Gustavo Esteva

Otro mundo no es solamente posible. Está en camino.  Si uno escucha atentamente, en un día tranquilo, puede oírlo respirar.”  (Arundhati Roy)

La Universidad de la Tierra en Oaxaca es una pequeña universidad alternativa, en que aprendemos en libertad haciendo lo que queremos aprender, sin currículos ni diplomas. Ahí, como quería Iván Illich, estudiar es la actividad gozosa de personas libres.

En enero de 2017 empezamos un seminario virtual mensual, en el que participan desde entonces colectivos de seis países y de una docena de espacios urbanos y rurales de México. Le llamamos: “Otros horizontes políticos; más allá del patriarcado, el capitalismo, el estado-nación y la democracia formal.”

Tras compartir algunas lecturas y escuchar a diversos intelectuales activistas, el seminario se ocupó con la voz de colectivos y grupos de muy diversa índole, que nos compartían sus aventuras de transformación. Lo que quiero exponer es en buena medida el fruto de nuestras reflexiones y exploraciones y de las iniciativas con las que empezamos a entrelazarnos al ponernos en camino.

El estado de cosas

Nos pusimos en movimiento porque encontramos insoportable el estado de cosas, asociado con la forma patriarcal de pensar y existir. Nos organizamos ante un complejo entramado que produce resultados brutalmente sencillos: las desigualdades cada vez más acendradas y la devastación creciente y despiadada de todo lo vivo.

La forma patriarcal de pensar y existir se ha vuelto cada vez más improductiva en sus propios términos. Campañas esencialmente destructivas y patriarcales como la llamada ‘revolución verde’ llegaron ya a su límite técnico, económico y ecológico, y no tienen sustituto  adecuado en la ingeniería genética, aunque ésta cumpla su función destructiva. El estilo patriarcal pierde continuamente credibilidad. Por miles de años se percibió como la forma ‘natural’ de existencia social y no lograron prosperar las alternativas. En la actualidad, es objeto de continuo cuestionamiento. Al privilegiar la competencia, la jerarquía, el desconocimiento del otro, la dominación, el control, la violencia y la guerra, instaura un régimen basado en el ‘odio a la vida’, el cual deriva en la compulsión de sustituirla por creaciones artificiales. Este régimen se ha exacerbado hasta extremos cada vez más destructivos.

La intensificación patriarcal, al entrar en agonía ese régimen como forma de dominación, representa un deslizamiento a la barbarie: proliferan ‘proyectos de muerte’, que destruyen naturaleza y cultura y dejan tras sí inmensa destrucción; se desmorona paso a paso la ‘fachada democrática’ y se intensifica el ejercicio autoritario, que recurre a la fuerza pública y  la violencia ilimitada como dispositivos de control para sustituir al poder político que se desvanece; el racismo, el sexismo y la homofobia, inherentes al régimen dominante, se hacen cada vez más evidentes y agresivos en todos los aspectos de la realidad. La violencia ha quedado sin control. El debilitamiento manifiesto del ‘estado de derecho’, bajo un ‘estado de excepción’ declarado o sin declarar, incrementa continuamente la violencia legal e ilegal y contamina todos los aspectos de la vida cotidiana. Aumenta la violencia doméstica, lo mismo que los feminicidios, y se multiplican ejemplos de grave degradación humana en los crímenes cotidianos que definen un estado de cosas. El tipo de violencia que se ejercía predominantemente contra ciertos grupos y clases se extiende a capas cada vez más amplias, aunque se sigue ejerciendo en mayor medida según clases, etnias y género.

Parece haber llegado a su fin la era moderna. En el curso de los últimos 50 años se realizó una crítica interna de sus pilares teóricos y se desgastaron profundamente sus esquemas políticos, fincados en las estructuras coloniales tradicionales. El individualismo que era su sustento principal empezó a mostrar sus pies de barro y a hacerse contraproductivo: capas cada vez más amplias de personas, que fueron construidas como individuos y se entregaron con afán enloquecido a la lucha individualista, empiezan a refugiarse en drogas y otros medios de escape, porque sienten ya la prisión individual como una camisa de fuerza insoportable. Se han deteriorado gravemente las ‘verdades’ y las formas de conocer que hasta hace poco sustentaban las maneras predominantes de ser y de pensar. Todo esto permite pensar que como proyecto civilizatorio occidental, la modernidad está llegando a su fin.

