Notas sobre algunas aventuras de Bachofen entre revolucionarios 
 

Alberto Bonnet 

 

Primeras aventuras 

Quizás la hipótesis de Johann Jacob Bachofen acerca del matriarcado hubiera sido olvidada sin más trámite, durante las últimas dos décadas del siglo XIX, si no hubiera sido rescatada por pensadores revolucionarios. Bebel ya la recuperó en algunos pasajes de su clásico sobre la mujer y el socialismo de 1879 y Marx se refirió ocasionalmente a ella en sus apuntes etnológicos de 1880-82.(1) La recepción más minuciosa e influyente de su hipótesis se encuentra, naturalmente, en El origen de la familia de Engels de 1884 (y especialmente en el prefacio a su cuarta edición, de 1891), pero también fue relevante un artículo de Lafargue publicado en Die neue Zeit en 1886.(2)

Antes de caracterizar esta recepción de la hipótesis de Bachofen entre algunos de los más destacados revolucionarios de aquella época, veamos por qué razones acaso hubiera sido olvidada sin ella. Bachofen fue, hasta mediados del siglo XIX, un destacado jurista, especializado en la historia del derecho romano y adscripto a la escuela histórica del derecho liderada por Savigny. Desde mediados de siglo, sin embargo, se interesó cada vez más en el estudio de los símbolos y mitos previos a la era romana e incluso a la helénica. Esto no constituía, en sí mismo, un viraje demasiado brusco en sus intereses, en la medida en que el historicismo ya entendía que el espíritu de cada pueblo (el Volksgeist) se expresa tanto en su religión como en su derecho. Pero lo condujo a formular la hipótesis de que, antes de que se impusieran derechos (positivos) patriarcales como el romano, derechos (naturales) maternos habían regido las más diversas sociedades. La principal obra en la que Bachofen expuso esta hipótesis, acompañada de abundante evidencia empírica, fue El derecho materno, publicada en 1861.(3) Durante las décadas siguientes, sin embargo, se consolidaría en la historiografía alemana el predominio de orientaciones más positivistas por sobre la historicista seguida por Bachofen –y su prolongada disputa con Mommsen fue expresión por excelencia de la pugna entre ambas orientaciones. Este predominio positivista redujo en los hechos el impacto inmediato de su investigación sobre el matriarcado.  

Ahora bien, la recepción de esta hipótesis de Bachofen entre los revolucionarios de entonces se caracterizó por tres rasgos fundamentales. El primero consiste en que la aceptaron como una hipótesis históricamente demostrada. Asumieron, en palabras del propio Bachofen, la existencia de una “civilización ginecocrática” en tanto que un “estadio cultural” generalizado anterior a la “civilización patriarcal”. Aunque no asumieron, desde luego, su explicación de la transición de un estadio al otro. La religión era, para Bachofen, la “poderosa palanca de toda civilización”. Según Bachofen, objetaría Engels, “no fue el desarrollo de las condiciones reales de existencia de los hombres, sino el reflejo religioso de esas condiciones en el cerebro de ellos, lo que determinó los cambios históricos en la situación social recíproca del hombre y de la mujer”.(4) El segundo rasgo se relaciona con la principal función que jugó dicha hipótesis en sus argumentaciones. Los revolucionarios de entonces se apoyaron en las investigaciones de Bachofen, fundamentalmente, para demostrar el carácter histórico de la familia patriarcal burguesa. Para demostrar que existió “una serie de formas de familia que están en contradicción directa con las admitidas hasta ahora como únicas valederas” y, si es posible, que “la familia patriarcal entró en el mundo escoltada por la discordia, el crimen y la más degradante de las farsas”.(5)  

Y el tercer rasgo es la sympátheia (para valernos de otra expresión de Bachofen) que su concepción suscitó entre ellos. Subsiste en este asunto, sin embargo, ciertas ambigüedades en algunos pasajes de sus escritos. Bachofen había supuesto, en realidad, que en los tiempos más remotos habría predominado el “hetairismo” y que el derecho materno propiamente dicho recién se había impuesto más tarde como una reacción de las mujeres (“ginecocrática” en este caso, porque también contemplaba una reacción “amazónica” guerrera) ante semejante estado de cosas dominado por los hombres. Engels cuestionaría el concepto de hetairismo de Bachofen como anacrónico, en la medida en que no puede conceptualizarse como promiscuidad o prostitución un estado de cosas previo a la existencia misma del matrimonio monogámico, y supondría, siguiendo aquí a Morgan, que predominaban más bien matrimonios por grupos. Pero, en cualquier caso, la simpatía de nuestros marxistas parecía dirigirse a veces a aquel estadio originario (en el sentido de una reivindicación de la libertad sexual en general) y otras veces hacia este último estadio propiamente matriarcal (en el sentido de una reivindicación más específica de la mujer). Y además, la noción de matriarcado no sólo estaba asociada con la ausencia de familia patriarcal, sino también de estado y propiedad privada, de manera que sus simpatías obedecían a distintos motivos a la vez.  

