Prefacio a una nueva edición en inglés de «Cambiar el mundo sin tomar el poder»

Cambiar el mundo sin tomar el poder, de John Holloway, fue publicado por primera vez en castellano en el año 2002. El libro tuvo sucesivas ediciones en castellano y en inglés, y traducciones al coreano, alemán, turco, italiano, portugués, francés y griego, entre otras. Se transcribe el prefacio escrito por el autor para una nueva edición en inglés de próxima aparición.

 

¡Una nueva edición de Cambiar el mundo sin tomar el poder! Estoy encantado (¡y encantado también de ser parte del festejo del quincuagésimo aniversario de Pluto!).

Tenemos que celebrar, aunque sea difícil celebrar cuando el mundo está yendo en la dirección equivocada. Ahora es más necesario que nunca cantar, saltar, bailar, cuando el cielo se vuelve oscuro. Los Zapatistas la llaman “la tormenta”: la tormenta que se está acumulando en el horizonte, la tormenta que ya está acercándose.

Trump, Duterte, Erdogan, May, Macri –hay muchos nombres que podemos asociar con la tormenta, pero no son sino símbolos, nombres que si tenemos suerte ya habrán sido olvidados cuando se publique este libro. Payasos diversos de un circo con un tema profundo y oscuro: la orgía del capital, la muerte de la humanidad.

La misma tormenta, el mismo tema, atraviesa a los gobiernos que reclaman ser diferentes, que dicen estar contra del neoliberalismo, aunque no, por supuesto, contra del capitalismo. Pero ¡basta de nombres, de políticos, de gobiernos, de partidos políticos y sus promesas! Todos haciéndonos caminar en círculos, hundiéndonos cada vez más profundamente en la tormenta. Es algo diferente lo que necesitamos, un cambio en el hablar-pensar-hacer.

En esta re-edición de Cambiar el mundo son claras tres cosas: primero, que necesitamos urgentemente cambiar el mundo radicalmente; segundo, que no podemos hacerlo a través del estado; y tercero, que cambiarlo sin tomar el poder de estado es muy difícil.

La urgencia de un cambio radical es aún más grande que cuando el libro se publicó por primera vez. Nos acercamos más a la posible auto-aniquilación de la humanidad. Muchos de los horrores que ahora estamos aprendiendo a dar por sentados eran simplemente impensables veinte años atrás.

La crisis financiera de 2008 fue una expresión clásica del fracaso y de la fragilidad del capitalismo, una ilustración de la enorme brecha entre el potencial humano y la dura realidad de un mundo dominado por el dinero. Y sin embargo la ruptura de vidas y expectativas no nos condujo a nuestra emancipación de un sistema absurdo, sino precisamente a lo contrario. En lugar de derribar barreras, condujo a la construcción de muros físicos, intelectuales y emocionales, al ascenso de una derecha racista y nacionalista en muchos sitios diferentes del mundo.

La crisis capitalista siempre tuvo un lugar crucial en el pensamiento revolucionario. Es un punto de ruptura en la aparente normalidad de la dominación capitalista, una oportunidad para mostrar cuán horrible es el sistema, un momento de potencial ruptura. Si esto es así, entonces hemos de confesar que en este caso (como de hecho en la de 1930) hemos perdido. La crisis se volvió contra nosotros: los derechos laborales se deterioraron en todas partes, la brecha entre ricos y pobres se amplió, los gobiernos se volvieron más autoritarios, la destrucción del entorno natural se aceleró, la perspectiva de una transformación revolucionaria parece más distante que nunca.

Peor aún: con toda su violencia, la crisis financiera fue una posposición, a través de la expansión cuantitativa del dinero, de una crisis más severa que muy probablemente suceda en los próximos pocos años. Si la crisis de 2008 debe ser vista, como muchos comentaristas sugieren, como un adelanto de una crisis mucho mayor que ya se avizora en el horizonte, entonces el ascenso de la derecha adquiere colores aún más siniestros. Los Zapatistas tienen razón, hay en efecto una creciente tormenta. ¿Como podemos enfrentar esta tormenta, cómo podemos verla no solo como un desastre, sino también como una posible puerta a la esperanza? ¿Hay para nosotros alguna esperanza oculta en el miedo que provoca esta posposición-de-la-crisis que ahora da forma al mundo? Esta es una pregunta urgente.

En segundo lugar, ese cambio radical que resulta tan urgente no puede realizarse a través del estado. Cuando se publicó este libro, la gran revuelta en Argentina, que nos mostró cuán fuerte y creativa puede ser una lucha anti-estatal contra el capital, aún estaba en auge, las insurrecciones en Bolivia aún no se habían institucionalizado en la elección de Evo Morales, todavía no se hablaba de una “marea rosa” en América Latina. La “marea rosa” –un término terrible que pasa por alto la distinción entre las insurrecciones y su institucionalización- trajo algunas reformas y rompió muchos sueños, sueños de un mundo radicalmente diferente. La ruptura de los sueños siembra la desilusión y esta desilusión, ciertamente, alimentó el resurgimiento de la derecha.

