESMAD (policía antidisturbios).
  • Retirada del paquete de reformas que agobia a lxs más pobres del país.
  • Compromiso y garantías de que lxs líderes de la protesta no serán procesadxs.
  • Garantizar el derecho a la supervivencia, alimentación, salud, vivienda, trabajo y educación a los sectores vulnerables.
  • Pasos hacia la igualdad como el aumento del salario mínimo y la reducción de salarios de congresistas, senadorxs y otras élites políticas.
  • Oportunidades de empleo y formación para jóvenes.
  • Reducción de impuestos para pequeñas y medianas empresas.
  • Un subsidio de pensión para lxs ancianxs más vulnerables.

“Marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo. ESMAD Violador. #NIUNAMAS”.


Dos entrevistas Sobre el Paro Nacional en Colombia

El 11 de mayo entrevistamos a un/a activista de medios independientes de Cali, que prefirió permanecer en el anonimato, y al Grupo Interdisciplinario de Estudios y Tendencias Anarquistas (Gr.I.E.T.A) de Bogotá el 17 de mayo.

Gracias por acceder a esta entrevista. ¿Cómo les gustaría identificarse?

GrIETA,  Bogotá: Somos el Grupo Interdisciplinario de Estudios y Tendencias Anarkistas (Gr.I.E.T.A), fundado en 2013. Nuestro objetivo es difundir una ética anarquista que contribuya a la transformación social y ecológica. Estudiamos colectivamente los anarquismos, sus efectos y la posibilidad de realizar aportes teóricos que sirvan para construir un anarquismo del Sur.

Mientras se redactaba esto, varios policías de la ciudad de Popayán abusaron sexualmente de Allison Salazar Miranda, quien no pudo soportar la situación y optó por quitarse la vida. Le dedicamos esta entrevista a ella y a las otras 50 personas que han sido asesinadas, así como a otras víctimas de la violencia de estado durante el paro.

Describan cómo se organiza la gente. ¿Hay líderes? ¿Las personas actúan de forma autónoma?

Activista de medios, Cali: Este es uno de los principales aspectos que diferencia el paro de otras protestas o paros que se han producido en este país. Esta vez, separado de las organizaciones tradicionales, movimientos políticos, partidos de oposición y sindicatos que normalmente salen a las manifestaciones, el movimiento es un paro cívico popular. Los puntos de bloqueo en esta ciudad y en muchas otras ciudades de la provincia y del país han sido instalados por gente del barrio, de la comunidad. Por el descontento popular y el deseo de cambio, salieron a las calles en busca de oportunidades. Por eso no hay líderes ni organización centralizada; cada área se ha consolidado según su propio ritmo y capacidades. También se han habilitado nuevos puntos de bloqueo, surgiendo varios días después de los primeros.

GrIETA, Bogotá: La revuelta en Colombia se ha concretado de una manera que se aleja de las tradicionales formas de hacer política de izquierdas, especialmente aquellas que implican estructuras verticales y provienen del Partido Comunista. Si bien, como en el paro de 2019, la convocatoria inicial para el paro del 28 de abril provino del llamado Comité Nacional de Paro (integrado por organizaciones sindicales, populares y ecologistas), el movimiento popular se ha organizado para seguir promoviendo movilizaciones y jornadas de resistencia continuas, no en vano, hoy se cumplen 20 días de continuas protestas y revueltas. Este movimiento ha tomado principalmente la forma de espontaneidad organizada (un oxímoron), ya que no hay vanguardia o coordinadora que establezca los pasos a seguir. Es la propia población, a través de asambleas populares y acciones directas en las calles, la que decide, día tras día, mantenerse firme en su disidencia. Esta dinámica ha llevado a que lxs líderes se vean ensombrecidxs por las acciones de los movimientos, que priorizan la toma de decisiones colectivas sobre cómo continuar la resistencia popular. Esto no excusa el hecho de que haya más de una personalidad de los movimientos tradicionales de izquierda, que quiera aprovechar las circunstancias para sacar rédito político de esta lucha, pero la gente señala a estas figuras como lxs oportunistas que son.

