“Nuestras cabezas nunca se bajarán lo suficiente como para comernos su mierda”
(John Berger: De A para X)
Documenta, la exposición de arte contemporáneo más importante de Alemania y una de las que mejor registra las tendencias en el mundo del arte, realizada cada cinco años en la ciudad de Kassel, cerró hacia fines del año pasado su vigésimo quinta edición. La tradición la inició en 1955 el pintor y arquitecto Arnold Bode mediante una recuperación del arte degenerado, es decir, del arte de vanguardia de los veinte y treinta censurado por los nazis. La anécdota viene a cuento, como veremos más adelante. La muestra, desde entonces, expuso obras de los más reconocidos e innovadores creadores del arte contemporáneo. Esta última edición se realizó bajo la curaduría del colectivo artístico indonesio Ruangrupa y se centró en la colaboración entre artistas del norte y el sur globales. Cito: “queremos crear una plataforma de arte y cultura interdisciplinaria, cooperativa y de orientación global que siga siendo efectiva más allá de los 100 días de documenta quince. Nuestro enfoque curatorial apunta a un tipo diferente de modelo colaborativo de uso de recursos, económicamente, pero también en términos de ideas, conocimiento, programas e innovación”.(1) A esta suerte de common artístico el grupo curador lo nombró lumbung, palabra indonesia que designa una suerte de granero colectivo de arroz.
La exposición, en síntesis, prometía una experiencia interesante… Pero acabó en un escándalo. El principal motivo de este escándalo fue People’s Justice, un enorme mural creado dos décadas atrás por el colectivo también indonesio Taring Padi, y expuesto en la Friedrichsplatz delante del pabellón de documenta. El mural representaba una suerte de enjuiciamiento popular de algunos de los acontecimientos más desgraciados de la historia reciente de Indonesia. Naturalmente, el genocidio comandado por Suharto en 1965-66, en el que fueron asesinados más de medio millón de comunistas e integrantes de diversas minorías étnicas y religiosas, ocupaba una posición significativa en el mural. Hasta aquí, nada escandalizador, pero prosigamos. Las imágenes de la porción izquierda del mural denunciaban el capitalismo (imágenes de empresarios), el estado (una gran calavera con la inscripción: “la expansión de la hegemonía ´multicultural´ estatal”) y el genocidio (soldados, tanques, cohetes), sobre un fondo de restos óseos. Y esta denuncia incluía la intervención de agencias de inteligencia extranjeras, un hecho históricamente confirmado, en dicho genocidio (imágenes de varios comandos con rostros de cerdos e insignias que rendían cuenta de sus filiaciones). Tampoco, hasta aquí, ningún escándalo. El escándalo se originó en que, entre esos comandos que portaban en sus uniformes insignias como “007”, “KGB”, “M15” y otras menos reconocibles, se encontraba uno que portaba como insignias “Mossad” y la estrella de David.(2) O sea, en pocas palabras: la intervención en el genocidio de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos, la ex URSS y Gran Bretaña podían ser denunciadas sin suscitar escándalo alguno, pero no así la del servicio de inteligencia del Estado de Israel, porque en este caso se trataba de antisemitismo…
Es justo reconocer que, además de la imagen de ese comando, generó escándalo la de uno de los empresarios antes mencionados (con rizos laterales, nariz aguileña, dientes vampirescos y un sombrero con las SS nazis) que recordaba los estereotipos antisemitas de los judíos. Pero aquí nos interesa más bien discutir el cuestionamiento de aquella otra imagen, la del comando israelí, que descansa sobre la pretensión de que cualquier crítica a la política del Estado de Israel es condenable por antisemita. Y este parece haber sido, en cualquier caso, el sentido predominante entre las condenas a la exposición. Así lo indican los cuestionamientos a la serie de imágenes Guernica Gaza de Mohammed Al Hawajri, miembro del colectivo de artistas palestinos Question of Funding, fotomontajes en los que el artista combinaba motivos de pinturas de Delacroix, Millet, Chagall y van Gogh con imágenes de ataques del ejército israelí a territorio palestino. Así lo indican los cuestionamientos a un folleto sobre Palestina de un colectivo de mujeres argelinas, expuesto dentro de la exhibición Archives des luttes des femmes en Algérie. Y, en cualquier caso, esos colectivos indonesios Taring Padi y Ruangrupa fueron denunciados además por estar vinculados a Boycott, Divestment and Sanctions (BDS), un movimiento internacional que impulsa una campaña en favor de la aplicación (completamente justificada, por cierto) de sanciones económicas y políticas al Estado de Israel debido a su política de apartheid del pueblo palestino.(3) En todos estos casos, para resumir, los cuestionados no fueron obras y artistas que ofendieron al pueblo judío, sino obras y artistas que criticaron las políticas del Estado de Israel. Y si el lector no alcanzara a distinguir claramente entre ambas cosas, repare en que quizás su confusión se origine en el apenas disimulado carácter teocrático de este último.