Las formas posmodernas de existencia son perturbadoras. Cunde la anomia, un estado de confusión y desorientación, al no poder confiarse ya en las verdades consagradas.  Hay una gran crisis de significados, para algunos crisis espiritual. Al entrarse a un periodo de incertidumbre radical, un número creciente de personas busca en los ‘fundamentos’ religiosos o teóricos un sostén que sustituya lo que han perdido. La disolución de las estructuras teóricas, morales y políticas del individualismo conducen a su radicalización, lo que lo hace aún más racista, sexista y excluyente bajo condiciones cada vez más agresivas.

Ha entrado en agonía el diseño del estado-nación. Se disuelve paso a paso el mito de la soberanía, que no encuentra ya referentes de la realidad que permitan mantenerlo en la conciencia general. Las fronteras nacionales, que facilitaron la expansión del capitalismo en sus primeros siglos, se han convertido en obstáculo para la globalización neoliberal, por lo que el capital, las instituciones internacionales y grupos internos las han estado disolviendo. Se mantienen los rituales  del nacionalismo y sus funciones unificadoras para el ejercicio autoritario, pero ha perdido legitimidad y capacidad de movilización, aunque en ciertos países se manifiesten sus síntomas más peligrosos, de corte fascista.

La reproducción trasnacional del diseño del estado-nación provoca intervenciones arbitrarias y destructivas, cada vez más dañinas, cuando se intenta realizar a escala macro-nacional lo que ya no puede hacerse a escala nacional, como la administración de la economía. El aumento continuo de los flujos migratorios crea todo género de perturbaciones, en los países de origen y destino de los migrantes, y se cometen contra ellos toda suerte de atropellos. Se han generado ficciones perversas de gobernabilidad transnacional, que funcionan como cortinas de humo de ejercicios cada vez más autoritarios.

El régimen capitalista de producción podría haber llegado a su fin. Muestra creciente incapacidad de reproducirse y expandirse en sus propios términos, es decir, mediante la extensión de las relaciones capitalistas de producción. Ha llegado a su límite interno, por la transformación tecnológica y organizativa, que sólo pospuso la crisis terminal mediante el truco crediticio de los años noventa, y ese límite se combina desde hace años con el ecológico y el social.

Cambia así la naturaleza del capitalismo. Aunque nació del despojo abierto –la llamada acumulación originaria- y nunca abandonó el despojo como estrategia de concentración, no tiene precedente la escala actual del despojo en todos los órdenes (extractivismo minero, urbano, financiero y laboral) como sustituto de la producción, ante el agotamiento de la acumulación ampliada. El capital no puede detener ni revertir su autodestrucción, pero esto implica destruir también la economía real (la gallina de los huevos de oro), lo mismo que la naturaleza, el tejido social y la cultura, en un deslizamiento patriarcal a la barbarie. Puede verse así el origen patriarcal-capitalista del cambio climático y la crisis ecológica generalizada. La creciente concentración de dinero no puede convertirse en capital, agudizando la desigualdad a niveles sin precedente y propiciando el estallido de ‘burbujas’ especulativas cada vez más destructivas.

Se hace finalmente evidente la naturaleza despótica de la democracia. En todas partes se han debilitado o desaparecido las dos creencias que sostienen una sociedad democrática: que la mayoría crea que los procedimientos electorales son justos, abiertos, igualitarios y respetados y que crea en sus resultados, es decir, que considere que los funcionarios electos representan los intereses de todas y todos. Se ha perdido el monopolio de la violencia legítima, pilar del estado-nación, pues los aparatos estatales carecen ya de legitimidad y del monopolio de la violencia. Todo esto socava desde sus bases el régimen de representación, que opera por inercia y con sus rituales de costumbre pero ha perdido toda sustancia real.

