Raoul Vaneigem
1. La vida es una ininterrumpida efervescencia experimental. No responde a ningún plan. No deja de innovar, engendrar, abortar, aniquilar, de abrir y cerrar caminos. Somos el fruto de combinaciones improbables. En el torbellino ordinario de espacios infinitos, se hacen y deshacen los conglomerados de los que brota el coágulo cósmico de la vida dispersando de repente la dureza de su dulzura.
2. La evolución humana no ha sido tan lineal como racimada. Según su proliferación creadora, algunas experiencias fructifican, otras no duran demasiado. De varios arbustos y ramas nacen los brotes del homínido. El Homo sapiens se perpetúa, mientras que el Homo floresiensis, el Homo denisoviensis, el Homo neanderthaliensis desaparecen o se extinguen prematuramente. Asimismo, la aparición y la extinción de los grandes saurios prueba el carácter meramente aleatorio de la alquimia vital y cósmica, desprovista de sentido.
3. La singularidad de la especie humana se debe al privilegio del que la vida la dotó en el caos de sus infinitas combinaciones. Objeto sometido a los caprichos de las condiciones naturales, la criatura antropomorfa también es un sujeto capaz de modificar su medio existencial. Una libertad nos ha sido conferida. Se aviva a la par del entorno y la sociabilidad. Al explorar el maná terrestre y pulir su uso, descubre sus posibilidades creadoras.
4. El camino de la autonomía. Durante decenas de milenios, algunos seres se desprendieron poco a poco de su animalidad rudimentaria. Aprendieron a perfeccionarse consiguiendo en su entono alimentación y determinados medios para incrementar su autonomía. Este fue el motor de la evolución.
5. La libertad fundamental fue contrariada, combatida, falsificada por la emergencia de un modo de gestión en total ruptura con la evolución simbiótica que había predominado en las civilizaciones preagrícolas. El libre uso de los recursos naturales los ponía al servicio de las colectividades y de sus miembros. La apropiación de los bienes comunes por un puñado de administradores inaugura una guerra de saqueo que a largo término desertifica la naturaleza.
6. Preponderancia del deseo. Entre recolección, caza, pesca, elaboración culinaria, fabricación de utensilios y joyas, pláticas, relaciones afectivas y expresión artística, mujeres y hombres han intentado crear formas de vida personales y sociales favorables a la satisfacción de sus deseos. No teniendo en cuenta más que los periodos de alto nivel de desarrollo, la duración de las civilizaciones paleolíticas alcanza unos treinta y cinco mil años. En menos de diez mil, la civilización mercantil ha demostrado que era invivible y que trabajaba para autodestruirse.
7. No sabemos por qué alquimia cósmica, el ser humano llegó a tener una excepcional potencia creadora. Mientras las otras especies gozan principalmente de una inteligencia adaptativa, la mujer y el hombre descubren el don, que por naturaleza les ha sido acordado, de crearse recreando el mundo.
8. El constructor del mundo y de su propio destino renuncia a su genialidad creadora para delegársela a los Dioses que ha inventado. ¿No es el colmo del absurdo? Lo que unía entre sí a los individuos libres en las colectividades prehistóricas se desatendió y desterró con el proyecto de someter la naturaleza terrestre y la naturaleza humana. La relación de ayuda mutua entre individuos libres ha dado paso a un conglomerado de esclavos entregados a un amo que, en nombre del poder religioso, los encadena a su poder profano.
9. El Homo aeconomicus ha creado a Dios a su imagen y semejanza: un depredador moldeado en la arcilla de la servidumbre. La civilización mercantil ha confiado el devenir de la humanidad a extraterrestres. Por mucho que sus simulacros, cada vez más patéticos, se arrastren en el gran circo del apocalipsis mundial. No más charlatanes del Olimpo, del Sinai, del Golgotha y demás montes del género.
10. La vida no tiene sentido más allá del que le ha concedido a la especificidad humana dotándola del privilegio de crear y de crearse.
11. Al no haber humanizado la vida, nuestra especie ha permitido que la impostura religiosa se apropie de lo que nunca ha dejado de ser nuestro más precioso bien y se lo atribuye a una voluntad divina.
12. De Lucy, nuestra lejana ancestra, a los esplendores de Lascaux y del arte parietal, el genio creador de nuestra especie pone de manifiesto la relevante evolución de las civilizaciones. Las más recientes del paleolítico -auriñaciense, gravetiense, solutrense, magdaleniense – demuestran el creciente refinamiento de una inteligencia sensible, apta para esclarecer a los seres y las circunstancias. Nada justifica, sin embargo, su celebración idílica. Sabemos que se enfrentaron a problemas de alimentación, nomadismo, cambios climáticos. Su extinción, en cambio, se debió a la aparición y expansión de la sociedad mercantil. Su desaparición se sintió como una pérdida, una caída, una aberración cuyo eco jamás ha dejado de sonar.