En cuanto a los grupos que actúan de manera autónoma, en Colombia, las comunidades indígenas Nasa son un punto de referencia. Se autoorganizan en diferentes grupos como el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), “El Proceso de Liberación de la Madre Tierra” y, desde 2005, “La Minga Social y Comunitaria”. Como pueblo, saben lo que significa luchar por la autonomía—lo han estado haciendo desde la llegada de lxs colonizadorxs europexs y continúan haciéndolo contra el estado colombiano moderno. Pensamos que la Nasa, la población afrocolombiana —que también se autoorganiza en diferentes grupos como el Proceso de Comunidades Negras (PCN) y los Consejos Comunales— y el legado del movimiento de liberación Palenque 4 del Caribe colombiano, son ejemplos de la lucha histórica por la autodeterminación de los pueblos. Han introducido en las áreas urbanas formas de organización autónoma y comunal, que se están reflejando en lo que está sucediendo estos días.

Mujeres afrocolombianas cantan en un punto de bloqueo.

 

¿Quiénes son lxs distintxs participantes en la revuelta? ¿Trabajadorxs, estudiantes, pueblos indígenas, tendencias políticas? ¿Cómo son las dinámicas sociales y políticas dentro del levantamiento?

Activista de medios, Cali: Lxs participantes son principalmente jóvenes de barrios de clase obrera; ellxs son lxs que están al frente y en la organización de los puntos de concentración. En los barrios van acompañadxs de personas de todas las edades de la comunidad. Pero el movimiento ciudadano que se ha unido en el paro es increíblemente variado y proviene de muchos sectores de la población que han mostrado su apoyo—el movimiento estudiantil, movimientos feministas, movimientos ambientalistas, algunos partidos de la oposición, artistas, todos estos han estado apoyando el paro y el movimiento. Los movimientos sociales y el movimiento indígena se han sumado a las protestas. El movimiento indígena específicamente ha contribuido con grandes aportaciones en términos de logística y coordinación, así como con el apoyo de la Guardia Indígena, que es un grupo organizado responsable del orden dentro de las comunidades indígenas—ellxs son la autoridad que debe ser respetada. Es muy importante aclarar que están desarmadxs.

Es tanta la variedad de gremios, sectores sociales y personas que participan que es complicado agruparlo todo en un solo movimiento. Lxs camionerxs se sumaron a los pocos días (en Colombia no hay ferrocarriles, por lo que todo el transporte nacional se realiza en camiones de carga), el sindicato de taxis participó un par de días, incluso un grupo del sindicato INPEC (la agencia policial encargada de gestionar las cárceles) participó en algunas de las marchas. Todxs comparten la insatisfacción con el gobierno y su política de muerte.

Como no ha sido un movimiento planificado o estructurado, la dinámica interna ha mutado según el momento. El primer día se suponía que iba a ser una marcha de un día que terminó continuando de manera orgánica, por lo que el primer día o los dos primeros días hubo manifestaciones, luego se montaron asambleas populares en cada punto de movilización y bloqueo. También ha habido acercamientos para asambleas más grandes que recojan las voces de diferentes áreas. Esto es apoyado por el CRIC, un movimiento indígena del departamento vecino.

También es importante mencionar que este movimiento que existe en todo el país. Cali ha sido el centro del paro por la cantidad de bloqueos y la cantidad de días en los que se ha mantenido de manera ininterrumpida, pero eso no es motivo para ignorar centenares de manifestaciones en todo el territorio nacional. Según varixs analistas, hay manifestaciones en más de 600 municipios—en más de la mitad de las ciudades pequeñas del país y en casi todas las capitales. El descontento popular está en todo el país y el paro se ve como una posibilidad de cambio.

GrIETA, Bogotá: La dinámica social y política de este paro es histórica. Han pasado décadas para que tantos sectores se organizaran juntos; por lo general, lxs principales manifestantes son estudiantes de educación superior, sindicatos de trabajadorxs, trabajadorxs del transporte, jóvenes, indígenas y campesinxs, pero esta vez también hay muchxs estudiantes de secundaria, personas del grueso de la población que no ha tenido acceso a la educación y trabajadorxs a tiempo completo cuyo trabajo se ha vuelto precario debido a las restricciones gubernamentales. Cabe destacar que todas estas personas se han movilizado y trabajado juntas para llenar las calles como nunca antes se había hecho, al menos no desde el paro de 1977.

