Alberto Bonnet
Todos nos entusiasmamos a fines del año pasado con la resistencia que dignos mendocinos desplegaron ante la iniciativa, impulsada por una suerte de santa alianza desarrollista entre su gobierno provincial (en manos de la opositora alianza Cambiemos, encargado de ejecutar esa iniciativa) y el gobierno nacional (en manos del Frente de Todos, empecinado en promoverla), tendiente a modificar la legislación provincial que restringe la actividad de la gran minería contaminante en su provincia.
Yo recordé entonces una entrevista a José Miguel Wisnik, que había leído por casualidad durante un viaje a San Pablo, un año antes.1 Wisnik es autor de un estudio sobre la relación entre Carlos Drummond de Andrade y la minería del hierro desarrollada por la entonces estatal Vale do Rio Doce en su pueblo, Itabira, en Minas Gerais, desde 1942.2 La misma empresa, poco importa que en estos días se denomine Vale S. A. sin más y sea una multinacional privada desde 1997, que había encarado el frustrado proyecto de explotación de Potasio Río Colorado en Malargüe, Mendoza, en 2009.
Los mendocinos derrotaron por el momento la ofensiva de aquella cruzada en busca de su nuevo santo grial, es decir, de los dólares necesarios para hacerle frente a los vencimientos de la deuda externa. Imprimieron con su lucha, dicho sea de paso, la primera derrota política importante que sufrió el gobierno nacional desde su asunción. Pero los ejércitos cruzados son poderosos, de manera que nunca está de más enviarles alguma poesía a quienes los resisten.
La ocasión del reportaje al músico y ensayista paulista, autor de ese libro, va de suyo. Unos días antes había tenido lugar en las cercanías de Belo Horizonte la “Catástrofe de Brumadinho”, es decir, el derrumbe de la presa Córrego do Feijão, uno de los diques de contención de residuos mineros de la Vale. Los millones de metros cúbicos de agua y barro tóxicos derramados sepultaron en el acto a unos 270 trabajadores de la mina y habitantes de la zona y causaron más tarde el desplazamiento de poblaciones enteras que habían sido arrasadas y la miseria entre los pescadores y agricultores que dependían de los ríos que habían contaminado. Se habló entonces del peor desastre ambiental en la historia de Brasil. No el único, en cualquier caso. Tres años antes había tenido lugar la “Catástrofe de Bento Rodrigues”, el derrumbe esta vez de las presas Fundão y Santarém, otros dos diques de residuos administrados por la Vale (en asociación con la británico-australiana BHP Billington) en las proximidades de Mariana, también en Minas Gerais. Las víctimas inmediatas del derrumbe habían sido menos aquella vez, pero la contaminación de la cuenca entera del río Doce, de la que dependen millones de pobladores, quizás sea un desastre ambiental mayor e irreversible.
El asunto del reportaje, en cambio, era menos coyuntural. Drummond de Andrade, el gran poeta mineiro, había enfrentado los atropellos de la gran minería de la Vale desde mucho antes. El poeta había nacido y pasado su niñez y su primera adolescencia, durante las dos primeras décadas del siglo pasado, en Itabira do Mato Dentro. Desde las ventanas de la Fazenda do Pontal, propiedad de su acomodada familia, miraba el cerro Cauê en sus veranos: “piedra brillante / piedra escarpada / piedra puntiaguda / piedra parlante / piedra pesante / para toda la vida”.3
El cerro ya no es un cerro de 1300 metros de altura, sino que fue convirtiéndose poco a poco en un cráter. Y la casa del poeta ya no está donde estaba, sino que fue desarmada pieza por pieza en 1973, para dar lugar precisamente a ese embalse de residuos tóxicos que acaba de desmadrarse, y mudada a un morro para convertirla en 2004 en un nuevo atractivo turístico.
Pero no nos adelantemos. Mientras el niño miraba el cerro, hacia 1910, un congreso de geólogos reunidos en Estocolmo recién confirmaba las reservas de hematita que albergaba (unas 1.000 millones de toneladas) y una pandilla de empresarios ingleses y estadounidenses (asociados en la Itabira Iron Ore Company) compraba por monedas el cerro entero.