13. No sin razón, nuestra memoria ha conservado el recuerdo mítico de un Edén, un paraíso, un oasis, un país de Jauja, en un tiempo en que los animales hablaban. Hesíodo se hace eco en su evocación de la edad de oro de un modo de vida sin comparación con las sociedades forjadas en la edad de bronce.
“Estaban libres de preocupaciones, trabajos y sufrimientos; la cruel vejez, para nada les afligía; sus pies y sus manos conservaban siempre el mismo vigor y ajenos a todos los males, celebraban en festines, ricos en deliciosas frutas y apreciados por los dichosos Inmortales. Morían como enlazados a un dulce sueño. Todos los bienes brotaban a su alrededor. La tierra fértil producía por sí misma abundantes tesoros; libres y apacibles, compartían sus riquezas con un montón de virtuosos amigos”.
14. Recién inventada, la libertad fue secuestradaen los albores de la civilización mercantil. Arrancada de su realidad vivida, de su presencia física, de su poesía práctica, se ha convertido en objeto de especulación, en abstracción, en metafísica, en inteligencia desecada porque fue cortada de su manantial nutritivo, universal y personal.
15. Se estima en un millar de años el paso de la economía de recolección a la economía agromercantil, el tiempo que la legitimidad de la violación depredadora anulase los efectos de la ayuda mutua y la autonomía creadora, fundamentos naturales de la cohesión social. Este “golpe de Estado-ciudad” producido por la apropiación de territorios y el maltrato de la naturaleza parece haber ocurrido hacia los milenios VII y VI antes de “nuestra” era. De ahí data la identificación entre la libertad y la licencia de oprimir, matar, saquear, rapiñar, explotar.
16. Libertad de comercio y comercio de la libertad. El universo cerrado del recinto agrario genera sociedades autoritarias que su sofocante oscurantismo habría hecho periclitar si el intercambio comercial de los bienes producidos no hubiera abierto la puerta de acceso al exterior. El comercio es el Espíritu terrestre que trae algo de luz a la tenebrosidad de las religiones, opone la filosofía al discurso teológico. Pero rápidamente nos damos cuenta de que ambos son instrumentos del Poder.
17. La conciencia de Homo sapiens trataba de aclarar qué era y qué quería ser. Obrando de este modo por el progreso de la evolución natural. Fue entonces, como suele pasar durante un experimento, que una ramificación surgió. El proceso de humanización comprometida sufrió una contradictoria distorsión, un error de enfoque. El ser humano regresó al estado de bestialidad depredadora y se revistió de una conciencia angelical, que le permite progresar domando esta animalidad, naturalmente identificada con la materia terrestre grosera y caótica en busca de un orden y tutela celestial.
18. La civilización agromercantil ha sido siempre un campo de batalla. Nuestra historia es la secuencia de una guerra donde la preeminencia de la fuerza y la picardía prohíbe el apoyo a los más débiles y se burla de la sugerencia de resolver humanamente los conflictos. Es cierto que pocos se inclinan a asentar sus lindas intenciones en bases sociales donde el modo de vida afectivo, erótico, amoroso y de afinidades resuelva de otras formas las contradicciones y divergencias.
19. Somos los herederos de aquellas y aquellos que cometieron el error de abandonar sus oasis de abundancia y libertad aunque jamás renunciaran al irreprimible deseo de reconstruirlos y hacerlos florecer.
20. La verdad solo se propaga cuando es vivida. La mayoría de las insurrecciones exceden la imperiosa necesidad del mendrugo de pan que a menudo las ha puesto en marcha. Despiertan con la conciencia de que no hay libertad de explotar, dominar, matar, atormentar, desnaturalizar, tratar como objeto a un ser humano, animal, vegetal, mineral. Ahí nos damos cuenta de que la generosidad ética es revocable a cada instante cuando no emana de una vivencia sensible a su riqueza potencial sino de la codicia de ser su portavoz.
21. Las insurrecciones de la vida son de tierra, fuego, respiración vegetal, presencia animal, mantos freáticos y océanos, de paisajes que son los sueños de lo real.
22. En el orden de cosas establecido por el capitalismo, la libertad mercantil sustituye la libertad de vivir. La reificación paraliza y esteriliza la exuberancia creadora. Aunque lo hace en vano. Tarde o temprano, la libertad de vivir abolirá las libertades del comercio.