Los movimientos políticos han estado tratando de reclutar personas, ya que las elecciones de 2022 están en el horizonte. La presidencia está en juego, y esto podría significar una derrota total del Uribismo (Uribismo hace referencia a una doctrina5 con el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez como su máximo exponente), deshacerse de Iván Duque, que tiene un índice de desaprobación increíblemente alto, y debilitar al partido Centro Democrático, que es sinónimo de expoliación de tierras, desplazamientos forzados, masacres y alianzas con narcotraficantes y paramilitares. Para la mayoría de los grupos centristas y de centroizquierda, esta es una oportunidad para elegir un gobierno que pueda alejarse un poco de la extrema derecha ultraconservadora que siempre ha controlado el territorio llamado Colombia, e iniciar un proceso de industrialización y mecanización agrícola. Ya se están estableciendo lazos con este fin, sin ningún tipo de imagen definitiva todavía.

“Uribe—hijo de puta paramilitar”.

 

Veinte días después del Paro Nacional, hay un Comité de Paro negociando con el gobierno; sin embargo, hay descontento en las calles, porque este comité no representa la gran diversidad de sentimientos de quienes han mantenido los bloqueos y los corredores humanitarios. Además, estas figuras del liderazgo sindical son las que han negociado con el gobierno a escondidas y han vendido los anteriores paros. Mantienen lógicas oligárquicas, solo hay dos mujeres y entre los restantes miembros, siete tienen claros vínculos con el fajardismo6 y el Partido Verde, el caballo de Troya del Uribismo.

¿Podrían describir un día típico en uno de los puntos de concentración? ¿Quién está ahí y qué están haciendo?

Activista de medios, Cali: Colombia—especialmente Cali—es un lugar con una nutrida multiculturalidad que genera muchas dinámicas diferentes dependiendo de la zona y la gente que vive allí. Las cosas también han cambiado con el paso del tiempo; el aprendizaje y la organización crecen con cada día que pasa. Los bloqueos están principalmente en manos de la Primera Línea. La comunidad y las madres están alrededor de la cocina comunitaria. También hay equipos médicos compuestos por estudiantes y personas de la comunidad con estos conocimientos. Las actividades culturales han brillado en todos los puntos: conciertos, murales, serigrafías, recitales y otras formas de arte han surgido espontáneamente por toda la ciudad. Los juegos y los deportes forman parte de la vida diaria. Surgen asambleas populares para la toma de decisiones. Estas son algunas primeras experiencias, pero han permitido una gran organización y han ayudado a contrarrestar el discurso estigmatizador establecido por los medios de comunicación dominantes.

Por otro lado, además de todas estas actividades, los puntos de movilización son espacios de encuentro de la comunidad. Existen innumerables experiencias de apoyo comunitario que sería interesante destacar. Por ejemplo, en uno de los puntos de movilización, un vecino que trabaja en la construcción, que sabe soldar y tiene las herramientas para ello, ayudó a lxs participantes del Front Line a confeccionar escudos de protección. Varias comisarías de policía locales (CAIS) se han transformado en bibliotecas y espacios culturales para la comunidad.

Una subestación policial se ha convertido en una biblioteca comunitaria que lleva el nombre de Nicolás Guerrero, asesinado por la policía durante el paro.

 

GrIETA, Bogotá: Los días en los corredores humanitarios son la parte más esperanzadora del paro general. La gente comienza a llegar temprano por la mañana y se confluye en actividades artísticas y educativas. Se han pintado enormes murales en todos los vecindarios rechazando la violencia policial, abrazando la organización comunitaria y celebrando la resistencia de lxs jóvenes en primera línea—personas que, sin oportunidades en un país tan desigual, todos los días se dejan la piel en la línea defensiva.

La alimentación también ha jugado un papel central. Los comedores comunitarios han estado ofreciendo comidas a diario a personas con el estómago vacío y sin recursos. La autonomía se ha desarrollado en la ocupación del espacio público, la gente corriente, desde lxs abuelxs hasta lxs niñxs, asiste a las asambleas populares, los pliegos de peticiones están surgiendo de los referéndums y sentimientos populares y no desde la burocracia.

En este proceso de construcción de comunidad, la mayoría de las lesiones y arrestos ocurren durante la noche. Lxs vecinxs han optado por abrir sus casas, repartiendo alimentos, primeros auxilios, agua con bicarbonato de sodio y otros recursos para ayudar a resistir el gas lacrimógeno. Estas acciones han llevado a lxs agentes de la ESMAD a atacar a lxs vecinxs, disparando directamente contra sus casas. Esta violencia sin escrúpulos que ahora está entrando en los barrios de la ciudad es la misma que siempre ha existido en el campo, y tal vez este despertar haya fortalecido los gritos a favor de la reforma policial y el desmantelamiento de la ESMAD.