 

Interludio 

El escenario descripto comenzó a modificarse durante el pasaje entre los siglos XIX y XX. El desarrollo de la antropología –crítica mediante de sus orientaciones evolucionistas previas, como la de Morgan- y de otras disciplinas afines aportó nuevas evidencias que pusieron en cuestión la hipótesis de Bachofen. Aunque era indudable que habían existido sociedades matriarcales (y sus investigaciones en este sentido seguían siendo valiosas), la hipótesis de que todas las sociedades habían atravesado un estadio matriarcal era más dudosa. Las ideas de Bachofen continuaron generando simpatía entre los revolucionarios, pero su hipótesis ya no podía aceptarse sin reservas. En 1905, por ejemplo, Élisée Reclus dudaba de que hubiera existido ese estadio matriarcal en todas las sociedades. Pensaba, en cambio, que las sociedades matriarcales y patriarcales habían convivido y se habían alternado conforme a las condiciones geográficas y económicas en las que se habían reproducido –la importancia de la caza, el pastoreo nómade o la guerra, por ejemplo, eran directamente proporcionales al predominio del patriarcado. Pero aún así sostenía que, mientras la organización matriarcal seguía descansando en última instancia en un hecho natural, la relación entre la madre y sus hijos, la patriarcal “tiene por origen un acto de fuerza, el rapto, la conquista, hechos de orden histórico”. El patriarcado, agregaba Reclus, tiene “el mismo origen que el estado”.(6)

Sin embargo, el cambio decisivo respecto de aquel escenario previo consistió en la recuperación simultánea de Bachofen por algunos intelectuales alemanes reaccionarios. En efecto, entre ambos siglos comenzó a reunirse en la capital de la tectónica Baviera, en el Kösmischer Kreis (a saber: “círculo cósmico”), un conjunto de personajes dedicados a invocar dionisíacas almas (atención: no confundir con espíritus apolíneos). El grupo se disolvería en 1905 -el mismo año en que Reclus, precursor de la geografía económica y social moderna y camarada anarquista de Marx en la AIT, publicaba aquellas ideas sobre Bachofen. Pero para entonces Alfred Schuler y Ludwig Klages (así como también Alfred Beaumler, quien no integraba ese círculo) ya habían alistado a Bachofen en una Lebensphilosophie que se convertiría, durante la posguerra, en uno de los ingredientes de la ideología nacionalsocialista. Seguramente Bachofen no se hubiera sentido a gusto entre estos proto-fascistas -así como tampoco, por cierto, entre aquellos revolucionarios. Su actitud ante las imágenes matriarcales era apenas la de una simpatía resignada de un aristócrata protestante y conservador o, quizás, la de una nostalgia de hijo por el amor materno. Pero, en cualquier caso, ya para entonces su hipótesis acerca del matriarcado se había convertido en asunto de la lucha de clases.  

 

Segundas aventuras 

Los revolucionarios posteriores no dejaron a Bachofen en manos de los fascistas ni mucho menos, pero su recepción entre ellos se modificó en estas nuevas condiciones. Ya no asumieron, naturalmente, la hipótesis de que todas las sociedades habían atravesado un estadio matriarcal como un hecho probado. Y tampoco emplearon esa hipótesis del matriarcado para demostrar el carácter histórico de la familia patriarcal burguesa, porque esto ya había sido por demás demostrado. Pero conservaron aquella simpatía que los revolucionarios de antaño habían manifestado por sus ideas. 

Para caracterizar la manera en que estos revolucionarios asimilaron la hipótesis de Bachofen en estas nuevas circunstancias, revisemos dos artículos, uno de Fromm de 1934 y otro de Benjamin de 1935.(7) Benjamin consideró la hipótesis de Bachofen como una “profecía científica”: una profecía (no una predicción), aunque formulada dentro de un marco científico (y no religioso). Su interpretación de las imágenes mortuorias más primitivas (matriarcales) es el origen de su hipótesis. Bachofen desarrolló a partir de la incestuosa convivencia simbólica entre la vida y la muerte en esas imágenes, según Benjamin, una dialéctica entre historia y naturaleza en la cual “lo que ha sido histórico retorna finalmente al dominio de la naturaleza a través de la muerte; lo que ha sido natural retorna finalmente al dominio de la historia a través de la muerte”. La imagen se revelaba entonces como “un mensaje desde el país de los muertos”. Su concepción de la revolución como redención se adivina así en sus páginas. A Bachofen, concluía Benjamin, “se le concedió el sol romano como prueba de una armonía que, gracias a una complexión afortunada, había tenido la suerte de vivir en su pensamiento, pero que la historia deberá rehacer de nuevo muchas veces”.(8) Benjamin reconocía en su artículo las aristas místicas de su concepción (siguiendo a Engels) y cuestionaba la interpretación irracionalista a la que habían dado lugar (en Beaumler, Schuler, Klages y demás). Pero no proporcionaba ningún criterio riguroso que permitiera distinguir sin ambigüedades su invocación de esas imágenes de Bachofen respecto de la manipulación de “imágenes primordiales” (Urbilder) de los filósofos vitalistas. La disputa entre las distintas lecturas de Bachofen parecía atravesar al propio Benjamin.(9)

