Luis Bardamu
The Zone of Interest es una película adaptada de la novela del mismo título del escritor Martin Amis, se basa en la vida cotidiana, en Auschwitz, del comandante del campo de concentración Rudolf Höss, su esposa Hedwig Hensel, y sus cinco hijos, quienes residen en una casa muy cómoda, residencia de diez habitaciones sin contar baños y cocinas, y con dos sirvientes forzosos -apresados por pertenecer a los Testigos de Jehová-, allí la familia Höss desarrolla actividades mundanas y recreativas como el cuidado de un jardín con todo tipo de plantas y flores y una mesita para descansar por las tardes, o juegos acuáticos en una pequeña pileta de natación con tobogán incluido.
The Zone of Interest, Director: Jonathan Glazer
La película inicia con varios minutos de pantalla en negro, luego se ve, adelante, a una mujer que despide a su marido, quien sale de la casa para ir al trabajo, podría ser un maestro de escuela o un médico rural, es una escena apenas alterada por el hecho disruptivo de que el hombre viste un uniforme de oficial nazi; a pocos metros de la casa, al otro lado del muro que delimita el jardín, está el lugar de trabajo del protagonista, unas barracas enormes con chimeneas y paredes con alambres de púas: el campo de concentración y exterminio, Auschwitz.
Los expectadores de la película no pueden ver las atrocidades que tienen lugar al otro lado del muro del jardín de la casa de la familia Höss: la cámara nunca va hacia el lado opuesto del muro, los residentes de la casa parecen no darse cuenta del olor de los cuerpos industrialmente quemados que proviene del campo, tampoco ven el humo espeso que sale de las chimeneas, ni las cenizas que el viento dispersa de manera ubicua desde los hornos crematorios, no oyen los gritos de los condenados; todo el horror, aunque siempre presente, queda fuera de campo.
The Zone of Interest fue galardonada con el Oscar a la mejor película internacional en 2024, en su discurso al recibir la estatuilla correspondiente, el escritor y director británico de origen judío Jonathan Glazer hizo una referencia directa a Gaza y la ocupación israelí: “nuestra película muestra adónde conduce la deshumanización, en su peor momento. Ha dado forma a todo nuestro pasado y presente. Ahora mismo estamos aquí como hombres que cuestionan su judaísmo y el Holocausto secuestrados por una ocupación que ha llevado conflicto a tantas personas inocentes”.
Tan sólo en los Estados Unidos -la cifra de la audiencia en todo el mundo no ha sido determinada- unos veinte millones de telespectadores vieron desde sus casas la entrega de los premios Oscar en la 96ª ceremonia de los Premios de la Academia que tuvo lugar en el Dolby Theatre de Hollywood de Los Ángeles, el 10 de marzo de 2024. Ese mismo día comenzó el Ramadán, mes sagrado de ayuno para los musulmanes, durante el cual no pueden comer ni beber en horas diurnas. Y, en Gaza, las fuerzas militares de Israel habían asesinado, en poco menos de cinco meses, a treinta mil palestinos, herido a otros setenta y cinco mil, desplazado a ciento de miles de personas, a la mayoría de las cuales les bombardearon o volaron sus casas, el ochenta y cuatro por ciento de las instalaciones sanitarias estaban destruidas, el sistema educativo colapsado y más del noventa por ciento de las carreteras destruidas o dañadas.
The Commandant’s Shadow, Directora: Daniela Völker.
The Commandant’s Shadow, largometraje documental dirigido por Daniela Völker, tiene como uno de sus protagonistas principales a Hans Jürgen Höss, hijo de Rudolf Höss, el comandante de Auschwitz condenado a la horca por ser responsable de la muerte de más de un millón y medio de personas, ejecutado el 16 de abril de 1947, cerca del crematorio del campo de Auschwitz I y de la casa que ocupó con su familia durante los años que estuvo allí. Hans Jürgen, un niño ario que pasó buena parte de su infancia en esa magnífica residencia junto al campo de exterminio, llevando una vida placentera y reposada con sus hermanos y sus padres, desconoce lo que sucedía apenas a unos metros del muro que separaba el jardín de su casa de las barracas del campo y es ahora un anciano que se mueve lento, con un andador y, de la mano de su propio hijo, Kai Höss, nieto del comandante, pastor de una pequeña comunidad en Renningen, irá a observar, por vez primera, las instalaciones del Museo Estatal de Auschwitz–Birkenau, se detendrá en silencio frente a lo que queda de los hornos crematorios, los objetos desechados de los prisioneros, las evidencias del genocidio; hasta entonces, Hans Jürgen, el niño, el viejo, mantuvo vigente la imagen de un padre idealizado, que había criado a sus hijos con ternura y el idilio de una infancia feliz, tal como lo muestraThe Zone of Interest.
