Una declaración política y poética sobre el virus del militarismo en el cuerpo social

 

Wu Ming

 

En nuestros dos libros de 2015 «Cent’anni a Nordest» («Cien años en el noreste») y «L’invisibile ovunque» («Lo invisible en todas partes») reflexionamos, con las herramientas de la investigación y la literatura, sobre el centenario de la Gran Guerra y cómo lo celebraba Italia. Lo hicimos pensando en las guerras yugoslavas de los años 90, y a la luz del conflicto en Ucrania. Porque, recordemos, en Ucrania hay guerra desde 2014.
La conclusión fue que, cien años después de la Primera Guerra Mundial, nuestro país y, en cierta medida, toda Europa necesitaban más que nunca, y necesitarían cada vez más, anticuerpos antimilitaristas, ejemplos de deserción, de rechazo a todo atrincheramiento. Porque la idea de un continente en cuyo suelo ya no se librarían guerras era un cuento de hadas y nada más.
Desde hace años nos enfrentamos de diversas maneras al «jaque mate» que históricamente ha sufrido el antimilitarismo. Ha sufrido en Occidente, sobre todo en Italia, donde un conjunto político y cultural transversal se ha esforzado por difundir toxinas nacional-patrióticas, autoritarias, militaristas, fetichistas -¡qué bonitas son las Frecce Tricolori!- (1) y belicistas por doquier.
Una ofensiva cultural «aduanera» cuyos promotores, viendo que había muy poca resistencia, se atrevieron a ir cada vez más lejos. No se han detenido ante nada, incluyendo la falsa historia, las narrativas tóxicas sobre los «italianos de bien» nunca culpables de nada -véase la propaganda revanchista centrada en las foibes (2)– y las celebraciones institucionales de supuestos momentos «gloriosos» del país: la batalla de El Alamein (recuerden: junto a los nazis), la guerra marítima de la X MAS (3) (de nuevo junto a los nazis, y de nuevo en 2007 nuestra Armada bautizó un submarino «Scirè» en honor al X Mas), los bombardeos ilegales de España, las bombas sobre Inglaterra (obviamente junto a los nazis) etcétera.
Hoy en día, el militarismo y la belicosidad pasan por la aduana sin nada que declarar; casi nadie los cuestiona.
Hemos visto a dos marinos acusados de asesinato convertidos en héroes del país. (4)
Hemos visto al ejército desplegado en las calles con tareas de orden público.
Lo hemos visto haciendo propaganda en las escuelas primarias.
Sobre todo, en los dos últimos años hemos sufrido la militarización en la gestión de la pandemia, con el uso de la retórica belicosa, la tricolor por doquier y un general de camuflaje para representar la campaña de vacunación. La emergencia pandémica como «guerra contra el virus».
Ya en marzo de 2020 señalamos:

Si hablo de la contención de un contagio como una guerra, con sus caídos, sus héroes, sus mártires, los boletines diarios del frente, los hospitales como trincheras, las batallas diarias, los aliados, el virus que se convierte en «un enemigo», esto me llevará a aplicar el mismo marco a otros casos, casi sin darme cuenta. En tiempos de guerra, quien critica la conducta de los generales es un desertor, quien no se alinea con el pensamiento dominante es un traidor o un derrotista, y es tratado como tal. En tiempos de guerra, es más fácil aceptar la censura, el ejército en las calles, la restricción de las libertades, el control social. En tiempos de guerra, todo el mundo está en el frente, todo el mundo está sujeto a la ley marcial, todo el mundo lleva un casco. A fuerza de evocar metafóricamente la guerra, ésta llega realmente.»