Cocinas comunitarias como esta han sostenido el paro en todos los puntos de bloqueo.

 

La policía ha implementado una violencia terrible, especialmente de noche. ¿Cómo es la dinámica por la noche? ¿Qué grupos quedan en las calles? ¿Cómo son los enfrentamientos con la policía?

Activista mediática, Cali: Las actividades que se desarrollaban de noche se han minimizado o suspendido, porque en los primeros días del paro, fue en esos momentos en los que la policía y fuerzas militares realizaron sus ataques más duros, utilizando armas de fuego y estrategias muy agresivas. En el barrio Siloé, el acceso a internet se interrumpió la noche del 3 de mayo, mientras un grupo especial de la policía (GOES- Grupos de Operaciones Especiales) llegaba con armas largas para reprimir el bloqueo. Varias personas murieron en el barrio esa noche de censura, incluido un menor.

Debido a esta situación, las actividades se limitan por la noche o se realizan con mucha cautela, ya que, como han confirmado varias organizaciones de derechos humanos, no existen garantías para el respeto a la vida por la noche (las agresiones y abusos ocurren también durante el día, pero en mucho menor grado). Algunos puntos de resistencia logran aguantar protegiéndose bien y escondiéndose en las inmediaciones, mientras que otros, con menos organización o personas con menos experiencia, se retiran al caer la noche y recuperan sus espacios durante el día. Esta fue uno de los aprendizajes más dolorosos durante los primeros días del paro, ya que muchas personas fueron asesinadas esas noches. (Las estadísticas oficiales apenas reportan información y las ONG no han podido dar una cifra concreta por la cantidad de casos, pero un periódico local sensacionalista mencionó 22 muertes hasta el 2 de mayo, más las ocurridas desde entonces).

La violencia policial ha sido muy intensa, sobre todo por parte del ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios), unidad policial creada hace más de 20 años para reprimir la protesta social. Varias de las armas que emplean se utilizan violando los protocolos establecidos para minimizar el daño que provocan. Por eso más de 20 personas ya han perdido la vista por los disparos de la ESMAD. Usan escopetas de calibre 12, cargadas con municiones bean bag, las mismas con las que Dilan Cruz fue asesinado en Bogotá en noviembre de 2019.

A pesar de todo, estas son actuaciones que están avaladas legalmente a pesar de que se ejecuten incorrectamente; sin embargo, la policía también usa armas de fuego contra la comunidad. Tanto la policía como el ESMAD usan a menudo armas no registradas para no dejar pruebas. También es una práctica común ocultar los números de identificación de la policía o que se vista de civil o se infiltre en las marchas.

GrIETA, Bogotá: Estamos asombradxs por la violencia de estado desde el primer día del paro nacional. Sabíamos que habían hecho una gran inversión en armamento y recursos para la represión, pero verlo en acción fue horrible. En las primeras noches, la violencia policial se materializó en violaciones de derechos humanos como palizas, detenciones arbitrarias y redadas ilegales. El ESMAD usó por primera vez en sus vehículos blindados una nueva arma llamada Venom. Cuesta 400 millones de pesos colombianos y tiene tres compartimentos que disparan 10 proyectiles en un ángulo de 45 grados, transportando gases lacrimógenos y aturdidoras. Esta arma no se había utilizado nunca antes en América Latina, ni siquiera en los períodos más intensos de las dictaduras.

Por la noche, la gente sale a bloquear y mantener las principales avenidas, levantan barricadas y hogueras, y solo es cuestión de esperar a que el ESMAD decida atacar con las fuerzas y tanques que tenga disponibles. La situación se ha intensificado a medida que pasan los días, especialmente en Cali. Los ataques de las fuerzas del estado continúan como antes, pero las campañas de derechos humanos también han comenzado a denunciar casos de violencia sexual, se han confirmado asesinatos y hay un número alarmante de personas desaparecidas que luego han aparecido muertas en ríos y zonas rurales.