La explotación de la mina, sin embargo, se pospondría hasta los años cuarenta, a raíz de los conflictos entre liberales y nacionalistas. Mientras tanto el poeta, ya instalado definitivamente en Rio, se alinearía con estos últimos e incluso se desempeñaría como jefe de gabinete del Ministerio de Educación y Salud Pública del gobierno constitucional de Vargas, a mediados de los treinta. Y fue el propio Vargas, aunque durante el Estado Novo, quien puso en marcha la explotación de la mina en 1942: EEUU y Brasil ya habían ingresado en la segunda guerra como aliados y, Acuerdos de Washington mediante, los primeros financiarían el desarrollo estatal de la minería (la citada Companhia Vale do Rio Doce en Itabira) y la siderurgia (la Companhia Siderúrgica Nacional en Volta Redonda) de este último a cambio de la provisión de minerales estratégicos para su industria bélica.
La explotación del Cauê era pues una pieza clave dentro del proyecto nacionalista de desarrollar una poderosa industria minero-siderúrgica brasilera. El enfrentamiento posterior de Drummond con la Vale parece inexplicable a partir de estos antecedentes. Sin embargo, este enfrentamiento tuvo lugar. Y más aún, tuvo lugar en dos terrenos distintos, si atendemos tanto a la forma como al contenido de su escritura.
En efecto, cuando la minera comenzaba a consolidarse, durante la segunda mitad de los cincuenta, el Drummond periodista denunció reiteradamente los magros beneficios que la actividad de la Vale acarreaba para los pobladores de Itabira y de la región mineira en general.4 Millones de toneladas de hierro extraídas, en su mayor parte exportadas, decenas de miles de millones de dólares ingresados a cambio, e Itabira seguía siendo uno de los municipios más pobres de Brasil. La Vale do Rio Doce “se comió los dulces, se bebió el río y dejó el valle en la caja”. La compañía dice que el 70% de la población itabirana vive de sus actividades, pero Drummond retruca que el 100% de la compañía vive de Itabira. De Sá Lessa, entonces presidente de la Vale, responde anunciando un “plan general de obras y mejoras”… Un plan que incluye una usina eléctrica para abastecer de energía a la compañía, viviendas para sus empleados, una línea ferroviaria para transportar su producto a Belo Horizonte, un aeropuerto y otras obras de infraestructura para la propia empresa. Se trata de “la explotación dolorosa e inhumana de las riquezas minerales para alimentar a una civilización de corte y litoral, a costa del sacrificio completo de la población del interior”, escribe Drummond. Porque en Itabira no queda nada. Ni siquiera las oficinas centrales de la empresa, en violación a sus estatutos, se encuentran donde la mina. “Siempre se llamó a la industria minera ´industria ladrona´ porque saca y no pone, cava pozos y no deja raíces, devasta y emigra hacia otro punto”.
La empresa había sido exceptuada del pago de impuestos por Vargas durante un cuarto de siglo. A mediados de los sesenta, Drummond se suma a los reclamos en favor del establecimiento de un impuesto que redistribuya una porción de sus beneficios entre los municipios afectados por su actividad. Y efectivamente se crea en 1966 el Imposto Único sobre Minerais… pero sólo el 20% vuelve a los municipios, denuncia Drummond. La Vale anuncia sus logros (¿o responde a las críticas del poeta?) en O Globo en 1970: “Hay una piedra en el camino del desarrollo brasilero”. “Nuestro camino siempre estuvo lleno de piedras. Pero esta tiene un significado particular. Con ella alcanzamos esta semana la marca de 20 millones de toneladas de mineral de hierro exportadas. Nosotros y nuestras compañías asociadas. Más de 2,5 millones más que en todo el año pasado. Lo que representa una entrada de diversas divisas del orden de los 150 millones de dólares. Es la confirmación de que nuestros objetivos de desarrollo están siendo alcanzados. Somos especialistas en transformar piedras en beneficios para la Nación. Es de más piedras como ésta que necesita Brasil”.5
El anuncio de la Vale parasitaba un conocido poema de Drummond, publicado por primera vez en la célebre Revista de Antropofagia en 1928, que muchos escándalos había suscitado en la escena literaria brasilera: “En medio del camino hay una piedra / hay una piedra en medio del camino / hay una piedra / en medio del camino hay una piedra // Nunca olvidaré ese acontecimiento / en la vida de mis retinas tan fatigadas. / Nunca olvidaré que en medio del camino / hay una piedra / hay una piedra en medio del camino / en medio del camino hay una piedra”.6 ¿El camino del desarrollo pasaba por una piedra (el Cauê) o un poeta (Drummond) era una piedra en ese camino del desarrollo?
