¡Basta de represión! ¡abajo la dictadura!

Alberto Bonnet

1. El pasado domingo 28 de julio tuvieron lugar en Venezuela unas elecciones presidenciales en las cuales, según los resultados oficiales difundidos a la madrugada del día siguiente por Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral, organismo monolíticamente controlado por el gobierno, resultó re-re-electo Nicolás Pajarito Maduro (por el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar) con un 51,2% de los votos frente a un 44,2% de la alianza opositora (la Plataforma Unitaria Democrática, de Edmundo González Urrutia).

2. La información de estos resultados electorales tuvo lugar de la siguiente manera. El CNE, muy entrada la noche, para que a nadie se le ocurriera salir por ahí a protestar, anunció el triunfo de Maduro en base a aquellos porcentajes generales. No proporcionó resultados desagregados, mientras que su sitio web (http://www.cne.gob.ve/) había dejado de funcionar y por ende de transmitirlos. Según el régimen, esto último sucedió a raíz de un hackeo perpetrado desde Macedonia del Norte. Hecho sobre el cual no aportó prueba alguna. Aunque, de haber existido, debe admirarnos la extraordinaria pericia informática de los macedonios, porque el sitio sigue caído hasta este momento, mientras el organismo, por fuera de su sitio web, continúa actualizando esos presuntos resultados electorales.1 El CNE había urdido esta misma maniobra en las elecciones, igualmente fraudulentas, de noviembre de 2017. La única diferencia radica en que, en aquel caso, los presuntos hackeadores eran peruanos y no macedonios.

3. El Amoroso anunció en la madrugada del 29 de julio una “tendencia contundente e irreversible” (sic) en base al presunto escrutinio del 80% de las mesas. Estos datos tienen dos peculiaridades. La primera. El burócrata anunció su “contundencia e irreversibilidad” a partir de ese presunto escrutinio del 80% de las mesas, mientras que la diferencia que él mismo anunció entre ambos candidatos, de 7 puntos, y sin especificar las mesas escrutadas, dice poco sobre “irreversibilidad” y nada sobre “contundencia”. La segunda. Los votos obtenidos por Maduro (5.150.092) y por González Urrutia (4.445.978) arrojan lo más exactamente posible, es decir, con la ayuda del menor redondeo, esos porcentajes del 51.2 y 44,2 anunciados por el burócrata. Lo mismo sucede con los obtenidos por los “otros candidatos” (votos informados de esta curiosa manera, sin desagregación alguna: 462.704 votos, equivalentes a un 4,6%). Para que se entienda: esto significa que Maduro obtuvo el 51,1999971368% de los votos, Urrutia el 44,1999989263%, y el extraño candidato Otros, el 4,6000039369%. Para que se entienda mejor aún: esa proliferación de nueves y de ceros significa que, si uno desplaza un solo voto de cualquiera de esos tres totales a otro, los porcentajes obtenidos requieren mayor redondeo. El lector puede pensar que Pajarito Maduro, Amoroso y sus secuaces determinaron a su antojo los porcentajes que debía obtener cada candidato y luego los multiplicaron por la cifra de votantes que equivale a un punto porcentual (o sea, a 100.587,74 votos), puesto que las probabilidades matemáticas de que se registre semejante resultado en unas elecciones masivas son despreciables. Pero el lector debe ser precavido porque, quizás, en la República Bolivariana de Venezuela, haya un órgano rector del cálculo de probabilidades, a cargo de algún General Mongo Aurelio, digamos, que haya establecido de antemano la vigencia de unas matemáticas alternativas para su país. Suele suceder en las dictaduras.2 “Felicitamos entonces al nuevo presidente de la República Bolivariana de Venezuela, candidato Nicolás Maduro Moros”, concluyó apurado Amoroso en la madrugada del lunes pasado.

