Escritor, poeta, músico y editor argentino, David Wapner Vive en Israel desde 1998 a donde se mudó por problemas de salud. Es un ciclón creativo, vanguardista y experimental. Su música, su voz poética y su forma de ver el mundo son un caleidoscopio personal, lejos de convencionalismos. Sobre su cabeza, Wapner escucha desde hace un tiempo “un rumor de aviones que van a matar aquí y allá”. Los graba en su teléfono y los envía en mensajes sonoros como testimonio de una crueldad humana a la que nadie debería acostumbrarse. Acaba de publicar
“Afuera hay guerra / Afuera hay guerro” en la editorial española Libros de la Imperdible y acaba de entregar también una colaboración musical con el percusionista argentino Marcelo García titulada Camallo. Wapner es testigo de algo que, según él, nadie debería llamar conflicto.

“Los niños y niñas de Gaza”, Ana Camusso

En España hablamos cada vez menos del conflicto de Gaza. Parece que se nos está olvidando ya.

El problema, según se deduce de tu planteo, es lingüístico: empleas la palabra “conflicto”, que es líquida y se diluye en medio del discurso, al cual suaviza. Como líquido que es, al final se evapora. Este líquido diluyente que es la palabra “conflicto” funciona como eufemismo que oculta la bruta realidad: en Gaza hay un genocidio. Un genocidio con mayúsculas: GENOCIDIO. Un genocidio que incluye el mayor infanticidio en lo que va del siglo. Un genocidio que abarca bestialidades como la destrucción masiva de los centros urbanos, la aniquilación de sus instituciones, de su infraestructura, la violación masiva de todo lo que se sostenía sobre sus pies. Los medios de difusión, la prensa en general, funcionales a los intereses de los gobiernos (España es parte importante de la alianza occidental que, además, hace la guerra a Rusia) utilizan perífrasis para crear en sus consumidores una paradoja: una sensación de bienestar que atenúe el conflicto (su propio artificio léxico) que anestesia una realidad horrible: Occidente, Estados Unidos y Europa, es cómplice del genocidio perpetrado por Israel en Gaza. Diluir (demoler) Gaza y ocuparse de otros conflictos, la guerra contra Rusia, por ejemplo.

Usted reside cerca de Gaza. ¿Cómo se vive esta realidad a diario?

Vivimos a 86 kilómetros y medio de Gaza en línea recta, por carretera son unos 115 kilómetros, hora y media de viaje, más o menos. A fines de 2013, Ana Camusso, mi esposa, montó una muestra de sus tintas sobre el Infierno del Dante en la galería “La casa blanca”, del kibutz Nir Oz, en la frontera con Khan Yunis, la segunda ciudad más poblada de Gaza. Este kibutz fue el más afectado por el ataque de Hamas el 7 de octubre de 2023. Jaim Peri, director-fundador de la galería, curador de la muestra, murió en su cautiverio en la propia Khan Yunis, tras un bombardeo israelí. Julio Silverman, de quien nos hicimos amigos, murió durante el ataque junto a su esposa, y sus nietos, dos mellizos de año y medio de edad, murieron junto a su padre en el cautiverio en Gaza. Y muchos de quienes visitaron la galería en aquellos días, también han muerto o continúan cautivos. Esta masacre, que causó 1200 muertos y 250 secuestrados, fue el detonante de la respuesta genocida de Israel. Y a nosotros nos cambió la vida, nos partió en dos. El sonido del genocidio, los aviones caza que vuelan a diario sobre nosotros, lo tenemos incrustado en cada rincón nuestro. Siempre hay un bramido lejano. Cerca nuestro hay una base de la fuerza aérea de donde parten los ataques. Y cuando en abril Irán atacó con misiles a este país, hacia donde apuntó fue a Arad y a su base aérea vecina. Fue media hora en la que parecía que el cielo se desplomaba sobre nosotros. Pero no se desplomó, el ataque fue amañado con los Estados Unidos para que no causara bajas civiles. Sólo murió una niña beduina que dormía en su tienda cercana a la base. El cielo que se viene abajo y mata todo lo que encuentra en su camino está destinado a Gaza. En esta ciudad nadie dice lo que piensa. Pero cuando alguien abre la boca, me tiemblan las piernas de la indignación. Como hace un par de meses, con un ex-amigo taxista que me dice, convencido, que está bien, que los maten a todos, un millón de palestinos muertos es poco. O hace un par de días, en el minimercado, cuando el dueño daba por sentado que la vida de un niño judío vale las de mil niños palestinos. ¿Matarías niños?, le preguntaba a un empleado de este super que tenía dudas sobre si ingresar o no al ejército, a la conscripción. El dueño, que oyó, hizo la pregunta: “¿Qué niños?” “Los niños de Gaza”. “Ah, ellos no son niños”. Nosotros vivimos con angustia. Y todos los días hablo con mi querido amigo, el gran poeta de Gaza, Nasser Rabah.

