Sentipensar lo asambleario

Revolotea una atmósfera de rechazo a la cadencia, los tiempos y espacios del modo de organización asambleario. Una suerte de fastidio, de asociación con lo aburrido, cansador y poco operativo. No invita como las satisfacciones del espectáculo ni las alegrías del consumo. No llega a romper los aislamientos, las inercias y el confort, a desactivar egos-jetoneos o los cortarse libres espontáneos pero solxs desarticuladxs.

Posiblemente esto se encuentre ligado a los múltiples saqueos, a la colonización y los despojos de las potencias comunes, al empobrecimiento de nuestros saberes y conjuros organizativos. Nos dejamos expropiar la belleza y posibilidad de mirarla y mirarnos juntes, de sentipensar y procesar colectivamente las situaciones, de proyectar senderos y estrategias, de ir caminando y rectificando nuestros haceres y apuestas.

Resulta difícil en el encuentro colectivo, la ejercitación de la escucha activa, empática y la circulación de la palabra. Es como si no se llegara a avizorar la potencia insumisa y rebele del rodar de las voces con sus diferencias y matices tejiendo tramas y discursos comunes, componiendo diagnósticos, búsquedas y haceres.

Cuesta la escucha y el sentipensar juntes, cuesta asumir que el verla o venir haciéndola distinto pueda ser un aporte y no una chicana, cuesta respetar los procesos y tenernos paciencia entre cumpas, cuesta no aspirar a la homogenización y hegemonización. Por suerte ya se prendió fuego el “¿Qué hacer?” de Lenin y no hay acción, estrategia o grupa única ni privilegiada de la lucha. No hay vanguardia iluminada. Toca sentipensar juntes, re-preguntando en el caminar, desatrapando inteligencia e imaginación colectiva.

Uno de los mayores logros de las crisis de diseño y la avanzada de la crueldad del capitalismo se asiente en el volvernos más vulnerables, con la precarización y el empobrecimiento, a los espejismos extractivistas y sus violentos retornos a la normalidad debido al cansancio y el desgate permanente de lxs cuerpxs en lucha.

No hemos podido encontrar la forma de poner lxs cueprxs gozosamente; con lo cual la lucha en vez de fortalecernos y potenciarnos nos debilita. ¿Cómo volver la lucha, el agite, el corte, la evasión, el conjuro, la organización y la asamblea una delicia comunal, una afección alegre y revitalizadora? ¿Cómo resistir y desbordar a las pedagogías de la crueldad y las pesadillas del capital inventando ecologías de la tierna furia libertaria?

Urge enlazar comunidad, cultivar cercanías, desplegar escucha, acuerpamiento y apoyo mutuo. Remendar heridas, cuidar y respetar distancia. Urge ensayar la hechicería antisistémica de los buenos y deseosos convivires y co-organizar un nosotrxs abierto y común asumiendo que todxs somos territorio.

 

Marcos Diseminado, Patagonia, 12 de diciembre

 

Sentipensar lo asambleario