Las pocas personas que se han manifestado en contra de la militarización de la vida cotidiana y de la emergencia pandémica han sido objeto de un aluvión de insultos y de intensas campañas de desprestigio. En abril de 2021, esto también le ocurrió a mi colega Michela Murgia.
Hoy, en muchas declaraciones, en muchos titulares, bastaría con sustituir «Putin» por «el Covid» para ver que hay plena continuidad entre las dos retóricas bélicas.
Después de este aplastante bienio, no nos sorprende ver a la gente aplaudiendo la guerra -los países de la UE suministrando armas a Ucrania, Alemania armándose, los gobiernos y los medios de comunicación llamando a la movilización total de las conciencias…-, incluso gente que antes exhibía la bandera de la paz en el alféizar de su ventana, se oponía al aumento del gasto militar, se indignaba por la compra de F35, etcétera.
Por supuesto, dirán que incluso ahora se manifiestan «por la paz». Y, efectivamente, salen a la calle, o al menos a las redes sociales. Sólo se están manifestando por la guerra.
Hay manifestaciones del tipo (parafraseando) «ni con la OTAN ni con Putin, contra todas las guerras y todos los imperialismos». Son manifestaciones, simplificando, para la paz. Pero son pocas en comparación con las otras, las más mediáticas, que son manifestaciones sólo contra Putin, por tanto bajo el lema de «viva nosotros, viva Occidente», «viva nuestra política de poder, viva la OTAN, viva el ordoliberalismo (5) de la UE», etc. Son manifestaciones objetivamente por la guerra y la paz. Son manifestaciones objetivas para la guerra.
Cuando hay una guerra y sólo te manifiestas contra el enemigo, te estás manifestando a favor de la guerra.
Un principio básico de las movilizaciones antibélicas, antimilitaristas, pacifistas, etcétera. a partir de 1914 -pero en realidad ya antes, cuando el movimiento obrero se manifestaba contra las guerras coloniales- fue siempre: «si no denuncias primero tu propio imperialismo, no eres creíble cuando denuncias el de los demás».
Por otra parte, nuestro pro-putinismo parece ser minoritario, pero es repugnante, siempre nos ha parecido repugnante y hemos escrito sobre ello muchas veces, antagonizando (¡con gusto!) a una parte de la autoproclamada «izquierda de clase».
Vimos cómo crecía el culto a Putin a principios de la década de 2010, al tiempo que nos ocupábamos de las guerras culturales en el noreste de Italia: el independentismo triestino, las contradicciones de la Liga entre autonomía y nacionalismo, etcétera. Desde ese cuadrante, en muy pocos años, se ha extendido por todo el país, de forma transversal con respecto a los alineamientos ideológicos, rojo-pardeando (6) el debate, mostrando lo parecidos que son -en política exterior pero no sólo- estalinistas y fascistas, sembrando la confusión, sustituyendo la oposición a la guerra por el apoyo geopolítico. Una quiebra ideológica y ética.
Realmente hay que reconstruir, partir del ABC, recuperar toda la historia de los que se opusieron a los ejércitos y a las guerras, de los que sabotearon, de los que desertaron, de las luchas por el desarme nuclear, por la objeción, por el derecho a decir «signornò» («No, Señor»).
Es una tarea urgente y, al mismo tiempo, a largo plazo. Es urgente emprenderla, sabiendo muy bien que hoy, mientras la guerra es lo invisible en todas partes, ésta es la obra cultural más difícil.

1 de marzo de 2022

 


Notas

1 Escuadrilla de vuelo acrobático del ejército italiano que se caracteriza por pintar la bandera italiana en el cielo.
2 Foibe es una sima, pero su nombre hace alusión a las masacres en ellas perpetradas en el adriático de italianos a manos de partisanos yugoeslavos durante y después la II Guerra Mundial.
3 X Flottiglia Mas (X Flotilla Mas) fue una unidad militar que se hizo famosa por sus temerarias operaciones en el Mediterráneo y, posteriormente, por su contribución a la lucha antipartisana y su colaboración con la República Social Italiana, el régimen títere instalado por los nazis tras la caída del fascismo.
4 Los marinos italianos Massimiliano Latorre y Salvatore Girone acusados de matar a dos pescadores a bordo de un barco pesquero indio frente a la costa de Kerala (India), el 15 de febrero de 2012.
5 El ordoliberalismo corriente de pensamiento económico de liberalismo de mercado fundada en la década de 1930-1940 por un políticos y economistas alemanes.
6 Colores asociados en Italia a corrientes de extrema derecha con alusiones al comunismo.

 

Una declaración política y poética sobre el virus del militarismo en el cuerpo social

Imagen: «Generali» de Enrico Baj


Original en italiano: Giap

Traducción al castellano: A Planeta

 

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