Porque en los hechos también el Drummond poeta había enfrentado a la minería. Valiéndose de otra forma, de sus propios poemas, y recurriendo a otros contenidos, acaso más radicales… Ya en su primer libro, de 1930. “Cada uno de nosotros tiene su pedazo del pico del Cauê. / En la ciudad toda de hierro / las herraduras suenan como campanas. / Los niños van a la escuela. / Los hombres miran el suelo. / Los ingleses compran la mina. // Sólo, en la puerta de la venta, Tutu Caramujo siembra cizaña en la inconmensurable derrota”.7 En su tercer libro, de 1940. “Algunos años viví en Itabira. / Principalmente nací en Itabira. / Por eso soy triste, orgulloso: de hierro. / Noventa por ciento de hierro en las aceras. / Ochenta por ciento de hierro en las almas. /…/ Tuve oro, tuve ganado, tuve haciendas. / Hoy soy funcionario público. / Itabira es apenas una fotografía en la pared. / Mas ¡cómo duele!”.8
Aquí el punto de partida es la identidad individual y colectiva: el nacimiento y la niñez del poeta, entre pobladores de hierro que habitan un pueblo de hierro bajo un cerro de hierro que es de todos. Sin embargo, aunque la explotación del cerró aún no había comenzado, es ya una identidad amenazada por la mercantilización (la venta del cerro a los ingleses, aprovechada por el comerciante / funcionario del lugar), por la resignación compartida (los niños que siguen yendo a la escuela, los hombres que ya no miran el cerro, el pueblo que es apenas una foto en la pared de la distante oficina de un poeta devenido funcionario público) e incluso por una impotencia más íntima (la de este poeta auto-exilado, proveniente de una familia adinerada, ante la derrota que se avecina).
Y la derrota finalmente arriba. El poeta se imagina a sí mismo volviendo a su casa natal. “Llego al balcón y veo mi sierra, / la sierra de mi padre y mi abuelo, / de todos los Andrade que pasaron / y que pasarán, la sierra que no pasa. / Era cosa de los indios y la tomamos / para engalanar y presidir la vida / en este valle melancólico donde la riqueza / mayor es tu vista y contemplarla. / Desde lejos nos revela el perfil grave. / En cada vuelta del camino apunta / una forma de ser, en hierro, eterna, / y sopla eternidad en la infancia. / Esta mañana despierto y / no la encuentro. / Aplastada en millones de astillas / deslizándose en cinta transportadora / llenando 150 vagones / en el tren-monstruo de 5 locomotoras / -el mayor tren del mundo, tomen nota- / huye mi sierra, vamos / dejando en mi cuerpo y en el paisaje / mísero polvo de hierro, y este no pasa”.9 Aquí ya no se encuentra en primer plano la redistribución de los ingresos de la actividad minera, sino su carácter predatorio. La riqueza que transporta el mayor tren del mundo ya no es una mercancía, la hematita, sino la vista del cerro, un bien común. Y la historia se repite: ya los indios habían sido desposeídos del cerro, ahora son desposeídos los blancos, la familia del propio poeta.
Quizás, en sus últimos enfrentamientos con la Vale, Drummond el periodista haya acabado cediendo su puesto a Drummond el poeta. Y quizás este desplazamiento se deba a que Drummond –un poeta, en definitiva- estaba convencido de que el contenido de su denuncia ya no encajaba en otra forma que la poética. Son poco más que especulaciones. Lo cierto es que cuando, pocos años antes de morir, un pequeño periódico itabirano invitó a Drummond a volver a las lides periodístico-tributarias, éste se negó.10 Pero envió dos poemas.
