Alejandro Olmo
No me es posible pensar y escribir sobre el horror en Gaza si no es desde la rabia. La rabia que me produce el genocidio diario de niños, mujeres y hombres, la rabia por el cinismo con que la televisión y las “redes sociales” presentan este plan de aniquilamiento hecho público. Una “solución final” para Palestina, televisada y festejada en vivo.
Lo primero que pienso entonces es rebelarme contra la naturalización de esta locura asesina que se nos quiere imponer.
Pero partiendo desde la rabia, es necesario ir más allá para poder pensar qué hacer, no solo para frenar el genocidio en Gaza, sino para detener todas las masacres y represiones, toda la destrucción que este sistema genera diariamente en todo el mundo.
Se me ocurren dos claves para pensar Gaza:
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Vincular la situación particular en Gaza, la violencia extrema que en apariencia es un conflicto únicamente regional y religioso, con lo universal de la violencia del capital, una violencia que es constitutiva de las relaciones sociales capitalistas y necesaria para su reproducción.
(Nota: en este punto me baso, porque coincido plenamente, en el planteo de Sergio Tischler en su artículo “Gaza y el espíritu del capitalismo”).
El origen de esta violencia está en la imposición del trabajo abstracto sobre la actividad humana (Marx). La alienación de la actividad y creatividad humanas para generar valor y plusvalor en el proceso de trabajo capitalista constituye ya una primer violencia que luego se expande en distintas formas represivas que el capital utiliza para mantener el control social.
Podemos decir entonces que hay un hilo conductor que vincula el apartheid de Gaza con las persecuciones y asesinatos contra los pueblos originarios en América latina o contra los kurdos en Asia para dar solo un par de ejemplos. Ese hilo conductor es la violencia del capital, necesaria para seguir imponiendo el trabajo abstracto.
Por supuesto este proceso de imposición no ocurre sin resistencias. Resistencias que lo ponen en crisis.
2
Si decimos que es la violenta reproducción del capital lo que vincula Gaza con otras violencias ejercidas en tantos otros lugares del mundo, si hay un hilo conductor, una causa universal generadora de estos horrores, entonces las soluciones las debemos buscar en las resistencias anticapitalistas que vayan más allá de las situaciones particulares contra las que se rebelan.
Propuestas anticapitalistas que no sólo rechacen los ataques del capital, sino que propicien aperturas hacia la generación de otra sociedad.
El zapatismo, por ejemplo, no propone una solución para el estado de Chiapas ni para México en particular, es claro en su señalamiento de la guerra que el capitalismo lleva a cabo contra la humanidad, de ahí su propuesta y su intento concreto de crear otro mundo, “un mundo donde quepan muchos mundos”. Esta experiencia rebelde se está plasmando en los caracoles zapatistas.
De forma similar, el Confederalismo Democrático del movimiento kurdo no se propone un Estado kurdo, no está contra un estado en particular sino contra el Estado en general y contra el sistema capitalista. Lo que están llevando a cabo es lo que denominan una “Democracia sin Estado” y dicen que mientras los Estados están fundados en el poder, el Confederalismo Democrático está basado en el consenso colectivo.
Me parece importante también agregar el ejemplo de la Comuna de París aunque sea una experiencia transcurrida hace más de 150 años. Las ideas universalistas de los comuneros que llegaron a plasmarse parcialmente en la comuna tenían la intensión de proyectarse como una “república universal” más allá de Paris. Esta república universal sería la creación de muchas comunas autodeterminadas y relacionadas en red.
Está claro que estos ejemplos no son suficientes y que tanto el zapatismo como el Confederalismo Democrático están permanentemente en peligro. Pero son alternativas que parten de una idea universal de creación de otro mundo y ambas comparten una característica muy importante: van más allá de una respuesta identitaria. Son perspectivas claramente anti-identitarias que desbordan las formas Estado, capital, dinero o trabajo, y desde ese desbordamiento rechazan las divisiones que estas formas generan entre las personas.
Por otro lado, los ejemplos tomados no invalidan en absoluto las reacciones contra el genocidio de Gaza que vemos en distintas partes del mundo, solo que creo necesario que esas reacciones se incluyan dentro de un pensamiento que comprenda una propuesta de superación más universal a la violencia capitalista. Es importante superar las lógicas identitarias para que las rebeldías tengan un sentido y un efecto más profundo.
Tal vez, enfrentarse al capitalismo y frenar los apartheids y genocidios requiera, al mismo tiempo, la creación de ese otro mundo del que nos hablan hoy los caracoles zapatistas o el Confederalismo Democrático.
Mediapart. Fotomontaje con niños y niñas de Gaza