Pero el fracaso más dramático de un gobierno comprometido (al menos verbalmente) con un cambio radical fue el del gobierno de Syriza en Grecia. Elegido en Enero de 2015 con la esperanza de que rompiera valientemente con la política de austeridad impuesta por los mercados financieros (a través de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional), le tomó apenas seis meses a este bravo gobierno revertir completamente sus políticas, arrodillarse ante el poder del dinero y convertirse en el más ferviente implementador de políticas de austeridad en Europa.

Estos no son fracasos de gobiernos individuales y la idea de “traición” no nos ayuda en absoluto a entender lo que está sucediendo. Se trata simplemente de que la existencia del estado como institución, y también el éxito político de sus líderes, depende de su capacidad de atraer o retener capital dentro de sus fronteras. Esto requiere que el estado provea las condiciones más favorables posibles para la acumulación rentable de capital, y esto no deja lugar para el cambio radical, no deja lugar ciertamente para el anti-capitalismo. Esto es muy simple y claro, y sin embargo el estado conserva un extraordinario poder, una extraordinaria capacidad para presentarse a sí mismo como la respuesta al descontento social. Incluso después del resonante fracaso de Tsipras y Syriza en Grecia, todavía hay muchos que piensan que Corbyn o Sanders pueden ofrecer una salida hacia una sociedad mejor. Aquí, en México, hay una tremenda esperanza en que el recientemente electo López Obrador inaugurará un mundo diferente. Frente a la previsible desilusión de masas, con todos los peligros que encierra, ¿cómo decir que no hay cambio radical a través del estado, que debemos pasar a una manera diferente de pensar y hacer el cambio, de hacer y pensar la política, lejos del estado?

Y finalmente: ya lo estamos haciendo. Esta es nuestra esperanza. Estamos creando diferentes maneras de rechazar el capitalismo, diferentes experimentos en la creación de otro mundo. Estamos creando grietas en el tejido de la dominación y la única salida es a través del reconocimiento, la creación, la expansión, la multiplicación y la confluencia de estas grietas: un argumento desarrollado en la hija de este libro, Agrietar el capitalismo.

Pero es difícil. Esto se volvió cada vez más obvio desde que se escribió este libro. Los eventos del 9/11 se usaron para legitimar un aumento masivo de la represión a lo largo del mundo. El ascenso de los gobiernos “rosas” en América Latina tuvo el efecto, tanto en los países directamente involucrados como internacionalmente, de dotar de nueva legitimidad a los intentos estado-céntricos de llevar adelante cambios radicales. Quizás lo más importante de todo haya sido el efecto de los años de crisis y austeridad de forzar a la gente a buscar empleo u otros medios de subordinarse a sí mismos al capital en aras de sobrevivir. Los Zapatistas son aún una enorme fuente de inspiración, los Kurdos abrieron nuevas perspectivas de organización social, hay una gran cantidad de luchas y de experimentos que avanzan a contra-corriente, contra el capital. Y, sin embargo, el capital aún está ahí, más desagradable que nunca, más brutal que nunca. La tormenta está volviéndose más fuerte y es probable que se vuelva mucho más severa. ¿Cómo volverla ventajosa para nosotros? Hay una creciente rabia en el mundo: ¿cómo la hacemos nuestra?

Se presentan dos cursos de acción. El más fácil es cerrar nuestros ojos, esperando que todo desaparezca. La desventaja de esto es que no desaparecerá: las cosas están empeorando y es probable que continúen empeorando a menos que encontremos una manera de romper la dinámica del capital.

El otro curso ya está a mano: literalmente, si estás leyendo este texto como Prefacio a la nueva edición. En este caso, ya tienes el libro en tus manos, ¿por qué no te sientas y lo lees? Y después lee a su hija, Agrietar el capitalismo, también publicado por Pluto Press. Y cuando hayas finalizado, quizás haya también una nieta. Entonces, seguro en el conocimiento de que es desesperadamente urgente cambiar la marcha del mundo, romper el dominio del dinero, y de que los únicos caminos son los caminos que hacemos al caminar sobre ellos, sal a la calle y grita “¡Aaaagh! ¡Ayuda!”

Por fortuna, no estarás sólo en esto. Hayan o no leído los tres libros (y la mayoría de ellos lo hará, por supuesto), hayan o no celebrado ellos también el aniversario de Pluto (y la mayoría de ellos lo hará, por supuesto), hay millones y millones de personas que comparten el mismo sentimiento, que quieren deshacerse de este sistema estúpido, asesino, suicida, pero no saben cómo hacerlo.

John Holloway

Puebla, México, 10 de Septiembre de 2018

Traducción al castellano, Alberto Bonnet

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