El desmantelamiento de la fachada democrática estimula formas cada vez más despóticas de gobierno, con marcas claras de color y de género. El uso creciente de la fuerza pública y de dispositivos ilegales para el ejercicio de la violencia refleja la creciente ingobernabilidad e incapacidad de las clases políticas de ejercer pacíficamente la función de gobierno. Con la complicidad de la mayoría de los medios masivos, hace de la producción generalizada de la mentira (la llamada “posverdad”), un nuevo fundamento de la dominación. Las redes sociales no logran contrarrestar este régimen ni dar visibilidad a otras verdades-realidades de los grupos sociales subalternos.

Se desmorona el modelo neoliberal de globalización. Las luchas internas entre las viejas potencias y las nuevas establecen un sistema multipolar con grandes tensiones e inestabilidades. La competencia entre procesos de re- y des-occidentalización conduce a posicionamientos y estrategias cada vez más fundamentalistas, guerreristas, y destructivos. La idolatría de los mercados y la hipertrofia del sector financiero –dos grandes fundamentos de la globalización—se tornan contraproductivos y destructivos social y ambientalmente.

A partir de estos trazos del estado de cosas, generados en nuestro seminario, buscamos identificar a colectivos y grupos que hubieran roto radicalmente con el régimen dominante. Tratamos de escucharlos,  documentar su experiencia en sus propias voces y circular entre ellos mismos lo documentado para que aprendieran unos de otros. Les propusimos que tras documentar un buen número de esas iniciativas, nos reuniríamos todos para ver lo que habíamos aprendido y definir qué hacer. Planteamos que quizás la colección de experiencias mostraría que es posible romper con el sistema, aunque el sistema siga ahí, lo que podría servir de inspiración a los millones de descontentos pero que no han descubierto como escapar del sistema o no creen que sea posible.

El mundo nuevo

La excursión resultó pronto una sorpresa. Por todas partes encontramos personas en movimiento que desgarraban de alguna manera el régimen dominante. Habían sentipensado por algún tiempo que estaban en una prisión y en un callejón sin salida. Una prisión: se les mantenía confinados a una condición cada vez más regulada y controlada, sujetos a normas y opciones de vida impuestas desde arriba. Un callejón sin salida: no parecía haber forma de escapar de esa condición que se había vuelto cada vez más insoportable.

Para sobrevivir o por otros motivos y razones, un día dijeron ¡Basta! y saltaron un muro o abrieron en él un agujero y empezaron a hacer otra cosa, algo distinto a lo que estaba prescrito. Poco a poco tomó forma su iniciativa. Como es obvio, no escaparon del planeta; el monstruo sigue ahí y los rodea y acosa. Tienen que lidiar cotidianamente con él y mantienen aún dependencias del mercado y del gobierno. Pero lo que construyen abarca cada vez más esferas de sus realidades inmediatas, comienza a entrelazarse con otras iniciativas y se perfilan ya nuevos horizontes vitales y políticos.

El ‘mundo nuevo’ es para ellas y ellos caminos que se hacen al caminarlos. Los acotan y empiezan a caminarlos a partir de una ruptura, pero no hay relaciones mecánicas entre lo que se rompe y lo que se hace. Escapar de la prisión significa ante todo librarse del peso de una manera de pensar y de sentir, que se manifiesta en el lenguaje que se emplea. Las palabras son puertas y ventanas de la percepción… y las que se acostumbra usar son portadoras del mundo que muere. Lo que la gente está haciendo exige sentipensar de otra manera… lo que lleva a dar forma a nuevas palabras o a dar nuevo significado a las que están en boga. En eso andan. Están creando opciones de vida –formas de ser, sentipensar, actuar- diferentes a las establecidas, que no caben ya en el marco constituido ni puede expresarse en sus palabras.

