Stavros Stavrides

Muchos de los que inicialmente apoyaron el derecho de Israel a la autodefensa tienen que admitir ahora que se trata de una guerra genocida. Y parece que cada vez más gente se da cuenta de que las bombas israelíes apuntan a matar palestinos indiscriminadamente sin distinguir entre objetivos militares y no militares.

Urbicidio es un término creado para denominar expediciones bélicas que destruyen ciudades enteras y atacan infraestructuras urbanas, zonas habitadas y edificios simbólicos. La sistematicidad con la que el ejército israelí ejecuta semejante plan urbicida está fuera de toda duda. Imágenes de ciudades y asentamientos reducidos a escombros se transmiten incluso desde los principales medios de comunicación. Y, por supuesto, bajo esas ruinas hay enterradas personas de carne y hueso, pero nunca aparecen en las imágenes horrorosas de los medios de comunicación.

El programa sionista se caracteriza por los esfuerzos sistemáticos para borrar la presencia de los palestinos de Palestina. Y, por desgracia, a pesar de la heroica resistencia de una valiente minoría judía, este programa es el que domina en las políticas del Estado israelí actual. Como está documentado en repetidas ocasiones, esta sistematicidad no se manifiesta únicamente durante este período de guerra exterior ya que, viviendo en condiciones de un interminable estado de excepción, Gaza, los palestinos tienen que enfrentarse cada día a controles humillantes, a las llamadas “medidas de seguridad” extremas que les privan de sus derechos básicos y a la posibilidad de ser detenidos durante tiempo indeterminado en cárceles infernales sin que se les acuse siquiera de nada.

La sistematicidad es el punto final de la racionalidad industrial basada en una planificación minuciosa que la convierte en una máquina de matar. Desde los años veinte, esta racionalidad instrumental ha sido acusada de ser una especie de versión pervertida de las promesas liberadoras de la razón. Sin embargo, en lugar de emancipar a la humanidad escapando de los oscuros enredos de los prejuicios y la superstición, con la razón instrumental se re-encanta el futuro atrapándolo en un “crecimiento” capitalista sin fin.

Partiendo de este punto de vista, ciertas personas pueden ser consideradas, por definición, malignas y tratadas como enemigos en una guerra para subyugar y controlar la naturaleza. Esos “otros” pueden fácilmente considerarse como “animales” salvajes que ni siquiera el proyecto de domesticación violenta (que en su día fue una opción para la política israelí) puede incluir.

La racionalidad instrumental utiliza la tecnología como herramienta en su proyecto de control y explotación de la naturaleza, pero la convierte en una máquina de matar cuando aparecen obstáculos a ese proyecto. Los palestinos son considerados indignos de ser incluidos en la civilización occidental según expresan funcionarios israelíes destacados (incluido el actual Primer Ministro). Se supone que son campesinos atrasados ​​apegados a su tierra, por lo que merecen estar atrapados en zonas de detención al aire libre (como las ciudades y pueblos de la Franja de Gaza o los barrios del este de Jerusalén). Y cuando aparecen como peligrosos o se convierten en obstáculos para el proyecto colonialista de asentamiento, pueden ser bombardeados o mantenidos prisioneros, o incluso asesinados en el acto, según las decisiones que se tomen en cada período en concreto.

Los palestinos pueden ser asesinados, pero no sacrificados, como sugiere Agamben sobre el concepto de “nuda vida”. Recordemos que Agamben utilizó este término para describir las condiciones de vida de los judíos y otras minorías perseguidas en los campos de concentración y exterminio del nazismo. Este tipo de estado de excepción es el que se impone en la Palestina actual, tal vez aún no en la misma medida que su predecesor histórico. Sin embargo, lo que parece compatible con el imperdonable agujero negro de la civilización occidental que es el Holocausto, es la sistematicidad de la extinción, ya que nadie puede dudar realmente de que los hospitales, los lugares sagrados, los campos de refugiados, las infraestructuras urbanas y los barrios son arrasados ​​con el fin de aniquilar a los palestinos y no por accidentes de bombardeos o porque eran escondites de miembros de Hamás.

La sistematicidad, característica destacada de la razón instrumental, no se dirige sólo a los lugares en los que viven las personas, sino también a la geografía simbólica de su presencia: los condensadores de la memoria colectiva, las pruebas materiales de su derecho a estar allí junto con los medios necesarios para sostener su presencia (tierra cultivada y un amplio espectro de infraestructuras de subsistencia). El urbicidio y el terricidio son sólo la otra cara del genocidio. Y, lo que es más, destruyen la posibilidad misma de coexistencia entre judíos y palestinos en un futuro liberado de todo tipo de fundamentalismo racista y religioso.

Khan Younis, agosto de 2024

Traducción del inglés: María Florencia Mazzocchi