Fragmento del poema Músicas, en el libro Vienen las islas, de Alberto Nito Fritz (Viedma, Río Negro, 1962-2022)

 

Cada nota que toco en la trompeta la puedo cantar”, Chet Baker

 

Nadie dice ‘Nadie’, porque al decirlo levanta una voz interminable, que ya a nadie pertenece, que se multiplica tanto que el hombre de los peces pierde sus redes en el agua y grita de pronto: ‘Nadie’. Imposible atrapar esa palabra entonces, gira en el viento, va hacia las ciudades, las arrasa, es un conjuro en boca de todos. Y si nadie la nombra, nadie notará el cambio, y si el alma es el alma, carne al fin redimida, nadie podrá contarlo.

Luz de la soledad/ en un borde del dobladillo del pantalón./ La dejo estar ahí, mi luz./ Despojada por la pasión/ acuña restos de razón/ (las rimas sin ton ni son/ de la soledad) sin ton ni son/ en la luz.

La verdad es espinosa: mentida verdad/ no verdad./ Musa intérprete de la verdad./ La verdad es que no sabemos,/ ciegos, andrajosos./ Espejismos de verdad/ en los trenes de medianoche;/ país del fin del mundo donde vivo/ la verdad del exceso./ Por eso todo en exceso,/ porque no sabemos.

Mi padre chapucea en el líquido amniótico de la vida.

El que vive acorralado por la pasión de su propia palabra, no ve, no sabe, excepto lo que esa palabra al oído le dice, día y noche, noche y día. Ahí va, cuerpo movido por esa palabra, con ella encanta, ahuyenta a los animales del atardecer. Movido por el viento ahí va, con su secreta palabra.

Su primer balbuceo es aire.

 

 

Nadie dice "Nadie", Nito Fritz

 

 

 

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