En esta película documental las entrevistas, las imágenes de archivo, la lectura de la autobiografía de Rudolf Höss, -que Hans Jürgen manifiesta no saber que su padre había escrito-, destacan el valor testimonial, el relevamiento del recurso a la desinformación como defensa y la ocultación negacionista: en una entrevista en Estados Unidos en el año 2014, la hermana de Hans Jürgen se pregunta: ¿cómo puede haber tantos supervivientes si se supone que mi padre los mató a todos? Tanto The Commandant’s Shadow como The Zone of Interest son películas que, entramándose juntas, incentivan pensar cuánto de aquello del pasado aparece con actualidad en el presente.
Esta película fue estrenada a principios de mayo de 2024, casi al mismo tiempo el ejército israelí ordenó la evacuación de cien mil palestinos de la ciudad de Rafah, al sur de la Franja de Gaza, en la frontera con Egipto, donde cerca de un millón y medio de palestinos se refugiaban por entonces, luego de ser desplazados de sus viviendas en el norte, y la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios confirmó la identificación de veinticuatro mil seiscientos cadáveres de los casi treinta y cinco mil palestinos muertos.
Investigating war crimes in Gaza, Al Jazeera Investigations
Investigating war crimes in Gaza, película documental realizada por Al Jazeera, expone el genocidio israelí en la Franja de Gaza a través de fotografías y videos publicados en línea por los propios soldados israelíes durante campaña de exterminio que lleva ya más de un año. Para su realización se conformó una base de datos con miles de videos, fotografías y publicaciones de soldados israelíes en las redes sociales, particularmente TikTok e Instagram. En muchos casos se ha identificado a los autores de los videos y a las personas que aparecen en ellos, el material revela una variedad de actividades de terror y crimen, desde la destrucción gratuita y el saqueo hasta la demolición de barrios enteros, el accionar de los francotiradores israelíes y las ejecuciones sumarias.
En sus publicaciones en las redes sociales, los soldados israelíes no suelen disimular que haya una lógica militar detrás de sus acciones: “Nosotros, la Compañía C del Cuerpo de Ingenieros diezmamos un pueblo entero como venganza por lo que se hizo al Kibbutz Nir Oz el 10 de julio”, escribió el capitán Chai Roe Cohen del Batallón de Ingenieros del Comando 8219, tras la destrucción de la ciudad de Khirbet Khuza’a a principios de 2024.
En los videos, replicados, difundidos y festejados por todo Israel, los y las soldados se refieren a los palestinos como “animales”, “perros”, “cucarachas”, “ratas”, incluso en canales de medios sociales gestionados por el ejército, y han repetido términos articulados por líderes políticos, coreando que “no hay civiles no implicados“, al tiempo que pedían la construcción de asentamientos en Gaza, para “ocupar Gaza y borrar la semilla de Amalek” -el primer ministro Benjamin Netanyahu se refirió a los palestinos como “Amalek” y “monstruos”; la referencia a Amalek remite a un pasaje bíblico en el que Dios ordena a Saúl: “ahora ve y hiere a Amalek, y destruye por completo todo lo que tienen, y no los perdones; mata al hombre y a la mujer, al niño y al que mama, al buey y a la oveja, al camello y al asno”-. Proliferación de videoclips amateurs y short videos donde se ve y escucha a soldados israelíes jactándose de haber matado a “familias, madres y niños”, de humillar a los palestinos detenidos, detonar miles de casas, destruir barrios residenciales enteros y profanar cementerios y lugares de culto. Esta perversión del genocidio devenido espectáculo del horror se traslada, se difunde y se compenetra en todos los espacios del país: niños judíos que se disfrazan de niños palestinos (con sus caras tiznadas, dientes carcomidos y cabellos intonsos), fiestas y discotecas donde se canta y baila al son de canciones que exaltan el genocidio: “van a arder” (los palestinos). Todo se difunde, todo se hace reel, todo se comparte, todo se festeja dentro y fuera de las redes sociales.