El primero, a mediados de 1983, era Lira Itabirana. “¿El río? Es dulce. / ¿El valle? / Amargo / Ay, antes fue / más leve la carga. / Entre estatales / y multinacionales. / ¡Cuántos ayes! / La deuda interna. / La deuda externa. / La deuda eterna. / Cuántas toneladas exportamos. / ¿De hierro? / Cuántas lágrimas disfrazamos. / ¿Sin grito?”. Sin grito. Porque el 70% de la población itabirana seguía viviendo de las actividades de la Vale. “Pienso a veces, crudamente, que el itabirano vendió su alma a la Companhia Vale do Rio Doce”…
El segundo poema, de fines de 1984, fue O maior trem do mundo. “El mayor tren del mundo / lleva mi tierra / hacia Alemania / lleva mi tierra / hacia Canadá / lleva mi tierra / hacia Japón. / El mayor tren del mundo / empujado por cinco locomotoras diesel / enganchadas adosadas desenfrenadas / lleva mi tiempo, mi infancia, mi vida / triturada en 163 vagones / de mineral y destrucción. / El mayor tren del mundo / transporta lo más pequeño del mundo, / mi corazón itabirano. / Ahí va el tren más grande del mundo / va serpenteando va desapareciendo / y un día, yo sé, no volverá / porque ya ni la tierra ni el corazón existen”. Ambos poemas se viralizaron en las redes, a comienzos de 2019, cuando se desmadró el pantano de residuos tóxicos que cubría la tierra natal del poeta.
PD.: Quise recuperar esta historia porque me parece, a partir de unas cuantas conversaciones con Laura Álvarez, que el itinerario de estos enfrentamientos del poeta con la Vale compendian muchas de las vicisitudes que atraviesan las luchas de nuestros días contra la gran minería minería depredadora. Los destinatarios por excelencia de estas páginas son, naturalmente, algunas amigas y amigos mendocinos que vienen impidiendo que esa misma Vale y otras multinacionales repliquen sus estragos en sus territorios. El desarrollo capitalista no es valor alguno en sí mismo; no es más que el desarrollo de sus contradicciones.
Notas:
1 “José Miguel Wisnik revisita críticas de Carlos Drummond de Andrade à Vale”, entrevista de M. A. Gonçalves, en Folha de Saô Paulo, 2 de febrero de 2019.
2 J. M. Wisnik: Maquinação do mundo. Drummond e a mineração, San Pablo, Companhia das Letras, 2018.
3 “Ita-bira” significa precisamente “piedra dura reluciente”. El poema está compuesto en realidad mediante una serie de oposiciones: “ita / bira // piedra brillante / lámpara seca // piedra escarpada / sueño en decúbito // piedra puntiaguda / tiempo y desgaste // piedra parlante / sin confidencia // piedra pesante / dolor de hierro // para toda la vida / viva vivida // piedra // nada más”. “Piedra natal” (1968), en Boitempo. Esquecer para lembrar, San Pablo, Companhia das letras, 2017 (todas las traducciones son nuestras).
4 Se trata de dos docenas de artículos, escritos principalmente en el Correio da Manhã de Río de Janeiro entre 1955 y 1957, disponibles en http://www.viladeutopia.com.br/.
5 El anuncio fue reproducido en L. Barros: “Brumadinho: conheça a história por trás de poema em que Drummond critica a Vale” (O Globo, 29 de enero de 2019); sobre las controversias desatadas en su momento por el poema véase J. Cenek: “Ainda aquela pedra”, en http://www.viladeutopia.com.br/.
6 “No meio do caminho” (1928), en Alguma poesia, San Pablo, Companhia das Letras, 2017.
7 “Lanterna mágica IV – Itabira” (1930), en Alguma poesia, ed. cit. (Tutu Caramujo es Antônio Alves de Araújo, un desconfiado comerciante que había llegado a ser intendente de Itabira durante el imperio, en 1869-72).
8 “Confidências de um Itabirano” (1940), en Sentimento do mundo, San Pablo, Companhia das Letras, 2012.
9 “A montanha pulverizada” (1968), en Boitempo. Esquecer para lembrar, ed. cit.
10 Véase en este sentido C. Cruz: “A poesia de Drummond em defesa da terra natal”, en http://www.viladeutopia.com.br/. El periódico era O cometa itabirano, editado por L. Sampaio, y la ocasión un encuentro de ciudades mineras para promover un nuevo impuesto a la actividad (y en los hechos una nueva Compensação Financeira pela Exploraçao de Recursos Minerais (CFEM) reemplazaría desde 1988 al antiguo IUM).