Antes de seguir avanzando, describamos brevemente el escándalo mismo. Protestas de la Embajada de Israel antes que nada, naturalmente, y luego de asociaciones que lamentablemente operan en muchos casos como embajadas suyas de oficio, como el Consejo Central de Judíos en Alemania. Reacciones del Estado Alemán perfectamente alineadas con ellas, sin importar jerarquías burocráticas ni orientaciones políticas de sus funcionarios. Protesta del delegado del Gobierno Federal para la vida judía y la lucha contra el antisemitismo, ventanilla recientemente creada y dependiente del Ministerio Federal de Asuntos Exteriores (a cargo de A. Baerbock, una verde) y del Ministerio de Cultura y Medios de Comunicación (a cargo de C. Roth, otra verde). Intervención del primer ministro de Hesse, estado en el que se encuentra Kassel (B. Rhein, un demócrata cristiano) y advertencia preliminar del presidente (F.-W. Steinmeier, un socialdemócrata en este caso). Este último aceptó, al menos en principio y con reservas, que la política israelí podía ser criticada sin incurrir en antisemitismo…(4) Pero, en los hechos, People’s Justice acabó siendo cubierto con una mortaja negra y retirado de una Friedrichsplatz asediada por manifestantes que, naturalmente, agitaban banderas del Estado de Israel. Y la directora de documenta 15, Sabine Schormann, perdió su cargo.
Así es como documenta, esta extraordinaria muestra que nació hace casi siete décadas a través de un acto de reivindicación del arte de vanguardia censurado por los nazis, acaba de morir a través de un vulgar acto de censura. Tschüss, Kassel. Una pena. Pero el problema subyacente a este desgraciado acontecimiento es más profundo. Me refiero al insólito privilegio que se arroga el Estado de Israel, consistente en que sus políticas no pueden ser criticadas so pena de que sus críticos sean acusados de racistas. A pesar de que virtualmente no hay ningún otro estado nacional que goce de semejante privilegio, dentro del sistema internacional de estados, muchos de los restantes estados, y no sólo el alemán, parecen estar dispuestos a convalidar este chantaje. Demás está decir que ningún estado puede gozar de tamaña inmunidad. (Agregaría además, parafraseando a Robespierre, que la culpabilidad de todo estado es antes bien un asunto ontológico.) Pero, en cualquier caso, el hecho de que un estado que, entre otras de sus criminales políticas, impone un violento apartheid a la población palestina, se arrogue semejante privilegio, es especialmente intolerable. Y que el hecho de que otros estados convaliden ese privilegio los convierte en cómplices de dichas políticas.
PD: de te fabula narratur. Argentina, Ley CABA N° 6.309, sancionada el 18 de junio de 2020. “La Ciudad Autónoma de Buenos Aires adopta la definición de “antisemitismo” aprobada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) que se detalla a continuación: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto”. Único artículo -entre líneas, una advertencia. El Estado de Israel, ¿es una “institución de la comunidad judía”? Y la denuncia de sus políticas, ¿implica “odio a los judíos”? Lector: si es así por ley y estás en contra del apartheid, cuidate… pero tampoco bajes tu cabeza, claro, hasta el punto de comer su mierda.
Alberto Bonnet
Marzo de 2023
Notas:
1 Extractado de la presentación oficial de documenta 15 (véase https://universes.art/es/documenta/2022/short-concept).
2 Si el lector quiere confirmar que el colectivo de artistas indonesios responsable del mural (Taring Palí, es decir, dientes de arroz) no es ninguna patota neo-nazi, puede consultar su página web: http://www.taringpadi.com/.
3 Recordemos, dicho sea de paso, que por este mismo motivo se cuestionó el otorgamiento del último Premio Nobel de literatura a la escritora francesa Annie Ernaux. Véanse, en particular, las declaraciones de Josef Schuster, el presidente del mencionado Consejo Central de Judíos en Alemania, en Der Spiegel, 12/10/22 (https://www.spiegel.de/kultur/literatur/zentralrat-der-juden-nobelpreisauszeichnung-fuer-annie-ernaux-ist-verstoerend-a-025431da-b669-4b11-92ab-9bd426943243).