[Advirtamos de paso, antes de seguir avanzando, que el concepto de matriarcado también desempeñaría un papel decisivo en la argumentación de Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la ilustración. El dominio de la mujer, junto con el dominio de la naturaleza, de sí mismo y de los otros, es uno de los pilares de su análisis de la relación entre mito e ilustración. Recordemos en particular, en este contexto, el episodio de Odiseo ante las Puertas del Hades –presuntamente, el más arcaico de su viaje: “las imágenes que el aventurero ve en la primera nekya (ofrenda a los muertos) son sobre todo las imágenes matriarcales que prohíbe la religión de la luz”. Sin embargo, Horkheimer y Adorno casi no remitían a Bachofen en sus páginas.(10)]

También Fromm rendía cuenta de esas lecturas en disputa, pero se planteaba además la pregunta de rigor: ¿Cómo había suscitado interés entre corrientes intelectuales tan enfrentadas? Ambas compartían su “distancia respecto de la sociedad democrático-burguesa”, reconocía. Pero rescataban aspectos diferentes de su concepción: los fascistas, sus aspectos más místicos (como la disposición religiosa de la mujer), románticos (como la idealización del pasado remoto, del culto a los muertos), naturalistas (el derecho natural); los revolucionarios, en cambio, su “distinción entre masculino y femenino”… Y aquí comenzaba el argumento clave de Fromm. Sostenía que la ilustración había reducido esa distinción a una mera construcción social, en su intento de fundamentar la emancipación de las mujeres en términos de su igualdad intelectual, social y política con los varones. “Pero, ya sea explícita o sólo implícitamente, la igualdad de las mujeres significaba que ellas, en su misma esencia, eran lo mismo que los hombres en la sociedad burguesa. La emancipación no quiere decir, por consiguiente, que ella era libre para desarrollar sus específicos, aunque aún desconocidos, rasgos y potencialidades; por el contrario, estaba siendo emancipada para convertirse en un hombre burgués. La emancipación ´humana´ de la mujer significa en realidad su emancipación para convertirse en un varón burgués”. El romanticismo había reafirmado esa distinción con fines reaccionarios, naturalmente, pero a partir del psicoanálisis podía reponerse sobre nuevas bases. Si bien defendía la sociedad existente, Bachofen no era un romántico en ese sentido reaccionario: “la sociedad matriarcal de Bachofen contiene muchos rasgos que revelan una estrecha afinidad con los ideales del socialismo”, a saber, la valoración del bienestar material y la felicidad terrena, de la sexualidad no-reprimida, del amor materno incondicional y la compasión -y todo esto en ausencia de propiedad privada.  

En síntesis, el “aspecto más importante” de la noción de matriarcado de Bachofen desde una perspectiva revolucionaria residía, para Fromm, en los “fundamentos psico-sociales” que ofrecía para cuestionar y, eventualmente, superar los patriarcales. “La base psíquica del programa social marxista –concluía así Fromm- es predominantemente el complejo matricéntrico. El pensamiento racional de que, con una adecuada organización de la economía, las fuerzas productivas permitirían proveer a todas las personas, independientemente de su posición en el proceso productivo, de los bienes necesarios para su bienestar y, además, con mucho menos trabajo del que era necesario hasta ahora; el pensamiento, además, de que todo ser humano tiene derecho a la felicidad en la vida y de que esta felicidad radica en el ´desarrollo armonioso de la personalidad´, todos estos pensamientos apelaron a la fuerza de la matriz matricéntrica. Eran la expresión científica racional de lo que solo podía tomar una forma fantástica en condiciones económicas diferentes: la Madre Tierra les da a todos sus hijos lo que necesitan, sin importar de sus méritos”.(11) 

 