Investigating war crimes in Gaza se dio a conocer en la primera semana del mes de octubre de 2024. Al cumplirse un año del inicio de la invasión y el genocidio, cerca de cuarenta y dos mil personas han sido asesinadas en la Franja de Gaza por los ataques del ejército de Israel; durante esos doce meses cinco palestinos han sido asesinados cada hora, aunque es difícil establecer con exactitud las cifras de muertos porque, si se toman otros factores relacionados con la destrucción de hospitales, asistencia sanitaria y alimentación, entre otros aspectos, los muertos podrían ascender a ciento ochenta y seis mil personas, según explicita un informe de la revista científica británica The Lancet, por lo que, ya sea por muertes directas o indirectas, la campaña militar israelí en Gaza ha llevado al índice de mortalidad diaria más alto del siglo XXI; en tan solo un año el 6 por ciento de la población de Gaza ha muerto o ha sido herida (informe de la OMS), aproximadamente noventa y seis mil palestinos han sido heridos en Gaza, muchos de ellos con lesiones graves que requieren atención médica urgente y, por otra parte, el Ministerio de Salud de Gaza aseguró que más de diez mil personas permanecen bajo los escombros. El horror no tiene límites, como no los tiene la voracidad del capitalismo tardío expresado en el apogeo criminal israelí en Gaza. Nueve de cada diez gazatíes han sido desplazados de sus hogares, lo que significa que dos millones de palestinos han tenido que abandonar sus hogares, a los que la destrucción generalizada les impide el acceso a necesidades elementales como agua potable, alimentos, electricidad y suministros médicos, el noventa y seis por ciento de la población de Gaza está al borde de la hambruna, según el análisis de IPC de la ONU. Los niños y las mujeres son un objetivo determinado y buscado por el genocidio: dieciséis mil niños han sido asesinados en un año, más de veinticinco mil han perdido a uno de sus padres o se han quedado huérfanos, treinta y siete madres son asesinadadas cada día en Gaza.
The Zone of Interest, Alexandria deja manzanas fuera de Auschwitz
Lo que tienen en común las tres películas aquí mencionadas es que en todas ellas se encuentra la normalización y banalización del exterminio, la destrucción y el horror, y que tal exterminio es más común y más presente de lo que generalmente se piensa. El primer cuarto del siglo XXI así lo demuestra. Predomina una tendencia irracional hacia el conformismo con los crímenes de lesa humanidad realizados por los Estados. La diferencia entre el genocidio a los judíos bajo el régimen nazi y la del genocidio israelí en Gaza es su banalización extrema y su pornográfica exposición: donde en Auschwitz había una maquinaria burocrática genocida que se ocultaba tras los muros y alambradas, en Gaza hay una maquinaria de espectáculo perverso que salta los muros y las alambradas para ultravisibilizarse hasta ser aceptado y exaltado como la única normalidad posible.
La Zona de Interés del nazismo –Interessengebiet en alemán- fue un área de unos cuarenta kilómetros cuadrados en Polonia, restringida y protegida del mundo exterior, donde se construyó el campo de concentración de Auschwitz. La Zona de Interés de Israel, en Gaza, es toda el área de trescientos sesenta kilómetros cuadrados que conforma el territorio gazatí, de allí que asesinatos de civiles desarmados, niños y mujeres, el derrumbe sistemático de edificios, vivienda e infraestructura, los desplazamientos de los habitantes, la tierra arrasada, sean el objetivo principal de la invasión militar, mucho más importante que la retórica de seguridad estatal y la guerra contra los milicianos islamistas de Hamás.
En The Zone of Interest, hay una escena donde una joven trabajadora, durante la noche, esconde en la tierra manzanas y otras frutas para que, al día siguiente, puedan ser recogidas por aquellos prisioneros afortunados que serán transportados desde el campo de concentración para realizar tareas en un terreno vecino. No se nos muestra si algún prisionero de Auschwitz pudo desenterrar una manzana y esa manzana pudo ayudarle a sobrevivir algunas horas más. La escena con la joven fue filmada con una cámara térmica -sensible a la temperatura- durante la noche oscura, por esa razón el resultado final luce como una imagen en negativo, completamente antagonista a las escenas de la familia Höss, filmadas a pleno día. La esperanza de aquella joven es una esperanza dañada, sin muchas posibilidades de concretarse, pero, aún así, es una esperanza real. Resulta muy difícil pensar en la esperanza en Gaza ahora, la apabullante sucesión de imágenes trivializadas del horror causa tanta destrucción como los misiles y los drones israelíes. Hablamos de películas, de buenas películas y -frente a la dinámica obtusa y avasalladora de TikTok y otras redes sociales- nos queda atenuada la idea de que el cine, o cualquier otro acto de creación, pueda resultar un acto de resistencia contra la muerte, como sugería Deleuze. No hemos logrado detener el genocidio en Gaza. Tal vez ya no podamos hacerlo: el genocidio cometido por el nazismo acabó sólo cuando las tropas soviéticas llegaron a Alemania y destruyeron el último bastión del régimen. Nuestra esperanza también está herida, como la de aquella joven de las manzanas. Aún así, tampoco es una esperanza abstracta. El universal violento del capitalismo en el siglo XXI es Gaza, existe la posibilidad, real y espantosa, de que el mundo sea cada vez más parecido a Gaza. No queremos eso. Tal vez esa sea la única y suficiente razón para sostener nuestra esperanza dañada.