No se trata de ejercicios utópicos, pues lo que hacen ya tiene un lugar en el mundo; no es lo que carece de él. Reconocen la incertidumbre radical ante la que nos encontramos. El futuro ya no tiene futuro. No podemos colgar nuestra vida de alguna tierra prometida ni aceptar propuestas teóricas, ideológicas o políticas en que el presente se convierte en un porvenir siempre pospuesto. Alimentan con lo que hacen su esperanza cotidiana, bajo la impresión de que la experiencia puede volverse contagiosa, tras el rechazo creciente a futuros prometidos cada vez más inciertos y nefastos. Construyen un por-venir que conecta sus deseos con la realidad y da materialidad concreta a sus sueños.

Para compartir la iniciativa que tomamos en Unitierra, para ver-nos con otras y otros, preparamos una lista de siete grupos de actividades o actitudes que encontramos en la primera parte del camino, en los colectivos que visitamos primero y en las experiencias con las que interactuamos por un tiempo. Cada renglón de esta lista nació de la observación de una experiencia concreta, pero ninguno de los colectivos que conocemos abarca todo lo incluido en ella. La redactamos en la primera persona del plural, para que quienes la leyeran pudieran decirnos si se sentían o no representados en ella.

Primero: cuidar la vida humana y no humana está en el centro de nuestro entramado comunitario y tiende a determinar nuestra estructura y funciones. Esta actitud comprende lo siguiente:

  • Damos especial atención comunal a la gestación, nacimiento y crianza de niñas y niños, lo cual ocupa un lugar central en la organización de la vida cotidiana.
  • Restablecemos o establecemos por primera vez la posición central de la mujer en la organización comunal/social de la crianza de la vida, en el seno de una percepción que entiende a la mujer y al varón como nudos de relaciones de personas humanas y no humanas, que asume la pluralidad de los géneros y que rechaza toda forma de subordinación, jerarquización o discriminación por razones de género.
  • Buscamos eliminar comportamientos que destruyen la vida o la contaminan. Realizamos acciones compensatorias cuando debemos hacer algunas destructivas. (Por ejemplo: sembramos árboles cuando ha sido necesario cortar algunos).
  • Reducimos a un estricto mínimo la generación de desechos, reciclamos los que producimos y disponemos adecuadamente de los que no pueden reciclarse.
  • Resistimos todo intento externo de destruir la vida humana y no humana e intentamos la regeneración de cuanto ha sido previamente destruido o contaminado.
  • Recuperamos e impulsamos la auto-movilidad (los pies, la bicicleta…), así como la energía animal, reduciendo al mínimo posible el uso de vehículos de motor.
  • Realizamos un esfuerzo sistemático de dar a las plantas y a los animales un trato apropiado.
  • Desmantelamos rigurosamente todas las formas de violencia contra las mujeres, los niños, las niñas y quienes no se ajustan a alguna definición de ‘normalidad’.
  • Hacemos continuo acopio de saberes de diversas procedencias, tanto tradicionales como contemporáneos, para la interacción creativa con la vida y con los seres inanimados y para su yuxtaposición con conocimientos formalizados.

Segundo: nos organizamos en forma horizontal y no admitimos poder sobre las personas por motivos raciales, económicos, sociales, políticos, religiosos o de cualquier otra índole.

  • Basamos nuestra organización en la armonización horizontal, evitando dispositivos de mando, control, dominación y explotación.
  • Contamos con mecanismos flexibles y sustituibles de coordinación y organización de las actividades, que dan facultades temporales con mandatos claros para cumplir esas funciones.
  • Cuidamos y respetamos jerarquías sin poder basadas en amor, experiencia, sabiduría y servicio.
  • Reconocemos, apreciamos y respetamos la sabiduría de los ancianos, obtenida por la experiencia, y las opiniones de quienes poseen competencias específicas, pero no siempre las seguimos.
  • Reconocemos y apreciamos especialmente las competencias derivadas del servicio a la comunidad.
  • Reconocemos y celebramos organizaciones específicas, en el seno de la nuestra, basadas en la diversidad, que se construyen desde afinidades étnicas, de creencias o de otros aspectos de la condición de personas y grupos, pero buscamos su armonización para evitar exclusiones o discriminaciones.
  • Confiamos en la idea de construir un mundo en que quepan muchos mundos.

Tercero: el cariño es la argamasa, el material, que forma, moldea y mantiene nuestra organización.