Conclusiones 

Debería escribirse una historia exhaustiva (hasta donde sé, es una tarea pendiente) de estas aventuras de Bachofen entre revolucionarios. Aunque no por razones meramente eruditas, sino porque quizás ya hayan puesto en juego desde hace casi un siglo y medio algunos de los problemas que enfrenta el feminismo revolucionario en nuestros días. En efecto, emancipación de las mujeres: ¿como ciudadanas?, ¿como trabajadoras? Ambas se reducirían a modos de emancipación sometidos al dominio del principio de equivalencia. Emancipación de las mujeres: ¿como reconocimiento de su diferencia? Por cierto, este reconocimiento rompería con ese dominio del principio de equivalencia, pero acaso esa diferencia esconda promesas que apunten más allá de su mero reconocimiento. En fin, emancipación de las mujeres: ¿como emancipación femenina de la humanidad en su conjunto? Ese rescate del matriarcado de Bachofen como imagen histórica por Benjamin y, notoriamente, como matriz psico-social por Fromm, apuntaban en este sentido. Pero también en los escritos de revolucionarios anteriores se asomó a veces esta idea. Sin embargo: ¿en que consisten esa matriz o esa imagen? El irracionalismo siempre acecha a quien se proponga responder preguntas como esta. Pero quizás no podamos deshacernos de ella sin pérdidas emancipatorias. En este caso, sólo podemos hacernos cargo de ella –aunque bajo una estricta vigilancia de la dialéctica.  

 

Notas:

(1)  A. Bebel: La mujer  y el socialismo Madrid, Akal, 2018; K. Marx: Los  apuntes etnológicos de Karl Marx  (edición de Lawrence Krader), Madrid, Siglo XXI / Pablo Iglesias,  1988. 

(2) F.  Engels: El  origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado Madrid, Akal, 2017; P. Lafargue: “El matriarcado. Estudio sobre  los orígenes de la familia”, en Obras  escogidas  VII, Buenos Aires, Intermundo, 1947 (este artículo de Lafargue  apareció por primera vez en francés en La  nouvelle revue  XXXIX, Paris, marzo – abril de 1886, pero fue más conocido en su  versión alemana, publicada en Die  Neue Zeit el máximo órgano teórico del SPD).   

(3) J.  J. Bachofen: El  matriarcado. Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo  antiguo según su naturaleza religiosa y jurídica Madrid, Akal, 1987 (este volumen es en realidad una selección del  libro de Bachofen; y sigue la costumbre de traducir Mutterrecht  como “matriarcado”, en lugar de “derecho materno”).   

(4) J. J. Bachofen: op.  cit.,  p. 41; F. Engels: op.  cit.,  p. 11-12.   

(5) F. Engels: op.  cit.,  p. 38; P. Lafargue: op.  cit.,  p. 57 (la farsa a la que alude Lafargue es la “covada” –una  suerte de parto masculino fingido- practicada por los vascos y otros  pueblos, costumbre que para Bachofen se habría originado  precisamente en el tránsito del matriarcado al patriarcado). 

(6) É Reclus: El  hombre y la tierra Barcelona, Escuela Moderna, 1906, tomo I, p. 247.   

(7)  E. Fromm: “The theory of mother right and its relevance for social  psychology”, en The  crisis of psychoanalysis. Essays on Freud, Marx, and social  psychology Open Road Distribution, 2014 (publicado originalmente en la  Zeitschrift  für Sozialforchung  3, 1934); W. Benjamin: “Johann Jacob Bachofen”, en Gesammelte  Schriften  II, 1, Frankfurt, Suhrkamp, 1991 (escrito para la Nouvelle  revue française  en 1935, pero recién publicado en Les  lettres nouvelles  en 1954). Es  posible que Benjamin se haya inspirado en la publicación del  artículo de Fromm para escribir el suyo aunque, como veremos, ambos  son diferentes.   

(8)  W.  Benjamin: op.  cit.,  223; 233.   

(9) La relación de Benjamin con la filosofía de la vida, en particular  la desarrollada por Klages en los años 1920-30 (Klages publicó Del  eros cosmogónico  –dedicado a Bachofen- en 1922 y El  espíritu como adversario de alma  –su mayor obra- en 1929-32), era ambigua en este y otros escritos  suyos.   

(10) M. Horkheimer y Th. W. Adorno: Dialéctica  de la ilustración. Fragmentos filosóficos Madrid, Trotta, 1998, p. 125. Ellos sólo mencionan a Bachofen, en  una nota al pié, para defenderlo de las críticas de von  Wilamowitz-Möllendorff (un helenista cercano a Mommsen, que había  polemizado con Nietzsche acerca de su interpretación de los  orígenes de la tragedia griega).   

(11) E. Fromm: op. cit. p. 95; 97; 110 (retoqué la traducción de esta última cita).   

 


Texto enviado por el autor para su publicación en Comunizar, diciembre de 2021.


 

Aqui se puede leer o descargar en PDF “El matriarcado. Una investigación sobre la ginecocracia en el mundo antiguo” de J. J. Bachofen.

La imagen del matriarcado

 

 

Categorías: Artículos