Y qué le cuenta? ¿Cómo lo viven allí?

Qué pregunta, ¿Cómo vive una sociedad bajo exterminio y demolición día y noche, cada día bajo ataque fuera de toda proporción? ¿Aviones, helicópteros, de ultimísima generación bombardeando a una población que no tiene medios para oponerse? ¿Y todo perpetrado con la anuencia de Occidente? Hace unos diez días, un avión atacó a un jeep que custodiaba un camión-transporte de alimentos. Dos de ellos eran parientes de Nasser, quien viajó al hospital, el único funcionando en su zona, a recoger los cadáveres. Vio gente desesperada, niños que se tiraban los pelos de su cabeza, mujeres gritando, y cadáveres, cadáveres que llegaban de todas partes. Y así, siempre, cada día (hoy fue atacada una escuela matando a 14 personas, anteayer un bombardeo atacó una zona de gente desplazada pulverizando, enterrándola en un cráter de nueve metros de profundidad). La visión de mi amigo es devolver la dignidad de los suyos a través de la poesía. Tiene el corazón destrozado, pero escribe, escribe, no deja de escribir. Ayer dieron comienzo las clases en Gaza. Del padrón de niños en edad escolar, 10.000 se ausentaron porque están muertos. ¿Cómo viven allí? Occidente es incapaz de imaginar cómo vive su exterminio un pueblo, que no responde a su canon hegemónico.

Toda guerra es también una lucha de mentiras e informaciones. ¿Se siente usted libre para mantener su opinión en Israel?

No, porque el pensamiento hegemónico israelí, más allá de los matices, es de apoyo a esta guerra. Se cuestiona al Primer Ministro por su desinterés en rescatar a los rehenes en Gaza, por haber permitido sus muertes, por no negociar su liberación, se pide su renuncia, se piden elecciones, pero nadie pide el fin de la guerra para que pare la masacre. El consenso israelí considera que esta ofensiva es legítima, y a nadie le importa que quienes mueran en Gaza sean, en su mayoría, mujeres y niños, nadie cuestiona que la única forma que propone este gobierno de ultraderecha mesiánica sea la aniquilación. Pero si le dices a alguien que Israel mató en once meses a 17.000 niños, te responden que es mentira, que es propaganda enemiga. Decir estas cosas te pueden exponer a un linchamiento, físico o verbal. También fuera de Israel.

Dibujo: Ana Camusso

Aquí le escuchamos con asombro. Le confieso que sus palabras son más potentes que las pocas imágenes que vemos ya.

Siempre la palabra es más potente que la imagen en bruto. Las imágenes lanzadas a millones por día producen acostumbramiento, y de la costumbre se pasa a la indiferencia. Por eso los propios soldados israelíes se encargan de difundirlas. La censura se centra, básicamente, en la palabra: los medios de prensa, en la persona de los propios periodistas (agredidos, asesinados, expulsados), en la literatura.

¿Teme represalias por esta entrevista?