  • Nacimos del cariño, no de la ideología o de un objetivo común, aunque compartimos un horizonte sobre nuestra existencia.
  • No todas las personas de la organización siente cariño entre sí, pero el cariño enlaza a todos los grupos, subgrupos, colectivos… que forman parte de ella.
  • Sentimos también cariño hacia la organización misma, sea por tradición (familia, comunidad, etnia…), por historia (la que se ha compartido en su seno), por impulso (los motivos que llevan a pertenecer a ella) o por destino (la sensación de que se comparte el destino de la organización).
  • El cariño es el tejido que sustenta nuestra organización y la sustancia que permite transformar nuestros conflictos.
  • El cariño moldea nuestra estructura, mecanismos de operación y manifestaciones de existencia.
  • Sentimos y manifestamos cariño hacia las personas y hacia la organización, pero también hacia las plantas, los animales y las cosas –los cerros, el agua, el suelo…- no como entidades abstractas (hacia las cuales no puede ni debe tenerse sentimiento alguno) sino como realidades específicas.

Cuarto: buscamos que el gozo y la creatividad sean centro de nuestra actividad y de la organización de la vida cotidiana.

  • Reducimos al mínimo estructuras laborales rutinarias y aburridas.
  • Resistimos la forma ‘trabajo’ de la actividad. Buscamos que desaparezca de la vida cotidiana la idea misma de trabajar.
  • Las actividades o funciones que no le gustan a nadie tienen carácter rotatorio, para que cada quien dedique la mayor parte de su tiempo a actividades que le resultan gozosas e interesantes.

Quinto: impulsamos, multiplicamos y fortalecemos, por todos los medios a nuestro alcance, la condición nosótrica de nuestro ser:

  • En tanto personas, pues no nos sentipensamos como individuos –separados entre sí y de la realidad natural y social –, sino que nos reconocemos como nudos de redes de relaciones, y sustituimos las formas individuales e individualizantes por formas comunalitarias;
  • En tanto colectivos, como agrupamientos de personas con motivos y propósitos específicos;
  • En tanto comunidades, como entrelazamiento de personas sujetas a normas compartidas, tanto las que vienen de una tradición común como las definidas en forma autónoma;
  • En tanto pueblos, como entrelazamientos múltiples de grupos y comunidades que comparten cultura e historia;
  • En tanto afirmaciones políticas, que expresan una resistencia común o un impulso transformador compartido.

Sexto: adoptamos las premisas de la suficiencia y la abundancia como principios organizadores de la actividad.

  • Resistimos activamente la organización económica de la vida cotidiana, es decir, resistimos la premisa de la escasez, el supuesto lógico de que tenemos deseos/necesidades fines ilimitados pero medios limitados, lo que crea el problema de la asignación de recursos que organiza y regula a la sociedad moderna.
  • Damos forma contemporánea a las premisas tradicionales de la suficiencia y la abundancia, es decir, a los supuestos que asumen la generosidad de los dones naturales (que no consideramos mercancías) y a la sensatez de vivir con lo que se tiene.

Séptimo: moldeamos las diversas esferas interconectadas de la vida cotidiana con verbos que nos devuelven agencia autónoma (comer, sanar, aprender, habitar…), sin la dependencia que  imponen los sustantivos (alimentación, salud, educación, vivienda…):

  • Comer. Resistimos un sistema alimentario que nos intoxica y enferma, genera dependencia del mercado y el gobierno y destruye naturaleza y cultura, al restablecer la centralidad de todo lo relacionado con la comida, desde el cultivo y la preparación con la mayor autosuficiencia posible, hasta la actividad misma de comer, como actividad gozosa para disfrute familiar y comunal.
  • Sanar. Resistimos la dictadura médica profesional, al tiempo que respetamos y fortalecemos formas tradicionales de sanación y a quienes las practican y organizamos la combinación apropiada de remedios tradicionales y tecnologías contemporáneas.
  • Aprender. Resistimos las imposiciones y discriminaciones del sistema educativo, al tiempo que impulsamos y fortalecemos la libertad de aprender y su ejercicio autónomo.
  • Habitar. Resistimos la destrucción sistemática del entorno y de las capacidades autónomas, al tiempo que cultivamos y fortalecemos el arte de habitar y la reapropiación del lugar.