La pasión de crear prevalece sobre la obligación de trabajar, la llama de la vida surge de las cenizas de una existencia que creíamos apagada.
23. La oleadade consumismo hizo de la libertad lucrativa la base de una democracia totalitaria. Esta se asentó aún más fácilmente en la opinión pública por el plan Marshall que oportunamente había abierto el camino para la colonización de las naciones europeas. Irónico giro, la vieja Europa estaba entonces bajo la amenaza de un varapalo económico por las revueltas que hacían tambalear sus seculares imperios coloniales. Fue un doble golpe para el capitalismo. Las ganancias provenientes del desarrollo del consumismo resultaron muy superiores a los ingresos de un sector productivo constantemente amenazado por los conflictos sociales.
24. Las masivas matanzas de Sétif ocurren a la sombra de las potencias de Nuremberg. Los administradores del mundo libre masacran presurosamente las poblaciones -llamadas tercer mundo- que anunciaban el fin de la explotación colonial. Una odisea de trastienda extrapoló de la victoria sobre el nazismo la derrota inminente de este capitalismo de Estado burocrático que gobernaba el imperio, con ultrajo, calificado como soviético. La apelación cuando menos abusiva de “comunismo” sirvió para retocar las libertades del libre comercio y aplastar las caprichosas revueltas obreras como si ocultaran al KGB en su mochila.
25. No hay que exagerar para distinguir, entre los híbridos humanos y los animales que somos, un “partido” de chimpancés y un “partido” de bonobos. La agresividad de los primeros se impone a menudo a la tranquilidad lúcida de los segundos. ¿Cree que es una caricatura? ¿una exageración? Observe pues el vuelco del “amaos” al “¡mataos los unos a los otros!” que tan a menudo daña las relaciones. Tanto orgullo y arrogancia, ¿para qué? ¡Para ser el más violento de los monos!
26. La depredación somete, la ayuda mutua libera. Las insurgentes y los insurgentes de la vida cotidiana no tardaron en entenderlo. Mientras sus luchas emanaban de una reivindicación universal, la libertad de la vida y la libertad de la tierra, vieron surgir simultáneamente jefecillos que, bajo el pretexto de organizar y guiar la espontaneidad, establecieron sus comités de recuperación.
27. La humanidad se ha renegado al sacrificar el ser al tener. Fue una decisión aberrante, como lo demuestran, en la fase de final de la partida, el colapso del tener y el despertar del ser.
28. El genio de la adaptación produce la riqueza mercantil, en defecto de la riqueza de vida que es incapaz de crear.
29. El Poder macho ladrador ya no disimula el veneno que por todos lados ha escupido. Numerosos “expertos científicos” abordan con reticencia, incluso repugnancia las civilizaciones donde no reinan ni guerras ni grandes conflictos ni jerarquía ni patriarcado ni matriarcado ni más violencia que la caza puntual. El desafortunado Marcelino Sanz de Sautuola, que descubrió las cuevas de Altamira y publicó el listado de los sorprendentes grabados rupestres, fue acusado por las eminencias de la arqueología científica de ser su autor. El genio de las civilizaciones preagrícolas presentado como impostura, esto dice mucho de la realidad del mundo al revés.
30. La conciencia de un fiasco planetario, en el que la sobrevivencia de la especie se ve amenazada, hace emerger del fondo de la memoria la simple idea de que otras experiencias son posibles, que otras organizaciones sociales están a nuestro alcance.
31. Hasta la saciedad, la religión ha sido el corazón de un mundo sin corazón.
32. Recuperada y reinventada por el libre comercio, la libertad no es más que el paso de un lugar cerrado a otro, una de las numerosas puertas que la economía mercantil abre sobre sí misma.
33. “Quien pretende hacer de ángel hace de bestia”. Incluso Pascal, partidario de los asuntos de la mente, se burla de esta criatura híbrida cuya malformación hace estragos aun en nuestros días como si hubiera existido desde siempre.
34. La verdadera libertad es vivir según nuestros deseos en el infinito deseo de una vida.
35. El consumismo triunfal ha provocado la caída del imperio soviético. Su colapso provocará el fin del imperialismo americano. Lo que en el actual contexto significa el fin del imperialismo mercantil.
36. El Poder está destinado a desaparecer. A quien ironice sobre el tiempo que abarcará semejante empresa, le recordamos que a menudo la urgencia no mejora más que el catastrofismo. Y sobretodo, que retorcerle el cuello al tiempo hace parte del proyecto.
Este texto, con otro título, forma parte del libro Du Traité de savoir-faire à l’usage des jeunes générations à la nouvelle insurrection mondiale. Publicado en francés en el año 2023. Traducción al castellano: Propalando.