Uno de los acontecimientos más graves, sin embargo, es la militarización y paramilitarización de las ciudades. Se produjo una masacre, respaldada por las fuerzas militares de Colombia. Durante el día, la represión se lleva a cabo con armas legales “no letales”, pero por la noche el estado corta el suministro eléctrico a los barrios donde hay concentraciones, persigue a la gente, inhibe las señales de internet y teléfonos móviles y censura Facebook e Instagram Live, civiles armadxs atacan a jóvenes de la resistencia, a la Minga Indígena y a cualquier persona que se considere que piensa o actúa de manera diferente. Esta es una clara expresión del paramilitarismo que ha acosado a esta región y no pretende ceder fácilmente su poder.

El gas lacrimógeno se ha utilizado mucho contra lxs manifestantes desde el comienzo del paro.

 

En un levantamiento como este, siempre hay mucha organización que no necesariamente tiene lugar en las calles y puede ser difícil de ver desde afuera. ¿Podría describir algunos de estas iniciativas que alimentan y fortalecen la revuelta?

Activista mediática, Cali: Además de lxs jóvenes que arriesgan su cuerpo, se enfrentan a la represión y mantienen en pie los puntos de bloqueo, hay una fuerte participación de toda la familia. Participan especialmente las madres desde los comedores comunitarios, alimentando a todxs lxs que están participando. Las brigadas de salud, que se han instalado en canchas, salones comunitarios y casas de vecinxs, también han jugado un papel crucial durante el establecimiento de los puntos de concentración. En muchos barrios y en muchos puntos, la comunidad ha participado donando alimentos y medicinas. La gente no tiene mucho, pero lo poco que hay siempre es suficiente para compartir.

Además, organizaciones y movimientos de larga trayectoria están participando principalmente proporcionando ayuda en términos de asistencia logística. La observación de los derechos humanos y la cobertura de los medios alternativos han sido indispensables; sin embargo, debido a la cantidad de puntos de movilización, ninguna de las tareas se ha logrado en la medida necesaria.

Después de llegar a Cali, el movimiento indígena del Cauca (la provincia al sur del Valle del Cauca, donde se encuentra Cali) buscó el diálogo con las personas que bloquean para brindar su ayuda y trabajar juntxs, aprovechando décadas de experiencia en organización y movilización social.

Con una violencia policial tan extrema, los equipos médicos son una parte crucial del apoyo al paro.

GrIETA, Bogotá: Creemos que la reproducción de la vida cotidiana y las labores del cuidado son fundamentales. Son los que permiten que la revuelta se desarrolle cada día. Estas labores adoptan la forma de comedores comunales vecinales y redes de afecto que se consolidan por los asesinatos, torturas, desapariciones, abusos sexuales y la escalada de violencia sistemática desplegada por el estado colombiano, encabezado por la administración uribista de Iván Duque.

¿Qué tácticas y estrategias están usando lxs manifestantes? ¿Han surgido nuevas?

Activista mediática, Cali: Hay bloqueos en las entradas a las ciudades, deteniendo efectivamente la producción y el consumo, y otros bloqueos en barrios de clase trabajadora. La organización se basa en el conocimiento del terreno y el apoyo de lxs vecinxs. Se construyen barricadas improvisadas en un amplio perímetro para mantener el control de varias calles a la vez y evitar que entre la policía. La “Primera Línea” es para enfrentamientos y defensa y luego hay una segunda y tercera línea variadas tareas de apoyo. Hay casas seguras para el caso que se dé un ataque, así como reservas de alimentos y una enfermería equipada para ofrecer primeros auxilios y estabilizar a lxs heridxs.

GrIETA, Bogotá: En las manifestaciones de estas últimas semanas, evidenciamos una gran variedad de tácticas y estrategias. En cuanto a tácticas, podríamos mencionar las constantes movilizaciones y marchas que se han dado, no solo en las grandes ciudades, sino también en las ciudades medianas y municipios donde nunca antes había habido revueltas o manifestaciones. Okupaciones, caceroladas y acciones culturales (performances, bailes transgresores) han tenido un espacio importante dentro de las manifestaciones porque han creado espacios educativos en los que explicar las motivaciones detrás de la marcha a personas que de otra manera podrían haberse sentido apáticas sobre las movilizaciones. También se han utilizado tácticamente grafitis y murales para denunciar la reforma tributaria (“el motivo principal de la movilización”) y la represión de estado que han sufrido lxs manifestantes a manos de la policía.