Octavo: nos organizamos políticamente con base en normas heredadas y las que formulamos en forma autónoma, resistiendo las que se nos imponen por el mercado o el gobierno, y construimos paso a paso formas jurídico-políticas que se basan en el acuerdo y en la armonización de los sueños nacidos de la pluralidad.

Noveno: practicamos y tratamos de extender el diálogo de saberes, eliminando su jerarquización arbitraria.

La manera de encontrarnos

        Esta lista de rasgos de los entramados comunitarios que  encontramos al ponernos en marcha y apuntaban a un mundo nuevo no se aplicaba a nadie en particular. Quienes conocen a los zapatistas saben que la mayor parte de las actitudes y comportamientos de la lista aparecen en el mundo zapatista, pero ni siquiera ellos los adoptan en su totalidad. Hubiera sido inútil buscar a colectivos que los tuvieran todos. Nos preguntamos entonces cuáles son los requisitos mínimos que debería tener un colectivo para ser incluido en nuestra exploración.

Definimos ante todo el sujeto: entramados comunitarios cuyo modo de vida expresa una innovación radical. Le llamamos ‘entramado comunitario’ al arreglo práctico entre dos o más personas, formalizado o no, para actuar juntas y juntos. Se juntan por motivos, por el impulso que las une, más que por un propósito específico. Pueden o no formar parte de colectivos, grupos, organizaciones, comunidades y movimientos sociales. Consideramos que algo es “radicalmente innovador” cuando rompe con la manera de vivir dominante, en los términos del patriarcado capitalista. El cariño, la amistad, que son la argamasa que nutre cada entramado, no funcionan en él como meros ‘sentimientos’. Son maneras de relación que se convierten en categorías políticas al definir a los entramados como células de la nueva sociedad y al proyectarse en las relaciones de cada entramado con otros.

Los rasgos mínimos de un entramado comunitario que debía tener para que lo invitáramos fueron los siguientes:

  • Se ha formado y actúa por decisión propia. Puede haber nacido por iniciativa de una persona, pero quienes forman parte de él están ahí por decisión propia, por motivos compartidos;
  • Disuelven en su práctica concreta la jerarquía en las relaciones entre quienes lo forman y hacia otras personas o grupos;
  • Se ocupan de cuidar la vida, adoptando conductas respetuosas con la Madre Tierra y todos los seres vivos;
  • Enfrentan todas las formas de racismo y sexismo, dentro del entramado y en sus entornos;
  • Rompen con dependencias del mercado y del Estado, mediante la construcción autónoma y la creatividad gozosa. La ruptura nunca es total. Por ejemplo: el entramado intenta cultivar y preparar sus propios alimentos… pero también puede comprar algunos. Trata de compartir sus excedentes en formas no económicas de intercambio… pero también puede vender algunos. Por lo general, los entramados empiezan en una esfera y poco a poco se van extendiendo a otras;
  • Evitan que su actividad tome la forma de mercancía y reducen la producción y consumo de mercancías en todas las esferas de su vida cotidiana.

Como es obvio, le empezamos a llamar ‘mundo nuevo’ a experiencias que en rigor no lo son, por los vínculos que mantienen con el mundo actual. Incluso los zapatistas, que son sin duda el caso más completo de una alternativa, mantienen vínculos con el mercado y el Estado. Lo importante es que ya no dependen de ellos. Si en alguna circunstancia se rompieran por completo esos vínculos podrían seguir subsistiendo –aunque ya no pudiesen comprar bicicletas, computadoras o equipos de ultra-sonido para sus clínicas. Ni mental ni materialmente pertenecen ya al mundo actual y son prueba viva de que otro mundo es posible. Según la experiencia histórica, el paso de una era a otra se produce cuando las rupturas e innovaciones adquieren masa crítica suficiente y el régimen dominante se derrumba – pero no es esa la cuestión que analizo aquí.