4. Los datos amañados por la CNE contradijeron, además, todas las encuestas pre-electorales y las encuestas boca de urna serias realizadas durante la jornada electoral. Las encuestas pre-electorales (de Delphos, Clear Path Strategies, Consultores 21, Poder y estrategia, ORC Consultores y Datanálisis) arrojaron una ventaja de la oposición de, al menos, unos 20 puntos. Bien sabemos nosotros, los argentinos, que la confiabilidad de las encuestas pre-electorales es limitada (tengo en mente el voto vergonzante a Milei en las últimas presidenciales, que no fue registrado casi por ninguna encuestadora). Pero presumo que, en un régimen como el venezolano, este mecanismo de denegación opera en un sentido opuesto: muchos encuestados deben haber respondido que votaban al oficialismo por un miedo (infundado quizás, porque las encuestas son anónimas, pero miedo al fin) a que los pandilleros chavistas (los llamados “colectivos”), que los oprimen cotidianamente, los atacaran. Esto explica la ratificación, pero con creces, de esa diferencia en los resultados de las elecciones que, según las actas oficiales difundidas por la oposición hasta este momento, ronda los 37 puntos.3 Con las encuestas boca de urna, las cosas son más complicadas. En Venezuela (como en Argentina) están prohibidas para que no impongan tendencia. Hubo algunas, de todas maneras, pero sus resultados son controversiales. El propio régimen violó esa prohibición inventando unos días antes una consultora (Lewis and Thompson) que le permitiera difundir (a través de sus alcahuetes, como el podemita Juan Carlos Monedero) los resultados que quisiera. Y además se valió de sus consultoras amigas (como Hinterlaces) para difundirlos a través de sus medios amigos (Globovisión, El universal, Notitarde) con el mismo fin. Pero algunas encuestas boca de urna parecen haber anticipado los resultados efectivos (como la de Edison, recogida por el Wall Street Journal), que en su último informe indicó un 65% para González Urrutia y un 31% para Maduro.

5. La dictadura no enfrentó esta contundente derrota sin haberse empeñado en evitarla y, una vez sucedida, en suprimirla, a través de todos los instrumentos característicos de una dictadura. Antes de las elecciones del 28 de julio, se dedicó a prohibir la participación en las elecciones de innumerables organizaciones y candidatos, a intimidarlos, perseguirlos, encarcelarlos –y quiero recordarle al lector que ninguna fuerza de izquierda, ni siquiera sus ex aliadas, como el Partido Comunista de Venezuela, pudo participar de esos comicios. Del derecho al voto en estas elecciones, además, excluyó prácticamente a todos los emigrados. Estamos hablando de unos 7.700.000 de venezolanos (o sea, del mayor éxodo de la historia de América Latina, según ACNUR-ONU), que debieron escapar de la dictadura chavista, de los cuales unos 5.500.000 están en condiciones de votar (o sea, algo así como el 30% del padrón electoral de Venezuela). Para que se entienda bien: los votos opositores de estos expulsados por la dictadura hubieran igualado, o eventualmente superado, por sí solos los obtenidos en las elecciones por la propia dictadura. Pero la dictadura, naturalmente, les negó de antemano el derecho al voto (salvo a un pequeño grupo, que entre los emigrados a nuestro país representa un 10%). Y, después de las elecciones, además de los manejos fraudulentos antes mencionados, la dictadura desató una feroz represión sobre las movilizaciones que se sucedieron contra su fraude electoral: hasta este momento, encarceló a unos 2000 venezolanos y asesinó a unos 15. Si la dictadura se mantiene en el poder, a esta altura, es apoyada en sus fuerzas armadas (oficiales y extraoficiales).

6. Ahora pasemos a las conclusiones. Conclusiones muy breves. Porque no vamos a enredarnos en subterfugios, en enmarañadas consideraciones acerca de los límites de la democracia capitalista, o de la orientación político-ideológica predominante en la oposición a la dictadura chavista, o de los alineamientos de las principales potencias foráneas en el escenario geopolítico internacional alrededor de este asunto. Podemos dedicarnos a estos asuntos, pero no es necesario en este contexto. Basta con decir que nosotros, los que luchamos por la autodeterminación democrática de las masas, luchamos en contra de cualquier dictadura, diga lo que diga acerca de su orientación político-ideológica. Y que cualquiera que incurra en la doble moral de defender una dictadura a partir de eso que dice acerca de sí misma, aunque se diga socialista, es un enemigo de la emancipación.

Notas:

1 Tres días más tarde el CNE ratificó este presunto triunfo de Maduro con un 51,95% de los votos (6.408.844), contra el 43,18% de González Urrutia (5.326.104, total 12.386.669), ahora con el 98% de las mesas escrutadas. Por una parte, cabe agradecerle al CNE su gesto de contemplar dos decimales en estos nuevos resultados (aunque haya redondeado erróneamente). Y por otra, indicar que este presunto avance del CNE en el escrutinio sólo puede haberse basado en las actas que se niega a difundir.

2 Si el lector considera que tamaño atropello se explica a partir de la ignorancia de Amoroso y sus secuaces, quizás tenga un poco de razón; pero yo insistiría, además, en la confianza en su propia impunidad que caracteriza a los burócratas de todas las dictaduras.

3 Me refiero a los resultados (basados en copias certificadas de las actas oficiales) difundidos por la oposición (disponibles en https://resultadosconvzla.com/?s=08). Según estos resultados parciales (sobre la base del 83,50% de las actas), Urrutia obtuvo un 67% (7.303.480 votos), Maduro un 30% (3.316.142) y los restantes candidatos un 2% (267.640).

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