La ayuda mutua y la solidaridad entre diferentes sectores sociales y clases también han permitido que la movilización sobreviva durante varias semanas en las calles soportando una represión constante y desproporcionada por parte del estado y lxs paramilitares, que tienen carta blanca para matar en las ciudades. Esto se ha visto en Cali, Pereira y otras ciudades, donde civiles armadxs en compañía de policías disparan contra manifestantes o sobre la Guardia Indígena. Deja claro que el estado narcoparamilitar actualmente utiliza tácticas que durante años solo se utilizaron en las zonas rurales para despojar a lxs indígenas y campesinxs de sus tierras.

Esta represión ha dado lugar a una solidaridad constante y un apoyo económico, moral y simbólico entre los distintos sectores de la lucha. La movilización se ha alimentado de la rabia generada por la negligencia del estado y la represión extrema. Un caso destacado es lo ocurrido en Cali, donde la Guardia Indígena salió de su territorio para acompañar, defender y luchar junto a las personas que se habían movilizado en la ciudad. Este gesto, junto con muchos otros, ha demostrado que la lucha en las calles une y reaviva el espíritu revolucionario que siempre han tratado de arrebatarnos a nosotrxs, a las clases bajas de este país y del mundo.

Lxs jóvenes han impulsado este levantamiento, dejándose la piel para luchar por un mundo en el que puedan vivir.

 

Como es la situación de lxs paramilitares. ¿Qué han hecho lxs paramilitares, cómo se coordinan con el estado y cómo han respondido lxs manifestantes?

Activista de medios, Cali: En Colombia, el paramilitarismo es una fuerza que lleva a cabo acciones militares encubiertas y promueve un discurso fascista en defensa de la propiedad privada y el restablecimiento del orden. El modus operandi ha sido romper el perímetro de seguridad de los puntos de bloqueo y entrar en vehículos de alta gama, disparando desde larga distancia. Esto tiene dos objetivos: provocar muertes y sembrar el terror. Los puntos de bloqueo se han mantenido fuertes porque cuando sucede algo así llegan refuerzos de otros puntos, sacan a lxs heridxs y logran mantener alta la moral y el ánimo.

El fenómeno paramilitar es muy complejo y con las acciones de los últimos días, hemos visto tácticas que nunca antes se habían utilizado. Es importante aclarar que el término “paramilitar” engloba una serie de actores diferentes, siendo el denominador común la acción coordinada con las fuerzas militares o permitida por ellas. Hay al menos cuatro actores principales:

  • Fuerzas militares vestidas de civil disparan contra manifestantes. Lxs manifestantes, con la ayuda de la Guardia Indígena, han documentado al menos dos casos. La falta de identificación les permite actuar de forma ilegal.
  • Grupos de sicarixs contratadxs por poderosxs para realizar ataques o asesinatos específicos.
  • Extremistas de extrema derecha (muchxs de ellxs vinculadxs al narcotráfico) que, desde una supuesta superioridad, se autodenominan “ciudadanxs de bien” y verdaderxs patriotas. Con apoyo institucional, se toman la “justicia” por su mano y atacan a lxs manifestantes, a quienes los medios de comunicación han descrito como criminales. Esto es lo que sucedió en Ciudad Jardín y en la carretera a Jamundí el 9 de mayo de 2021.
  • Ejércitos paramilitares que nunca se desmovilizaron y ejercen control sobre ciertos territorios de Colombia.

GrIETA, Bogotá: El paramilitarismo en Colombia adoptó la forma de organizaciones “paraestatales”—paralelas al estado—que surgieron a fines de la década de 1980 para combatir a la guerrilla, en connivencia con el ejército colombiano. La negociación de paz de 2005 entre el estado y lxs paramilitares no eliminó por completo a estas organizaciones; su sombra siempre ha estado presente en Colombia, especialmente en la figura de las “Águilas Negras”.

En los últimos años, las Águilas Negras no parecen tener una estructura organizativa clara como lxs paramilitares de antaño; son más un nombre al que recurren el estado colombiano, lxs narcotraficantes, las empresas mineras presentes en territorio colombiano y los intereses mineros ilegales, entre otros, para amenazar y asesinar a lxs líderes del movimiento que obstaculizan la acumulación capitalista por desposesión—es decir, acumulación procedente de zonas rurales. Por ello, lxs combatientes indígenas, afrocolombianxs y ecologistas asentadxs en territorios clave son lxs más afectadxs.