Pensamos que la cuestión alimentaria ilustra bien lo que está pasando. Como ha dicho Eduardo Galeano, el poeta uruguayo, en estos tiempos de miedo global quien no tiene miedo al hambre tiene miedo de comer. Casi mil millones de personas se irán hoy a la cama con el estómago vacío, y todas las demás saben que los alimentos que adquieren en el mercado los intoxican. Saben también que no pueden esperar que los gobiernos o las corporaciones resuelvan el problemas que ellos mismos han creado. Comer sanamente depende de nosotros, como sostiene Vía Campesina, para la cual tenemos que ser nosotros mismos quienes definamos lo que comemos… y producirlo. Es lo que está pasando. Pequeños campesinos, principalmente mujeres, alimentan al 70% de la población del mundo, lo que significa que el agronegocio, que posee u ocupa más de la mitad de los recursos alimentarios del planeta sólo alimenta al 30%. La producción urbana autónoma de los alimentos se extiende por todas partes.

Identificamos y documentamos ya, en nuestro ejercicio, un grupo sustancial de entramados comunitarios radicales. A fines de 2019 nos reuniremos para determinar lo que haremos, nuestra visibilización, nuestra articulación. Pero el descubrimiento del ‘mundo nuevo’ ya no se reduce a esa iniciativa. En el seno del seminario virtual empezaron a presentarse experiencias de otros países, no sólo de México, que tenían características muy semejantes a la que aquí estábamos identificando. Además, descubrimos iniciativas semejantes en otros países, como Vikalp Sangam, en India, impulsada por un grupo de organizaciones y redes de ese país. Finalmente, nos hicimos parte de una iniciativa para formar, desde la base social, un Tejido de Alternativas Globales, que busca articular “al vigoroso movimiento (…) que rechaza el capitalismo, el patriarcado, el racismo, el sistema de castas, el individualismo y el antropocentrismo y adopta un horizonte más allá de las estructuras de opresión.”

La iniciativa intenta articular local, regional, nacional e internacionalmente empeños que “buscan democracia radical o directa, economías basadas en la autosuficiencia, el cuidado y la solidaridad, así como la diversidad cultural y de saberes, todo ello bajo la sabiduría ecológica subyacente.” Se basan en “valores éticos y espirituales de compartencia, dignidad, diversidad, interconexión, amor y empatía, autonomía y libertad, transformación pacífica, coexistencia respetuosa con los demás y con la naturaleza, entre otros.”

Los tejidos de la iniciativa buscarán el mutuo aprendizaje y apoyo de las alternativas y darles la visibilidad que permitirá inspirar a otros. Se trata de “continuar por los caminos existentes o acotar otros nuevos que fortalezcan las alternativas en dondequiera que estén, hasta el punto en que una masa crítica de caminos alternativos pueda crear las condiciones para que se produzcan los cambios sistémicos que necesitamos a fin de detener el horror actual y crear otras posibilidades de vida.”

Para nosotros, en Unitierra Oaxaca, en Vikalp Sangam o en el Tejido Global de Alternativas, el mundo nuevo ya nació. Arundhati Roy tiene razón: lo estamos oyendo respirar. También sabemos, sin embargo, que todas las alternativas están en riesgo, incluso aquellas, como las de los zapatistas o los kurdos de Rojava, que parecen más consolidadas y completas. La ola de barbarie que cunde por el mundo las pone en peligro, igual que a la propia especie humana y a todas las formas de la vida civilizada. Aprender a ver el ‘mundo nuevo’, descubrirlo entre nosotros, limpiar la mirada contaminada del régimen en agonía, es hoy condición de su supervivencia.

San Pablo Etla, noviembre de 2018

Nota:

El texto es la transcripción de la intervención en la conferencia internacional “Imaginar el futuro: saberes, experiencias, alternativas”, organizada por el Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra, Coimbra, Portugal, 8 a 10 de noviembre de 2018. Enviada por el autor para su publicación en Comunizar.

Gustavo Esteva Otros modos de vida

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Empeñadero.
Las vueltas del camino.
De la educación alternativa a las alternativas a la educación.