Bueno, si publicas una pregunta pregunta así, le das la idea a cualquiera que se le antoje represalias. Todo lo que dije aquí es público, conocido, no es secreto de nadie, no hay secreto. Todo lo que está sucediendo se hace a la luz del día, se transmite en directo y lo difunden víctimas y victimarios por igual. Que sea cada vez menos visible por el cansancio que causan la violencia de la imagen multiplicada ad nauseam, o las manipulaciones léxicas como el famoso “conflicto” o la dupla complementaria “guerra-paz”, es otra cosa. En una respuesta anterior, sostuve que en Israel existe un consenso a este estado de cosas, más allá de divergencias formales. Pero aquí también hay más de uno que piensa como yo, israelíes que admiro por su conocimiento, valentía y coherencia. Puedo citar al poeta y ensayista Yitzak Laor, muy presente en nuestras vidas, a los periodistas Gideon Levi y Amira Hass, que suelen hablar para medios de difusión extranjeros, incluso de la prensa árabe como la cadena Al Jazeera, que está prohibida en Israel desde hace un par de meses. A estas personas, que son muy conocidas, hay que agregar los cientos de israelíes que abandonan su país cada semana. Tenemos amigos que se han marchado a Inglaterra o Escocia y decidieron nunca más regresar a Israel. Y así, miles. Sí, la ultraderecha es violenta, la violencia es parte constitutiva de su identidad, de su presentación a la sociedad. Entre las formas de violencia que ejerce el fascismo está la intimidación, la amenaza, la represalia, en fin: meter miedo es su droga, sin ella no funciona.

Hemos leído su libro de poemas Afuera hay guerra / Afuera hay guerro. Cada uno combate con lo que tiene…

Bueno, escribo y hago música de casi toda mi vida, ese es mi lenguaje, todo lo que hice, hago y seguiré haciendo pasa por ahí, en todas sus variantes y cruces. A la guerra y la violencia se las combate con las ideas, con el pensamiento, con la filosofía, con el arte, con la conciencia y el amor puestos en el oficio que practiques… pero, la verdad, lo que siento es impotencia total, no puedo hacer nada que pueda alterar la dinámica de esta demencia. Una fuerza militar inmensa, con el apoyo de los Estados Unidos, se abalanza sobre un dos millones y medio de personas inermes y los hacen pedazos día a día, alterando la lógica de lo que fueron hasta ese momentos las guerras, en un movimiento deleuziano (las Fuerzas de Defensa de Israel adoptaron y adaptaron para sí las ideas de Deleuze-Guatari) que propone, en cada bombardeo, borrar del mapa toda referencia visual y humana en los centros urbanos de la franja de Gaza, matando en un sólo movimiento a la ciudad y sus personas, alterando con extrema violencia el paisaje, hasta hacerlo irreconocible. Demoliendo a bombazos de una o dos toneladas edificios con sus habitantes adentro, matando familias completas para eliminar a uno de sus integrantes marcado como objetivo a ser eliminado, en un programa alimentado por inteligencia artificial al que llamaron “Where is daddy?”, en operaciones que se llevaban a cabo puntualmente entre las cuatro y cinco y media de la mañana. Mis poemas, que escribí en su mayor parte durante la primera etapa de este genocidio, no podían combatir esta tragedia y su inercia, sino que se enfrentaban a un estado de desesperación (tan sólo dos fueron escritos un año antes, entre ellos, el que da título al libro y figuran en un disco que publiqué en 2023).

Su libro dice “el poeta de vanguardia entre las ruinas busca pan”. ¿Ha encontrado algo?

Encontré a Nasser Rabah. No sólo es el poeta palestino más importante de esta época, su obra es una de las fundamentales en la poesía contemporánea en lengua árabe. Es como si Miguel Hernandez y César Vallejo hubieran vuelto a nacer en Gaza. Su poesía es pan.

402 días de guerra. Ana Camusso
402 días de guerra”, Ana Camusso

Parte de la entrevista a David Wapner realizada por Juan Luis Saldaña y publicada completa en el periódico español 20 minutos. Las imágenes que acompañan el texto fueron compartidas por Ana Camusso, a quien agradecemos la autorización para ser reproducidas aquí.

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