Sin embargo, durante el paro actual, hemos visto algo un poco diferente: no es el estado u otro actor escondido tras el nombre de “Águilas Negras” quien ha reprimido las protestas; es abiertamente el estado, a cara descubierta. De hecho, Álvaro Uribe invitó abiertamente a militares y policías a disparar contra lxs manifestantes, a quienes llamó “terroristas vandálicxs”. También hemos visto otro fenómeno: civiles armadxs disparando contra personas que marchaban. Pero estxs civiles o son policías sin uniforme o ciudadanxs con características claramente neofascistas. Estos últimos podrían asemejarse a lxs supremacistas blancxs de Estados Unidos. Por supuesto, esto no excluye la posibilidad de que la figura de las Águilas Negras pueda aparecer, quizás vinculada a las fuerzas militares y policías colombianxs y probablemente bajo la forma de amenaza a lxs líderes más visibles del paro.

Una pancarta muestra varias figuras relevantes del paraestado colombiano.

 

¿Qué necesita esta revuelta para persistir y extenderse?

Activista mediático, Cali: El tiempo es el peor enemigo de un paro cívico popular. A medida que comiencen a escasear los suministros, la comunidad podría volverse contra los puntos de bloqueo. Pero la pobreza y el abandono del estado son tan extremos en estos sectores de resistencia que lxs jóvenes no tienen nada que perder y mucho que ganar. En lugar de negociar o intentar llegar a un acuerdo, el estado respondió al paro militarizando las ciudades para garantizar el orden público. Esto ha indignado a más personas de clase media que finalmente se han unido para apoyar el paro en función de las posibilidades y el conocimiento que tienen a su disposición.

GrIETA, Bogotá: Durante los últimos diez años aproximadamente, Colombia ha experimentado una creciente movilización social. Entre las expresiones más fuertes se encuentran los paros estudiantiles de 2011 y 2018, el paro campesino de 2013 y la Minga Indígena. En 2019, después de los acuerdos de paz de 2016 con las FARC, hubo un paro nacional que, a diferencia de los anteriores, no pareció centrarse en ningún sector en particular, ya fueran estudiantes, campesinxs o pueblos indígenas. Se extendió a toda la población. Estamos viendo que esta tendencia se consolida en el paro actual: aunque la Minga Indígena y el movimiento estudiantil han participado activamente, este paro parece estar enraizado en un malestar colectivo generalizado que se opone a la creciente precariedad de la vida y al neofascismo contemporáneo encarnado por el uribismo. La intensificación de la protesta ha sido un proceso lento que también depende de las condiciones del momento. Creo que esto nos deja una lección: debemos respetar los ritmos del movimiento popular, con sus altibajos, y no presionar el movimiento hacia la eficiencia propia del capital. Es un proceso lento.

Dicho esto, creo que tenemos que cuidar el movimiento, apoyarlo desde múltiples ángulos—en los comedores comunitarios, las asambleas populares, saliendo a las marchas, reflexionando, apoyando la Primera Línea, etc.—siempre tratando de extenderlo, pero sin esforzarnos demasiado en intentar ver resultados inmediatos. Creemos que hay un elemento clave en esto: no dejar que un movimiento, que desde sus inicios es heterogéneo y descentralizado, sea capturado por un partido o aspiración presidencial. Para cuidarlo, debe seguir teniendo un fuerte arraigo popular y, sobre todo, este arraigo debe seguir creciendo; si no, perderá vitalidad.

Los espectáculos de danza, tradicionales y novedosos, han sido parte de la rica expresión cultural que se ha desarrollado en las calles colombianas durante el paro.

 

¿Qué papel han jugado lxs anarquistas en la revuelta?

GrIETA, Bogotá: El papel principal de lxs anarquistas ha sido participar en las acciones del movimiento popular, difundir ideas, compartir nuestra ética política y aprender de otras acciones novedosas como la performance de Vogueart en la que tres mujeres trans bailaron frente a la policía y los símbolos del patriarcado. Nuestro papel también ha sido promover la visibilidad del paro en plataformas virtuales, que sirven de altavoz al mundo. Pensamos que generar conversaciones internacionales para analizar lo que está pasando desde puntos de vista anarquistas y libertarios también ha sido una actividad anarquista importante.

¿Algo más que quieran añadir?

GrIETA, Bogotá: A nuestro entender, una característica interesante subyacente en estas jorna-das de protesta y revueltas populares ha sido la naturaleza iconoclasta del movimiento. Esto parece ser un rasgo de los anarquismos del sur y se ha manifestado en acciones anticoloniales, anticapitalis-tas, antiextractivistas y antipatriarcales. Desde que el pueblo indígena Misak derribó el monumento a Sebastián de Belalcázar en Cali y otro a Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá,7 otros grupos han intentado derribar monumentos en medio de violentos enfrentamientos en múltiples ciudades. También han atacado iconos del capitalismo como bancos e instituciones públicas y privadas que sirven a la élite económica.

Otra acción que creemos vale la pena destacar fue la que tuvo lugar en Twitter, donde lxs seguidorxs del K-pop colombiano lograron bloquear los hashtags uribistas y antiparo a través de acciones colectivas. Esta aportación parece importante a nivel digital, porque las narrativas de extrema derecha también se crean en Internet, y ponen a mucha gente en contra de las movilizaciones.

Finalmente, la violencia sistemática del estado ha llevado a la creación de una primera línea de madres, entre ellas la madre de uno de lxs muchxs jóvenes asesinadxs durante este paro. Esto demuestra la gravedad social y política de lo que está sucediendo en Colombia, al mismo tiempo que muestra el levantamiento digno de un pueblo. Que un grupo de madres decida organizarse para defender el movimiento demuestra que la rabia y el descontento se han generalizado a un ritmo vertiginoso. Claramente, celebramos estas acciones.

¡Arriba la lucha popular autónoma, abajo el yugo represor del estado y sus gobiernos!

“Somos las Madres de lxs Valientes”.

  1. Álvaro Uribe Vélez, presidente de derechas de Colombia de 2002 a 2010, es conocido por su corrupción y sus vínculos con la actividad paramilitar y el narcotráfico. Es un representante tan emblemático de la confluencia del poder narco-paramilitar-económico-estatal en Colombia, que su nombre es sinónimo de esta tendencia. Por lo tanto, “Uribista” se usa para describir cierta política de derechas asociada con el paramilitarismo en Colombia. La entrevista con GrIETA, publicada a continuación, proporciona más contexto.
  2. Las descripciones de los eventos en Colombia mencionan con frecuencia “puntos de concentración”, “puntos de resistencia” o “puntos de paro: Hemos conservado el lenguaje del “punto” porque está muy extendido y porque vale la pena llamar la atención sobre esta estrategia específica. Estos puntos combinan las funciones de bloquear el comercio, proporcionar la distribución gratuita de alimentos y otras necesidades y servir como espacios de libre expresión—espacios de encuentro y vida social más allá de los límites del estado y el capital.
  3. La palabra “minga” se usa en varias culturas indígenas de la región andina. No tiene traducción al castellano. Puede referirse a formas de trabajo colectivo voluntario y alegre por el bien de la comunidad; también conlleva un sentido de la identidad colectiva de las personas involucradas en estas actividades. La minga no se limita a las personas de identidad indígena; como se evidencia aquí, invita a personas de diferentes orígenes a unirse para ser y participar en la minga.
  4. Palenque de San Basilio es un pueblo de la costa caribeña en las afueras de Cartagena; fue fundada por africanxs que escaparon de la esclavitud en el siglo XVII. Durante algún tiempo después de su fundación, lxs residentes intentaron liberar a todxs lxs demás africanxs esclavizadxs que llegaban a Cartagena, un importante puerto esclavista.
  5. La idea central de esta doctrina es la “seguridad democrática”, es decir, la eliminación del “terrorismo” a cualquier precio.
  6. Corriente político-electoral que toma su nombre de Sergio Fajardo, precandidato presidencial en las elecciones de 2022. Fajardo ha sido objeto de múltiples escándalos políticos y de corrupción.
  7. Sebastián de Belalcázar y Gonzalo Jiménez de Quesada, los fundadores de Cali y Bogotá respectivamente, son figuras que simbolizan el yugo colonial. Fundaron estas ciudades a costa del genocidio de los pueblos indígenas.

 

Original publicado por el colectivo anarquista CrimethInc, el 20 de mayo de 2021

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